sábado, 9 de noviembre de 2024

EL INCAL /Alejandro Jorodowsky y Moebius



Dibujo del maestro Moebius y guion del polifacético Alejandro Jodorowsky. El Incal se publicó entre 1980 y 1989. Inicialmente, fue concebido como el storyboard de Dune, la obra de Frank Herbert, una de las sagas de ciencia ficción más aclamadas de todos los tiempos, pero el proyecto de la película al final no salió adelante por desgracia o por fortuna y solo quedó el cómic.

En aquellos tiempos la que sí que se rodó fue la trilogía de la Guerra de las Galaxias de George Lucas, Robert Wise también llevó a la gran pantalla por primera vez la serie de Star Trek. 007 fue al espacio en Moonraker, Ridley Scott filmó Alien y a continuación Blade Runner. La adaptación británica de Flash Gordon, de 1980, generaría sus dudas pero luego fue una estrella del videoclub. Y en televisión apareció Galáctica, estrella de combate, los dibujos animados de Ulises 31... En el cambio de década el espacio era el gran referente de la ficción y eso tuvo su reflejo en los tebeos. En España su máximo exponente fueron las revistas 1984, CIMOC, donde Moebius publicó sus trabajos, o la Metal Hurlant española, en la que apareció El Incal.

Dicho todo esto, El Incal fue la madre de todas las space opera. Las habrá más trepidantes, las habrá más detallistas, pero ninguna tan ambiciosa. Hay quien ve aquí el mayor de sus problemas, al considerar que hace un tratamiento superficial de todos sus ricos hallazgos, y para quien, sin embargo, es una sucesión maravillosa de sorpresas. Queda a juicio de cada uno.

El protagonista de la historia es John Difool, un detective «clase R». Un día, cuando acompaña a una anciana que por medio de un holograma que la rejuvenece quiere pasarse una noche de sexo salvaje en los bajos fondos, se ve inmerso en una persecución y, por casualidad, le entregan el Incal, una luz misteriosa.




Con esa premisa, parecida a la de El Señor de Anillos de Tolkien, un individuo de bajas pasiones, chistoso, débil, egoísta, pero también capaz de hacer cualquier cosa por amor, un humano, en definitiva, se enfrentará ni más ni menos que al orden establecido del universo y su demiurgo. Al principio, es una trama futurista de género negro, con sus intrigas políticas, pero a continuación va in crescendo hasta terminar siendo toda una odisea de matices seudofilosóficos y religiosos.

Las obsesiones de Alejandro Jodorowsky son bien conocidas. El tarot, las religiones orientales, la mitología, todo lo que a uno se le pueda venir a la cabeza ajeno al pensamiento racional tiene cabida en El Incal. Sumado a que la acción es incesante y no hay un solo momento de respiro, difícilmente podremos encontrar en otro tebeo un viaje tan pasado de vueltas como este.

Y si bien la gran historia es ambiciosa y permite múltiples interpretaciones y discusiones sobre su significado, no son menos interesantes los detalles. El protagonista está deseando buscar «homeoputas» allá donde va. La televisión basura está omnipresente, es el método de control de toda una galaxia, es significativo que cuando al presidente del planeta le clonan a un cuerpo más joven y fuerte, se retransmita en directo para todos los planetas. Y cuando acaba la conexión, el locutor dice: «volvemos a nuestro programa de evasión “Pipí, cacá, popó”».

En cada página aparecen nuevos personajes cada vez más delirantes y fruto de una imaginación hiperactiva: las psicorratas, que cuanto más se las teme más se multiplican; los troglosocialisk, que irrumpen en el Congreso estelar en plan Tejero; la endoguardia con sus armaduras que luego fueron imitadas hasta la saciedad en el cine de ciencia ficción. O escenarios fantásticos como la selva de cristal que hay en las profundidades de un subsuelo relleno de basuras y excrementos. Hay dibujos a página entera fascinantes. Unas escenas a las que podría haberse referido el replicante de Blade Runner al final de su vida. En El Incal Jodorowsky escribe: «Qué espectáculo, más de cien mil medusas mutantes al asalto de los diez mil huevo sombra devoradores de soles». Y Moebius lo dibuja.

