Los dibujos de Murillo, Gutiérrez Solana, Alonso Cano o Eduardo Rosales encierran toda la belleza de la obra mayor de sus autores. La Fundación Botín recupera e inventaría esta producción única en una serie de catálogos. Por Lola Galán
BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO, uno de los máximos pintores españoles del Siglo de Oro, trazó sobre papel verjurado una infinita serie de dibujos con carboncillo, pluma de caña y tinta castaña o grisácea. Casi todos se han perdido para siempre. Mientras la mayoría de las pinturas del genial artista sevillano pueden contemplarse en el Museo del Prado, en el de Bellas Artes de Sevilla o en la catedral de la capital andaluza, solo se han conservado un centenar de sus obras sobre papel dispersas por el mundo. Así ha sido hasta ahora la historia del dibujo, un arte inmediato, lleno de vitalidad y belleza que no gozó en España de la consideración necesaria para pasar a la posteridad, ni logró interesar a los coleccionistas que hubieran permitido su supervivencia.
La Fundación Botín se ha propuesto inventariar todas esas obras consideradas menores durante siglos, rebuscando en museos y bibliotecas, contactando con coleccionistas de pintura por todo el mundo y dejando constancia de ellas en catálogos razonados, gracias al trabajo de numerosos investigadores y especialistas. La serie, iniciada en 2007, pretende incluir a los grandes nombres de las artes plásticas españolas desde el Siglo de Oro a nuestros días (excluyendo a los artistas vivos).
"La idea siempre ha sido la de escoger grandes artistas, con una producción de gran calidad", resume María José Salazar, miembro de la comisión asesora de arte de la Fundación-Botín desde 1992, y autora de dos de estos catálogos, los dedicados a Pablo Gargallo y a José Gutiérrez Solana. En todos los casos, las publicaciones han ido precedidas de una exposición de dibujos originales de los artistas glosados. "La importancia de este trabajo es enorme. La que se inauguró este año en la Fundación Botín es la primera muestra dedicada exclusivamente a los dibujos de José Gutiérrez Solana", cuenta Salazar. Como Solana, conocido básicamente por sus pinturas algo tenebrosas, el madrileño Eduardo Rosales (1836-1873) fue un dibujante de enorme talento de cuya obra en papel se sabía bien poco. La exposición de sus dibujos, y el catálogo, editado en 2007, donde se recogen 900 de estos magistrales diseños, acrecentó el valor global de este artista, glosado por José Luis Diez. Rosales, que murió de tuberculosis antes de cumplir los 37 años, fue un prolífico dibujante, aunque las penurias económicas le obligaron a utilizar papel malo, que llenaba de trazos por ambas caras. Dibuja en el reverso de facturas, programas, billetes, invitaciones, cartas, etcétera. Copia a los maestros antiguos, retrata a personajes literarios, o toma apuntes de escenas de la vida cotidiana, desnudos, paisajes con arquitecturas. Un ingente muestrario de obras que dan idea del talento impresionante del artista. Muchos eran bocetos de cuadros, pero también hay dibujos pensados como tales, y algunas exquisitas acuarelas. El artista utiliza lápiz blando y carboncillo para estudios académicos, grafito en los dibujos más propios, o diseños iluminados con clarión sobre papel de color.
¿Qué hay en común entre estos dibujos de Rosales y los de perfección clásica de Antonio del Castillo? La intemporalidad mágica del trazo desnudo. Del Castillo (1616-1668) fue un excelente pintor cordobés del Siglo de Oro que pasa por ser el mejor dibujante de esa etapa colmada de genios. El catálogo razonado de sus dibujos, realizado por Benito Navarrete y Fuensanta García de la Torre, es fruto de una investigación minuciosa en busca de sus obras en Florencia, Hamburgo, París, Londres, Nueva York. En total se catalogan 190 dibujos, de los cuales 73 formarán el corpus de la exposición que se inaugurará en Santander, en la sede de la Fundación Botín, en la primavera de 2008. Del Castillo usa pluma o caña con tinta roja o parda, a veces tinta china. Sus temas, mayoritariamente religiosos, son casi idénticos a los que trata otro contemporáneo, Alonso Cano (Granada, 1601-1667), cuyo catálogo, con la correspondiente exposición de una buena parte de la obra contenida en él, se publicó en 2009.
