domingo, 18 de abril de 2021

"¡Te maldigo, Barón rojo!"

 El Faro del Fin del Mundo/ Jacinto Antón

Cartel anunciador de la exposición sobre Snoopy y el Barón Rojo

Al muy pijo "¡Te lo juro por Snoopy!", tan en boga en los años ochenta, siempre he preferido lo de "¡Te maldigo, Barón Rojo!" (originalmente "¡Curse you, Red Baron!"), el grito de batalla del simpático perro de raza beagle creado por Charles M. Schulz cuando va caracterizado de piloto aliado de la I Guerra Mundial. Desde la infancia me fascinan el álter ego de Snoopy como aviador, que me parece de lo mejorcito de las tiras de Peanuts junto a Peppermint Patty -mi debilidad-, y otro de los avatares del can: el de Beau Snoopy, conspicuo sargento mayor de la Legión Extranjera, con el quepis y la cogotera marchando a través de un desierto de mentirijillas rumbo al fuerte Zinderneuf.

En las historietas en que hacía de aviador del Royal Flying Corps, ataviado con los preceptivos gorros, antiparras y bufanda (por lo demás a pelo) y surrealistamente encaramado en su caseta perruna que pretendía ser un clásico caza británico Sopwith Camel, Snoopy vivía obsesionado con el Barón Rojo, el as de caza alemán Manfred von Richthofen (1892-1918), su némesis. De los encuentros más o menos imaginarios con el famoso piloto (que nunca aparecía en las viñetas) el perrito aviador salía indefectiblemente derrotado, aunque resuelto a seguir peleando ("¡algún día te cazaré, Barón Rojo!"), con su caseta/aeroplano acribillada por las ametralladoras del Fokker triplano rojo de su archienemigo.

De esta forma tan rara, de la mano de un perro dibujado que daba un sentido nuevo al término dogfight (combate aéreo), algunos nos adentramos en la leyenda y la realidad de uno de los personajes emblemáticos de las Gran Guerra (Richthofen, no Snoopy). Hace ya años que sabemos que pese al mito de su caballerosidad el barón aéreo era un verdadero depredador, un verdadero cabronazo, si me permiten, un tipo sin demasiados escrúpulos -a menudo aterrizaba junto a los aparatos que derribaba para observar profesionalmente a los aviadores que había matado y obtener un trozo de sus aviones como trofeo- que trasladó al cielo y a la guerra su fría pasión por la caza. Snoopy ya intuyó esa falta de calidad moral del as. Dado el eterno debate de si Richthofen lo derribó la infantería australiana o el piloto canadiense Roy Brown (¿pariente de Charlie Brown?), ¿por qué no imaginar que finalmente lo abatió Snoopy?

Recientemente ha caído en mis manos Snoopy y el Barón Rojo, un pequeño y precioso álbum de Ediciones Kraken que recoge una amplia selección de tiras de Schulz en las que el perro aparece como piloto. Son 126 páginas de historietas -la primera, la del debú de nuestro pequeño aviador canino, el domingo 10 de octubre de 1965; la última del 23 de diciembre de 1997-. En la mayoría de los casos le vemos despidiéndose del personal de tierra (Woodstock) y volando sobre Verdún, Fort Douaumont, Cambrai, con gesto decidido en pos del Barón Rojo. Pero, pese a su coraje y sus Vickers dobles, Richthofen se coloca siempre en a su cola (!) y lo derriba. Algunas aventuras transcurren con Snoopy tras las lineas enemigas regresando por tierra de nadie a su aeródromo, relacionándose fantasiosamente en el camino con chicas francesas. La realidad, como muestra un libro que es la antítesis del álbum de Snoopy, Under the Guns of the Red Baron (editorial Caxton), es mucho más dura. El volumen explica una por una todas las victorias (80) de Von Richthofen, y pone rostro a muchas de sus víctimas. Muchas de las muertes fueron especialmente horribles: los aviadores abrasados en sus aparatos o hechos pedazos al estrellarse.