Los momentos de máxima acción son un circo de tres pistas del que no se puede levantar la vista. Los desenlaces no son menos apasionantes, como cuando Difool tiene sexo con la protorreina Barbarah y engendra a una nueva raza a su imagen y semejanza, todo un delirio seudorreligioso y sobre todo freudiano. No en vano, el protagonista acaba enfrentado cara a cara al padre creador de todo.

El final de la historia es bastante discutido, pero termina en círculo donde empezó, lo que ha permitido que sigan las secuelas y precuelas, Antes del Incal, Después del Incal o El final del Incal. Además, a partir de uno de los personajes de este universo surgió otra obra maestra como es La casta de los Metabarones. La ampliación del universo continuó posteriormente con Los tecnopadres.

A mucha gente joven que se acerca ahora a El Incal le cuesta sumergirse en la historia. Es un universo excesivamente surrealista, tal vez, u onírico, pero esa era la imaginación desbordante que imperaba en los cómics de ciencia ficción de aquella época, no solo en los de Jodorowsky. No obstante, los suyos fueron los que dejaron una huella más profunda en un par de generaciones de lectores.


Jot Down - Los 100 Tebeos Imprescindibles (2014)


Making-of del corto del décimo aniversario de Over the Garden Wall


 


Cartoon Network ha publicado un " Making of " del adorable cortometraje producido por los estudios Aardman con motivo del décimo aniversario de la serie " Over the Garden Wall ".

El vídeo apenas dura 4 minutos, pero es rico en destellos del detrás de escena.


Via Catsuka

Over the Garden Wall: el cortometraje de Aardman online (de Mikey Please y Dan Ojari para el décimo aniversario de la serie)

 


Como era de esperar, el cortometraje stop-motion de Aardman Studios que celebra los 10 años de la serie " Over the Garden Wall " de Patrick McHale y Cartoon Network se estrenó en línea hoy, y es pura alegría.

Dirigida por Mikey Please y Dan Ojari , dos artistas que trabajan habitualmente en Aardman (donde anteriormente habían fichado por " Robin Robin "). Tenga en cuenta también que los títeres fueron diseñados por Nathan Flynn y Joshua Flynn, también conocidos como Sculpt-Double . Todo evidentemente con la colaboración y complicidad de McHale.

Via Catsuka

viernes, 8 de noviembre de 2024

El Señor de los Chupetes / Jan



Los tebeos se han alimentado con frecuencia de parodiar otros personajes de ficción. Por ejemplo, Groonan el vagabundo, de Sergio Aragonés, es una versión desternillante, salvaje y descerebrada de Conan. Los agentes del estilo de James Bond han tenido su réplica en Anacleto, agente secreto, de Vázquez, o en Mortadelo y Filemón, de Ibáñez. Realizar una versión humorística de Superman, el superhéroe del cómic por excelencia, parecía caer por su propio peso. Y Jan se aventuró en esta empresa con Superlópez. No es una parodia en la línea de la serie televisiva El gran héroe americano, donde un don nadie adquiere poderes similares al hombre de acero a través de un traje y tiene que aprender a hacer todo sobre la marcha, sino que se va dando una vuelta de tuerca a todo: López, de origen extraterrestre, también trabaja (bueno, es un decir: se dedica a hacer pajaritas de papel) en un periódico, aprovecha sus poderes sobrehumanos para desfacer entuertos, lleva una doble vida que le complica mucho la existencia y está enamorado de Luisa Lanas (versión castiza de Lois Lane), una compañera de trabajo (sí, demasiadas similitudes; de hecho, tantos parecidos incluso le metieron en algún problema legal con DC Cómics). Pero le sale casi todo mal. López es un tipo que pone buena voluntad en todo lo que hace, pero tiene una enorme facilidad para enredar las cosas y buscarse líos. Su falta de carisma tampoco le ayuda puesto que ni cuando se pone la capa y los leotardos y se transforma en Superlópez le toman en serio: por ejemplo, lejos de dejarse impresionar por sus poderes, Luisa opina que el superhéroe es una medianía y un metepatas. Rizando el rizo de la parodia, en El señor de los chupetes Superlópez se ve envuelto en una trama que se inspira tangencialmente en El señor de los anillos, de donde Jan toma los elementos indispensables para que se reconozca a la obra de Tolkien pero, a su vez, tenga personalidad propia y diferenciada. Así, el chupete único te da el poder de la invisibilidad cuando te lo pones, es decir, cuando te lo metes en la boca, y hay diversos chupópteros encapuchados (como los nazgûl) que también tienen chupetes, aunque el chupete único es el más poderoso de todos. Por cierto, ¿les suena esto?: «¡Este chupete es el gran chupete único para someter a los seis chupetes negros y, en las tinieblas, someterlos a todos bajo el poder de Tchupón, el señor de los chupetes!».