Máscaras con peleles, de José Gutiérrez Solana.
La familia de Carlos IV, de Mariano Salvador Maella.
Ambos artistas responden a la demanda de los principales clientes del arte de la época en España: las órdenes religiosas, las altas jerarquías de la Iglesia. Por eso los encargos versan casi siempre sobre el Antiguo y del Nuevo Testamento (vida de Cristo y de la Virgen). En el caso de Del Castillo, hay constantes representaciones de apóstoles, santos (y sus correspondientes martirios), figuras aisladas y alegóricas, ángeles y dibujos arquitectónicos, muchos de ellos sobre papel verjurado.
De los dos, es Alonso Cano el que obtendrá mayor fama y prestigio. Zahira Veliz, la autora del catálogo, precisa que según los biógrafos de Cano, que alaban también sus cualidades como dibujante, estaba considerado ya en su tiempo como "insigne en las tres facultades de la pintura, la escultura, y la arquitectura".
Esto explica que, al contrario que en el caso de otros artistas españoles, sobre Cano y su faceta de dibujante haya abundante literatura. En 2001-2002, 400° aniversario de su nacimiento, se celebran además grandes exposiciones en Granada y Madrid. El Museo del Prado consagró la suya, para la que reunió un centenar de obras, al Alonso Cano dibujante.
Cano dedicó muchos de sus trabajos a glosar la historia de los monjes dominicos con destino al convento de Santa Cruz la Real de Granada, de esa orden. Destacan también sus estudios de figuras. La dificultad de encontrar modelos y la moral puritana del momento se resumen en la escasez de desnudos. Las de Cano son obras casi siempre de pequeño formato, hechas con trazos de carboncillo, a los que se aplica, lo que parece ser tinta ferro gálica, con una pluma de ganso. Otras veces se completan con aguadas.
El catálogo reúne 121 dibujos comprobados de Cano y otros 50 canescos o sea de su estilo y quizás ejecutados por discípulos. El tiempo y la escasa consideración que merecía el dibujo en España, en esa época, han hecho estragos en el legado de Alonso Cano. Pero ¿cómo explicar que autores modernos como el escultor aragonés Pablo Cargarlo (1881-1934) llegaran a destruir no pocos dibujos? La respuesta está en la aparente facilidad de un arte inmediato que solo necesita lápiz y papel y una ventana abierta a la vida. Gargallo no se tomaba en serio los dibujos que utilizaba para hacer bocetos de sus esculturas, al menos hasta mediados de los años veinte. Por eso, los tiraba. Se conservan solo unos centenares de su etapa de aprendizaje y luego los hechos por puro placer, a veces, coloreados. "Menos mal que la hija del artista [Pierrette Gargallo] vive todavía en París, y además de guardar un buen número de dibujos, sesenta o setenta, tenía fotografías y recordaba muchas cosas de su padre", señala la profesora María José Salazar, autora del catálogo del artista y comisaria de la exposición celebrada en 2010.
Gargallo realiza, además, 19 autorretratos a lo largo de toda su vida. Muere a los 53 años, en París. "Seguir el rastro a los dibujos es difícil. La mayoría están en colecciones privadas, aunque, a veces, te llevas grandes alegrías, como cuando contactas con un coleccionista creyendo que tiene un dibujo y resulta que tiene diez", relata Salazar, que ha elaborado también el último de los catálogos editados por la Fundación Botín sobre los dibujos de un artista total: el madrileño José Gutiérrez Solana (1886-1945), gran pintor, dibujante y escritor de la generación del 98.
En ocasiones, la familia es la única salvaguarda de la obra del artista. "Pero Solana no tiene familiares directos vivos, y tuve que tirar de coleccionistas de sus pinturas, así salieron los dibujos", explica Salazar. "Siempre he pensado que era buen dibujante, pero no tan bueno".
