martes, 2 de julio de 2013

David Colman


 David Colman, afincado en Los Angeles (California), especializado en el diseño de personajes animales para producciones animadas.
David, actualmente es director artístico de los Estudios de Animación Hasbro, compagina su experiencia profesional con estudiantes a traves de tres libros auto-publicados -disponibles en su página web- y de los cursos que enseña.
Puedes ver el trabajo de David en su página web David´s Doodles, y en, su galeria en DevianArt.










Via Cartoon Brew

1280 almas, mucha tinta china


Por: Virginia Collera | 30 de abril de 2013



Al veterano ilustrador Jordi Bernet Nick Corey, el sheriff de Potts County, el pueblo del sur de Estados Unidos donde malviven las 1280 almas que dan título a la novela de Jim Thompson, le recuerda a Luca Torelli, el desalmado asesino a sueldo protagonista de Torpedo 36, el legendario cómic que creó junto a Enrique Sánchez Abulí. “Nosotros no lo arrepentíamos de nada ni lo matábamos. Siempre se salía con la suya. Y el Corey de Thompson parece que sea tonto, pero es un perla. Y ya se sabe que los tontos son los peores".


El catalán conocía de sobra la novela de Thompson, pero la releyó "un par de veces" para hacerla suya y "regurgitar los dibujos. Porque hay que utilizar un poco la imaginación y no ceñirse únicamente al texto”.
En total dedicó unos ocho meses -"fui poco a poco"- a las más de 30 ilustraciones de 1280 almas que, como es habitual en Bernet, son en riguroso blanco y negro. “Uso mucha tinta china para acentuar el dramatismo. Me gusta el dibujo en blanco y negro por su inmediatez y su fuerza. A veces he coloreado, pero creo que los colorines no funcionan en este género”.
Tinta china, pluma, pincel, lápiz, goma y papel. Eso es todo lo que ha utilizado para 1280 almas . Lo de siempre. "Sé que muchos ya dibujan con ordenador y que se pueden hacer auténticas virguerías, pero yo sigo haciéndolo en plan antiguo”, reconoce. Le gusta mancharse las manos de tinta y utilizar unas plumillas al borde de la extinción.


A Bernet le alegra que el libro ilustrado esté viviendo una época de esplendor en España. “Es muy interesante porque se había perdido. Yo tengo libros viejos en ediciones ilustradas que vi con decepción como en sucesivas reediciones se desprendían de los dibujos. Y lo cierto es que si estos tienen entidad y calidad son un valor añadido para el libro”.
Esta es su primera colaboración con Libros del Zorro Rojo, editorial especializada en ediciones ilustradas. "La verdad es que yo era algo así como una apuesta segura porque con 1280 almas no me he salido de mi trayectoria. Encajo perfectamente con Jim Thompson y el género negro siempre ha estado entre mis preferencias".




Ha disfrutado mucho del tiempo pasado en la América profunda recreada por Thompson, asegura, pero hay algo que sigue sin explicarse: "¿Por qué 1280 almas no ha sido adaptada al cine?". La eficacia cinematográfica de Thompson está probada. "Ahí están La huida de Sam Peckinpah, adaptación de otra de sus novelas, y los guiones que escribió para Stanley Kubrick, que son dos joyas. Un buen director podría hacer maravillas con 1280 almas".












1280 almas de Jim Thompson. Ilustraciones de Jordi Bernet. Todas las imágenes son cortesía de la editorial Libros del Zorro Rojo. Aquí puede verse el booktrailer de la novela.


 El Pais, Storyboard
Otras entradas sobre Jordi Bernet en el Ojo de Melkart: Cuaderno de dibujo, y Un articulo y una Historieta 

Una road movie arquitectónica



Por: Virginia Collera | 21 de junio de 2013


ALT Arquitectura, es decir Ángel Luis Tendero, tiene más de un millón de amigos en Facebook –en este preciso instante, 1.073.829–. Es, presume, "el arquitecto más seguido del mundo en la red social". “El primer medio millón viene de la arquitectura. Son estudiantes, profesionales, diseñadores. Pero llegó un momento en que se ralentizó y para seguir creciendo decidí poner dibujos en mis publicaciones. Ahí fue cuando me di cuenta del impacto del dibujo. El segundo medio millón lo conseguí gracias a él”, explica.
Y de ahí –de la constatación del poder del dibujo– nace la idea de crear ALT Comic Book, un libro en el que Tendero, que acumula en su casa montañas de cómics de Marvel, se dibuja como un superhéroe –“es un sueño cumplido”, confiesa–. “El libro es casi como una road movie, una aproximación a la arquitectura destinada a un público no especializado, no profesional”.