La maldad intangible y bastante genérica que destilaba Sauron en la Tierra Media aquí se transforma en algo más real y puede que aterrador: Tchupón es responsable del tabaco, de las máquinas tragaperras, los chupetes y la televisión, entre otros objetos demoníacos. Y claro, Superlópez no puede negarse cuando le dicen que hay que luchar contra ellos e irlos a buscar a sus bases secretas, que le llevan de un lado a otro del mundo... o fuera del mismo.

Una idea de partida así puede parecer que tiene poco recorrido, pero Jan lo suplementa con mucha imaginación en el guion y buenos lápices, con un estilo que podríamos calificar como de plastilina. Siempre que releo los tebeos de Superlópez me recuerdan a aquellas series de animación en slow motion que se realizaban con muñecos de plastilina, objetos tridimensionales que tenían un característico aspecto gomoso y ligeramente grasiento. Bien, pues esa es la sensación que tengo al mirar las abigarradas viñetas de Jan: hasta los ladrillos me parecen de goma.



Hay algunos aspectos curiosos que no son muy habituales en los tebeos de este tipo, en principio dirigidos a un público joven. Por ejemplo, Jan rompe la cuarta pared y Superlópez se comunica con el lector en varias ocasiones; sabe que vive en un cómic y no parece darle importancia, lo ve como algo normal. Así, Tchupón reconoce que supo de sus hazañas leyendo la revista Mortadelo Especial. O cuando Superlópez, perdido en la base lunar de uno de los chupópteros, tiene su máxima preocupación en que solo le quedan seis páginas para acabar la aventura y «está en Babia». También es muy llamativo el número de muertos tanto implícitos (las bases son destruidas sin dejar piedra sobre piedra) o explícitos ya que, sin ir más lejos, en dicha base lunar, hay cadáveres por todos lados. Bueno, y ni que decir tiene que un cómic juvenil en el que aparece gente fumando hoy en día es impensable. Todo esto ayuda a que sea una historieta diferente y francamente recomendable: un tebeo irreverente, exagerado y muy cómico.


Jot Down - Los 100 Tebeos Imprescindibles (2014)


Scavengers Reign: tráiler de la temporada 2

 

jueves, 7 de noviembre de 2024

EL FOTÓGRAFO QUE PULIA ESTRELLAS

CLARK GABLE, RITA HAYWORTH, ERROL FLYNN, VERONICA LAKE...
GEORGE HURRELL RETRATÓ A LOS MAYORES MITOS DE HOLLYWOOD.
SUS IMÁGENES SON HOY ICONOS DE LA ÉPOCA DORADA DEL CINE.
Por TONI GARCÍA. Fotografía de GEORGE HURRELL

FULGOR EN BLANCO Y NEGRO.

La estrella del celuloide Joan 
Crawford (¿Qué fue de Baby Jane?, vista a través de
la lente de George Hurrell

(izquierda)INTIMA HAYWORTH
Rita Hayworth posó sensual para Hurrel, cuyo secreto era la intimidad cómplice que lograba con los artistas.
(derecha)MITOS DEL CINE
Muchos de los retratos de Hurrell han pasado a formar parte de la historia del cine. Quizá porque fue el primer fotógrafo-celebridad. Aquí, Clack Gable y Bette Davis.

Le llamaban "grand seigneur of the Hollywood portrait" (el gran señor del retrato hollywoodiense) o "the master of light" (el maestro de la luz), y algunos lo consideran el mejor retratista que jamás haya trabajado para las estrellas del cine. Su recuerdo queda reservado a los cinéfilos más nostálgicos, aquellos que gustan de bucear en la mitología de la época dorada de Hollywood. al igual que leyendas invisibles del tamaño de Bill Gold, Harry Lange o Sid Avery, su nombre no aparece en las conversaciones sobre el séptimo arte. Pocos recuerdan que un día fue el más grande, en aquellos tiempos donde los estudios se mataban por trabajar con George Hurrell: el hombre que convirtió el glamour en su traje de andar por casa


TODOS LOS NOMBRES
Por su lente pasaron actores y actrices del momento. En esta doble página (en el sentido de la agujas del reloj), Jean Harlow, Marlene Dietrich, Carole Lombard y Buster Keaton.