Si Solana y Gargallo tenían siempre a mano lápiz y papel, el artista valenciano Mariano Salvador Maella (1739-1819), pintor de cámara y representante de la Ilustración, dibuja con una especie de instinto profesional. Pintor de corte de Carlos III y Carlos IV, se inspira en el disegno italiano. Hay muchísimas obras sobre papel de corte académico de este artista, de su etapa como becado de la Academia de San Fernando en Roma. Llegó a crear un taccuino (cuaderno) romano con dibujos de estatuas clásicas, que se conserva en el Museo del Prado. El que recoge sus estupendos dibujos en dos volúmenes es el quinto de los catálogos razonados, publicado en abril de 2011, fruto de la larga investigación del doctor José Manuel de la Mano, que encuentra nuevas obras sobre papel, que se añaden a las 150 que le atribuía al artista José Luis Morales en su catálogo de 1996. La nueva catalogación incluye más de 400 dibujos de Maella, en los que utiliza sanguina, lápiz y clarión, con temas que van de la cultura clásica a las inevitables representaciones religiosas.
Las líneas apenas esbozadas, las figuras en movimiento, inconclusas, sorprendentemente modernas, caracterizan el dibujo de Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682) en su etapa de madurez. Lástima que, como explica Manuela de Mena, comisaria de la exposición que organizó la Fundación Botín en 2012 y autora del catálogo, "lo que ha llegado hasta nosotros se puede definir como la punta del iceberg de lo que debió ser la ingente masa de dibujos que salieron de su mano".
Mientras en Italia los maestros guardan los dibujos para sus alumnos, o los regalan a familiares y a mecenas por considerarlos, "la plasmación más directa y genuina del genio artístico", como subraya De Mena, en España el desinterés es total, aunque Murillo tuvo al menos un coleccionista de sus obras sobre papel. Piezas hechas en su mayoría a pluma y aguada con tinta castaña, rojiza y densa en los dibujos de su primera etapa, más transparente, dorada y grisácea, en los de épocas posteriores.
Si sus dibujos rápidos a pluma fueron poco apreciados en su época, los que son un cúmulo de trazos apresurados, inconclusos y tan. modernos hoy, debieron resultar claramente marginados. Un destino al que no escaparon los dibujos más acabados. El lápiz, la pluma, el papel, eran poca cosa frente a los grandes cuadros. Y, sin embargo, en estas obras sobre papel, está todo el arte de los grandes maestros.
Siete catálogos con
la obsesión de la excelencia
CREADA EN 1964 por Marcelino Botín y su esposa para promover el desarrollo de Cantabria, la Fundación Botín es la primera fundación privada de España por volumen de inversión. Actualmente presidida por Emilio Botín, presidente del Banco Santander y sobrino del fundador, destinó, en 2012, 4,78 millones de euros solo al apartado de arte y cultura. Una parte indeterminada de esta suma anual financia la investigación de la obra sobre papel de los grandes maestros españoles, plasmada en catálogos razonados. La idea la proporcionó el profesor Alfonso Pérez Sánchez en 2003, y cuatro años después se publicaba el primero de ellos, en volumen doble, dedicado a los dibujos del pintor madrileño Eduardo Rosales (1836- 1873). Al año siguiente ve la luz el dedicado a los diseños en carboncillo y pluma del cordobés Antonio del Castillo (1616-1668), al que seguirá, en 2009, el de otro gran artista del siglo XVII, Alonso Cano (Granada, 1601-1667). El cuarto catálogo, de 2010, reúne los dibujos del escultor aragonés Pablo Gargallo (1881-1934). Como en todos los casos, el doble volumen de Gargallo viene precedido de una exposición donde se exhibe buena parte de su obra, en la sede de la Fundación Botín, en Santander. Tras Gargallo, llega el turno de los trabajos en papel del artista valenciano Mariano Salvador Maella (1739-1819), que fue pintor de la Corte, y cuyos magníficos dibujos, de estilo clásico, se exponen en Santander en 2011. Al año siguiente se organiza la muestra de los dibujos del sevillano Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682), cuyo catálogo aparecerá en 2013, junto al dedicado a la obra del artista madrileño José Gutiérrez Solana (1886-1945), último de los hasta ahora editados. La Fundación Botín, que cumple el año próximo 50 años de historia, no quiere adelantar cuáles son los siguientes artistas de la serie. "El año 2014 es muy especial para nosotros, y se dará a conocer en el momento oportuno", explica Begoña Guerrica, directora de la fundación. L. G. •
El Pais Babelia 17.08.13