Schulz conocía la realidad del combate. Había servido como sargento en la II Guerra Mundial en Europa en la 20ª División Blindada, aunque en la única oportunidad que tuvo de emplear su ametralladora del calibre 50 se olvidó de cargarla. ¿Cómo se le ocurrió convertir a Snoopy en piloto de caza de la Gran Guerra? Me lo ha explicado Stephanie King, del Charles M. Schulz Museum & Research Center de Santa Rosa, California, museo que tiene precisamente una exposición itinerante titulada Snoopy and the Red Baron dedicada al aviador canino, su historia y sus orígenes. A cambio, he tratado de explicarle yo a Stephanie el significado de la expresión "te lo juro por Snoopy", pero no sé si lo he conseguido.

La idea de dibujar al perrito como piloto la tuvo Schulz al ver a su hijo mayor, Montes, ensamblar maquetas de aviones de la I Guerra Mundial. Le dibujó en broma a Snoopy un gorro de aviador y ahí empezó todo. Influyeron también diferentes conmemoraciones del aniversario de la contienda en los años sesenta y películas como The Dawn Patrol, con Errol Flynn. Cuando vio cómo le quedaban las antiparras a Snoopy, Schulz comprendió que había dado con algo "muy bueno", de gran potencial, y dejó volar la imaginación (y a Snoopy). El dibujante quiso siempre rodear de autenticidad las aventuras aéreas del personaje. Le encantaba el caza británico emblemático: "Sopwith Camel, ¿se puede imaginar un nombre más divertido para un aeroplano?" (lo de camello era por el abultamiento para proteger las amtralladoras).

En última instancia, el Barón Rojo, el mayor as de la Gran Guerra, el terrible cazador, mientras que el pequeño, imaginativo, tozudo, romántico y valiente perrito sigue volando en los eternos cielos de papel de las tiras. Te admiro, te lo juro, Snoopy.


El Pais, sábado 17 de abril de 2021

sábado, 17 de abril de 2021

Una dimensión desconocida

Llega una nueva obra del genial mangaka Osamu Tezuka a las librerías, con un argumento tan original que no dejará impasibles a sus lectores


JOSÉ LUIS VIDAL

16 Abril, 2021 

Si algo caracteriza a el Dios del Manga es lo innovador de su propuesta, tanto en lo gráfico como en lo narrativo, que cambió para siempre el rumbo del manga en su país, Japón. Inquieto como pocos, Tezuka nos sorprende en un momento dado de su fértil carrera por el radical cambio que dio a los argumentos de sus historias, pasando de unas tramas más dirigidas a un público infantil y juvenil, lanzándose de cabeza al gekiga, un género de manga para adultos, que solían tratar temar candentes en la sociedad de aquellos años, concretamente los sesenta y setenta.



Jiletta o el caos frenético


Autor: Osamu Tezuka

Tapa dura

Blanco y Negro

400 págs.

25 euros

Planeta Cómic


Pues bien, como haría en sus magníficas obras MW, Adolf o Ayako, en Jiletta o el caos frenético nos presenta a Ichirô Monzen, director de programas de televisión, un tipo ambicioso al máximo y sin ningún tipo de escrúpulo que, debido a un suceso ocurrido en una retransmisión es despedido de la cadena en la que trabaja.

Pero el protagonista, en vez de hundirse en la desesperación más absoluta será la mano ejecutora de un plan que cambiará la vida del resto de personajes que le acompañan en esta apasionante trama: En primer lugar, Rie Hazama, la hasta entonces atractiva novia del tipo, de la que se separará de la manera más fría e inesperada posible, y a la que va a acudir cada vez que le apetezca para satisfacer su libidinoso apetito, convirtiendo su relación en un “contigo pero sin ti”.

Nagisa Harumi, joven y talentosa cantante que posee una voz bella pero unas 'especiales' facciones, que solamente cambian cuando es sometida al más riguroso de los ayunos, transformándola en una belleza total. Hecho éste que convertirá  su vida en un infierno debido a la ambición de Monzen, que por encima de todo y todos logrará convertirla en objeto de veneración por sus fans, pese a la timidez, sufrimiento y hambre que ésta va a padecer.

