domingo, 13 de marzo de 2011

Genios y figuras

`Las meninas' o 'La familia de Felipe IV', del Museo del Prado, pintada por Velázquez en 1656, cuatro años antes de su muerte, es la obra más céle­bre del arte español y uno de los mejores retratos colectivos jamás pinta­dos. La luminosa presencia central de la infanta Margarita, rodeada de su séquito, y la del propio Velázquez, que se autorretrata pintando encuadran una escena de una gran complejidad escenográfica y simbólica. La atmós­fera se palpa, y es tan extraordinaria la perfección del conjunto que pare­ce a la vez la celebración de la monarquía y de la pintura.

01 La Infanta Margarita. Velázquez compuso un cuadro dentro de un cuadro. Toda la escena narra diferentes historias. El delicado retrato de la infanta Margarita es la figura hacia la que se dirigen de inmediato las miradas de quienes contemplan el óleo, mientras ella, con la cabeza ligeramente vuelta, dirige la vista hacia un punto indeterminado, como si alguien hu­biera entrado en la habitación interrumpiendo la escena maravillosamente recreada por el pintor.

Las Damas de Honor. María Agustina Sarmiento, a la izquierda de la infanta (02), e Isabel de Velasco (03), a su derecha, iniciando una reverencia. Son sus damas de honor, las meninas, la palabra portuguesa con la que se designaba en el siglo XVII a quienes acompañaban a los infantes reales. María Agustina Sarmiento ofrece a la infanta agua en una jarra de barro servida en bandeja de plata.

Mari Bárbola y Nicolás Pertusato. Velázquez coloco destacada la figura, en el ángulo derecho, de la enana Mari Bárbola (04), quien formaba parte de los sirvientes de la corte desde hacía años. Junto a Mari Bárbola, el pequeño Nicolasito Pertusato (05), retratado mientras intenta llamar la atención del perro. Pertu­sato era ayuda de cámara de palacio.

06 El Mastín español. La precisión de Velázquez pintan­do al perro es absolutamente naturalista. Un bello ejemplar de mastín que sorprende al espectador por la belleza de su pelaje. Un animal que representa, junto con el caballo, uno de los símbolos de la nobleza, y que por tal motivo lo incluyó Velázquez en este retrato.

07 El pintor, con la cruz de Santiago. Velázquez se retrató como el pintor de la escena. Su paleta y el gran bastidor con el lienzo (a la izquierda) cuentan a quien observa el cua­dro cómo el artista reflexionaba sobre su trabajo. Velázquez se adornó el traje con la cruz de Santiago, la orden de caballero que el pintor perseguía desde hacía tiempo y que logró cuatro años después de pintar el lienzo.

Los Sirvientes. El caballero (08), que aparece al fondo del cuadro levantando la cortina de la puerta, con lo que consigue iluminar la estancia, posiblemente fuera José Nieto, el mayordomo de la reina Mariana de Austria. Mar­cela de Ulloa (09), dama de honor de la reina, vestida con hábitos de monja por su condición de viuda, aparece junto a otro de los sirvientes (10), que aparece en penumbra.

11 Los Reyes. Con sumo ingenio, Velázquez hizo reflejar en un espejo los retratos de los reyes Felipe IV y Mariana de Austria. Una manera de hacerlos participar de la acción sin colocarlos a su mismo nivel, una audacia impensable en aquella época. La presencia de los reyes está además implícita en toda la escena, ya que todos los per­sonajes quedan en suspenso ante la probable aparición de los reyes.


Parte del articulo titulado "Genios y figuras", escrito por Francisco Calvo Serraller. El Pais Semanal Número 1462. Domingo 3 de octubre de 2004

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