lunes, 18 de noviembre de 2024

Trailer de la serie de animación What if...? Temporada 3

 


Dios!! Ha pasado toda una vida, pero hay que joderse con la nostalgia. Tan solo ver los fotogramas de Tormenta como Diosa del Trueno y ya me explota la cabeza.

Maitena, la abuela punk

Reencuentro con la dibujante que marcó época con sus sátiras sobre la mujer.

POR RAQUEL GARZÓN FOTOGRAFÍA DE SEBASTIÁN FREIRE




Está di-vi-na. Vestida de negro y dorado, delgada como una espiga, minifalda infartante y pelo larguísimo. Rubia como eligió desde los noventa y ocurrente como las chicas de sus historietas. Con algunas novedades vitales decisivas que bien podrían protagonizar las páginas de Mujeres alteradas y Curvas peligrosas, que publicó durante seis años en El País Semanal (1999-2005). Maitena Burundarena (Buenos Aires, 1962) ya pasó los 50, acaba de ser abuela, se separó hace un año del padre de la menor de sus tres hijos, está enamorada de nuevo ("de un hombre mas joven") y trabajando en un libro para este año: Lo peor de Maitena, que recupera dibujos eróticos de sus años punk.

Son las cuatro de la tarde de un viernes y, antes de salir de vacaciones, la reina de la historieta argentina traducida a 12 idiomas y publicada en 30 países, cuenta todo esto en su guarida creativa: un cuarto piso sobre la avenida de Callao, en Buenos Aires, ante un escritorio lleno de papeles, lápices y proyectos.

¿De qué habla cuando promete "lo peor" de Maitena? 

El proyecto incluye dos libros que se me ocurrieron juntos. Lo mejor de Maitena (Sudamericana), que salió en 2013, y Lo peor. Este último cuenta con material inédito que tengo de historietas eróticas. Tomé mis carpetas de los ochenta y noventa y estoy prendida fuego con todo lo que encontré. Es material que nunca se llegó al gran público, de la época en la que trabajaba en revistas como Sex Humor y Cerdos y Peces.

En esos dibuios se ve mi camino autodidacta cómo empecé a dibujar copiando; hay mucho de Milo Manara. de Hugo Pratt... Tenía 23 o 24 años y no definí mi propio estilo hasta Mujeres alteradas. Ahora lo veo con frescura, antes no.

¿Le dan ganas de dibujar de nuevo?

No, lo dejé en 2006. Dibujé un montón y con el tiempo me di cuenta de que lomás me gusta es hacer libros. Tengo casi doce y dos o tres pensados por delante.

¿Cómo recuerda su contacto con el público español?

Como algo superimportante. A partir de publicar allí, desde 1999, me conocieron en toda Latinoamérica. Yo abordaba temas en no se planteaban en voz alta-el divorcio y sus traumas, por ejemplo-y los trataba con desparpajo. Fue algo fuerte; mucha gente me escribía: "Yo siento que vos vivís en nuestra casa". Fue muy lindo.

¿Dónde buscaría hoy su originalidad?

No sé, no tengo 20 años. Para empezar hay que tener 20 años Pero en el material de lo peor... ya hablaba de un tipo que se enamoró de una travesti, de toda esta cosa de género femenino-masculino, más allá de Mujeres alteradas, más hot, de sexo entre mujeres, tríos. Tocaba esos temas hace 30 anos. Ahora se puede decir todo o casi todo, pero creo que nunca hay que pensar en la obligación de hacer algo revulsivo. Ponerte a hacer con la intención de impactar no sale. Hay que ser honesto y tratar de decir eso que querés decir.

¿Y qué quería decir usted entonces?

Mujeres alteradas es sobre todo preguntas: ¿por qué son así los varones? ¿Por qué somos así las mujeres? Porque en mi familia no me entienden? ¿Por qué mis hijos...? ;Por qué mi cuerpo...? ¿Por qué me siento así si tengo todo? Ahora no tengo tantas preguntas, tampoco es que conozca las respuestas. Sigo igual de confundida, incluso mas. La seguridad que tenia entonces la perdí hace rato, porque la vida me dio más de un porrazo.

¿Cómo cambian el amor y el humor después de los 50?

Tengo cada vez más humor, eso no se modificó, no me convertí en una persona amarga. Uno aprende a no  tomarse en serio. Sufro menos, me río más. Y ¿qué te puedo decir del amor? Estoy enamorada; es lo más del mundo, así que no me importa nada. Por primera vez en mi vida no tengo proyecto de futuro ni me interesa. Estoy viviendo en ese planeta un poco teenager.

