miércoles, 14 de enero de 2015

martes, 13 de enero de 2015

Luces entre tinieblas


En sus 'Pinturas negras', Goya refleja la angustia en que se debatió

EDUARDO ARROYO Madrid

'Saturno devorando a sus hijos', de Francisco de Goya.

Cuando se trata de evocar la figura de Goya en Madrid, aparecen en mi pensamiento dos acontecimientos muy precisos: el furor de los fusilamientos del 3 de mayo de 1808 y el momento cuando en el año 1823 y en la soledad de su Quinta del Sordo, Goya toma una de sus más angustiosas decisiones: la de emprender el camino del exilio.

Imagino al aragonés como a un fantasma en la noche de la masacre intentando alumbrar las tinieblas con una linterna, diminuta fuente de luz amarillenta, para avanzar entre caídos, hacerse paso entre muertos y tomar nota, con su mirada de pintor, de las víctimas de la Montaña del Príncipe Pío. Precisamente esta imagen es el rebobinamiento de una película interna, cuyos protagonistas son aquellos que justo antes de la matanza fueron vecinos de Madrid llenos de vida y de entusiasmo. El hombre de la camisa blanca con los brazos en cruz ofreciendo su pecho a las balas del invasor es un momento pictórico fulgurante que va más allá del lienzo y saca la figura de la Historia para fijarla en la historia del arte. Amanece en Madrid y el cielo se tiñe de rojo mientras en la lejanía se escuchan los gritos de los allegados. El alba da tregua al escarlata que se ha convertido en sangre seca por los suelos. Un estremecimiento recorre a Francisco de Goya que apaga el farol: ya tiene bastante y se refugia en su íntima desesperanza.

Antes de alejarse defintivamente del terror absolutista, Goya pinta a Judith y a Saturno a la izquierda y a la derecha de la ventana sobre el yeso de la pared de su comedor. Pinta el mal mitólogico con Judith y Holofernes y con Saturno devorando a un hijo, ella asesina al general de Nabucodonosor y él se come a dentelladas a uno de sus hijos. La joven viuda de Betulia golpea a Holofernes dormido en medio de una semi oscuridad. Lo degolla en presencia de su criada porque la ejecución exige un testigo. Goya lo sabe. En cuanto al dios, hirsuto y con un excelente apetito, se atraganta en su festín de carne infantil. Con sus últimas pinceladas Goya recuerda a Francisco de Quevedo que proclamaba que España devoraba a sus hijos y es consciente de que no tiene más remedio que enfrentarse con sus propias obsesiones: el momento del último cuadro y el de la huida sin retorno para defender su independencia. Cuando abandona su Quinta del Sordo sabe que ya empieza su viaje imposible pero se engaña a sí mismo de una manera infantil, como todos los candidatos al exilio, salmodiando que pronto volverá, que será corta su estancia en el balneario de Plombières y que sin que transcurra mucho tiempo le aliviará de sus achaques.

En sus catorce frescos históricos titulados Momentos estelares de la humanidad Stefan Zweig tiene en cuenta que una decisión no tomada, o quizás tomada, marca un rumbo durante siglos y cambia la historia de la humanidad. Yo diría que Goya, solo y desesperado, encerrado en su aposento frente a sus pinturas murales, al decidir exiliarse a Francia inaugura un momento estelar español, pero también universal, del drama del exiliado y del desplazado. Anuncia lo que será la Historia de España con sus migraciones políticas o económicas -o las dos- en la que se vieron envueltos una buena parte de los intelectuales españoles, entre ellos José María Blanco White, que se rebelaron contra lo que se cocía politicamente en aquella época.

A esta breve recopilación de momentos que considero memorables, añadiré la sensación que vivo cuando me aventuro en las salas de las Pinturas Negras del Museo del Prado. Porque en ese cine de barrio, ese cine al abierto en una noche caliente que son para mí estas catorce piezas, destacan tres pinturas, como tres focos de luz de una cámara fotográfica, que iluminan las otras y que las hacen resplandecer, tres focos de luz ocre y oro que son las luces que apenas alumbran las tinieblas en las que se debatió el pintor Goya.

El Pais 28.11.2014

Teoría y práctica del arte de matar

‘Yo, asesino’, de Antonio Altarriba y Keko, recibe la máxima distinción de los críticos de cómic de Francia

TEREIXA CONSTENLA Madrid 13 ENE 2015

Primera página de 'Yo, asesino', de Altarriba y Keko.