Hay otra constatación clave para Tendero. “La gente no entiende de arquitectura. Por mucho que nos empeñemos, no saben quién es Rem Koolhas. El concepto de starchitect es para los congresos y los alcaldes”.
Y esa primera certeza le sirve para tratar de atenuar la segunda. “Mi objetivo con el libro es que la gente de la calle se interese por la arquitectura, que sepa más o menos por qué un edificio es bueno o malo, que sepa extraer qué encuentra el arquitecto en su entorno para producir arquitectura. Por eso empiezo por el espacio y la forma”, relata.



¿Y qué hay del parecido ALT Comic Book con Yes is more de Bjarke Ingels? “Es un libro que leí mucho antes de empezar. En su momento me pareció una genialidad, él utiliza fotografías y bocadillos de cómic, aunque, en mi opinión, él tiene un punto egocéntrico. Yo quise hacer un cómic clásico, sencillo”. Como los que se amontonan por todos los rinconces de su casa.






ALT Comic Book. Una aproximación a la arquitectura. Ángel Luis Tendero. Todas las imágenes son cortesía del autor.



Publicado en el blog de El Pais, Storyboard

La lógica de Egon Schiele



Por: EL PAÍS | 29 de junio de 2013


por ISIDORO REGUERA
Desde un trasfondo oscuro pero profundamente natural de sexo y muerte, amalgamados por la locura (el padre de Egon Schiele (1890-1918) murió cuando éste era niño, y lo hizo de sífilis, tenía alucinaciones, se volvió loco, no es difícil pensar que Schiele relacionase muerte, sexo y locura desde pequeño), desde el anhelo de un dios cuya ausencia parecen clamar sus obras, desde una referencia permanente en ellas a lo eterno, que busca dolorosamente, entre acierto y yerro, malentendido una vez y otra, “en la cuerda floja”, surge en Schiele, sin embargo, una lógica fría, “una gramática absolutamente certera y precisa, que no por ello deja de reflejar parte de locura, de alucinación”. Eso es lo que interesa sobre todo, más que cualquier sentimentalismo, hagiografía o desgarro existencial, a la artista y filósofa Carla Carmona: lo que en expresa referencia a la “idea musical” de Schönberg ella llama “idea pictórica” de Schiele, aquello que resume lo objetivo de su obra, la raíz originaria de ésta.





En el libro de genueve ediciones, de la máxima excelencia académica, como su editorial, Carmona desarrolla de la mano de espléndidas descripciones de la pintura de Schiele las bases teóricas con las que luego aparentemente improvisa en el deslumbrante ensayo de Acantilado. Una lógica representacional sutil que a veces “traga la pintura misma”. Una “gramática alucinada” que sólo puede entenderse, y se entiende perfectamente, en el paisaje de la Viena de hace cien años, cuyo marco ético cultural Carmona describe en general con total dominio, pero sobre todo, en especial, en paralelismos y correspondencias inusitadamente certeros e inesperados de la pintura de Shiele con la de Klimt, con la música de Schönberg, la poesía de Trakl y esencialmente con la filosofía de Wittgenstein, que lo sobrevuela todo.
Se ve que la Carmona artista goza con la descripción de los cuadros de Schiele, y ese gozo pasa al lector por la impresión que le causa tanto la transparencia de la propia descripción como la claridad de ideas desde la que la Carmona filósofa describe. Pretende apartar la mirada del espectador del enfoque meramente figurativo y narrativo y llevarla a distinguir los signos de Schiele y su gramática, los de la propia pintura. Las líneas de los tendederos, por ejemplo, los códigos de las ventanas y puertas de sus casas, las florecillas de color a punto de explotar en sus paisajes sobrevolados. Buena réplica a la fascinación de ese Schiele gramatical la que da la propia autora en su libro de Acantilado.
Ya en el primer capítulo, muy breve, ofrece una especie de biografía de Schiele que no tiene nada que ver con las biografías al uso, muy literaria, absolutamente teñida de las alucinaciones de los lienzos schieleianos, pero lógica sin embargo, distante incluso, extrañamente objetiva. Sólo por el análisis formal de la obra de Schiele que se hace es posible ver sus correspondencias con Mondrian o Rothko, que hacen particularmente interesante el último capítulo. “De hermanos enamorados y ciudades muertas”, sobre Schiele y Trakl, es un capítulo antológico y memorable. Cuando Carmona compara los retratos de Klimt y Schiele de Friederika Maria Beer aparece claro cómo la dimensión formal es mucho más potente, arrolladora incluso, en la pintura de Schiele, frente a lo que suelen entender o malentender casi la totalidad de los críticos. Frente a éstos también, que prácticamente los han ignorado, encandilados por el aspecto más sexual de su pintura, Carmona (a quien jamás intimida para nada hablar, y crudamente, de lo que haya que hablar en Schiele, analizando, por ejemplo, sus escabrosidades como rupturas del obligado silencio witttgensteiniano) da mucha importancia siempre a sus paisajes, porque es en ellos, dice, donde Schiele desarrolló verdaderamente su gramática y la llevó a sus últimas consecuencias; en búsqueda de lo eterno.



