domingo, 24 de noviembre de 2024

Los caminos del cómic español en el siglo XXI

De la memoria histórica y el retrato social a la medicina gráfica y la biografía, los autores reescriben los géneros



Viñeta de 'Todo bajo el sol' (Salamandra, 2021), de Ana Penyas.


Álvaro Pons Noelia Ibarra Rius

23 NOV 2024


En apenas un cuarto de siglo, el cómic español ha conseguido trascender las rémoras del pasado, estableciéndose como una forma artística reconocida y admirada dentro del mundo cultural. Aunque la situación de la autoría sigue siendo extremadamente precaria, como se certificó en el Libro Blanco del sector impulsado por el Ministerio de Cultura y Deporte este mismo año, resulta indudable la existencia de una nueva generación autoral que está renovando desde una libertad formal y temática de calidad contrastada. Quizás el estandarte más reconocible de la historieta española en estos años sea Paco Roca, autor valenciano que figura como referencia en cualquier nueva tendencia que se considere, desde la medicina gráfica a la introducción del cómic en museos y espacios culturales o las adaptaciones a la gran pantalla. Superventas incontestable, Roca ha ejercido de ejemplo desde la autoría comprometida, en la que la memoria ha actuado como tema recurrente de sus trabajos. La casa (Astiberri) supone un exponente claro de ese ejercicio de reflexión sobre la construcción personal desde el recuerdo, pero también del legado que dejamos a nuestros seres queridos. Su última obra, El abismo del olvido, realizada junto a Rodrigo Terrasa, constituye una muestra de cómo la memoria histórica ha encontrado un lugar natural para desarrollarse desde el relato autobiográfico. Siguiendo el ejemplo fundacional de Carlos Giménez, otras obras han explorado ese género, como el díptico formado por El arte de volar y El ala rota, de Altarriba y Kim (Norma Editorial), que consigue trazar un relato crítico de la historia de la sociedad española de los últimos 80 años a través de las vidas del padre y la madre del guionista. El dibujo de Kim crea una conexión directa con una época de miseria y tristeza que Altarriba traslada desde lo íntimo a lo universal.

Esta temática ha arrastrado el interés renovado por géneros como la biografía, de gran tradición en la historieta, pero ahora vinculados a una nueva perspectiva que entronca la trayectoria vital de los creadores a sus obras y crea reflexiones cruzadas, como la de Warburg & Beach (Salamandra), que toman dos personajes claves para el siglo XX para analizar el papel del libro mediante librerías y bibliotecas, pero atreviéndose a romper con el propio concepto tradicional de lectura desde la estructura de leporello, que transforma al propio objeto en categoría.





Una experimentación que abandona el reducto de los fanzines más combativos para ubicarse entre el gran público con obras como Por culpa de una flor, de María Medem (Blakie Books), que trabaja desde el cromatismo y la composición una relación profundo con la poética y la música que actúa de forma deslumbrante. La poesía gráfica ha entrado con fuerza a través de la obra de autoras como Laura Pérez Vernetti, con sus adaptaciones poéticas, o de sugerentes planteamientos como el de Mayte Alvarado en La isla (Reservoir Books), cuya apuesta por el color y la forma genera ritmos visuales que piden la complicidad lectora desde la implicación hacia nuevas narrativas. Sin embargo, el cómic español en estas décadas ha descubierto en la no ficción un campo de expansión indudable: el periodismo gráfico como nueva manera de abordar la información tiene exponentes sobresalientes en obras como El día 3 (Astiberri), donde Cristina Durán y Miguel Ángel Giner parten de la investigación de Laura Ballester para aprovechar el potencial comunicativo de la historieta y, al tiempo, jugar con su potencial simbólico para generar conexiones de empatía entre los protagonistas del desastre y los lectores. Una forma de aprovechar el lenguaje del noveno arte que se configura como ensayo gráfico, en la autoría española está resultando clave, como se constata en Todo bajo el sol, de Ana Penyas (Salamanca Graphic), que analiza los procesos de gentrificación asociados a la evolución del turismo y los problemas derivados, más allá de la simple crítica al modelo económico, como un riguroso estudio de las implicaciones de las decisiones políticas no solo en su entorno, sino en la configuración de la sociedad futura. En el seno de la no ficción, un lugar destacado procede de la medicina gráfica, con un importante impulso en España a partir de las obras de Gallardo (María y yo) y Roca (Arrugas), convirtiéndose en una herramienta fundamental en la relación entre el paciente y el profesional de la salud. Un brillante ejemplo que vincula esta línea con nuevos recursos estilísticos es El Cuerpo de Cristo, de Bea Lema (Astiberri), que parte de la experiencia autobiográfica para apuntar al impacto de la enfermedad mental en la vida familiar, creando un relato que empatiza con un sufrimiento colectivo desde la metáfora que aporta el atrevimiento formal. Pero tampoco los géneros clásicos se han abandonado: el terror, la ciencia ficción o la aventura están teniendo reescrituras desde una mirada moderna como la firmada por Santiago Valenzuela en Las aventuras del Capitán Torrezno (Astiberri), con su creación de todo un universo en miniatura que se alimenta a borbotones de la cultura popular, pasada por un tamiz tan castizo como azconiano, en una lectura tan irónica como feroz del aventurero que conecta directamente con la actualidad de nuestros días, rompiendo todos los esquemas con sabor a carajillo y olor a bar de barrio.

