lunes, 18 de noviembre de 2024
Trailer de la serie de animación What if...? Temporada 3
Maitena, la abuela punk
Reencuentro con la dibujante que marcó época con sus sátiras sobre la mujer.
POR RAQUEL GARZÓN FOTOGRAFÍA DE SEBASTIÁN FREIRE
Está di-vi-na. Vestida de negro y dorado, delgada como una espiga, minifalda infartante y pelo larguísimo. Rubia como eligió desde los noventa y ocurrente como las chicas de sus historietas. Con algunas novedades vitales decisivas que bien podrían protagonizar las páginas de Mujeres alteradas y Curvas peligrosas, que publicó durante seis años en El País Semanal (1999-2005). Maitena Burundarena (Buenos Aires, 1962) ya pasó los 50, acaba de ser abuela, se separó hace un año del padre de la menor de sus tres hijos, está enamorada de nuevo ("de un hombre mas joven") y trabajando en un libro para este año: Lo peor de Maitena, que recupera dibujos eróticos de sus años punk.
Son las cuatro de la tarde de un viernes y, antes de salir de vacaciones, la reina de la historieta argentina traducida a 12 idiomas y publicada en 30 países, cuenta todo esto en su guarida creativa: un cuarto piso sobre la avenida de Callao, en Buenos Aires, ante un escritorio lleno de papeles, lápices y proyectos.
¿De qué habla cuando promete "lo peor" de Maitena?
El proyecto incluye dos libros que se me ocurrieron juntos. Lo mejor de Maitena (Sudamericana), que salió en 2013, y Lo peor. Este último cuenta con material inédito que tengo de historietas eróticas. Tomé mis carpetas de los ochenta y noventa y estoy prendida fuego con todo lo que encontré. Es material que nunca se llegó al gran público, de la época en la que trabajaba en revistas como Sex Humor y Cerdos y Peces.
En esos dibuios se ve mi camino autodidacta cómo empecé a dibujar copiando; hay mucho de Milo Manara. de Hugo Pratt... Tenía 23 o 24 años y no definí mi propio estilo hasta Mujeres alteradas. Ahora lo veo con frescura, antes no.
¿Le dan ganas de dibujar de nuevo?
No, lo dejé en 2006. Dibujé un montón y con el tiempo me di cuenta de que lomás me gusta es hacer libros. Tengo casi doce y dos o tres pensados por delante.
¿Cómo recuerda su contacto con el público español?
Como algo superimportante. A partir de publicar allí, desde 1999, me conocieron en toda Latinoamérica. Yo abordaba temas en no se planteaban en voz alta-el divorcio y sus traumas, por ejemplo-y los trataba con desparpajo. Fue algo fuerte; mucha gente me escribía: "Yo siento que vos vivís en nuestra casa". Fue muy lindo.
¿Dónde buscaría hoy su originalidad?
No sé, no tengo 20 años. Para empezar hay que tener 20 años Pero en el material de lo peor... ya hablaba de un tipo que se enamoró de una travesti, de toda esta cosa de género femenino-masculino, más allá de Mujeres alteradas, más hot, de sexo entre mujeres, tríos. Tocaba esos temas hace 30 anos. Ahora se puede decir todo o casi todo, pero creo que nunca hay que pensar en la obligación de hacer algo revulsivo. Ponerte a hacer con la intención de impactar no sale. Hay que ser honesto y tratar de decir eso que querés decir.
¿Y qué quería decir usted entonces?
Mujeres alteradas es sobre todo preguntas: ¿por qué son así los varones? ¿Por qué somos así las mujeres? Porque en mi familia no me entienden? ¿Por qué mis hijos...? ;Por qué mi cuerpo...? ¿Por qué me siento así si tengo todo? Ahora no tengo tantas preguntas, tampoco es que conozca las respuestas. Sigo igual de confundida, incluso mas. La seguridad que tenia entonces la perdí hace rato, porque la vida me dio más de un porrazo.
¿Cómo cambian el amor y el humor después de los 50?
Tengo cada vez más humor, eso no se modificó, no me convertí en una persona amarga. Uno aprende a no tomarse en serio. Sufro menos, me río más. Y ¿qué te puedo decir del amor? Estoy enamorada; es lo más del mundo, así que no me importa nada. Por primera vez en mi vida no tengo proyecto de futuro ni me interesa. Estoy viviendo en ese planeta un poco teenager.
¿Y qué permanece?