Describir pintura y analizarla: mirar y pensar, estética y lógica. ¿El placer de la contemplación artística es mayor que el del análisis filosófico? Depende cómo quiera interpretarse en este caso que “la sintaxis misma es devorada por la pintura”, por ejemplo. Porque a veces, los cuadros de Schiele incluso con figuras no son más que apariencias de cuadros, en ellos “no hay más que pintura organizada de una determinada manera”.
Esa es la mirada filosófica. Clara, precisa, elegante en Carmona. Tesis firmes, demostraciones cortas, exactas. Segura, directa, Carmona sabe lo que quiere decir y lo dice. No hay otro afeite que la transparencia de un talento excepcional, distante y cercanísimo a la vez, en un lenguaje límpido y fulgente. Todo un goce la cercanía que permiten estos libros a una aventura intelectual especialísima, extraña. Pocas veces la filosofía habrá sido más esclarecedora del arte y viceversa.
Carla Carmona Escalera, En la cuerda floja de lo eterno. Sobre la gramática alucinada de Egon Schiele, Acantilado, Barcelona 2013, 146 páginas. 16 euros. /// La idea pictórica de Egon Schiele. Un ensayo sobre lógica representacional, Genueve ediciones, Santander 2013, 323 páginas. 25 euros.
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Obras de Egon Schiele: Arriba: Dos mujeres yaciendo entrelazadas (1915). Debajo: Autorretrato desnudo y gesticulando (1910).
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ISIDORO REGUERA es Catedrático de Filosofía en la Universidad de Extremadura. Traductor de Wittgenstein, es autor de libros como La miseria de la razón (Taurus), El feliz absurdo de la ética (Tecnos), Ludwig Wittgenstein (Edaf) y Jacob Böhme (Siruela).

El Pais

Juega Conmigo: guión de Ann Nocenti y dibujo de John Bolton (Classic X-Men nº30)


































Classic X-Men nº30 Comics Forum 1/91

Historia de España (III) por Arturo Perez-Reverte

(Artículo publicado por la revista XL Semanal, que no me resisto a añadir en este blog, porque no esta nada mal como resumen de la época que aún deseamos historiar en viñetas, no se me vaya a olvidar.)

ARTURO PÉREZ-REVERTE
Una historia de España (III)

