El cerebro evoluciona como los transportes: Que existan aviones no implica que se extingan los peatones ("¿O quizás sí?", diría un ecologista). El caso es que el cerebro del homo sapiens no ha renunciado a su pasado antidiluviano y en su centro pervive una zona claramente reptílica: es la que rige la conducta agresiva y defensiva, la que sirve para reconocer al enemigo más fuerte y a la víctima más débil.
Es —se sabe ya— la zona cerebral que utilizan los banqueros, las serpientes, los ejecutivos, las iguanas y los políticos. Una segunda capa cerebral es la que compartimos con otros mamíferos y gracias a ella las crías humanas reciben biberones y sobreviven en guarderías. La tercera es humana y presuntamente razonable. Los alemanes la utilizan para escribir mamotretos filosóficos y a algunos celtíberos nos sirve para reconocer un quiosco y comprar y leer un buen tebeo. Dicen los científicos que últimamente nos está saliendo una cuarta capa cerebral, que en el futuro permitirá a la humanidad tener comportamientos solidarios, comprender plenamente las inquietudes de Jesús Cuadrado y las historietas de Micharmut y, probablemente, detestar más intensamente a la gente como Nieves Herrero. ¿Lo verán nuestros nietos? ¡Quién sabe!
Llegados a este punto, aclararé que esto es una crítica de un libro de historietas. El asunto reptílico viene dado por la aparición de GON 2, donde el superminisaurio japonés juega sádicamente con un tiburón, ayuda a los pingüinos, se crispa por una garrapata y se mosquea en la selva, en cuatro episodios tan salvajes y feroces como la madre naturaleza y como la civilización que parió, que es la nuestra. De hecho, tan brutales como los episodios del primer libro de Gon.
Tanaka, su autor, ha acertado en el relato de la venganza épica, sádica, cómica, espectacular e imaginativa que el bebé saurio se toma contra un voraz escualo. También está bien el ya menos reptílico de los pingüinos, y narrativamente menos logrados los otros dos. Sin palabras, pero con una planificación en ocasiones magnífica y con un dibujo realista y expresivo a base de dinámicas rayitas, Tanaka obtiene historietas admirables, aunque es posible que a partir del GON 4 ya nos empecemos a cansar. Los bichos cambian, pero los argumentos se parecen: el pequeño y voraz Gon, humilla y machaca a los animales grandullones, a base de muchísima fuerza, imaginación destructiva y a veces astutas alianzas. Voracidad, juego agresivo, conquistas y dominio. ¿No recuerda eso a las noticias de política internacional y de economía?... Aunque Gon es el pequeño que domina a los mayores, yo diría que también es el Japón que se toma la revancha sobre esos occidentales que en 1945 le ganaron una guerra. Gon se deja devorar para vencer a su verdugo desde dentro. Se adueña del tiburón como Japón se adueña de Hollywood o de los rascacielos más carismáticos de Nueva York. Sólo faltaba que en color Gon fuera amarillento. Y lo es.
Lecturas políticas aparte, GON 2 es, más que un manga de consumo, un tebeo de contemplación. Y disfrutable por toda clase de públicos y edades, quizá -entre otras cosas— porque todos tenemos una zona reptílica en el infantil corazón de nuestro cerebro.
Revista Viñetas nº1 Enero 1994 Ediciones Glenat
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