GENIO DE LA LUZ
A Hurrell se le apodó "el genio de la luz", por su técnica del claroscuro. Sobre estas líneas.de izquierda a dercha. Ann Sheridan, Basil Rathbone, Errol Flynn y Veronica Lake.


Hurrell nació en Covington (Kentacky) en 1904, a pocos kilómetros de Cincinnati. Su pasión, desde muy joven, fue la pintura, y con ocho años pasaba horas dibujando todo lo que se cruzaba por delante de sus ojos. Viendo claramente que aquello sería algo más que un hobby, en los años veinte Hurrell se mudó a Chicago para estudiar en el Instituto de Arte. Allí descubrió, mientras trataba de entender el funcionamiento de una cámara para fotografiar sus cuadros, que quizá había encontrado algo mejor que el dibujo y la pintura. En 1925 conseguiría una beca para ir a inmortalizar cuadros y artistas a una colonia creativa de California. El viaje abrió la mirada del fotógrafo. Quedó fascinado por la luz de aquella región y decidió que Los Angeles podría ser un buen lugar para tratar de averiguar qué quería hacer con su vida.

"Le gustaban mucho las fiestas. En una de ellas conoció a Poncho Barnes, una piloto, y, tras conversar con ella un buen rato, acabaron pactando que Hurrell le haría unas fotos para su recién adquirida licencia", cuenta por teléfono desde Londres Phil Moad, uno de los mayores expertos sobre la obra de Hurrell, encargado de supervisar la Kobal Collection, el mayor archivo fotográfico del mundo relacionado con el séptimo arte. Las fotos le gustaron tanto a Barnes que -en agradecimiento- le presentó a Ramón Novaro, una estrella del cine mudo con un contrato con la Metro Goldwyn Mayer (MGM) del que quería librarse para construirse una carrera como cantante de ópera. "Novaro hizo que Hurrell le fotografiara con distintos atuendos, y su plan era enviar esas fotos a Italia y Francia e intantar así reinventar su carrera. MGM se enteró y Louis B. Mayer, el jefe de la casa, profibió en persona a Novaro hacer algo semejante", sigue explicando Moad. "Sin embargo, las fotos corrieron por el estudio y Norma Shearer, la esposa de Irving Thalberg (vicepresidente de MGM durante dos décadas), quedó fascinadas por ellas. MGM iba a producir una película llamada La divorciada. Piensa que estamos hablando de 1929 y por aquel entonces se preveía que aquel iba a ser un filme escandaloso. Las candidatas para interpretar a la protagonista de la película era Joan Crawford, Grata Garbo y la propia Shearer. Garbo era demasiado pija y no quería hacerlo; Crawford tenía una imagen muy marcada, la de una chica a la que le gustaban las fiestas, la diversión, así que estaba también descartada; finalmente, Shearer era perfecta para el rol. Pero Thalberg, su marido, dijo que no, que aquello no iba a funcionar, que ella era demasiado dulce y el público no la creería. Así que Shearer, que quería expandir sus cualidades como actriz, pensó en Hurrell. Le pidió el teléfono de este a Novaro y le llamó: "George, quiero hacer este personaje, mi marido dice que soy demasiado dulce para hacerlo y nadie va a creérselo. ¿Puedes ayudarme a cambiar mi imagen?. Naturalmente, Hurrell dijo que sí. El día convenido, Shearer llegó allí, con un vestido y nada más, sin ropa debajo, intentando parecer una mujer atrevida, casi indecente. Si hoy miraras esas fotos, te parecerían de una ingenuidad aplastante: hay algo de escote, pero nada más. Sin embargo, con los retratos consiguió el rol e hizo algo más: ganó el Oscar a la mejor actriz. Así que MGM hizo lo único que podía hacer: en 1930 le contrató".

