viernes, 6 de diciembre de 2024

La historieta dialéctica JORDI SANCHEZ

Ya estoy en casa, Hobbes
Colección Calvin y Hobbes
Norma Editorial

La aparición, en un lapso relativamente corto, de Calvin y Hobbes y Marco Antonio, dos certeros trabajos nacidos de las mentes preclaras de Bill Watterson y Mique Beltrán, demostró que no todo estaba perdido, que la historieta infantil seguía siendo un terreno que, abonado y regado con talento y honestidad, podía dar excelentes frutos. El nacimiento —profesional— de Watterson y de su ejemplar obra, celebrado incluso por un insensato Charles Schultz, que, ignorante, no supo ver que su cabeza de gran patriarca de la historieta infantil corría peligro, vino a anunciar algo más: la decadencia, esperemos definitiva, del tebeo infantil hipercerebrado e hipócrita, de esa historieta que, tradicionalmente protagonizada por ancianos embutidos en cuerpos pequeños, no había mostrado jamás a los niños tal y como eran, sino como algunos adultos creían que debían ser. Mucho más cercana a Little Nemo —aunque Calvin sueñe despierto y sus sueños sean retazos del inframundo mediático: Godzilla, la ciencia ficción barata, el sub-cine de terror— que a Mafalda, la obra de Watterson es fruto de la contradicción, un sabroso licor destilado de la dialéctica: Calvin es el gamberro que todo el mundo desearía ser pero que nadie querría incluir en su prole; un energúmeno salvaje cuya ética demoledora sólo encuentra, muy ocasionalmente, el contrapunto racional en un ser carente de ética, Hobbes, su tigre de peluche. Y al frente del despliegue de terrorismo de Calvin —un niño sólo puede sobrevivir entre los mezquinos adultos enarbolando la bandera de la anarquía— se encuentra la milimétrica fórmula narrativa de Watterson: un ejemplo de concisión en la tira, un manejo maestro del gag en la página, un difícil soporte en el que el autor de Calvin y Hobbes se mueve en cotas muy próximas a la perfección.

YA ESTOY EN CASA HOBBES, publicado por Norma Editorial años después de que Mario Ayuso Editor iniciara la edición de la obra, es el primer volumen imprescindible aún para los que esperamos una edición que haga verdadera justicia al producto, contiene treinta y dos páginas que aparecieron desteñidas en la edición pionera de Mario Ayuso y El monstruo noctámbulo, una historia de doce páginas de oro puro, de montaje exquisito, en las que Watterson explota mil recursos de composición y luminiscencia. El plano, la luz, el diálogo; hay gente que nació para hacer historieta.

Revista Viñetas nº1 Enero 1994 Ediciones Glenat


jueves, 5 de diciembre de 2024

The Bad Guys 2 | Official Trailer

 


Sigue la diversión con los chicos malos. 

La lancha nazi que capturó Venecia

 El faro del fin del mundo / Jacinto Antón

Una lancha torpedera alemana S-Boot (Schnellboot), en 1939.

Fox Photos/Hulton Archive/Getty Images


Parecerá raro empezar con cuatro periodistas culturales en calzoncillos en el Egeo una historia épica sobre las lanchas rápidas de la Segunda Guerra Mundial, unas embarcaciones que vivieron episodios tan aventureros como la captura de Venecia por una de ellas (la S-54 alemana), las heroicidades de un futuro presidente de los EE UU (John F. Kennedy, en la PT-109 contra los japoneses) o el combate del marinero de primera de la MGB 314 británica William Alfred Savage en el osado raid contra St. Nazaire que le reportó una Victoria Cross (desgraciadamente póstuma). 

Lo de los periodistas en paños menores tiene su explicación. Éramos parte de un grupo que viajábamos con Arturo Pérez-Reverte para la presentación de su última novela, La isla de la mujer dormida (Alfaguara, 2024), cuyo argumento, que transcurre en Grecia, es central, precisamente, una lancha torpedera, una Schnellboote alemana. La presentación se hizo en Agistri, una de las islas Sarónicas, donde desembarcamos en la capital, Megalochori. Mientras el escritor atendía a las cámaras, un puñado de audaces reporteros nos fuimos a pasear por la playa y decidimos remojarnos un poco. Dado que no llevábamos bañador (estábamos de servicio), nos quitamos los pantalones y nos metimos en ropa interior, excepto Jesús Calero, que se limitó a arremangarse los vaqueros hasta medio muslo (es lo que tiene ser del Abc). Los otros, Javier Ors, Andrés Seoane y yo no dudamos en practicar un semidesnudo heroico (el agua estaba fría), inspirados por el hecho de que se considera Agistri una de las islas de los mirmidones.

Pero sobre todo imaginé que mis camaradas y yo éramos los protagonistas de Los cañones de Navarone, la novela de Alistair Maclean que dio pie a la no menos inmortal película del mismo título y en la que un grupo de comandos ha de silenciar las colosales piezas de artillería nazi de la isla griega. Pues bien, resulta que en Los cañones de Navarone (precisamente el sello Edhasa-Zenda, que publica novelas clásicas de aventuras con nuevos prólogos de Pérez-Reverte, acaba de poner en la calle una edición) también salen lanchas.

La mía iniciática fue la famosa PT-109 que mandó J. F. Kennedy en el teatro del Pacífico y cuyo episodio señero consiste paradójicamente en su hundimiento cuando la partió por la mitad el destructor japonés Amagiri, matando a dos de sus trece tripulantes y dejando al resto en el agua. Los náufragos vivieron una odisea en la JFK, que había sido miembro del equipo de natación de la Universidad de Harvard, se mostró valiente y resolutivo. Finalmente -resumiendo mucho- se salvaron gracias a un coco (en el que escribieron un mensaje), y Kennedy se convirtió en un héroe de guerra. La lancha la montamos de niños mi hermano y yo en la clásica maqueta de Revell 1:72 bajo supervisión de nuestro padre, que nos recordaba que el abuelo había mandado un torpedero (el número 6) de la flota española en 1928 antes de dedicarse a buques más grandes y acabar en el portahidros Dédalo, que ya es salto.