“Matar no es un crimen. Matar es un arte”, dispara desde las viñetas de la primera página el protagonista de Yo, asesino(Norma editorial), donde el crimen en serie no hunde sus raíces en la locura o algún pecado original porque Enrique Rodríguez es un reputado profesor de Historia del Arte que lleva sus prospecciones teóricas sobre la crueldad en el arte hasta la ejecución material. El guionista Antonio Altarriba (Zaragoza, 1952) catapultó sobre la obra buena parte de su experiencia biográfica como catedrático de Literatura Francesa en la Universidad del País Vasco durante 38 años, aunque no precisamente los elementos más macabros. “Los amigos comienzan a mirarme con prevención... así que esos ratos en los congresos en que desaparecías...”, bromea.

En su ficción, el historiador mata aprovechando sus desplazamientos por razones académicas. Mata desde la primera página, a un despreocupado paseante de la calle Preciados, en Madrid, en el paréntesis de un congreso internacional sobre arte del Renacimiento y el Barroco, que se ubica en el Círculo de Bellas Artes. La novela gráfica, escrita por Altarriba y dibujada por Keko, ha recibido una gran inyección de autoestima, ya que ha merecido el Gran Premio de la Crítica 2015, que concede la Asociación de Críticos y Periodistas de Cómic de Francia. Es la primera vez en la historia del galardón, creado en 1984, que recae en dos españoles, aunque el álbum ha sido producido originariamente para la editorial francesa Denoël, que lo publicó en septiembre, dos meses antes de que saliera la versión española. Los autores recibirán la distinción en el próximo Festival Internacional de Cómic de Angulema, donde también compiten en la categoría de mejor álbum de serie negra.


Viñetas de 'Yo, asesino'.




Altarriba, Premio Nacional de Cómic en 2010 por El arte de volar, donde plasmó la historia de su padre junto al dibujante Kim, comenzó a construir el guion a partir de su reflexión sobre los asesinos en serie reflejados en películas y series de televisión. “En las novelas policiacas de los treinta o cuarenta, el delincuente tiene unas motivaciones, que pueden ser los celos, la ambición o pasiones que hacen saltar por los aires las normas sociales y convencionales; es uno de los nuestros. Pero ahora ha cobrado un papel importante el asesino en serie, el trastornado, que no mata por un motivo o lo hace por un trauma. No es uno de los nuestros. Y todo coincide con una época de buena conciencia, libros de autoayuda y corrección política donde la moral dominante hace que tengamos muy buena conciencia de nosotros mismos. Me pregunté qué pasaría si el asesino en serie fuese uno de los nuestros, una persona con una vida cotidiana”.



Viñetas de 'Yo, asesino'.


Y así nació Enrique Rodríguez, el especialista en arte y dolor que mata a corta distancia sin atisbo de empatía aunque se conmueve cuando otros asesinan en su hábitat (el atentado contra Fernando Buesa y su escolta, el ertzaina Jorge Díaz, en el campus de Vitoria). “En este mundo”, reflexiona el asesino, “matar por nada constituye, en el fondo, una acción pacifista. Al menos, mucho más honesta que matar por la patria”.

La opresión política y violenta del País Vasco anterior al alto el fuego indefinido de ETA es una parte esencial del cómic, un medio que está registrando una especial atención al conflicto vasco en los últimos tiempos, como evidencian Las oscuras manos del olvido, de Felipe Cava y Bartolomé Seguí, y He visto ballenas, de Javier de Isusi, que compite en Angulema en la categoría de mejor obra.
Esa atmósfera represiva en el seno de la universidad sí procede de la experiencia directa de Altarriba, que sufrió acosos menores (como pintadas) del entorno abertzale universitario. “Los profesores no responden a figuras reales, pero los comportamientos como las intrigas en la agencia que nos evalúa o el conflicto vasco, sí. Yo he convivido con gente así”, señala Altarriba, que ya trabaja en su próximo proyecto, La madre manca, un rastreo en la biografía de su madre, que complementará El arte de volar.

El álbum ha sido doblemente desafiante para el dibujante José Antonio Godoy Keko (Madrid, 1963), tanto por razones de peso (Yo, asesino tiene 134 páginas, casi el triple de las obras que había ilustrado hasta ahora) como de contenido. “Tengo fama de tener gusto por lo rancio, y en este trabajo he tenido que hacer cosas que odio como dibujar coches o ropa de ahora”, ironiza el autor de 4Botas, triunfadora del Salón del Cómic de Barcelona en 2002.
Keko dibujó el cómic en blanco y negro —sus variaciones de claroscuros sobre una misma viñeta crean desasosegantes ambientes— e introdujo toques de color rojo, a sugerencia del editor francés, “a modo de balizas de señales para centrar la atención del lector”.


El Pais, 13 enero 2015



APPLESEED DATABOOK nº2 Masamune Shirow





























Appleseed Databook nº2 Masamune Shirow publicado por la editorial Planeta De-Agostini en el año 1996