Hurrell pasó los dos años siguientes fotografiando a Clack Gable, Joan Crawford, Grata Garbo... Sin embargo, una indiscreción (una escapada de fin de semana haciendo retratos para otro estudio a espaldas de la MGM que llegó a oídos de quien no debía) hizo que Howard Strickling, el publicista que mandaba más que el presidente en la compañía, le pusiera de patitas en la calle. De aquella época, Moad destaca la manera peculiar en que Hurrell retrataba: ponía música ligera, creaba una atmósfera de relax, conversaba con las estrellas y las hacía sentirse cómodas. Si eso no funcionaba, fingía ruidos de pedos con la boca, la actriz se reía y él aprovechaba para tomar la foto. "Un día se pasó por su estudio Greta Garbo, que no tenía mucho sentido del humor. Se ofendió con aquellas bromas que consideraba de mal gusto y dijo que jamás volvería a trabajar con Hurrell".

Tras dejar MGM, el fotógrafo desplegó todo su talento free-lance para Warner Brothers, Paramount y Columbia. Retrató a Errol Flynn, Mae West, Humphrey Bogart, James Cagney, Bette Davis... Cuando se cansó de aquello, se largó a trabajar en publicidad al corazón del mundo: Nueva York. Pasó los cincuenta en una oficina de Madison Avenue e incluso colaboró con el ejército, tomando retratos de los altos mandos en plena guerra fría. Cuando quiso volver a Los Ángeles y meter de nuevo la cabeza en el cine, todo había cambiado tanto que solo pudo conseguir un empleo como foto fija: eran los años sesenta y nadie se acordaba de Hurrell. En 1965, sin embargo, varios museos empezaron a colgar su obra, apareció un libro que repasaba su trayectoria y, de pronto, su nombre volvió a estar en boca de todos. A principios de los setenta recorrió otra vez Hollywood y por su objetico pasaron Robert Redford, Paul Newman y Liza Minnelli. Su última etapa, que empezó cuando Hurrell se retiró a su casa californiana, incluyó a Sharon Stone y Brooke Shield. En 1981, un retrato suyo del actor Ramón Novaro se adjudicó por 9.000 dolares (7.200 euros), un precio jamás alcanzado hasta entonces por una fotografía relacionada con el mundo del cine. La muerte le sobrevino mientras finalizaba su trabajo para Warren Beatty y Annette Bening en Bugsy. Tenía 88 años y llevaba más de 50 agarrado a su cámara. A lo largo de su carrera había fotografiado a generales en sus despachos, pintores en sus refugios, a todas las estrellas habidas y por haber, y a un buen monton de amigos que deseaban colgar un retrato del grand seigneur en su pared.

Así, 35 años después del último libro relevante sobre su obra, llega Hurrell: The Kobal Collection (Reel Art Press), con casi 300 retratos de la época dorada de Hollywood, elaborado a cuatro manos por el citado Moad y el editor británico Tony Nourmand. No hay duda de que la amistad entre el también desaparecido John Kobal y Hurrell ha sido un punto de inflexión para la concreción de este proyecto, ya que todo este legado del maestro de la luz está en la mismas manos. "Él fue el primer fotógrafo-celebridad de Hollywood", concluye Moad. "Muchos intentaron imitarle, pero ninguno lo consiguió. Gracias a su fondo como pintor, supo utilizar la luz y las sombras para definir una era. Ayudó a moldear la imagen de las estrellas tal como las conocemos ahora, y no solo gracias a su talento; también era un hombre con una capacidad diplomática increíble. Socializaba con todo el mundo. Las estrellas le conocían. Espero que el libro ayude a descubrir al hombre que fotografió a todos esos actores: conocemos sus fotos icónicas, pero no sabemos nada de él. Estaría bien cambiar eso".

"Hurrell: The Kobal Collection". Tony Nourmand y Phil Moad. Reel Art Press. 288 páginas, 60 euros.
www.reelartpress.com

El Pais Semanal número 1.881
Domingo 14 de octubre de 2012

 

Arrowsmith. Tras las líneas enemigas

Desmitificando la guerra desde la magia

Paco Cerrejón




Arrowsmith. Tras las líneas enemigas

Kurt Busiek, Carlos Pacheco, Rafael Fonteriz, José Villarrubia 

Dolmen Editorial

Cartoné

192 págs.

