sábado, 16 de enero de 2021

De oasis y espejismos por J. M. Méndez

 


 
J.   M.   Méndez
 
 
Aunque el "renacer" del comic book y la recuperación de su género antonomástico, el super heroico, como medio válido en lo artístico e intelectual, son fenómenos que parecen vivirse hoy con un cierto sentido de actualidad, sorprende el recordar que una década nos separa ya de la eclosión de sus principales artífices. Y si uno de ellos, Alan Moore, ha resultado no ser sino la brillante punta de todo un iceberg británico, convertido hoy en filón catalizador -pero no en motor- del mercado, el otro se ha confirmado como un oasis en medio del desierto, un extranjero en tierra extraña: Frank Miller.

Hoy, cuando la "invasión británica" existe como realidad, ratificada por la acuñación del término, es importante señalar que Miller, verdadero responsable -mucho más que Moore- del aspecto real de la aludida revolución, el industrial, es americano. No un europeo, portador de valores culturales de una tradición distante en lo espacial y en lo temporal, de cuya intrusión y mezcolanza pudiera germinar lo novedoso. Americano. Norteamericano. Yankee. Pese al bagaje de influencias personales que, evidentemente, lleva consigo, Miller es un auténtico producto de la cultura contemporánea de los Estados Unidos, y no hay en él hibridación más fundamental que la de los diferentes medios de comunicación que forman, conforman, y deforman la mentalidad media en aquellos lares. La impronta de su obra no es la creación, sino la revisión, la recuperación. No es de extrañar, pues, que su enorme talento haya encontrado su expresión en un medio y un género tan desorientados, tan necesitados de una labor casi arqueológica de selección y revalorización.

Interesado en los comics desde su infancia, y tras un periodo de aprendizaje en las filas de APA-5, el boletín de una asociación de aficionados de idéntico nombre, Miller entró en el ámbito profesional de la mano de otro enfant terrible, Neal Adams, quien lo acogió en una suerte de tutela, ayudándole a librarse de sus lastres de amateur. Hacia finales de los setenta, tomó la alternativa a las órdenes de Gold Key, una oscura editorial que pronto abandonaría para tentar las aguas en una de las dos grandes potencias, D. C, aunque también con escasa fortuna. Tras un puñado de historias cortas para las revistas de género de la editorial, consiguió introducirse en la Marvel, con trabajos de batalla y suplencias sin arte ni parte, como POWERMAN & IRON FIST nº 76, MARVEL SPOTLIGHT nº 8, o JOHN CARTER, WARLORD OF MARS nº 18.

Su primer trabajo para uno de los personajes estrella de la casa serían los números 27 y 28 de PETER PARKER, THE SPECTACULAR SPIDERMAN, en los que intervenía Daredevil, y que le valdrían la asignación de la colección de este último, puesto que conservo entre sus números 158 al 191, con la excepción del 162 (1979-83). Durante este periodo, sobre guiones inicalmente de Roger McKenzie, y posteriormente propios, Miller aprovecharía la gran libertad que le permitía trabajar en un título deshauciado, convirtiéndolo en un campo de aprendizaje en el que desarrollar sus singulares obsesiones: el expresionismo cinematográfico del film noir y las disciplinas marciales orientales, que también tendría buena ocasión de plasmar, junto con su peculiar dinámica narrativa, en la miniserie de cuatro números WOLVERINE, con guión de Chris Claremont (1982). Avalado por la aclamación de público y crítica, y protegido por una importante oferta de la D. C, pondría en la calle su Opus Magna RONIN, auténtica revolución de mercado y salto definitivo en su carrera de autor. Amparado por la tranquilidad económica y popular que le proporcionó el proyecto, se permitió a su conclusión una desaparición de casi tres años, en los que gestaría su obra más emblemática como fenómeno comercial: THE DARK KNIGHT RETURNS (1986), intensa transposición senil de Batman estructurada en cuatro volúmenes que instalarían el llamado formato prestigio en el mercado americano. La posibilidad de un quinto a modo de epílogo se barajó durante un tiempo, pero el propio Miller la abortaría a raíz de sus desavenencias con D. C. en el controvertido tema de los ratings. Ese año y el siguiente resultaron extremadamente prolíficos, al ir viendo la luz consecutivamente los varios proyectos que Miller venia madurando desde tiempo atrás, marcados todos ellos por un signo común, su participación exclusiva en el apartado literario: la miniserie de ocho números ELEKTRA ASSASSIN (1986) y la novela gráfica DAREDEVIL: LOVE AND WAR (1986), que lo asociarían a Bill Sienkiewicz, con resultados más que discutibles; y DAREDEVIL: BORN AGAIN (DAREDEVIL n°s 226-233, 1986-87) y BATMAN: YEAR ONE (BATMAN nos 404-407, 1987), ambas junto con David Mazzucchelli, dibujante hasta entonces poco notable, que sufriría a lo largo de estos dos trabajos una sorprendente metamorfosis, demostrando ser un complemento mucho más idóneo que Sienkiewicz. Tras esta avalancha productiva -y un frustrado proyecto de DAREDEVIL con Walt Simonson-, Miller volvería a sumirse en un aparente silencio creativo, roto tan sólo por trabajos dispersos y esporádicos, como las portadas para los doce primeros números de LONE WOLF AND CUB. Habría que esperar tres largos años para poder acceder al producto de su retiro: GIVE ME LIBERTY (1990-91), una tediosa fábula de política ficción en cuatro números, dibujados por el británico Dave Gibbons; HARDBOILED (1990-91), tres números de absurdas persecuciones, dibujados por el circense Geoff Darrow; y el film ROBOCOP 2 (1990), al que Miller contribuyó con un guión alterado una y otra vez durante el rodaje. Aún habría que esperar más, hasta el ocaso de 1990, para volver a disfrutar del Miller dibujante, en la forma de la novela gráfica ELEKTRA LIVES AGAIN, eternamente postergada desde su concepción en 1985, y que supondría una decepción a las expectativas despertadas, pues, aunque en lo gráfico se presentaba como su mejor trabajo, también resultó en su guión uno de los más vacuos. En la actualidad prepara una extensa novela gráfica revisando el origen de DAREDEVIL, que ilustrará John Romita Jr., y nuevas historias cortas con el personaje de Martha Washington, la protagonista de GIVE ME LIBERTY, de nuevo en conjunción con Dave Gibbons.



URICH Nº16. MARZO 1991


2 comentarios:

jmm dijo...

Muchas gracias por considerar mi texto digno de ser rescatado aquí. Me produce un cierto apuro, pero también ilusión. 😊

Ojo de Melkart dijo...

Has hecho un trabajo magnifico durante mucho tiempo y es algo digno de recordarse. Mis felicitaciones