Si bien la asimilación del cómic como un medio infantil ha pesado en las últimas décadas, creando una distancia amplificada por la aparición de nuevas ofertas que parecían sentenciar la separación del cómic de los lectores más jóvenes, en el siglo XXI atendemos a un auténtico despertar del tebeo para el público infantil. Desde la premisa del disfrute lector del receptor, con indudable influencia del manga y de la nueva ofeta audiovisual, el cómic infantil está en efervescencia, con iniciativas tan loables como la colección Mamut (Bang Ediciones), con series como Astro-ratón y Bombillita, de Fermín Solís, o Superpatata, de Artur Laperla, que reescriben los clásicos para los más pequeños con atrevimiento y descaro en forma y fondo. Y esto solo está empezando.

Babelia núm. 1.722

Sábado 23 de noviembre de 2024



viernes, 22 de noviembre de 2024

Los Profesionales / Carlos Giménez



«Las cosas existen solo si hay alguien, un interlocutor o un testigo, que nos permita recordar que alguna vez fueron ciertas».

Antonio Muñoz Molina

El madrileño Carlos Giménez (1941) es uno de los máximos responsables de la trascendencia del cómic español porque ha demostrado su capacidad en varios ámbitos de la historieta, pero además ha creado un universo y un lenguaje propios en lo artístico, en lo social y en lo humano de toda su obra, teñida de tintes autobiográficos.

En su dibujo se aprecian influencias de Chester Gould, Will Eisner, Milton Caniff o Frank Robbins, entre otros. Y en sus obras más personales destaca un realismo informal que en seguida llega a la caricatura por motivos expresionistas: como él mismo decía en una entrevista, «o dibujabas a un niño bien dibujado o dibujabas el hambre, y el hambre se dibuja desdibujando al niño».

En cuanto al relato, álbumes como Hom (1977) o Koolau el leproso (1979) demuestran su maestría como narrador visual; pero otros ofrecen, en conjunto, una interesante perspectiva histórica, política y sentimental de España, suponen uno de los más importantes corpus de cómic social y revelan la maestría del autor para narrar no solo con imágenes sino con palabras: 36-39. Malos tiempos (2007-2008), Paracuellos (1977-2003), Barrio (1977), Los profesionales (1981-2004), España una, España Grande y España Libre (1976)... la obra de Giménez, como la de Galdós en el siglo XIX, la trilogía de Barea para las tres primeras décadas del siglo XX o la de Chirbes para las tres últimas, representa para la historia de España un receptáculo de la memoria, en este caso del franquismo, desde la posguerra hasta la transición a la democracia, pero una memoria emocional construida a base de anécdotas. Giménez se ha definido a sí mismo como un «mendigo de las anécdotas». Pero además, es un maestro del guion, como lo demuestra el virtuosismo con el que explica en Los profesionales cómo uno de los dibujantes entregaba las páginas sin entregarlas.




Los profesionales recoge en seis álbumes algunas anécdotas atribuidas a dibujantes que, como el autor, trabajaron en agencias durante los años sesenta. Otro álbum, Rambla arriba, Rambla abajo (1981), se puede considerar perteneciente a la misma serie. Según el diccionario, «profesional» es el que ejerce una profesión, el que la ejerce con capacidad y aplicación o el que practica habitualmente una actividad de la que vive.

A los personajes de Giménez no les unía la capacidad ni la aplicación ni la calidad ni la personalidad ni el estilo, solo la pasión por dibujar cómics y las condiciones en las que realizaban su trabajo, que a menudo desembocaban en historietas delirantes por falta de medios, de tiempo o de talento. Las historias que se cuentan beben de la tradición picaresca española y presentan un mundo que parece haber desaparecido entre tanta homogeneización y corrección política: gamberrismo, golfería, hambre, vagancia... pero también amistad, compañerismo... Giménez saca la parte más positiva de esa época sin dejar de lado la crítica social. Hace un retrato bastante amable de la sociedad barcelonesa de los sesenta desde las penurias de unos artistas en ciernes que apenas llegan a final de mes.