¿Y qué permanece?

El humor y cierta ternura a la que siempre tuve bronca porque me parecía mi parte blanda. ¿Cómo una chica punk va a ser tierna? Incluso mi trabajo erótico tiene mucha delicadeza. Ahora me reconcilio con eso. Uno puede ser punk y tierno, probablemente es punk porque es tierno, es una manera de poder soportarlo.

De eso que reconoce como suyo, ¿qué le gusta y que no?

Lo que no me gusta es siempre lo mismo: que hablo mucho, que soy muy impulsiva. Pero rescato cierta conexión con el mundo y con la gente. Sigo haciéndome amiga de cualquiera en cualquier lado. Abro puertas y me gusta la gente de cualquier edad. Ayer estaba a las cinco en el subte [metro], iba a análisis y me mira una mina y me dice: "¿Vos sos muy parecida a ella o sos ella?". "Soy ella", contesté. "Tengo todos tus libros", me dijo, y hablamos durante cuatro estaciones.

¿De qué se ríen los hombres cuando leen a Maitena? 

De lo mismo, de verse representados ellos y sus mujeres, la relación. Si vieras la cantidad de tipos que me piden que les firme algo y me dicen "para mi mujer” y yo "daleee". Cuando tenés un libro de Mujeres alteradas el título marca. Pasó eso en los noventa: estaban de moda las mujeres, ya no.

¿Qué está de moda ahora? 

La homosexualidad, el género y el transgénero. Hoy, si hiciera historieta, sería de lo que más hablaría: la autopercepción. El otro día tenia a mi nieta en brazos, y la miraba toda vestida de rosa y pensaba:" ¿Y si es varón? ¿Si no se siente María Luisa?". Miré a mi hija y lo pregunté. "Pará, por favor, mamá. No me quemes", me contestó. Pero puede pasar. Si un día me dice: "Sácame todo esto rosa y andá a comprarme un autito ya; tírame ese osito a la mierda".

¿Se relaciona con nuevos modos de vivir roles tradicionales? 

Es que se dio vuelta todo: puede haber un hombre que haga las compras y cuide a los chicos, y la mujer va a trabajar y maneja el taladro. Todos tenemos amigos así: amigas-chongo que cargan el auto mientras el marido aún no salió del baño.

Pero subsisten, por ejemplo, diferencias salariales. 

Por eso es muy importante que el feminismo siga trabajando. En Bolivia surte efecto, hay un mensaje vigente. Con la cantidad de mujeres que se mueren en todo el mundo, golpeadas y violadas por un novio violento, sigue vigente el feminismo. Mientras sigamos ganando un 30% menos haciendo el mismo trabajo y teniendo excedencias por maternidad solo para mujeres y el papá a los cinco días tiene que ir a trabajar, hay un camino enorme por recorrer.

Cuando las chicas jóvenes dicen. "Eso del feminismo es una antigüedad" , yo contesto: "No nena no te equivoques; ya vas a ver cuando salgas a trabajar" •


El Pais Semanal número 2.000

Domingo 25 de enero de 2015




domingo, 17 de noviembre de 2024

Poniendo a prueba nuestras habilidades por Paco Roca

 


El Pais Semanal número 1.924
Domingo 11 de agosto de 2013

Grecia marina y montañosa (El mediterráneo 03)

 

IMAGEN DE LEYENDA
La lglesia domina el perfíl de Oia, en la isla de Santorini, el las Cícladas, un archipiélago formado por decenas de peñascos en el mar Egeo

Aquí surgió todo. La literatura, la política, el arte. Grecia es un mito dentro de ese otro mito que es el Mediterráneo. Avanzamos por sus costas descubriendo la magia del Partenón y sus miles de islas minúsculas repletas de leyendas. Fotografía de Álvaro Leiva
Por Carlos García Gual

La Puerta de Atenas. Una calle en el puerto del Pireo, la mejor entrada a la ciudad, a sus calles tumultuosas y su tráfico infernal.

