Texto: Francisco Calvo Serraller
Entre el 9 de marzo y el 16 de mayo se podrá visitar en el Museo Guggenheim de Bilbao la exposición titulada De Durero a Rauschenberg: la quintaesencia del dibujo. Obras maestras de las colecciones Albertina y Guggenheim, en la que se ha reunido un centenar de dibujos de 22 artistas diferentes de los siglos XV al XX. La muestra ha sido seleccionada por los directores de ambas instituciones, Thomas Krens y Konrad Oberhuber, respectivamente, y permitirá contemplar algunos prototipos de obra sobre papel a lo largo del tiempo, incluyendo la actualidad. Aunque la rimbombancia publicitaria que da título a la convocatoria exagera la importanciade su contenido real, no cabe duda de que una visión histórica de la evolución del dibujo –nunca suficientemente valorado, a pesar de su enorme significación artística en el arte occidental moderno–, y que además no se interrumpe al llegar al mundo contemporáneo, tiene interés. Por otra parte, la colección de obra gráfica de la Albertina de Viena, con sus 6.000 dibujos, es una de las más relevantes del mundo en este campo. Es cierto que a Bilbao vienen sólo 55 dibujos de esta histórica colección, pero entre sus autores están Durero, Rafael, Barocci, Rubens, Lorena, Rembrandt, Fragonard, Klimt o Schiele, nombres por sí mismos impresionantes.
En la parte correspondiente al Guggenheim, obviamente no se puede mantener ese alto nivel medio de resonante nombradía, pero ahí están representados, por su parte, Seurat, Picasso, Kokoschka, Kandinsky, Klee, Gorky o Rauschenberg. En cualquier caso, una muestra de estas características, que selecciona un número limitado de obras a partir de los fondos de dos museos, hay que saber encararla como corresponde: sin buscarle otra motivación que lo que ofrece a través de las obras seleccionadas. En este sentido, el visitante no tiene por qué sentirse chasqueado porque no haya un hilo histórico, ni técnico, ni temático, ya que se trata de un conjunto de dibujos, la mayor parte de célebres maestros antiguos y algunos de los siglos XIX y XX, y, por tanto, que hay que admirar, cuando corresponde, en su calidad singular.
Desde esta perspectiva de estricta calidad artística, cabe destacar, a mi juicio, algunos de los ejemplares elegidos de Durero, Barocci, Rubens, Fragonard, Von Alt, Menzel, Seurat, Kandinsky, Klee y Dine. Y en cuanto al resto, moviéndose la exposición con autores en general tan célebres, siempre hay algún aspecto curioso o algún detalle fascinante.
En el dibujo se aprecia, como en ningún otro medio, la inmediatez de la mano del artista, su fresco pálpito, la elaboración de una idea, múltiples sugerencias. La doctrina artística del Renacimiento estableció que el dibujo era el fundamento mismo del arte, lo que explica su relevancia histórica en el arte moderno occidental. Por otra parte, la extrema fragilidad de este medio, soporte y técnica hace que resulte difícil que los dibujos del pasado se puedan contemplar regularmente, lo que constituye otro aliciente para esta convocatoria, que me gustaría definir como algo delicado, sutil, camerístico, en los antípodas de un espectáculo ruidoso. Y esto es algo que, en los tiempos que corren, también se agradece.
El Pais Semanal número 1171. Domingo 7 de marzo de 1999
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