EL PAIS, jueves 15 de junio de 2006
Una exposición reúne un centenar de dibujos, la mayoría desnudos, del pintor austriaco
ELSA FERNÁNDEZ-SANTOS, Madrid
Gustav Klimt vivió en
La leyenda cuenta que en el taller del pintor, una casa de una planta rodeada de un precioso jardín asilvestrado, las mujeres se paseaban desnudas a todas horas. Allí, él las dibujaba en todas las formas posibles: jóvenes, ancianas, embarazadas, solas, con hombres o con otras mujeres, masturbándose... Desde mañana, y hasta el próximo 3 de septiembre,
Pareja de amantes (1917-1918), lápiz sobre papel, de Gustav Klimt
Klimt nació en Baumgarten, en las cercanías de Viena (hoy distrito XIV de la capital) el 14 de julio de 1862. Su padre se llamaba Ernst y su madre Anna Finster. Estudió en
En uno de sus escasos textos autógrafos, Klimt dice: "Estoy convencido de que no soy una persona especialmente interesante. No hay nada especial en mí. Soy pintor, alguien que pinta todos los días de la mañana a la noche".
Pero lo cierto es que Klimt despertó en su época una gran fascinación. Se especulaba sobre su vida privada y sobre el movimiento que giraba en torno a su estudio vienés. Sus modelos eran generalmente mujeres que pertenecían a la burguesía vienesa, pero también tenía un séquito de prostitutas que le servían de musas.
Al parecer, siempre había mujeres desnudas, posaran o no, a su alrededor. Según la leyenda, Klimt necesitaba estar siempre rodeado de mujeres. Cuentan también que cuando Rodin visitó el estudio vienés de Klimt se arrodilló ante él y le dijo: "Nunca había" sentido nada parecido a lo que siento aquí. Vuestro fresco de Beethoven, tan trágico y tan feliz al mismo tiempo; vuestra grandiosa exposición, inolvidable; y ahora, este jardín, estas mujeres, esta música... Y alrededor de usted y en usted mismo, esta alegría feliz e inocente. ¿Qué puede ser?". Klimt, con su aspecto de apóstol, se giró y contestó con una palabra: "Austria".
En el catálogo editado para la exposición, Mujeres. Klimt, Pablo Jiménez Burillo, director del Instituto de Cultura de
Los dibujos de Klimt, que se sitúan dentro de esta nueva fascinación por la mujer y su sexualidad, también fueron objeto de fuertes críticas. En 1908, Adolf Loos escribía un artículo titulado Ornamento y delito en el que acusaba al pintor de degenerado: "Todo arte es erótico. El primer ornamento fue de origen erótico. La primera obra de arte, el primer acto artístico que el primer artista garabateó en un muro para desahogar su exuberancia, fue erótico. Una línea horizontal: la mujer tendida. Una línea vertical: el hombre que penetra... Pero el hombre de nuestra época que, llevado por una compulsión interna, embadurna paredes con símbolos eróticos, es un criminal o un degenerado".
Guía de Egon Schiele y de Oskar Kokoschka, Klimt dedicó lo mejor de su arte a la mujer, a la que pintó de múltiples maneras. Desde El retrato de Adele Bloch-Bauer, quizá el más famoso, a Las tres edades de la mujer o El beso. En la exposición que mañana se inaugura en Madrid (avenida del General Perón, 40) se reconocen el esqueleto de sus conocidas obras maestras. Pero frente a sus cuadros —deslumbrantes iconos dorados que han inspirado no sólo la historia del arte sino también la de la moda—sus dibujos muestran su lucha por captar otra esencia.
El casi centenar de papeles expuestos en Madrid pertenece a la colección Sabarsky que. con sede en Nueva York, está centrada en Klimt, Schiele y Kokoschka. La comisaria de la exposición, Annette Vogel. recuerda cómo siempre se ha especulado sobre la vida privada de Klimt y la relación que mantenía con sus modelos: "Contemplando estos dibujos cuesta creer que se mostraran al público vienés de fin de siglo".
Para Vogel, es compleja la relación entre los dibujos de Klimt y su obra pictórica. "Compleja y fascinante", añade. "Sus dibujos trascienden la condición de meros conjuntos de bocetos para ser trasladados a lienzos de tamaño monumental. Al comparar los dibujos de Klimt con su obra pictórica percibimos que, muy frecuentemente, utiliza los primeros como ensayos previos a sus lienzos. Sin embargo, el tratamiento estilístico en ambos soportes resulta muy diferente: la intensidad erótica que muestran sus bocetos naturalistas se transforma en pura estilización en muchos de sus cuadros, en los que la carga emotiva es mucho menos evidente".
Los cuerpos de los dibujos se construyen con lápiz, contornos extremadamente delicados que transmiten la fragilidad de su desnudez. En los lienzos, según Vogel, los ricos ornamentos convierten los frágiles desnudos en iconos de espiritualidad.
Vogel recuerda que la obra de Klimt fue escandalosa en su época. En
Klimt dibujó el estereotipo de una nueva mujer, fatal y ensimismada. Son escasos los cuadros en los que el hombre tenga mayor protagonismo que ella. Sólo en El beso la mujer se entrega a un hombre desnudo. Los representados son el propio Klimt y su amante Emilie. En los dibujos abundan las escenas de lesbianas, "heroínas de la nueva modernidad", dice Pablo Jiménez Burillo citando a Walter Benjamin. "Para el hombre y para la sociedad en general esta nueva imagen de la mujer crea un gran desconcierto. El deseo y la angustia, la insatisfacción fascinada, la lejanía sensual, el propio exotismo de su imagen y comportamiento convierten a la mujer y su erotismo en un asunto central y obsesivo para el final de siglo y, muy especialmente, para una Viena, como la de Klimt, en la que la doble moral alcanza sus cotas más refinadas y perversas".
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