Azul y blanco son los colores de su bandera de cruz y rayas. son los colores que están en todas partes: azul en el mar y el cielo. Blanco en pequeños pueblos de albos muros sobre las colinas en las siluetas de los veleros y en los cascos imponentes de los cruceros. Azul fuerte en las cúpulas de las iglesias ortodoxas. Y en las persianas y en las sillas de madera pintadas de intenso añil frente a los muros encalados. Blanco en los mármoles que el tiempo ha dorado, y en los templos y en las estatuas blancas que perdieron hace tiempo sus chillones colores. Nítidos tonos blancos en las calas y playas y en las zigzagueantes gaviotas. Blanco y azul son los colores heráldicos de esta tierra de fuertes tonos y aguzados contrastes  perfilados bajo una luz intensa y un aire diáfano. Cuando se llega en barco al puerto de El Pireo se ve al frente la populosa Atenas como una extensísima sábana blanca enmarcada por un fondo de montañas grises o pardas. Allí, entre las apeletonadas edificaciones se distinguen algunas manchas verdes, las de algunos parques,y en un alto se perfila la silueta del Partenón, y un poco más allá, más alto, el monte Licabeto. Atenas se abre hacia el mar, con sus dos puertos, el del Pireo, toda una densa ciudad de calles rectas, y más a la derecha, el antiguo Falero, mientras a su espalda cierran el horizonte los montes: el Pentélico, famoso desde antiguo por sus canteras de claros mármoles, y el Parnes, y el Himeto, ilustre por la miel de sus abejas.

Si sobre las gentes del Mediterráneo escribió Platón que "vivimos agrupados en torno al mar como hormigas o ranas en torno a una charca", la imagen resulta muy adecuada a los griegos, con sus ciudades y numerosos pueblos costeros. Pero hay que añadir que no sólo habitan a los largo de muy recortadas costas, sino que  además han poblado multitud de islas en sus dos mares: el Egeo y el Adriático- Grecia suma entre islas e islotes cerca de tres mil lugares, y de esas islas, unas ciento noventa están habitadas. Ningún país del Mediterráneo está tan abrazado al mar como el griego. En una tierra tan montañosa como es la de casi toda la península y con unas islas a veces tan áridas y encrespadas, el mar es el gran camino de comunicación y comercio.  Y a través del mar con sus "líquidos senderos", como decía Homero, se comunican desde siempre las gentes de las ciudades costeras y los pobladores de las diversas islas. Quien llega por avión observa desde lo alto esas costas características, tan recortadas, y los perfiles de algunas islas próximas y los paisajes adustos de las tierras vecinas. Frente a esas tierras pardas y montaraces, el mar griego, con sus reflejos solares y sus olas rizadas, extiende, como dijo Esquilo, una "sonrisa innumerable", que invita al viaje. Y los mil puertos brindan siempre una alegre acogida y un colorido familiar.

Atenas con una población que ronda los cinco millones de habitantes  es la capital y el centro de un país que cuenta hoy con cerca de once millones de ciudadanos Es decir que casi la mitad de los habitantes de Grecia viven en esta ciudad y sus extendidos alrededores (que comprenden el Pireo y la zona del Ática). La Atenas actual es, por otra parte, una ciudad muy moderna. era una aldea de pastores cuando Grecia obtuvo su dependencia en 1821: tenía ya algo mas de cien mil habitantes a finales del siglo XIX. y se convirtió en una gran aglomeración urbana a lo largo de siglo XX, gracias a que supo acoger a las masas de inmigrantes llegados de otras zonas de mundo griego y muy especialmente de la costa turca. Los antiguos atenienses se jactaban de ser autóctonos, es decir de haber poblado esta ciudad desde su fundación mítica, generación tras generación. Ahora, casi ninguno de sus moradores podría insinuar nada parecido. Casi todos recuerdan que sus familias vinieron de una u otra región de Grecia o Asia Menor. Y, sin embargo, esa variedad de orígenes imprime un peculiar sentido del común helenismo a los atenienses actuales, cuyas familias llegaron antes o después del otro lado del mar.

No deja de ser una paradoja que esta ciudad, que estuvo ya poblada en tiempos micénicos, es decir, hace unos tres mil quinientos años, y que luego no sólo fue la magnífica fundadora de la primera democracia europea, sino que creó un imperio marítimo y alzó espléndidos templos hace dos mil quinientos años, haya resurgido en tiempos cercanos con tanto empuje, como una nueva gran urbe europea, una de las más pobladas del Mediterráneo, en poco más de un siglo. Es ahora casi veinte veces más grande de lo que fue la Atenas de Pericles. Y tiene un número de habitantes que habría escandalizado a Aristóteles, como a cualquier teórico clásico de la política. Así que, exceptuando algún viejo barrio -como el de Plaka, junto a la Acrópolis, de tortuosas y pintorescas callejas y plazas -y alguna zona elegante- como Kolonaki, al pie del Licabeto-, el trazado de la ciudad es de calles rectas muy anodinas y bloques de pisos construidos en serie, sin ningún encanto y con pocos aspectos atractivos, aunque tiene algunas plazas amplias, más de un boscoso parque y unos pocos edificios neoclásicos, como la Universidad, la Academia, el Palacio Real y el Museo. El tráfico en el centro es espeso, ruidoso, incesante y con atascos continuos. 