Al autor no le interesa contar su vida, quiere señalar episodios históricos, por lo general humanos y divertidos, pero también representativos del momento en el que se vivía. El protagonismo de las historias se diluye al no producirse una clara identificación entre el narrador y su álter ego histórico. La obra trasciende la individualidad y ofrece un sujeto colectivo, algo que se aprecia mejor todavía en Paracuellos.

La acumulación de anécdotas tristes, salvajes, repugnantes, políticamente incorrectas, en las que se usa la exageración como recurso humorístico, distorsiona la realidad y la torna grotesca, produciendo un efecto tragicómico. Aunque dicha incorrección en lo personal sirve de revulsivo en lo político. De ella surge luego la intención y la capacidad para luchar contra el poder establecido. La corrección política inunda las conciencias hasta que las debilita y las ahoga en el caldo uniforme de la autocensura. Y eso también acaba con la libertad, que pasa a ser un significante manido con un significado superficial, y castra la creatividad.

Muchas de las anécdotas quizá provengan de la época más loca de la empresa Selecciones Ilustradas, de Josep Toutain, al parecer entre 1959 y 1961, cuando ni siquiera trabajaba en ella Carlos Giménez. Otras son ajenas, como los míticos sablazos de Manuel Vázquez (en el cómic, Menéndez), que luego re- cogería la película de Óscar Aibar (El gran Vázquez, 2010). Pero la acción se sitúa en 1964, significativamente, durante la celebración de los «Veinticinco años de paz».

La campaña de los «Veinticinco años de paz» fue una de las creaciones propagandísticas de Manuel Fraga para lavar la cara al régimen dictatorial y alejarlo del tradicional discurso de cruzada mediante un tono conciliador que convenciese a españoles y extranjeros de la afabilidad y cordialidad del régimen de Franco. Con esta campaña, el franquismo se convirtió en el primer instigador del olvido: olvidar la Guerra Civil y la posguerra; pero fue un olvido impuesto por la dictadura que luego se hizo necesario para avanzar en la Transición sin ruido de sables.

Al mismo tiempo, Carlos Giménez recuperaba la memoria (sus amigos dicen que inventó la memoria histórica): primero sacó las vergüenzas de la Transición en España una, España Grande y España Libre; luego recordó lo que la posguerra había supuesto para los pobres con las series Paracuellos y Barrio; y, más tarde, en Los profesionales, mostraría Las Ramblas «como un escaparate en el que no se puede ocultar nada, como el periódico sin censura de la ciudad, como el espejo que refleja la auténtica y a veces dolorosa imagen de lo que somos. Es el realismo crudo». O el surrealismo delirante. En general, una muestra de costumbrismo, humor y crítica social en el trabajo, y en las plazas y calles de Barcelona tomadas por la policía. Sus cómics sociales tienen vocación de fuente histórica. Desmiente la evidente identificación de los personajes con personas reales, pero insiste en que todo lo que cuenta le sucedió a alguien. La historiografía convencional no posee la exclusividad ni la verdad del relato histórico. Los protagonistas del discurso histórico de Los profesionales son los ciudadanos, no el estamento dominante.

No hay una línea temporal, solo un conjunto de anécdotas, de recuerdos propios y ajenos, deformados, exagerados, modulados por distintas circunstancias. Y, entre los arbustos de anécdotas, destaca sobremanera el árbol del contexto. La anécdota ayuda a vincular la necesidad de derechos y libertades ciudadanas con las experiencias personales.


Jot Down - Cien Tebeos Imprescindibles (2014)


¿POR DÓNDE EMPIEZO? ÉRASE UNA VEZ LOS OTROS SUPERHÉROES...

Nerea Fernández Rodríguez

Los inicios del cómic a finales del siglo XIX derivaron rápidamente (en unas cuatro décadas) en el desarrollo del primer superhéroe, consecuencia de la crisis del periodo de entreguerras, del cine y el pop art, y descendiente del héroe romántico reconvertido en pulp, y de la épica clásica transmutada en la estadounidense del western. Así, de los primeros conatos como Flash Gordon, el Fantasma o el Príncipe Valiente, en 1938 surgió Superman y, con él, toda una caterva de personajes en mallas cuyo sentido de la justicia era tomarse la ley por su mano.



Así, desde entonces los superhéroes han poblado las páginas de los cómics y, cuando se dignificó su estudio, también de las revistas, periódicos, ensayos, tesis, etc. y, por supuesto, también de la gran y la pequeña pantalla, de manera que, si preguntáramos a cualquiera, podría citarnos, al menos, uno (adelante, haz la prueba); aunque lo más probable es que pertenezca a uno de los dos grandes universos del cómic superheroico: Marvel o DC, que han ocupado ocio y negocio durante los últimos años. Si bien es reconfortante comprobar cuántas personas se acercan diariamente al tebeo, también hay quienes aún se oponen ya sea por el hastío que ha provocado la reciente omnipresencia de estos personajes, ya por concebirlos como copias unos de otros, ya por no haber encontrado ninguno que satisfaga su curiosidad y lo mantenga pegado a la página.



