jueves, 28 de abril de 2011

El Oficio de guionista- Gilles Ratier

Ya desde su mismo nombre, la Bande Dessinée privi­legia la imagen. Sin embargo, la puesta en escena, la ilustración y el encadenamiento figurativo de una his­toria proceden del texto y, sobre todo, de la distribución prevista por el autor. El guión es, pues, el esqueleto de la historieta, y su autor establece un trabajo primordial. Tal y como afirma, por ejemplo, Christian Godard: "un dibujo estupendo al servicio de una historia estúpida jamás podrá ser considerado un éxito... La función esencial de la historieta es ser narrativa"1. Acabamos de toparnos con la palabra que mejor define lo que debería ser el guión de una historieta: ¡narración! Y esta narración necesita de unas técnicas particulares que difieren según la personalidad y la formación de aquellos que las desarrollan.

Benoît Peeters, guionista y exégeta de la obra de Hergé, ha intentado definir el concepto "guión" de la siguiente manera: "Es un resumen, una descripción o una evoca­ción de una obra narrativa que todavía no existe y que tiene la función de hacerla realizable"2. El guionista ha de ser, por tanto, escritor y maestro de escena (¿o maestro de página?). Su labor es la de reunir la docu­mentación necesaria, organizar las ideas, describir las secuencias, proponer una distribución visual de la histo­ria página a página y viñeta a viñeta, e integrar el diálo­go en los bocadillos.

Diálogos, sinopsis, distribución, narración... Técnicas más o menos desarrolladas según el guionista y el método empleado, y, por supuesto, variables. Igual pueden implicar un número considerable de notas, de recortes de prensa y de libros sobre todos los temas susceptibles de proveer un punto de partida antes de lanzarse a la aventura, que escribir una sinopsis de lo más detallada, tal y como haría el escritor de una nove­la. Hay quien empieza buscando un clima, un ambien­te al que agregar un incidente, mientras otros prefieren recostarse sobre un diván para reflexionar, apuntando

cualquier cosa que se les pasa por la cabeza. Otros incluso prescinden por completo de la escritura, y cuentan sus historias directamente a los dibujantes mientras éstos toman notas... Todos, en todo caso, van en busca de "la idea", y lo más importante de todo en realidad es el modo en que luego van a tratarla.

¿Podemos concluir, pues, que el guionista no es sino un hombre de ideas? Benoît Peeters, siempre ávido de definiciones, escribió: "Guionista es aquel capaz de hacer ver a otros aquello que él mismo no es capaz de mostrar; su labor primordial y secreta es, a menudo, no tanto escribir como hacer que nazca el dibujo"3. En resumen: el guionista es un narrador obligado a enfrentarse a otro narrador: el dibujante. Hoy en día, predomina la tendencia a la colaboración estrecha entre esas dos fuerzas narrativas, si bien aún está cer­cano el tiempo en el que los guionistas no eran sino funcionarios anónimos que se contentaban con hacer su trabajo sin ni siquiera saber quién iba a transformar su trabajo en imágenes. Afortunadamente, eso ha cambiado. "Lo interesante es proponer ideas para posibles historias a alguien que ya posee un universo creativo propio. Después se opera un encuentro o no...", afirma Pierre Christin, para luego añadir: "Hay muchos autores completos rebosantes de talento como para que [a los guionistas] se nos juzgue indis­pensables. Nuestro papel consiste en ser el punto de partida de un todo; lo único que realmente importa es que ese todo se vea completado, ¿no?"4.

De hecho, al margen de la personalidad más o menos creativa de los dibujantes que se asocian a un guionis­ta, es indudable que el estilo gráfico también influye mucho sobre la idea que éste se hace de sus perso­najes, hasta el punto de que el autor puede llegar inclu­so a cambiar el género de sus historias, tal y como pasó cuando Jijé sucedió a Albert Uderzo en la serie Tanguy et Laverdure. Inmediatamente, Jean-Michel





Charlier redujo el número de escenas humorísticas y orientó la serie hacia un estilo más dramático, de gran aventura, cambiando de paso la personalidad de los ferentes protagonistas.

r otra parte, tampoco hay que dejar de lado el hecho de que entre los guionistas más importantes de la