Estábamos con Roma. En que Escipión, vencedor de Cartago, una vez hecha la faena, dice a sus colegas generales «Ahí os dejo el pastel», y se vuelve a la madre patria. Y mientras, Hispania, que aún no puede considerarse España pero promete, se convierte, en palabras de no recuerdo qué historiador, en sepulcro de romanos: doscientos años para pacificar el paisaje, porque pueblos tipo Astérix tuvimos a punta de pala. El sistema romano era picar carne de forma sistemática: legiones, matanza, crucifixión, esclavos. Lo típico. Lo gestionaban unos tíos llamados pretores, Galba y otros, que eran cínicos y crueles al estilo de los malos de las películas, en plan sheriff de Nottingham, especialistas en engañar a las tribus con pactos que luego no cumplían ni de lejos. El método funcionó lento pero seguro, con altibajos llamados Indíbil, Mandonio y tal. El más altibajo de todos fue Viriato, que dio una caña horrorosa hasta que Roma sobornó a sus capitanes y éstos le dieron matarile. Su tropa, mosqueada, resistió numantina en una ciudad llamada Numancia, que aguantó diez años hasta que el nieto de Escipión acabó tomándola, con gran matanza, suicidio general (eso dicen Floro y Orosio, aunque suena a pegote) y demás. Otro que se puso en plan Viriato fue un romano guapo y listo llamado Sertorio, quien tuvo malos rollos en su tierra, vino aquí, se hizo caudillo en el buen sentido de la palabra, y estuvo dando por saco a sus antiguos compatriotas hasta que éstos, recurriendo al método habitual -la lealtad no era la más acrisolada virtud local- consiguieron que un antiguo lugarteniente le diera las del pulpo. Y así, entre sublevaciones, matanzas y nuevas sublevaciones, se fue romanizando el asunto. De vez en cuando surgían otras numancias, que eran pasadas por la piedra de amolar sublevatas. Una de las últimas fue Calahorra, que ofreció heroica resistencia popular -de ahí viene el antiguo refrán «Calahorra, la que no resiste a Roma es zorra»-. Etcétera. La parte buena de todo esto fue que acabó, a la larga, con las pequeñas guerras civiles celtíberas; porque los romanos tenían el buen hábito de engañar, crucificar y esclavizar imparcialmente a unos y a otros, sin casarse ni con su padre. Aun así, cuando se presentaba ocasión, como en la guerra civil que trajeron Julio César y los partidarios de Pompeyo, los hispanos tomaban partido por uno u otro, porque todo pretexto valía para quemar la cosecha o violar a la legítima del vecino, envidiado por tener una cuadriga con mejores caballos, abono en el anfiteatro de Mérida u otros privilegios. El caso es que paz, lo que se dice paz, no la hubo hasta que Octavio Augusto, el primer emperador, vino en persona y le partió el espinazo a los últimos irreductibles cántabros, vascones y astures que resistían en plan hecho diferencial, enrocados en la pelliza de pieles y el queso de cabra -a Octavio iban a irle con reivindicaciones autonómicas, mis primos-. El caso es que a partir de entonces, los romanos llamaron Hispania a Hispania, dividiéndola en cinco provincias. Explotaban el oro, la plata y la famosa triada mediterránea: trigo, vino y aceite. Hubo obras públicas, prosperidad, y empresas comunes que llenaron el vacío que (véase Plutarco, chico listo) la palabra patria había tenido hasta entonces. A la gente empezó a ponerla eso de ser romano: las palabras hispanus sum, soy hispano, cobraron sentido dentro del cives romanus sum general. Las ciudades se convirtieron en focos económicos y culturales, unidos por carreteras tan bien hechas que algunas se conservan hoy. Jóvenes con ganas de ver mundo empezaron a alistarse como soldados de Roma, y legionarios veteranos obtuvieron tierras y se casaron con hispanas que parían hispanorromanitos con otra mentalidad: gente que sabía declinar rosa-rosae y estudiaba para arquitecto de acueductos y cosas así. También por esas fechas llegaron los primeros cristianos; que, como monseñor Rouco aún no había sido ordenado obispo -aunque estaba a punto-, todavía se dedicaban a lo suyo, que era ir a misa, y no daban la brasa con el aborto y esa clase de cosas. Prueba de que esto pintaba bien era la peña que nació aquí por esa época: Trajano, Adriano, Teodosio, Séneca, Quintiliano, Columela, Lucano, Marcial... Tres emperadores, un filósofo, un retórico, un experto en agricultura internacional, un poeta épico y un poeta satírico. Entre otros. En cuanto a la lengua, pues oigan. Que veintitantos siglos después el latín sea una lengua muerta, es inexacto. Quienes hablamos en castellano, gallego o catalán, aunque no nos demos cuenta, seguimos hablando latín.
(Continuará).


09/06/2013