Por ello, aquí se presentará una pequeña muestra de todos los superhéroes que podríamos descubrir si nos alejáramos de los dos grandes universos mencionados. No obstante, antes de comenzar, he de indicar que: 1. Se trata de una selección, pues el espacio de desarrollo es limitado; 2. Es probable que no estén todos los que pudieran (la intención es incluir una variada muestra, lejos de los personajes más conocidos o que pertenecen a los dos gigantes editoriales).

Sin más dilación, comencemos con... los otros superhéroes.

En primer lugar, la editorial 2000 AD, revista británica que comenzó en 1977 y que cuenta con autores como Alan Moore, es la sede de Juez Dredd, una sátira distópica de la cultura angloamericana. Menos conocido es Zenith, del guionista Grant Morrison y el dibujante Steve Yeowell, un superhéroe británico que apareció por pri- mera vez en el número 535 de 2000 AD (1987), si bien el personaje en sí mismo no hizo acto de presencia hasta el número siguiente. Zenith (Robert McDowell) se encuentra en la línea de los personajes de los ochenta que trataban de responder a la pregunta expuesta por autores como Alan Moore o el propio Morrison: «¿Cómo serían los superhéroes si fuesen reales?» De este modo, Zenith, que supuso la carta de presentación del guionista escocés, es un superhéroe superficial y sarcástico que utiliza sus poderes para su propio beneficio (promocionar su carrera como cantante pop) y que será reclutado para salvar la Tierra. En España lo publicó ECC.

Por otra parte, si leer en inglés no es motivo de disgusto para vosotros, y tenéis acceso a ediciones de Aftershock, podéis acercaros a otros personajes como Alters, serie de superhéroes mutantes cuyo protagonista es transgénero; Captain Kid, una especie de Shazam reverso; Project: Patron, en el que el héroe que se creía regresado de la batalla final no es sino una réplica comandada por un equipo; Side Effects, una historia superheroica cuya trama gira en torno a la salud mental y a la necesidad de estar bien con uno mismo; o Super Zero, en la que la protagonista, Dru Dragowski, trata de emular los orígenes de los superhéroes para convertirse en uno.

Si, por el contrario, no podéis comprar cómics en inglés o preferís leerlos en español, habrá que esperar a que Planeta (que es quien suele publicar a Aftershock en España) decida hacerlo.

Irredimible e Incorruptible, de Boom! Studios, fueron publicados por Norma entre 2012 y 2014, y en ellos se cuenta la respuesta a la pregunta «¿Qué ocurriría si Superman decidiera convertirse en un supervillano?».

Otro de los ejemplos a destacar de la editorial, Hero Squared, utiliza la idea de los universos alternativos para situar a su personaje principal, Captain Valor, y cuyo universo continúa en Planetary Brigade.

Al igual que en 2000 AD, no me detendré dentro de Dark Horse en Hellboy puesto que este puede que sea el personaje enseña de la compañía. Sin embargo, sí se pueden mencionar otros personajes (muchos de ellos editados por Planeta) como Grace (cuya primera aparición tuvo lugar en Catalyst: Agents of Change,); el vigilante antihéroe X publicado en Aleta (2014-2015); Ghost, cuyo cómic homónimo narra las aventuras de una asesina que ha perdido la memoria; Madman, cuyo nombre es una clara referencia a la Criatura de Mary Shelley, aunque se enmascare bajo la premisa de que debe su nombre a Frank Sinatra y Albert Einstein (apareció también en IDW, Image y Oni Press. Su publicación en España aún está en curso); o Magnus, Robot Fighter (publicado también por Valiant y, en España, por Norma), un héroe criado y entrenado por un robot que lucha en un mundo distópico contra aquellos que atentan contra la libertad de los seres humanos.




A la editorial Dynamite le ocurre algo similar a Aftershock; la mayor parte de sus superhéroes no se encuentran publicados en España (omitiré nombres conocidos como The Boys, Buck Rogers, Flash Gordon o Miss Fury); por lo que, si queremos acercarnos a un cómic en el que cuatro hámsteres regresan del espacio tras exponerse a una gelatina radiactiva y caen en un monasterio del Himalaya donde aprenden artes marciales (Adolescent Radioactive Black Belt Hamsters) tendremos que recurrir a nuestro nivel de inglés, o rogar que lo publiquen en España un día de estos. Siguiendo con superhéroes que nos «recuerdan» a otros, tenemos a The Black Bat (resultado de mezclar a Daredevil con Batman), The Owl o Terminal Hero; así como a Cat-Man and Kitten, y Rocketman and Rocketgirl (estéticamente similares entre ellos).