Otohiko Yamabe, conocido como Oto por Nagisa, amigo de su juventud. Un tipo tan inocentón como con pocas luces que, tras ser despedido en su trabajo como ayudante de un mangaka bastante caradura, protagonizará un inesperado incidente que lo va a convertir en ese especial y extraño puente que conecta la realidad con el mundo de Jiletta…

Todos estos personajes serán movidos una y otra vez en el imaginario tablero que son los ambiciosos planes del inmoral y egoísta Monzen, que no dudará en convertir la vida de la joven cantante en un infierno, haciendo hasta que cambie su nombre por el de Chie Satori, que la llevará al éxito y el sufrimiento más absolutos.

Y mientras todo esto ocurre, el descubrimiento de ese lugar tan surreal, Jiletta, que parece, extraído de los sueños y la vivaz imaginación de Oto, irá tomando más y más protagonismo en la trama, implicando cada vez a más estamentos de la sociedad nipona: Las fuerzas del orden, empresarios, políticos de alto nivel… Todos quieren acceder a esa dimensión onírica.

Como os decía anteriormente, Osamu Tezuka siempre sorprende, ya sea argumentalmente, como es el caso, o en lo gráfico, ya que en esta ocasión su estilo se decanta mucho hacia lo caricaturesco, aunque sin por ello dejar de ser totalmente reconocible, ofreciéndonos algunas soluciones narrativas muy innovadoras, marca de la casa.

¡Una nueva joya en esa maravilla que es la Biblioteca dedicada a este genio del manga llamado Osamu Tezuka!


Malaga Hoy


En pocas palabras: Max

 El ilustrador Max (Barcelona, 1956) inició en 2014 la serie de tiras Trampantojo, en la que desenmascara con humor ácido los vicios de la cultura. Ahora publica una recopilación Saboteando a Shakespeare (Salamandra Graphic).




¿Por qué Saboteando a Shakespeare? Buscaba un título sonoro y chocante (en el sentido de excitar la curiosidad). Pero, sobre todo, que reflejara la esencia de las tiras, así que tenía que ser también irreverente.

En estas tiras desmonta los tópicos de la cultura y los artistas. ¿Hay alguno que le irrite especialmente? Lo que realmente me irrita de la cultura es esa solemnidad con la que gusta de revestirse, esos aires que se da. De ahí la irreverencia: la está pidiendo a gritos.

¿Y cuál le divierte más? Esos artistas tan encantados de haberse conocido.

¿El mayor vicio de la cultura contemporánea? Yo diría que la tendencia al gigantismo, a lo espectacular.

¿Qué o quién le llevó a convertirse en dibujante? Los cómics de Robert Crumb.

¿Qué cómic le ha impactado más últimamente? Romeo muerto, de Santiago Sequeiros.

¿Y su favorito? Krazy Kat, de George Harriman.

¿Qué viñeta ajena le habría gustado firmar? Las viñetas de El reyecito (The little king), de Otto Soglow.

¿Qué libro tiene en su mesilla de noche? Acabo de terminar El santo, de César Aira, y justo debajo está Hamnet, de Maggie O´Farrell.

¿Cuál no pudo terminar? El manuscrito encontrado en Zaragoza, de Jan Potocki. La primara parte es genial, pero después no hay quién se lo trague.

¿En qué película se quedaría a vivir? En cualquiera de los hermanos Marx.

¿A quién le daría el próximo Premio Nacional de Cómic? Post mortem, a Micharmut.


El Pais. Babelia, Nº 1.534, sábado 17 de abril de 2021

Cosas de brujas

'Los Vengadores Costa Oeste: La búsqueda de La Visión' (1989), de John Byrne, revela todos los secretos del sintozoide de Marvel, y hace tambalear su matrimonio con la Bruja Escarlata


GERARDO MACÍAS

14 Abril, 2021


'Los Vengadores Costa Oeste: La búsqueda de La Visión'. Guion y dibujos: John Byrne. Panini Cómics, 2017.