En contraste con ese denso tráfago y con la bulliciosa atmósfera de algunas calles, en el corazón de Atenas persisten las gloriosas ruinas de la Atenas clásica, la Acrópolis y el teatro de Dionisio, y el ágora antigua, meta de incontables turistas. La silueta del Partenón, con su espectacular belleza, se divisa desde cualquier altura de Atenas. Pero el mejor sitio para dominar la perspectiva de los templos de la Acrópolis y de toda la comarca del Ática es, sin duda, la cercana colina de Filopapo, situada enfrente. Aunque la silueta del templo de Atenea, con su aspecto mutilado (por la explosión de mediados del siglo XVII), resulta una imagen sobradamente tópica, un perfil que ya hemos visto antes mil veces, como el icono más gastado de lo clásico, aún resulta impresionante y emotiva cuando se contempla aquí, ya sea en la clara luz de la mañana, en el crepúsculo o con la espléndida iluminación nocturna.
También la subida por los Propíleos y el caminar entre el Partenón y el Erectión es una experiencia única. Lástima que a menudo las colas y los montones de turistas chillones y aborregados enturbien la experiencia.


Seña de identidad. El Partenón, presidiendo la Acrópolis, sigue siendo el mejor reclamo turístico de Atenas. El mejor lugar para divisarlo, la colina de Filopapo.



Ecos míticos. A la izquierda, escultura en el Museo Nacional de Arqueología de Atenas. a la derecja, pulpos secados al sol en Klima, en la isla de Milos.



Mar y cielo. A la derecha y arriba, la ciudad medieval de Monenvassia, en el Peloponeso, debajo, el "ferry" a las Cíclades. A la derecha, Firostefani, en las Cíclades.


Principio y fin. El puerto del Pireo, en Atenas. Aquí da comienzo un viaje por Grecia siempre con el mar como gran protagonista.

(Hace años, muy temprano un día de fiesta, logré caminar a solas por la Acrópolis; pronto aparecieron un japonés y dos gatos; un momento irrepetible). Pero para quienes se sientan agobiados por el gentío y el tumulto turístico recomendaría un paseo por el ágora y sus dispersas y escuetas ruinas. Que puede ser a cualquier hora. De lo que fue la plaza mayor y centro público de la democrática Atenas, es decir, el centro de la capital política y cultural de la Hélade clásica, no quedan apenas restos; tan sólo aisladas columnas rotas y las bases de los más famosos edificios (los varios pórticos, el Bouleuterion o sala del Consejo; la Heliea, donde se reunía el tribunal popular), bien indicados en oportunos diagramas. A un lado aún puede verse entero y solitario un templo, con sus dorias columnas, pero sin su original decoración escultórica; es el Teseion, que estuvo consagrado al dios Hefesto y recordaba en su friso las hazañas de Teseo, el héroe más querido de Atenas. Como un símbolo, aún está ahí enhiesto, velando sobre la arrasada plaza. Uno puede aquí evocar, paseando entre los olivos, cipreses, encinas, pinos, mirtos y alguna higuera, las grandes figuras que aquí convivieron en la época más dorada de Atenas, cuando estos lugares albergaban a personajes que marcaron la historia con gestos y palabras resonantes. Desde aquí salían las procesiones de las Panateneas y también las peregrinaciones a Eleusis. Por aquí charlaba Sócrates y aquí el jurado lo condenó a muerte. Esquilo y Milcíabdes, Aristófanes y Demóstenes frecuentaron estos lugares, y luego, entre fantasmas podría evocar el viejo foro tan arrasado y silencioso! Aquí cerca está la Pnyx, donde se reunía la asamblea para tomar por votación sus decisiones. Ahí Temístocles convenció a los atenienses de que abandonaran su ciudad y combatieran a los persas en Salamina. Y en el Cerámico vecino pronunció Pericles su discurso inmortal sobre la democracia en Atenas, a comienzos de la guerra del Peloponeso.