Dynamite también supo rentabilizar series conocidas como The Green Hornet con los tebeos que versaban sobre el compañero de este, Kato; así como personajes conocidos por el acervo popular como la diosa Atenea quien, en Athena, renace en nuestro mundo; o procedentes de grandes mentes como la de Jack Kirby en Captain Victory and the Galactic Rangers. Junto a ellos, otros superhéroes pueblan las páginas de Dynamite, como el farmacéutico Black Terror (extensión de Project Superpowers), el equipo de héroes luchadores Cage Heroes (a los que habría que denunciar por explotación infantil) o las agrupaciones de justicieros Gold Key Alliance, Justice Inc. (editada por Ediciones Zinco, 1991) o Scarlet Sisters, que retoman héroes ya publicados con anterioridad.

Si en Dynamite teníamos a la versión peludita de animales conocedores de artes marciales, IDW es la sede de las Teenage Mutant Ninja Turtles, pero también lo es de un grupo de superhéroes que no pretenden trabajar como tales, Superfuckers. Frente a estos, se encuentran personajes con un carácter más serio y profundo como el veterano de Vietnam y enfermo de personalidad múltiple, Badger, o el superhéroe sobrenatural The Crow (editado por Norma).

De la mano de Image encontramos a algunos superhéroes más conocidos (y editados en español) como Invencible (ECC), cuyo arco argumental está terminado; los personajes que comenzaron con la editorial como Spawn, un antihéroe que regresa del inframundo como un engendro para expiar sus pecados, o Savage Dragon, un humanoide verde de origen incierto (ambos publicados por Planeta). Otros ejemplos serían el antihéroe Shadow Hawk (perteneciente a Youngblood, Planeta) o el recomendadísimo Shirtless Bear Fighter, un héroe traicionado por los osos que lo criaron y que jura una venganza... descamisada. Un cómic lleno de acción y chistes malos aún inédito en España.

De Valiant también han llegado algunos personajes más conocidos, como Ninjak (editado por Medusa, Norma, Moztros, Aleta... ¿me dejo alguno?) o Bloodshot (Aleta, Moztros, Medusa), que aparece también en Eternal Warrior (ambos personajes han sufrido, de momento, tres reinicios de su origen) o, dentro del mismo universo, Timewalker (Medusa), hermano del anterior.

Otros ejemplos, lejos del superhéroe solitario noventero se encuentra Harbinger, que se centra en un grupo de adolescentes marginados con superpoderes, o los H.A.R.D. Corps (cómic que trata sobre un grupo de soldados con implantes neuronales explosivos que emulan a los Harbinger, y cuya primera portada de Jim Lee se debe a la promesa de unas entradas de concierto). Por último, y dentro del universo Harbinger, se encuentra Faith, una superheroína psíquica que tuvo una serie en solitario en 2016-2017 (Medusa).

Para terminar, la editorial Vertigo, que tuvo sus inicios un año después de Valiant, ha presentado personajes como Human Target (editado en España como Blanco Humano por Norma, Planeta y, recientemente, en formato grapa con Tom King en el guion, por ECC) o el compendio guionizado por Kurt Busiek y que vive en Astro City (primero de Image) como The Confessor o Winged Victory (que nos pueden «recordar» a otros personajes) o el inquietante Jack-in-the-Box (abstenerse coulrofóbicos), editado por Norma, Planeta y ECC.

Interesante es el ejemplo de Seaguy (ECC), un superhéroes sin poderes cuyo traje es un mono de buceo y al que acompaña Chubby Da Choona, un atún parlante y fumador (no podíamos esperar menos de Grant Morrison y Cameron Stewart); o The Enigma (a los mandos de Peter Milligan), aunque por razones distintas...

Podemos concluir este brevísimo repaso recordando que es mucho y variado lo que podemos encontrar más allá de las fronteras del MCU o del DCEU (incluso en el cómic patrio tenemos ejemplos menos conocidos como Pafman o el recientemente adaptado a la pequeña pantalla, García). Espero que esta pequeña aproximación sirva como un mapa de navegación que expanda las fronteras de vuestro mundo superheroico conocido.