Una de las grandes películas sobre lanchas es por supuesto la famosa They were expendable (1945), No eran imprescindibles (lo que se podría decir igualmente de los reporteros en gayumbos de Agistri) que narraba las peripecias bélicas del tercer escuadrón de PT (Patrol Torpedo) en la campaña de la Filipinas y que dirigió John Ford y protagonizó Robert Montgomery y John Wayne. Las PT, que hubieron de enfrentarse a las Shinyo (Maremoto), las lanchas kamikaze japonesas también fueron protagonistas de PT 109, un biopic del teninte Kennedy y la lancha que fue estrenada en 1963, pocos meses antes de que el ya presidente fuera asesinado en Dallas, que ya es promoción para una película.

En el teatro europeo, alemanes, británicos e italianos (las intrépidas MS, Motor Silurante, y MAS, Motoscafo Armato Silurante) hicieron verdaderas virguerías épicas con las lanchas, con las que realizaban ataques fulgurantes. Destacaron los ases de las S-Boote alemanas, como Klaus Degenhard Schmidt, que consiguió el 11 de septiembre de 1943, con su lancha S-54, mucho coraje y un farol, la rendición incondicional de la Venecia pasada al bando Aliado. Por ahí andaba Hugo Pratt, que tan bien ha dibujado las torpederas en sus álbumes. No me resisto a mencionar a otro as alemán, Günther Rabe, el Cuervo, que además de inventar la innovadora táctica de ataque de la Stichtaktik, diseñó la ropa interior de cuero para las tripulaciones de las torpederas. Ropa interior de cuero: otro gallo nos hubiera cantado aquel mediodía en Megalochori...



El Pais, 30 de septiembre de 2024

Todos somos un poco reptiles JUAN BUFILL


Gon 2
Tanaka
Ediciones La Cúpula

El cerebro evoluciona como los transportes: Que existan aviones no implica que se extingan los peatones ("¿O quizás sí?", diría un ecologista). El caso es que el cerebro del homo sapiens no ha renunciado a su pasado antidiluviano y en su centro pervive una zona claramente reptílica: es la que rige la conducta agresiva y defensiva, la que sirve para reconocer al enemigo más fuerte y a la víctima más débil.

Es —se sabe ya— la zona cerebral que utilizan los banqueros, las serpientes, los ejecutivos, las iguanas y los políticos. Una segunda capa cerebral es la que compartimos con otros mamíferos y gracias a ella las crías humanas reciben biberones y sobreviven en guarderías. La tercera es humana y presuntamente razonable. Los alemanes la utilizan para escribir mamotretos filosóficos y a algunos celtíberos nos sirve para reconocer un quiosco y comprar y leer un buen tebeo. Dicen los científicos que últimamente nos está saliendo una cuarta capa cerebral, que en el futuro permitirá a la humanidad tener comportamientos solidarios, comprender plenamente las inquietudes de Jesús Cuadrado y las historietas de Micharmut y, probablemente, detestar más intensamente a la gente como Nieves Herrero. ¿Lo verán nuestros nietos? ¡Quién sabe!

Llegados a este punto, aclararé que esto es una crítica de un libro de historietas. El asunto reptílico viene dado por la aparición de GON 2, donde el superminisaurio japonés juega sádicamente con un tiburón, ayuda a los pingüinos, se crispa por una garrapata y se mosquea en la selva, en cuatro episodios tan salvajes y feroces como la madre naturaleza y como la civilización que parió, que es la nuestra. De hecho, tan brutales como los episodios del primer libro de Gon.

Tanaka, su autor, ha acertado en el relato de la venganza épica, sádica, cómica, espectacular e imaginativa que el bebé saurio se toma contra un voraz escualo. También está bien el ya menos reptílico de los pingüinos, y narrativamente menos logrados los otros dos. Sin palabras, pero con una planificación en ocasiones magnífica y con un dibujo realista y expresivo a base de dinámicas rayitas, Tanaka obtiene historietas admirables, aunque es posible que a partir del GON 4 ya nos empecemos a cansar. Los bichos cambian, pero los argumentos se parecen: el pequeño y voraz Gon, humilla y machaca a los animales grandullones, a base de muchísima fuerza, imaginación destructiva y a veces astutas alianzas. Voracidad, juego agresivo, conquistas y dominio. ¿No recuerda eso a las noticias de política internacional y de economía?... Aunque Gon es el pequeño que domina a los mayores, yo diría que también es el Japón que se toma la revancha sobre esos occidentales que en 1945 le ganaron una guerra. Gon se deja devorar para vencer a su verdugo desde dentro. Se adueña del tiburón como Japón se adueña de Hollywood o de los rascacielos más carismáticos de Nueva York. Sólo faltaba que en color Gon fuera amarillento. Y lo es.

Lecturas políticas aparte, GON 2 es, más que un manga de consumo, un tebeo de contemplación. Y disfrutable por toda clase de públicos y edades, quizá -entre otras cosas— porque todos tenemos una zona reptílica en el infantil corazón de nuestro cerebro.


Revista Viñetas nº1 Enero 1994 Ediciones Glenat




Wallace & Gromit: Vengeance Most Fowl | Official Trailer | Netflix

 



La continuación de unos de los mejores cortometrajes de animación, con un villano de leyenda. Debilidades.