En fin, para saborear Atenas hay que evocar el contraste y la convivencia de lo antiguo y lo moderno, tan distantes en el tiempo, aunque quizá no incompatibles en la sensibilidad. Cuando uno ve en las bulliciosas calles del barrio vecino de Monastiraki algunas iglesias ortodoxas, con sus varias cúpulas características, y ve pasar entre el gentío, apresurado y solemne, a algún pope de largas barbas y negra vestimenta, piensa qué lejos parece estar del helenismo clásico, de los mármoles y los diálogos antiguos. Pero probablemente las callejas de la antigua Atenas tenían mucho en común con estos barrios populares de comercios variopintos y aires de zoco, y las gentes compartían muchos rasgos del carácter de los griegos de ahora. A fin de cuentas, siguen hablando la misma lengua, después de más de dos mil años, con algunas variaciones.

Tal vez uno podría echar en falta a los viejos dioses, o , al menos, a algunos de los más populares de la familia olímpica. Algunos merecerían un altar, aunque no sea religioso del todo, entre los griegos de ahora. Pienso en Hermes, Dioniso y Afrodita (y su hijo Eros), que patrocinaban el comercio y el engaño, el vino y el teatro, y el amor y la fiesta sexual, respectivamente. Sus estatuas quedan calladas en
los museos, pero que justificado está el lugar que estos antiguos dioses ocupan en el imaginario helénico. Hermes bien podría tener algunos bustos en la calle que lleva su nombre, la Odós Ermoú, como antes los tenía en muchas encrucijadas. (De los otros dioses, más solemnes, como Zaus, Poseidón, Apolo o Atenea también nos han quedado múltiples imágenes, pero no parecen tan útiles y recurrentes en la sociedad actual de la comunicación y el placer barato. Los actuales atenienses parecen, desde luego, mucho más dionisíacos que apolíneos). Ya se sabe, el clásico paganismo, que tan bien se adaptaba a las urgencias humanas, se ha quedado en museos y postales. Pero los viejos mitos todavía conservan para muchos sus misteriosas y fascinantes seducciones.

Los griegos siguen siendo gente parlanchina y hospitalaria; son amables con los otros, curiosos y apasionados, propicios a conversar y bromear en comidas que alegran el vino y las canciones. Si los antiguos inventaron los coloquios y los simposios, los de ahora conservan esos hábitos. Se han sustituido la flauta y la lira por el bouzouki, y la música ofrece a veces melodías de sabor oriental. Si bien la Grecia moderna no ha producido ningún nuevo Aristófanes ni otro Platón o Aristóteles, sin embargo, tiene excelentes poetas, como Cavafis, Seferis, Elitis, y no menos espléndidos músicos, como Theodorakis y Vangelis. En ellos perdura algo del genio antiguo. Por otra parte, el público griego sigue acudiendo a las representaciones de las tragedias y comedias -ya sea en el Odeón de Atenas o en en gran teatro de Epidauro- con total y espontáneo fervor, como si la representación de los viejos mitos testificara su fuerza fascinante.

Al conversar con griegos, uno percibe a veces un sentimiento ambiguo acerca de su pasado clásico; por un lado se enorgullecen de su pasado clásico; por otro, se sienten un tanto abrumados y recelosos, cuando su interlocutor habla sólo de la Hélade antigua y los museos, y pasa por alto la historia moderna, la herencia bizantina y el helenismo moderno. Grecia, por lo demás, juega siempre con su prestigio como la inventora de la democracia, el teatro, los juegos atléticos, la filosofía, el arte clásico y las ciencias, pero ha sabido mantener su amor por la libertad, su anhelo de saber y el cultivo de las artes. Por su historia, más que por sus datos económicos, Grecia entró antes que España en la Unión Europea, por su papel estelar en esa tradición cultural.

Aquí, el turismo europeo comenzó muy pronto. Ya en el siglo XVIII llegaron los primeros viajeros ingleses, franceses y alemanes; eran unos pocos, selectos, ilustrados y románticos, que difundieron en sus escritos atractivas imágenes no sólo de la Grecia antigua, sino también de la Grecia miserable y pintoresca de su tiempo. Progresivamente, los viajeros fueron más numerosos y menos ilustrados. Ahora, el turismo masivo que viene en busca de sol y playa es igual al resto del Mediterráneo, y no hay diferencias entre los grupos que abarrotan costas aquí y los que frecuentan otras riberas de la metafórica charca. Es cierto que muchos turistas visitan los museos y las ruinas, y disfrutan oyendo las explicaciones oportunas de los guías, y tal vez recordando lecciones escolares. Una nota de cultura enriquece y da color al viaje cuando ha perdido todo rastro de aventura y no promete encuentros sorprendentes.

