El puerto de Roma: Ostia
Étienne Morin
Situada a las orillas de un pequeño río de curso irregular que desemboca en el mar tras haber atravesado una insalubre laguna, Roma se implanta sobre unas colinas áridas en sus tres cuartas partes. Desprovista de riquezas naturales, destinada a no ser más que un mercado en la ruta de la sal que conduce al país de los sabinos y al Palatino, Roma iba a convertirse, sin embargo, en la “ciudad eterna”. Gracias a la obstinación de los Latinos, gracias al trabajo de los herederos de aquellos Etruscos… ¡Gracias, sin duda, a Ostia!
Durante siglos, Ostia iba a ser el puerto proveedor de Roma, velando por su seguridad y el bienestar de
No posee ni palacios, ni suntuosos jardines… Ostia no es un lugar de placer y reposo, sino una ciudad de trabajo y de comercio. Dispone de un acueducto y de su célebre via Ostiensis, verdadera ruta sagrada del abastecimiento de Roma. Ha impulsado el acondicionamiento del Tíber, que está bordeado de muelles. Ha multiplicado sus diques. Allí se reparan los buques, se explota la sal, se fabrican envases… En fin, que Ostia alberga a más de un centenar de corporaciones marítimas y terrestres, como la de los marineros, la de los grandes navíos, la de los barcos de cabotaje, la de los pesqueros, la de los cargueros… Y eso sin olvidar las cofradías de los especialistas, tales como los estibadores encargados del transporte del mármol, los buzos, los calafateadores…
A todos ellos les impone su ley la organización romana. Nada se deja al azar, todo se verifica, todo se pesa o se mide antes de ser enviado hacia
¿Y entonces, por qué no haber construido Roma en el emplazamiento de Ostia? Cicerón, en su tratado sobre
Cicerón nos describe así la desconfianza de un pueblo del interior a los del litoral.
Roma permanecerá, por lo tanto, afincada en sus colinas latinas, mientras que Ostia se transformará en su indispensable puerta al Mediterráneo.
Ostia a vista de pájaro
En el año
La vía que enlaza Ostia con Roma está atestada de vehículos.
Los navíos de comercio
Veintisiete embarcaciones de comercio aparecen representadas en los mosaicos de la plaza del mercado, frente a las oficinas de importación y exportación. Nos dan una buena idea de la variedad de la flota mercante romana y de los navíos que más frecuentemente se construían en aquella época.
Se caracterizan bien sea por una proa (delantera) redonda y abultada, y una popa (trasera) mucho más realzada, o bien por una proa y una popa simétricas. A veces, en los buques de guerra, la roda lleva un espolón puntiagudo.
Estos perfiles distintos obedecen a necesidades técnicas o a usos bien concretos. Así, por ejemplo, las popas muy realzadas, que se prolongan más allá del casco, permiten acceder a puestos de mando situados lo más atrás posible. En esta época, un navío se conducía con la ayuda de dos timones laterales, como una especie de enormes remos.
La vela llamada “antigua” o “romana”, es generalmente más ancha que alta. Para reducir la superficie de la tela, los romanos usan un sistema cuyo principio se asemeja al de los stores o cortinas venecianos. La unión de los cabos dibuja sobre la vela un cuadriculado que los artistas de la época siempre reproducían.
Algunas veces, un segundo mástil, provisto de una pequeña vela, se inclina hacia delante. Este permite facilitar las maniobras y puede usarse como mástil de carga en el desembarque de mercancías pesadas.
Como exige la tradición, los navíos son profusamente decorados. Una cola de cisne, vuelta siempre hacia atrás, corona el codaste de la quilla en la mayoría de los navíos. La proa es a menudo adornada con la cabeza o el busto de una divinidad protectora, o con un ojo que hace entonces parecer al barco un monstruo marino.
Lo pintoresco del puerto de Ostia estriba en su flota de barcos mercantes (navis oneraria). Para descargar o aligerar en el mar los enormes buques que no podrían cruzar el puerto con sus remos desplegados y para remontar las mercancías hacia Roma. Ostia está dotada de una flota de barcazas de entre 10 y
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