El humor y cierta ternura a la que siempre tuve bronca porque me parecía mi parte blanda. ¿Cómo una chica punk va a ser tierna? Incluso mi trabajo erótico tiene mucha delicadeza. Ahora me reconcilio con eso. Uno puede ser punk y tierno, probablemente es punk porque es tierno, es una manera de poder soportarlo.
De eso que reconoce como suyo, ¿qué le gusta y que no?
Lo que no me gusta es siempre lo mismo: que hablo mucho, que soy muy impulsiva. Pero rescato cierta conexión con el mundo y con la gente. Sigo haciéndome amiga de cualquiera en cualquier lado. Abro puertas y me gusta la gente de cualquier edad. Ayer estaba a las cinco en el subte [metro], iba a análisis y me mira una mina y me dice: "¿Vos sos muy parecida a ella o sos ella?". "Soy ella", contesté. "Tengo todos tus libros", me dijo, y hablamos durante cuatro estaciones.
¿De qué se ríen los hombres cuando leen a Maitena?
De lo mismo, de verse representados ellos y sus mujeres, la relación. Si vieras la cantidad de tipos que me piden que les firme algo y me dicen "para mi mujer” y yo "daleee". Cuando tenés un libro de Mujeres alteradas el título marca. Pasó eso en los noventa: estaban de moda las mujeres, ya no.
¿Qué está de moda ahora?
La homosexualidad, el género y el transgénero. Hoy, si hiciera historieta, sería de lo que más hablaría: la autopercepción. El otro día tenia a mi nieta en brazos, y la miraba toda vestida de rosa y pensaba:" ¿Y si es varón? ¿Si no se siente María Luisa?". Miré a mi hija y lo pregunté. "Pará, por favor, mamá. No me quemes", me contestó. Pero puede pasar. Si un día me dice: "Sácame todo esto rosa y andá a comprarme un autito ya; tírame ese osito a la mierda".
¿Se relaciona con nuevos modos de vivir roles tradicionales?
Es que se dio vuelta todo: puede haber un hombre que haga las compras y cuide a los chicos, y la mujer va a trabajar y maneja el taladro. Todos tenemos amigos así: amigas-chongo que cargan el auto mientras el marido aún no salió del baño.
Pero subsisten, por ejemplo, diferencias salariales.
Por eso es muy importante que el feminismo siga trabajando. En Bolivia surte efecto, hay un mensaje vigente. Con la cantidad de mujeres que se mueren en todo el mundo, golpeadas y violadas por un novio violento, sigue vigente el feminismo. Mientras sigamos ganando un 30% menos haciendo el mismo trabajo y teniendo excedencias por maternidad solo para mujeres y el papá a los cinco días tiene que ir a trabajar, hay un camino enorme por recorrer.
Cuando las chicas jóvenes dicen. "Eso del feminismo es una antigüedad" , yo contesto: "No nena no te equivoques; ya vas a ver cuando salgas a trabajar" •
El Pais Semanal número 2.000
Domingo 25 de enero de 2015
domingo, 17 de noviembre de 2024
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viernes, 15 de noviembre de 2024
Shibuya Pilot Film Festival
miércoles, 13 de noviembre de 2024
MAUS / Art Spiegelman
Supongo que llegar a Maus es un resultado natural si adoras el cómic y todo aquello que tenga que ver con la Segunda Guerra Mundial. Pero dejemos claras un par de cosas. Maus es un tebeo, sí. Pero no se parece en nada a lo que (sí, todavía) la mayoría identifica con un tebeo al uso. Hubo un tiempo, por fortuna pasado, en que los cómics eran conocidos como «el cine para pobres», lo cual, como todo reduccionismo es una somera estupidez. En cualquier caso el mensaje era claro: están bien para pasar el rato, nada más. La publicación de Maus fue accidentada y espaciada en el tiempo. Una primera versión apareció en 1980 en las páginas de RAW, la revista (post) underground que Art Spiegelman dirigía junto a su mujer Françoise Mouly. Esto tiene importancia porque tal y como señalaría el Maus propio autor, el underground «cambió de manera irrevocable el medio permitiendo, en principio, la existencia de una vanguardia autoconsciente que se comprometió en la destrucción de tabúes formales y estilísticos, culturales y políticos». Sin el cómic desarrollado a finales de los años sesenta en Estados Unidos al margen de la industria de superhéroes no habría sido posible Maus, pues aquel demostró, aunque en un reducido círculo, que los tebeos eran un medio tan bueno como cualquier otro para tratar cualquier temática. La primera parte de Maus —«Mi padre sangra historia»— vio la luz en 1986. En su alumbramiento coincidió con Watchmen y El regreso del caballero oscuro. Que tres de los títulos más importantes de la historia del cómic aparecieran al mismo tiempo no fue casualidad. El libro