Y puntualmente, un chispeante eco histórico o mitológico puede añadir encanto incluso a los paisajes. Por ejemplo, si uno cena cerca del Pireo, tiene delante la isla de Salamina y ve pasar los barcos que han cruzado o van a cruzar el istmo de Corinto, recordará cómo por allí pasaron una lejana noche los navíos persas y fenicios hacia la gran batalla naval en ese estrecho, hacia un encuentro decisivo para los destinos de Grecia y de Europa.

Apunto un recuerdo propio. Hace años, en pleno invierno, me sorprendió ver en Delfos cómo unos cazadores intentaban vender un gran jabalí recién muerto en aquellos montes. Llevaban el animal despatarrado sobre el capó del coche y, al pasar por las calles,  yendo de uno a otro hotel, iban dejando un rastro fresco de sangre. La escena me sugirió un viejo texto, y recordé que en la Odisea se cuenta cómo fue allí donde Ulises, yendo con su abuelo Sísifo a la caza de un jabalí, recibió en su pierna la cicatriz por la que le reconoció Euriclea. Una imagen puede así convocar un eco mítico. Como si ese jabalí descendiera del que hirió a Ulises en aquel lugar unos tres mil años antes.

La montañosa Grecia interior ofrece lugares de una extraordinaria belleza, como los Meteora o Dodona, y otros impresionantes por sus perspectivas e inolvidable prestigio literario, como Delfos, Micenas y Olimpia. Y hay en la costa, además de Atenas, otras ciudades grandes y modernas; sobre todo, Salónica (Tesalónica), con casi un millón de habitantes, una atractiva historia bizantina y una espléndida y rica avenida cara al mar. Pero ahora nos toca evocar en trazos rápidos las islas y sus alegres puertos, abiertos al envolvente horizonte azul. Numerosas y habitadas desde un tiempo inmemorial. Y muy variadas, tanto en tamaño como en perfiles. Algunas muy áridas y otras más verdes. Desde las islas pequeñas y rocosas como Ítaca, isla de cabras y no apta para el trote de caballos, hasta las islas muy extensas, como Corfú, Rodas, Samos y la alargada Creta. Cada isla es un mundo en miniatura, pero todas tienen sus muelles vistosos donde arriban y de donde zarpan barcos y barcas. El ambiente del puerto que alberga tipos abigarrados y un mar refulgente que invita a zarpar pronto hacia otras tierras han sido desde siempre factores determinantes de la cultura griega. Ese ambiente claro mediterráneo hace a los isleños curiosos y audaces, gente astuta y ávida de relatos del ancho mundo. Cerca de Atenas, por ejemplo, están Poros, Hidra y Egina, que son una muestra del colorido vivaz de las islas medianas. Hidra fue un famoso reducto de piratas y contrabandistas, y con sus casa trepando por la colina y sus pequeñas iglesias de pintadas cúpulas parece evocar mil historias locales. En sus muelles hay redes y esponjas, pulpos secándose al sol, cafés y tipos de rostro curtido por los vientos.