Desinée son numerosos aquellos que empezaron como dibujantes: René Goscinny, Jean-Michel Charlier, Greg, Maric, Vicq, Raoul Cauvin, 3ob de Groot, François Corteggiani, Serge Le Tendre, Patrick Cothias, Yann, Tome... ¡y muchos otros! En todo caso, o es indispensable ser dibujante para firmar buenos guiones (ahí está Jean Van Hamme para demostrarlo), aunque nadie podrá negar que la capacidad de dibujar constituye una ventaja a la hora de preparar a distribución de la página y las viñetas. De hecho, esta habilidad levanta en muchas ocasiones una línea divisoria entre guionis­tas verborreicos y aquellos que privilegian la imagen y el dibujo: -el peso de la palabra" contra "el

poder de la imagen".

Sin embargo, a pesar de la evidente importancia del guionista en la elaboración de una historieta, esta profesión no se ha visto realmente reconocida hasta hace poco. Ha sido gracias a las accio­nes de, entre otros, Marijac, Goscinny y Charlier —tras la creación de Pilote— así como de Maurice Tillieux, que sus derechos han ido evolucionando hasta conseguir imponer reivindicaciones tales como un porcentaje equitativo sobre los derechos de autor, mención obligatoria del guionista tanto en las revistas como en los álbumes, intereses sobre los productos derivados, etc.

En todo caso, aún queda mucho por hacer: los lecto­res aún siguen ignorando demasiado a menudo a los guionistas y los salones del cómic apenas suelen invi­tar a todos aquellos que no sean verdaderas estrellas. A menudo menos remunerados que los dibujantes, pocos guionistas son capaces de subsistir gracias a su obra, por lo que les es necesario asumir varias series a la vez o encontrar empleos, quizá de redactor o editor en alguna revista, para poder vivir mejor. ¡Y qué difí­cil resulta consagrarse eficazmente a estos dos sacer­docios! Jean-Luc Fromental se lamentaba así: "mien­tras fui redactor jefe de Métal Hurlant, fui el guionista más desgraciado de la tierra"5.

No es de extrañar, pues, que quien pretenda vivir de escribir se dirija en primer lugar a medios como la novela, el teatro, el cine o la televisión. Para ser guio­nista de tebeos hay que tener auténtica vocación, a pesar de que los primeros escritores de la BD fuesen autores de novela popular como Jo Valle, Lucien Bornert, Albert Nonneau, Yves Derméze o Maurice Limat. Aún hoy en día encontramos guionistas como Christin, Alejandro Jodorowsky, François Riviére, Jackie Berroyer o Benoît Peeters que son así mismo novelistas. El cine también ha acogido recientemente a numerosos autores, como Gérard Lauzier, Martin Veyron, Régis Franc, Enki Bilal, Van Hamme, Jodorowsky,

Jean-Claude Forest, Danie Dubos, de nuevo Christin o Jacques Loeb. La televisión parece un medio más fácil aún de acceder, tal y como han demostrado Charlier, Goscinny, Forest, Van Hamme, Xavier Fauche, Jean Léturgie, Yvan Delporte y Jean-Luc Fromental. Sean o no mejor considerados por ello, lo cierto es que al menos están mejor pagados.

A excepcion de nombres como los ya citados, la mayor parte de los guionistas clásicos han acabado siendo olvidados inclu­so por los historiadores de la BD. En su descargo hay que reconocer que su identificación resulta a menudo difícil, dado que hasta los años setenta no se les per­mitía firmar sus obras y los editores no siempre men­cionaban sus nombres. En todo caso, la falta de refe­rencias no debería hacernos olvidar el hecho de que los guionistas son, a menudo, el origen de los héroes de la BD y que influyen en las carreras de los dibujantes, en el destino de las revistas que les publican y en el espí­ritu de los jóvenes lectores, así como en el grado de nostalgia que aún suscitan en los lectores ya adultos el recuerdo de sus personajes favoritos. U

1. En Hop! nº1. 2. En Autour du scénario, publicación de la Universidad de Bruselas en 1986. 3. En Les Cathiers de la BD nº81 4. En L´Année de la BD 82/83. 5. En L´Année de la BD 86/87.

Revista U#25 noviembre 2002

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