Jot Down Comics 2024


jueves, 21 de noviembre de 2024

Torpedo 1936 / Enrique Sánchez Abulí y Jordi Bernet

 



Tras las dos primeras historias de Torpedo en 1981, el dibujante álex Toth dijo «hasta aquí hemos llegado». No compartía el peculiar sentido del humor del guionista Enrique Sánchez Abulí. Qué son unas palizas a mujeres por aquí, una propuesta a un pederasta para que viole a un niño por acá, jugar al rugby con un bebé como balón, que un par de hampones degusten la leche materna directamente de donde mana, cuarto y mitad de estupro con una prostituta menor de edad o algunos asesinatos arbitrarios. Era demasiado sensible y tierno. Abulí necesitaba a un tipo duro para un cómic de duros. Llegó Jordi Bernet y juntos dieron la personalidad que caracteriza a las andanzas del asesino a sueldo Luca Torelli en la América de la Gran Depresión, consiguiendo un éxito inusitado para el cómic español gracias a sus ventas y prestigio en numerosos países.

Con una apariencia de serie negra que reúne desde el primer momento todos los tópicos sin ningún tipo de disimulo —implacables mafiosos, sicarios, burdeles, mujeres fatales, venganzas, ambientes hampones, policías corruptos, violencia, erotismo—, Torpedo, 1936 utiliza en cierto modo los lugares comunes de este género, y exageramos un poco, como un gran mcguffin que encauce lo que realmente interesa. Si el halcón maltés, en la paradigmática película de gánsteres, servía de excusa que empujaba a la acción y la evolución de los personajes, toda la atmósfera de Torpedo, 1936 y su situación en determinada época de la historia sirve de particular halcón maltés que envuelve las tramas y permite que los personajes se comporten como se comportan. Ya tenemos el pretexto, hasta el punto de que todos sus episodios empiezan de forma semejante, a modo de fórmula repetitiva, y las relaciones entre los personajes, su propio origen, sus motivaciones se suelen omitir o simplificar, porque no importan. Lo que realmente cuenta es el humor, la transgresión, orientados fundamentalmente al sexo y la violencia entre todos y hacia todos. Curiosamente, este cómic ha pasado por ser un modelo del género negro cuando, si se piensa bien, con unos retoques, se podría trasladar a otro «universo». Hay que ver- lo como el gran mérito de Bernet, cuyos dibujos llenos de dinamismo y expresividad consiguen sumergir al lector en ese mundo. Ya tenemos la coartada para el«crimen».

El «crimen» lo comete Sánchez Abulí con sus chistes directos de humor negro brutal, junto a algunos juegos de palabras muy característicos, solamente comprensibles en español (desconozco cómo han solucionado esto los traductores). Entre negros anda el juego: la serie negra resulta ser el mcguffin del humor negro.



Pero entre estos negros hay cierta desigualdad. Se produce un desequilibrio entre forma y fondo. El dibujo de Bernet es extraordinario en todos los sentidos, tanto para describir la acción, como la comedia o el sexo. En comparación, el guion de Sánchez Abulí, suele ser más bien previsible, reiterativo y con un ingenio enfocado sobre todo a un público juvenil, incluso a veces roza momentos infantiloides. En ocasiones el lector puede tener la sensación de que semejante dibujo no casa bien con estos guiones y que tales trazos merecían de mayor complejidad y adultez sin dejar de lado el tono propuesto. La excelencia del dibujo no cuenta con unas historias a su altura. Curiosamente parece una constante para Bernet, pues le sucede lo mismo en su conocida serie para la revista El Jueves, Clara de Noche, en este caso con los guionistas Carlos Trillo y Eduardo Maicas. De esta manera, Torpedo, 1936 queda como una buena introducción al cómic erótico y de serie negra para alguien que empieza a leer estos temas en su adolescencia. Pero difícilmente resiste una lectura adulta mínimamente exigente, aunque sí la demande su dibujo.

En 1999, el cantante Loquillo publicaba un disco con una canción dedicada a Torpedo (en CD, en la era preinternet todavía sucedían estas cosas). En el interior del libreto mencionaba a Jordi Bernet como único creador del personaje, cuando en realidad lo inventó Sánchez Abulí que, contrariado, denunció a Loquillo, al letrista de la canción, Óscar Aibar, y al propio Bernet. Tanto Bernet como Aibar habían hecho esto desinteresadamente e incluso mandaron la letra al guionista, que dio el visto bueno aunque con ciertas reticencias. Tras la publicación del álbum y al verse apeado de la autoría se produce la demanda y el fin de la colaboración, y por tanto de Torpedo. Paradójicamente, el trabajo de Bernet es tan característico y competente que se puede decir que se apropia del personaje y lo hace suyo por encima del guionista que lo ideó. Parece que todo fue un error de im- prenta, pero el error de imprenta...tenía sus motivos, nunca personales, por supuesto. Como un sicario implacable mató al padre natural para hacer peculiar justicia con el padre adoptivo. Ese error de imprenta bien pudiera ser el último personaje de Torpedo, 1936 ya fuera de sus páginas. El extraño asesino sin sueldo que acaba con todo un exitoso cómic y con su creador original.