Recordemos que desde siempre los griegos fueron colonizadores y exploradores, comerciantes, y no conquistadores. Luego, emigrantes a tierras lejanas, como América y Australia. En fin, gentes que sabían mucho de fabulosos encuentros y de tristes naufragios y añejas nostalgias. Su héroe por excelencia, el más moderno de los héroes antiguos, sigue siendo Ulises, el mítico héroe de Homero, con su tenaz empeño en volver a su isla y su hogar en Ítaca, harto de peripecias y aventuras. Y también el que zarpa luego de nuevo, con insaciable inquietud, según Dante y Niko Kasantsakis.
Desde el Piero es fácil viajar a casi todas las islas, a las cercanas y a las lejanas, en avión o en barco. Además de los frecuentes cruceros que, cargados de turistas, van y vienen por los puertos y anclan en las bahías del Egeo y del Adriático.
Como en otras costas mediterráneas, aquí puede uno gozar con calma del placer de sentarse en cualquier orilla con un vaso de ouzo, por ejemplo, y observar sin ninguna prisa a la gente que va y viene y las velas sobre el mar. Puede hacerlo muy bien en el despejado puerto de Nauplia, o en el curvado puerto de Hidra, o en el airoso puerto de Rodas, con sus muelles y sus muros largos; en Retymno o en Haniá (la Canea), en Creta, puertos airosos de aires venecianos, con sus animados cafés donde se hablan cien lenguas. Incluso en los lugares más tópicos donde a cientos los turistas se sientan una y otra tarde a ver caer el sol, que tiñe el mar color de vino, según Homero, como la conocida terraza de la isla de Miconos, al pie de los molinos, el espectáculo se repite sedante y con impresionantes efectos escénicos. Uno piensa en el silencio de las calas blancas que visitan veleros y barcas. Y demora su mirada en imágenes que son como emblemas eternos del mundo marino, como el delfín y el pulpo. El pulpo, que ya decoraba la panza de los vasos minoicos hace cuatro mil años, y aquí reaparece en las rocas o troceado en el plato, y el delfín alegre y ágil, pintado en alguna enseña local y huésped aún de estos mares. Cuando los turistas se esfumen, ellos aún estarán ahí.
Pero de todas las islas, la más variada y extensa es Creta, con sus bellos parajes en el norte y su gran cadena de montes oscuros al sur, con sus montañas ásperas y sus cuevas de resonancia mítica, con su llanura de olivos, viñedos y naranjales. Es la isla del palacio del Laberinto, redescubierto en Cnossos, y de otros palacios minoicos, donde floreció la cultura más antigua de Europa. Es la isla de El Greco y de Zorba y de Kasantsakis, una isla de mitos e historias trágicas. Una tierra ardiente y síntesis del Mediterráneo antiguo y moderno. Hasta aquí, el divino Zeus, disfrazado de toro, se trajo por mar a Europa, recién raptada. Buena tierra para mitos. Y un lugar ideal para disfrutar de una fuga en sus orillas a plenos sol.

El Pais Semanal número 1.611
Domingo 12 de agosto de 2007







viernes, 15 de noviembre de 2024

Shibuya Pilot Film Festival

 




Primera edición del Shibuya Pilot Film Festival , dedicada a la proyección de series piloto y películas, principalmente de animación.

El evento se celebrará el 14 de diciembre en el Cine Quinto de Shibuya (Tokio) y contará con la participación de los pilotos de Hina is beautiful , Housenka , Ghost Cat Anzu , KillTube , Hidari , Odd Taxi , Komaneko , Little Nemo , Pluto . Milky Highway , Junk Head , En este rincón del mundo y The Mourning Children (Sunao Katabuchi), Yuki's Sun (Hayao Miyazaki), Honneamise, un viejo piloto de Lupin en formato cinemascope, o incluso (y este es el único realmente encontrado/ visible en ninguna parte) el piloto de la abortada película de acción real Domu de Katsuhiro Otomo.

Los pilotos, por regla general, rara vez se emiten, ya que no se producen para el público sino para buscar financiación, y los eventos/proyecciones dedicados a este tipo de pequeñas películas son, por supuesto, igualmente raros, si no inexistentes.

Total que ha sido ver el avance en Youtube y ponerme de buen humor.

