domingo, 9 de enero de 2011

Héroe de la línea clara

El Pais de las Tentaciones viernes 7 de marzo de 1997




Acechado por los japoneses, el comic en Europa languidece. Ahora, pistola en mano, Ted Bénoit lo defiende del "manga" con el regreso de Blake y Mortimer: auténticos clásicos de la línea clara.

Ted Bénoit nació en 1947, al año siguiente de la publica­ción del primer álbum de las aventuras de Blake y Mortimer, un cómic escrito y dibujado por un bruselés llamado Edgar-Pierre Jacobs (1904-1987). Diez años después de la muerte del creador, Bénoit ha retoma­do a estos dos personajes y, con guión de Jean van Hamme, ha sacado a la calle El asunto Francis Blake, que ahora, tras un arrasador éxito en Francia, se publica en España (Grijalbo) y que estará acompa­ñado por una serie de animación que próximamente emitirá Canal Plus.

Este hombre con aspecto y hablar reposado, pero a quien no le gustan (co­mo puede verse en su autorretrato) los pueblos llenos de perros, empezó a dibujar en los años setenta en algunas de las revistas más prestigiosas del cómic francés de aquella época, como L'Écho Des Sacannes y Á Suicre. Pertenece a la llamada línea clara: aquel grupo de dibu­jantes, fundamentalmente holandeses, belgas y franceses que en los años ochen­ta reivindicaron la nostalgia por la déca­da de los cincuenta, así como el placer de contar historias largas y de aventuras.

El tratamiento gráfico de la línea clara se caracteriza por un trazo limpio, deco­rados simples y cierto realismo, huyendo de las sucias y recargadas viñetas del cómic underground que venía de Estados Unidos. Edgar-P. Jacobs es uno de los au­tores tomados como referencia por estos dibujantes; sin olvidar, por supuesto, al padre de Tintín: Hergé.

"Soy autodidacta y empecé en los años en que se decía que cualquiera podía hacer cómic, que no hacía falta saber dibujar. Después, viendo los traba­jos de los autores de la línea clara, en los que Hergé aparecía como una cultura común, me di cuenta de que dibujar así no era plagio". Por ello, Ted Bénoit era un candidato adecuado para la continuac­ión de una de las series mejores y más importantes del cómic europeo en sus primeros cien años de vida. Las aventu­ras de Francis y Blake parece que contin­uarán gustando a los viejos seguidores y también reclutarán nuevos y jóvenes lectores.

"Tengo que hacer una segunda entrega de estas aventuras. El editor lo quiere y tiene razón. Y como se gana dinero con Blake y Mortimer, ya no estoy obligado a dedicarme a la publicidad. Ya sólo haré cómics", asegura Ted Bénoit tras el éxito el libro en Francia. Y es que los editores han jugado sobre seguro. El guionista Jean van Hamme, con 14 álbumes a sus espaldas ilustrados por los mejores dibujantes europeos, se ha ganado la fama e acertar artística y comercialmente en cada uno de los guiones que elabora.

Dos verdaderos `gentlemen'

Sir Francis Percy Blake es un capitán galés de los Servicios Secretos británicos; su amigo, el profesor Philip Edgar Angus Mortimer, es un científico e inventor de origen escocés nacido en la India. Ambos se han enfrentado durante 40 años y a lo largo de 12 álbumes a su principal adver­sario, el malvado coronel Olrik. Amenazas nucleares, científicos locos o los mis­terios del antiguo Egipto han estado presentes en sus peripecias.

Adaptarse para dibujar El asunto Fran­cis Blake no le ha resultado difícil a Bénoit: "llevaba mucho tiempo dedicándome a la publicidad y en ese terreno hay que tener un estilo cambiante. Fue interesante estudiar cómo estaban hechas las historias. Pero es muy difícil saber porqué algo te gusta mucho, así que cuando lo retomas lo haces con todos sus ingredientes". Entre estos ingredien­tes está el texto; mejor dicho, el exceso de texto, uno de los elementos más criti­cados de estas historietas desde sus ini­cios. "Yo también soy partidario de los libros con mucho texto, porque no me gusta que un cómic se lea en media hora, sin tiempo para penetrar en él. Hay que dedicarle al menos una hora y media, como se le dedica a una película".

De igual manera, Ted Bénoit ha sido fiel al hiperrealismo y a la rigurosa docu­mentación de los que Jacobs hacía verdadero alarde en sus obras. "Es todo un placer. Cuando se elabora una historia que transcurre lejos y en el pasado hay una labor de búsqueda que empieza como trabajo y termina como disfrute". Los salones del club londinense de los dos amigos o el castillo donde se llega al desenlace de la aventura pueden servir como perfecta y realista ilustración de los verdaderos lugares.

El asunto Francis Blake tiene menos elementos de ciencia-ficción que los guio­nes clásicos de Edgar. Jacobs. Aquí, lo importante es la intriga y el papel, como motor de la trama, de valores como la amistad y el patriotismo; hay que recor­dar que estas historias transcurren en los ,años cincuenta, cuando la guerra fría era ya una realidad y cuando los enemigos del mundo occidental estaban perfectamente definidos.

"Van Hamme, dice Bénoit, a diferenc­ia de Jacobs, es muy bueno en la técnica de la intriga. Pero hemos procurado hacer cosas un poco simplonas, como lo habría hecho el propio Jacobs". Y es que este cómic siempre se ha paseado por la frontera que separa las historietas infant­iles de las que tienen como objetivo a lectores adultos.

El científico y el militar viven juntos y en sus historias la presencia femenina no pasa de lo anecdótico. La censura sobre e1 cómic era muy fuerte en la Francia de los años cuarenta, pues se consideraba un producto para adolescentes. Jacobs evitaba los problemas. "De todas formas, en Inglaterra era bastante común que los solteros vivieran juntos. Como Holmes y Watson", dice Bénoit.

Del actual adversario del cómic europeo, el manga japonés, Bénoit cree que algunas de las características del dibujo nipón son aprovechables: "Maus, de Art Spiegelman, (un polémico cómic sobre el holocausto judío) es muy parecido al manga: un libro de pequeño formato, con muchas páginas y dibujado muy rápida­mente. A través del estilo del manga se pueden hacer cosas muy interesantes, si uno no se limita a contar historias de tipos con los pelos de punta", asegura.

"También haría falta que los dibujantes de cómic tuvieran una cultura que fuera más allá de propio cómic, porque de otra manera no se hacen buenos libros".

José María Goicoechea

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