Jot Down - Cien Tebeos Imprescindibles (2014)




El balance final por Paco Roca

 


El Pais Semanal número 1.961
Domingo 27 de abril de 2014

miércoles, 20 de noviembre de 2024

Hombre / Antonio Segura y José Ortiz



«Los políticos prometieron que la crisis sería superada en breve con el sacrificio común».

Cuando el dibujante José Ortiz y el guionista Antonio Segura comenzaron a publicar Hombre en 1981 no podían imaginar que su sombrío retrato de un mundo en ruinas perduraría en el tiempo de la manera en que lo ha hecho. Quizá porque fantasear con el apocalipsis y la sociedad que surgiría de sus cenizas no deja de resultarnos fascinante. Ese fin del mundo puede provenir de una devastadora crisis económica o energética, de una epidemia incontrolada o de una guerra nuclear, pero el resultado siempre es el mismo: la lucha despiadada por los recursos entre los supervivientes, el abandono de toda restricción ética una vez desmoronado el orden social. ¿Y por qué imaginar un mundo así excita tanto nuestra imaginación? En primer lugar porque es divertido ver nuestro entorno desde otra perspectiva. Quién no fantasea caminando por las calles a horas intempestivas con que ha habido una catástrofe que ha matado a todos los demás, que entonces podemos asaltar cualquier tienda o supermercado y coger lo que deseemos, que cualquier zombi, mutante o el mismísimo Humungus, ayatolá del rock & roll, acecha a la vuelta de la esquina... Bueno, yo al menos lo hago y se me hace así el trayecto más llevadero. Pero otro motivo de más alcance para dicha atracción es que quizá un mundo posapocalíptico nos resulta aparentemente extraño, sí, pero al mismo tiempo intuimos que esa barbarie es la realidad, temporalmente oculta por el barniz de la civilización.

Si echamos un vistazo a la historia vemos, como en el poema Ozymandias de Shelley, que vastos imperios aparentemente in- vencibles quedaron reducidos a la nada y sus fastuosas capitales pasaron a ser ruinas por las que vagaban supervivientes que nada sabían sobre su pasada gloria. ¿Cómo no pensar entonces que eso podría volver a ocurrir? Cuando eso sucede la reacción de sus habitantes siempre es la misma: sálvese quien pueda. Las sociedades prosperan fundándose en un frágil equilibrio sobre los intereses de sus miembros. Cada uno de ellos renuncia a tomarse la venganza por su mano y se somete a unas leyes comunes. Acepta esfuerzos en el presente a cambio de beneficios en el futuro. Paga impuestos y dedica esfuerzos al bien colectivo. Se especializa en una profesión en lugar de producir sus propios alimentos porque confía en que los demás lo harán, proporcionándole lo que necesite. El resultado de todo ello es un sistema cada vez más complejo, y por tanto más frágil. Mientras funciona aceptamos sus reglas y resistimos las tentaciones. ¿Y cuando deja de hacerlo?



Como en una reacción en cadena surge el caos, la destrucción, la miseria —en la que un bidón de gasolina bien merece una vida humana y una rata pasa a ser la única carne que degustar—, en definitiva la lucha de todos contra todos. Y de entre todos ellos emerge un superviviente nato: alguien como Hombre. Así se le conoce, sin nombre propio, como tampoco lo tiene la ciudad sitiada de la que entra y sale en sus aventuras. Un personaje sin piedad ni remordimientos, sin altruismo ni idealismos vanos. Su día a día está en vengarse de las afrentas, no en agradecer la ayuda. Un tipo realmente duro, pero también atormentado, porque tiene recuerdos de cuando la vida era de otra manera. Acepta las nuevas reglas, pero en el fondo sabe que el mundo podría ser mejor. En ocasiones incluso parece dispuesto a luchar por conseguirlo, creemos ver entonces un atisbo de humanidad y esperanza en su interior... Pero el amago apenas germina porque ve a su alrededor que hacerse ilusiones es la forma más rápida de acabar muerto. Como la vida misma, en la que madurar consiste precisamente en dejar de hacerse ilusiones.

Hombre no se abriría un perfil en una red social definiéndose como «amigo de sus amigos», ni llenaría su cuenta con fotos de gatitos, ni terminaría sus frases con un «:P». Pero a pesar de su brutalidad y su gesto siempre ceñudo, no es difícil identificarse con él. Va a lo suyo, como todos lo hacemos. Y como todos, a veces desea romper esas barreras y escapar de su soledad. Anhelando íntimamente un mundo, una época, una vida donde las cosas eran de otra forma.