Color

Traducción: Rafael Marín

Obras relacionadas

Arrowsmith Tan Elegantes con sus bonitos uniformes

Kurt Busiek, Carlos Pacheco, Jesús Merino

(Dolmen Editorial)

Avengers Forever

Kurt Busiek, Carlos Pacheco, Jesús Merino

(Panini)

La Guerra de las Trincheras

Jacques Tardi

(Norma Editorial)

Camelot 3000

Mike W. Barr, Briand Bolland 

(ECC Ediciones)


La segunda entrega de la saga de Arrowsmith supuso el punto y final a la emocionante y espectacular carrera de Carlos Pacheco como dibujante de tebeos. Un punto y final que llegó en el momento culminante de su dibujo. En un estilo clásico y limpio, de trazo elegante y ligero, Pacheco desplegó, una vez más, su maestría tanto gráfica como narrativa en la segunda aventura del joven soldado Fletcher Arrowsmith, con el acompañamiento en el guión de Kurt Busiek, en las tintas de Rafael Fonteriz y con el color de José Villarrubia.

Busiek y Pacheco crean en Arrowsmith un trasunto histórico de la Primera Guerra Mundial, cuya principal diferencia con la real está en la presencia de la magia. Ambos autores aprovechan la excusa mágica para ofrecer un rico mundo alternativo. Esta recreación aporta profundidad y verismo a la aventura vital de Fletcher Arrowsmith, joven norteamericano enrolado en el ejército de los Estados Unidos de Columbia, pequeña justicia histórica con el últimamente semidefenestrado Colón, que sirve de ejemplo para mostrar los pequeños cambios en la historia con los que los autores juegan en la serie. Con una estructura argumental que bebe de El Héroe de las Mil Caras, de Joseph Campbell, y reminiscencias de películas como Senderos de Gloria, Busiek y Pacheco ofrecen el viaje, físico y mental del joven americano desde los Estados Unidos a la Europa en guerra y desde el chaval naif al soldado curtido.

Si en la primera parte, Tan elegantes con sus bonitos uniformes, narraban el alistamiento y las primeras batallas de Arrowsmith, en el segundo volumen, Tras las líneas enemigas, narran el inicio de una incursión en territorio enemigo. De las batallas del primer volumen pasamos a una historia más cercana al espionaje que a las historias de guerra tradicionales. Presentan un Fletcher más maduro, pero al que aún le queda mucho por descubrir y conocer, tanto de la guerra como de su mundo, siguiendo el proceso de aprendizaje del héroe clásico. Aprovechan Busiek y Pacheco para ahondar en la descripción del mundo recreado, dando pistas sobre los dioses, los mitos y las realidades sociales y económicas del mismo. Se trata de una labor que, junto al propio viaje del protagonista, recuerda al trabajo de Tolkien en el universo de El señor de los anillos, reflejando una obsesión por los detalles que den verosimilitud, complejidad y profundidad a la historia. Cabe destacar también el acertado equilibrio que consiguen entre el protagonismo de los personajes y de la propia Europa donde se desarrollan las aventuras. En este sentido el trabajo de Pacheco es de un valor innegable, aportando fondos y ambientación que, cuando es necesario, refuerzan el lado mágico y de fantasía de la historia, y que, cuando se requiere, aportan el verismo necesario para asentar la trama en un sentido realista. La habilidad de Pacheco es notoria al comprobar cómo pasa de escenas donde prima lo espectacular a escenas donde lo cotidiano asume el protagonismo, sin que sufra en ningún momento ni la narración ni el ritmo.



También merece destacarse la traducción de Rafael Marín, escritor, guionista, traductor y amigo de Pacheco, con quien trabajó en Iberia Inc y en los Cuatro Fantásticos, entre otras aventuras editoriales. Marín consigue trasladar en su traducción las intenciones de los autores, los juegos de palabras y las referencias de las que están llenos los dos volúmenes de la serie. Si había alguien que podía traducir esta obra reflejando fielmente el gusto compartido por los tres (Busiek, Pacheco y el propio traductor) por los mundos paralelos y los múltiples guiños y homenajes que minan este cómic ese era Rafael Marín.

Puede resultar paradójico que la última obra de Carlos Pacheco no haya sido de superhéroes, tras una carrera de más de treinta años en el género. Pero atendiendo a la amplitud de sus gustos dentro de la historieta, a sus influencias y a los cientos de pistas que ha ido dejando en sus páginas, no resulta extraño este giro, todo lo contrario, es tremendamente congruente consigo mismo, y además le hace justicia a un autor que ha marcado el cómic de superhéroes y la historieta española.

Arrowsmith es el último gran tebeo de Carlos Pacheco, y nos deja con las ganas de seguir disfrutando de los lápices y la imaginación del sanroqueño.


jd comics 2024