no estaría completo hasta 1991 con la publicación de la segunda parte bajo el título de «Y aquí comenzaron mis problemas». Uno puede imaginarse lo que supuso la aparición de Maus: un libro en el que había viñetas, narración gráfica y una metáfora mediante la animalización de los personajes de la historia. Resultó que Art Spiegelman «no dibujaba cómics» según el crítico que realizó la reseña en 1991 en el prestigioso suplemento literario de The New York Times, con motivo de la edición completa de la obra. Para muchos comentaristas y lectores Maus era una anomalía absoluta y Spiegelman el creador de una forma completamente nueva, sin pasado, sin tradición, sin relación alguna con ese medio que solo parecía servir para contar las aventuras de los superhéroes clásicos. Mentira, pero sí era cierto que lo que había hecho Spiegelman no era cómico (que muchos tenían por sinónimo de cómic), tampoco un simple entretenimiento para niños, de ahí la gran sorpresa que se vería multiplicada exponencialmente al año siguiente cuando Maus recibió el Pulitzer convirtiéndose en el único cómic que lo ha recibido hasta la fecha. La segunda impresión estaba relacionada con la naturaleza de la obra. Maus no es una ficción, sino la memoria (auto) biográfica de un superviviente del Holocausto. Pero lo realmente rompedor era la complejidad de la obra a la hora de presentar su material; hasta el punto de hacer referencia al debate sobre cómo representar el horror al que no habían sido ajenas ni la literatura ni la filosofía contemporánea.
Porque eso es Maus, un cómic que habla de la realidad del ser humano de carne y hueso aunque Spiegelman hubiera escogido ratones, gatos, cerdos, ranas o perros (dependiendo de la nacionalidad) para representarlo. Pese a su apariencia, el cómic de Spiegelman es de una dificultad asombrosa tanto desde un punto de vista narrativo como formal hasta convertirse en un documento, quizá uno de los mejores para entender nuestro pasado siglo XX. En Maus hay tres historias: la de Vladek Spiegelman, superviviente del Holocausto y emigrante en Estados Unidos contada por su hijo, el autor, Art. También es la historia de este, el descubrimiento de un padre, los fantasmas que azotan a su familia y a su propia identidad. Y está, finalmente la historia de la gestación de Maus, una suerte de compendio teórico-práctico acerca de cómo trasladar temáticas completamente ajenas a la ficción a un cómic y las consecuencias que ello conlleva para un arte que ńespecialmente entoncesń lucha por su reconocimiento. Y es aquí donde Spiegelman introduce la cuestión ética, la misma que persiguió a los supervivientes que a partir de los años sesenta trataron de contar lo que fue el infierno de los campos de exterminio. ¿Es posible, es moral, es suficiente el lenguaje para contar aquello? ¿Puede hacerse un cómic sobre el Holocausto? Spiegelman da por supuesto que muchas cosas se han de quedar en el tintero ńcualquier narración supone una selección; y lucha con su propia culpabilidad frente a la desgracia vivida por otros. El mal del superviviente. Todo esto es Maus.
El Holocausto ha sido objeto de apropiación por parte de la cultura de masas como pocas otras materias. Todos nos hacemos una idea de lo que fue sin haber estado allí. Si Hayden White (1992) teorizó sobre la infalibilidad de la Historia (subjetiva como relato humano), Maurice Halbwachs (1993) insistió en que la memoria no puede surgir ni guardarse en un espacio puramente individual, sino que depende del contexto social. Hay una memoria colectiva compuesta de millones individuales y todas ellas, según reconoció el propio Primo Levi al hablar de la suya en relación de las de otros supervivientes es «distante» y «fuente de sospechas». En este campo se mete Spiegelman y por ello su relato anclado en la memoria individual, un traba- jo de arqueología humana, pronto deviene en un esfuerzo por la documentación histórica. Esto se ve en lo detallado de los informes sobre el funcionamiento de los campos y las cámaras de gas. Una última advertencia: no es Maus un cómic victimista en cuanto a su posicionamiento. Spiegelman no elude siquiera el tema tabú con dos preguntas todavía hoy fundamentales: ¿por qué los judíos? Y, ¿por qué se dejaron hacer? Ahí radica la grandeza de Maus, situar al lector frente a la contradicción de la naturaleza humana.
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martes, 12 de noviembre de 2024
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