Jot Down - 100 Tebeos Imprescindibles (2014)



BARBARELLA Un nuevo tipo de heroína

Asier Mensuro


En 1962, se inicia un movimiento internacional, pero muy focalizado en Francia, que reclaman la consideración del cómic como un arte que va mucho más allá del mero entretenimiento infantil y juvenil. El historietista Jean-Claude Forest decide aportar a este movimiento desde la praxis, y se plantea publicar historietas creadas específicamente para un público adulto. De este modo, nace un cómic pionero, Barbarella, que ve la luz de forma seriada en 1962, en la mítica revista V Magazine, dirigida por Eric Losfeld. Dicha publicación está destinada a un público adulto y sus contenidos son claramente eróticos, por lo que el sagaz editor sugiere a Forest que su historieta podría ser una especie de exuberante tarzán de género femenino; pero Forest tiene la genial idea de combinar el erotismo con la ciencia ficción, otro género de gran tradición en el mundo de la historieta que ha producido un sinfín de personajes clásicos, como Flash Gordon o Dan Dare. El éxito de esta combinación es inmediato, abriendo camino a lo que se conoce como el boom del cómic adulto que, desde Francia, ensancha el mercado de lectores que hasta la fecha estaba marcado por producciones dirigidas casi exclusivamente al público infantil y juvenil.

Para crear al personaje de Barbarella, Jean-Claude Forest se inspira en la icónica Brigitte Bardot (mito sexual de la Francia de la época), e imagina a una aventurera espacial, que es una pacifista decidida a sembrar la «cordialidad interestelar» del modo más placentero posible, ya que es dueña y señora de sus actos y deseos. De este modo, dota a su personaje de una autonomía que la diferencia enormemente de otras heroínas del cómic cuyo rol era el de mera comparsa del héroe (por poner un ejemplo, baste citar una vez más a Dale Arden, novia de Flash Gordon).


   Así, las aventuras eróticas de Barbarella llevan implícito un mensaje de empoderamiento femenino y liberación sexual, muy alejado de los roles de los personajes femeninos que poblaban las grandes revistas de cómics de la época. Si a esto se le suma un dibujo sumamente atractivo, una vez más, alejado de los cánones habituales en los cómics del momento, que de un modo fresco y diferente incorpora una estética pop novedosa y atractiva, se entiende con facilidad su rotundo éxito, y su profunda huella en el cómic posterior.

Por eso, resulta incomprensible que este cómic mítico de Jean-Claude Forest haya permanecido inédito en nuestro país hasta ahora.

Respecto a la edición española, hay que decir que recoge los dos primeros álbumes de las aventuras de Barbarella. Creo que Dolmen ha realizado el mejor trabajo posible en este álbum. Las aventuras de Barbarella se publican en Dolmen a un tamaño nada desdeñable, con buen papel, y con un blanco y negro restaurado de forma más que digna, pero se deja de lado el estupendo bicolor con el que ve la luz en su edición original.

Los propios textos que, a modo de complemento, acompañan a esta edición explican el motivo.



                                

Barbarella

Jean-Claude Forest 

Dolmen Editorial 

Francia

Cartoné

184 págs. Blanco y negro 

Traducción: x

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Jean-Claude Forest 

(Ediciones Glénat)

Parece ser que Jean-Claude Forest trabajaba el original en blanco y negro puro, y, en hoja aparte, añadía el bitono. De este modo, el efecto de bicolor solo se consigue por adición en la imprenta.

Con el transcurrir de los años, estas hojas que contienen el color se han perdido, dejando como única opción viable la edición en blanco y negro.

Creo que el bicolor aporta, y mucho, a la estética pop de este cómic, por lo que hubiera preferido una labor de creación de un nuevo coloreado partiendo de ejemplares de la edición original de Losfeld.

Sea como fuere, esta edición de Barbarella resulta imprescindible para todo amante de la sci-fi, el cómic erótico, o simplemente, de la cultura pop de los años sesenta. Y es que esta historieta trasciende el mundo del cómic.

Como bien nos recuerda Jesús Palacios en su texto dedicado a la adaptación cinematográfica del personaje (que se incluye como uno de los apéndices del libro), Barbarella cuenta con una exitosa adaptación cinematográfica dirigida en 1968 por Roger Vadim, con una jovencísima Jane Fonda, en aquella época casada con el director, que da vida al personaje. La actriz se convierte en un mito erótico de los años sesenta gracias a esta interpretación, y la película convierte al personaje de Forest en un auténtico icono pop que aún perdura dentro del imaginario visual de nuestro tiempo.

Cabe destacar igualmente un texto del historietista Ángel de la Calle que pone en valor a este cómic dentro del pensar y sentir de la época, desgranando hasta el último detalle o curiosidad que tiene que ver con Barbarella.

Por último, para los amantes de las ediciones integras, Dolmen no se ha olvidado de las ilustraciones y portadas de Barbarella que vieron la luz en las diversas ediciones de este exitoso cómic, incluyendo en este tomo un apéndice con un generoso número de ellas.




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