Via Catsuka

miércoles, 13 de noviembre de 2024

MAUS / Art Spiegelman




Supongo que llegar a Maus es un resultado natural si adoras el cómic y todo aquello que tenga que ver con la Segunda Guerra Mundial. Pero dejemos claras un par de cosas. Maus es un tebeo, sí. Pero no se parece en nada a lo que (sí, todavía) la mayoría identifica con un tebeo al uso. Hubo un tiempo, por fortuna pasado, en que los cómics eran conocidos como «el cine para pobres», lo cual, como todo reduccionismo es una somera estupidez. En cualquier caso el mensaje era claro: están bien para pasar el rato, nada más. La publicación de Maus fue accidentada y espaciada en el tiempo. Una primera versión apareció en 1980 en las páginas de RAW, la revista (post) underground que Art Spiegelman dirigía junto a su mujer Françoise Mouly. Esto tiene importancia porque tal y como señalaría el Maus propio autor, el underground «cambió de manera irrevocable el medio permitiendo, en principio, la existencia de una vanguardia autoconsciente que se comprometió en la destrucción de tabúes formales y estilísticos, culturales y políticos». Sin el cómic desarrollado a finales de los años sesenta en Estados Unidos al margen de la industria de superhéroes no habría sido posible Maus, pues aquel demostró, aunque en un reducido círculo, que los tebeos eran un medio tan bueno como cualquier otro para tratar cualquier temática. La primera parte de Maus —«Mi padre sangra historia»— vio la luz en 1986. En su alumbramiento coincidió con Watchmen y El regreso del caballero oscuro. Que tres de los títulos más importantes de la historia del cómic aparecieran al mismo tiempo no fue casualidad. El libro no estaría completo hasta 1991 con la publicación de la segunda parte bajo el título de «Y aquí comenzaron mis problemas». Uno puede imaginarse lo que supuso la aparición de Maus: un libro en el que había viñetas, narración gráfica y una metáfora mediante la animalización de los personajes de la historia. Resultó que Art Spiegelman «no dibujaba cómics» según el crítico que realizó la reseña en 1991 en el prestigioso suplemento literario de The New York Times, con motivo de la edición completa de la obra. Para muchos comentaristas y lectores Maus era una anomalía absoluta y Spiegelman el creador de una forma completamente nueva, sin pasado, sin tradición, sin relación alguna con ese medio que solo parecía servir para contar las aventuras de los superhéroes clásicos. Mentira, pero sí era cierto que lo que había hecho Spiegelman no era cómico (que muchos tenían por sinónimo de cómic), tampoco un simple entretenimiento para niños, de ahí la gran sorpresa que se vería multiplicada exponencialmente al año siguiente cuando Maus recibió el Pulitzer convirtiéndose en el único cómic que lo ha recibido hasta la fecha. La segunda impresión estaba relacionada con la naturaleza de la obra. Maus no es una ficción, sino la memoria (auto) biográfica de un superviviente del Holocausto. Pero lo realmente rompedor era la complejidad de la obra a la hora de presentar su material; hasta el punto de hacer referencia al debate sobre cómo representar el horror al que no habían sido ajenas ni la literatura ni la filosofía contemporánea.



Porque eso es Maus, un cómic que habla de la realidad del ser humano de carne y hueso aunque Spiegelman hubiera escogido ratones, gatos, cerdos, ranas o perros (dependiendo de la nacionalidad) para representarlo. Pese a su apariencia, el cómic de Spiegelman es de una dificultad asombrosa tanto desde un punto de vista narrativo como formal hasta convertirse en un documento, quizá uno de los mejores para entender nuestro pasado siglo XX. En Maus hay tres historias: la de Vladek Spiegelman, superviviente del Holocausto y emigrante en Estados Unidos contada por su hijo, el autor, Art. También es la historia de este, el descubrimiento de un padre, los fantasmas que azotan a su familia y a su propia identidad. Y está, finalmente la historia de la gestación de Maus, una suerte de compendio teórico-práctico acerca de cómo trasladar temáticas completamente ajenas a la ficción a un cómic y las consecuencias que ello conlleva para un arte que ńespecialmente entoncesń lucha por su reconocimiento. Y es aquí donde Spiegelman introduce la cuestión ética, la misma que persiguió a los supervivientes que a partir de los años sesenta trataron de contar lo que fue el infierno de los campos de exterminio. ¿Es posible, es moral, es suficiente el lenguaje para contar aquello? ¿Puede hacerse un cómic sobre el Holocausto? Spiegelman da por supuesto que muchas cosas se han de quedar en el tintero ńcualquier narración supone una selección; y lucha con su propia culpabilidad frente a la desgracia vivida por otros. El mal del superviviente. Todo esto es Maus.

El Holocausto ha sido objeto de apropiación por parte de la cultura de masas como pocas otras materias. Todos nos hacemos una idea de lo que fue sin haber estado allí. Si Hayden White (1992) teorizó sobre la infalibilidad de la Historia (subjetiva como relato humano), Maurice Halbwachs (1993) insistió en que la memoria no puede surgir ni guardarse en un espacio puramente individual, sino que depende del contexto social. Hay una memoria colectiva compuesta de millones individuales y todas ellas, según reconoció el propio Primo Levi al hablar de la suya en relación de las de otros supervivientes es «distante» y «fuente de sospechas». En este campo se mete Spiegelman y por ello su relato anclado en la memoria individual, un traba- jo de arqueología humana, pronto deviene en un esfuerzo por la documentación histórica. Esto se ve en lo detallado de los informes sobre el funcionamiento de los campos y las cámaras de gas. Una última advertencia: no es Maus un cómic victimista en cuanto a su posicionamiento. Spiegelman no elude siquiera el tema tabú con dos preguntas todavía hoy fundamentales: ¿por qué los judíos? Y, ¿por qué se dejaron hacer? Ahí radica la grandeza de Maus, situar al lector frente a la contradicción de la naturaleza humana.


Jot Down - Cien Tebeos Imprescindibles (2014)