Texto: Ramón de España
Fernando de Felipe (Zaragoza, 1965) es, además de un excelente dibujante de tebeos, profesor de cine en la facultad de Bellas Artes de la universidad de Barcelona. Su afición al séptimo arte es pública y notoria, y, durante los frecuentes momentos de cabreo que vive todo autor de cómics ante lo precario de la industria, se le ha oído suspirar por un trabajo razonable en un mundo razonable. El del cine. Un mundo en el que la crisis económica no sea tan pertinaz y galopante como en el de la historieta. Tal vez por eso aceptó la invitación de su amigo Guillermo del Toro y pasó recientemente una temporada en México con el autor de Cronos. Tal vez por eso le confesó en cierta ocasión a quien esto firma que su futuro estaba en la dirección cinematográfica.
Uno le desea lo mejor a Fernando de Felipe, pero sería una pena que la historieta española perdiera a un creador de su calibre. Tal como está el patio, con la situación cada día más depauperada del cómic de autor, aquí no se puede prescindir de nadie. Aunque cada vez resulte más difícil producir un álbum, aunque el formato comic book se vaya imponiendo día a día al modelo europeo, aunque la estética japonesa se apodere de las mentes de los más jóvenes autores y lectores de nuestro país...
Quienes todavía crean que un buen tebeo es, como una buena película o una buena novela, una historia con su exposición, su nudo y su desenlace, harán bien en comprar el último álbum de Fernando de Felipe, Black Deker: Deep south stork (Editorial Glenas). Publicada previamente por entregas en la desaparecida revista Viñetas, la primera parte de la saga del tal Black Deker es una fantasía de un futurismo violento y cutre.
Pesadilla futurista
Ambientada en un Texas independiente en el año 2033, Deep south story narra las aventuras de Black Deker y su socio Top Chop cuando aceptan la misión de intentar sacar de la cárcel a un condenado a muerte por el malo de la función, el coronel Snark. La aventura se convertirá inmediatamente en una pesadilla que, en ocasiones, muestra ciertos puntos de contacto con Atolladero, Texas, de Oscar Aibar y Miguel Ángel Martín (recordemos que de Felipe y Aibar estudiaron juntos y fabricaron a medias la serie Nacido salvaje).
Ambas obras utilizan Norteamérica más como un concepto que como una realidad. En ellas, Texas deviene el decorado ideal de una situación caótica que parece habérsele ido de las manos a todo el mundo. Pero lo que en el cómic de Aibar y Martín está únicamente esbozado, se convierte en todo un microcosmos en el álbum de Fernando de Felipe: a un guión sólidamente construido hay que añadir un dibujo a medio camino entre la caricatura y lo realista que funciona al situar la historia en los límites gráficos del esperpento.
Mientras esperamos un nuevo tomo de las andanzas de Black Deker, no estará de más revisar el anterior álbum de Fernando de Felipe, Museum, que consiguió en el Salón del Cómic de Barcelona de 1995 el premio a la mejor obra del año. Esta antología de las desgracias a las que pueden enfrentarse los coleccionistas compulsivos es una buena muestra de humor negro contemporáneo y de la habilidad del señor De Felipe en el relato corto.
Puede que la historieta española adulta no esté pasando por sus mejores momentos y que lo más razonable sea huir de ella y refugiarse en el cine, pero uno le rogaría a Fernando de Felipe que siguiera dibujando tebeos como él sabe: es un trabajo sucio, pero alguien tiene que hacerlo.
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