En 1989, John Byrne volvió a Marvel Comics, tan sólo un año tras su marcha por discrepancias con el redactor jefe Jim Shooter, cuyo carácter autoritario había empañado la relación con los autores estrella.

Las ventas no acompañaban a Vengadores Costa Oeste. Al final de la etapa de Englehart y Milgrom, presenciamos el regreso de La Visión y la Bruja Escarlata. Marvel colocó a Byrne como autor completo de la serie, y llegaba para dejar su sello en esta pareja.

El Gobierno captura a La Visión, que telemáticamente controlaba todos los arsenales del planeta. Los Vengadores asaltan la base de los secuestradores y encuentran a La Visión desmontado. Los Vengadores lo reconstruyen, pero sin personalidad, y su aspecto pasa a ser blanco, igual al visto en 2021 en la teleserie de Disney+. La presencia de Visión blanco supondrá que el Gobierno imponga un nuevo miembro, John Walker, USAgente, versión extremista del Capitán América, adaptado en la teleserie Falcon y el Soldado de Invierno. Al llegar Walker, Ojo de Halcón se marcha y funda los Vengadores de los Grandes Lagos.

La inexistente personalidad de La Visión hizo que no estuviese enamorado de Wanda. Ella pide a Simon Williams, Wonder Man, que vuelva a prestar sus pautas cerebrales para reconstruir la personalidad de La Visión. Byrne deduce que, si la personalidad de Visión está basada en la de Williams, ha estado siempre enamorado de la Bruja. La escena en el acantilado transmite muy bien las emociones de los personajes.

Hank Pym descubre que Ultrón construyó a Visión basándose en diseños de Phineas Horton de la Antorcha Humana Original, pero eran androides distintos. Wanda acepta la oferta de una universidad para devolver sus antiguas cualidades a La Visión, y es secuestrada por hombres controlados por un organismo simbiótico primigenio, que la posee a ella también, con la intención de saltar de humanos a mutantes. Dicho plan fue abortado por el Capitán América, Hulka y los Vengadores de los Grandes Lagos.

Wanda despide a varias niñeras porque veían a los niños desaparecer constantemente. La niñera oficiosa del Universo Marvel, Agatha Harkness, regresa para decirle que sus hijos son producto de su imaginación. Desaparecen porque Wanda deja de pensar en ellos. Byrne introdujo conceptos que Marvel ha usado posteriormente en cómic y en teleserie.

Byrne recupera a Pandemonium, al que Mefisto desperdigó su alma. Resulta que Billy y Tommy son dos de sus fragmentos perdidos que Wanda usó inconscientemente para crear sus hijos, y por eso la ataca. Pandemonium transforma a los hijos de Wanda en sus brazos demoníacos. Llega Mefisto, que engañó a Pandemonium para que buscara los pedazos de su esencia que perdió contra Franklin Richards, el niño de Reed y Sue de los 4 Fantásticos. Agatha Harkness borra el recuerdo de Tommy y Billy de la mente de Wanda, ya que si Wanda deja de pensar en ellos, un pedazo de la esencia de Mefisto deja de existir.

Wanda es otra vez secuestrada, ahora por Ghaur, que la convierte en una de las siete novias de Set, volviendo a ser controlada, en esta ocasión por la Corona de la Serpiente.Byrne deja catatónica a Wanda por un episodio, hasta que atacan los U-Foes a causa de los Actos de Venganza urdidos por Loki. Wanda despierta para salvar a La Visión.

Magneto irrumpe en Avengers West Coast nº 54, y aprovechando el estado mental de Wanda, convence a su hija de que se le una contra la humanidad. Wanda se transforma en la poderosa y malvada Bruja Escarlata Oscura.

Byrne completa su etapa con tramas como la de Tigra, cuyas partes felina y humana parecen desequilibrarse en favor de la mitad animal; la reconciliación de Hank Pym y su ex esposa, Janet Van Dyne; el regreso de la Antorcha Humana Original,... Byrne tenía grandes planes para la cabecera, pero salió precipitadamente de la serie. Entre los guionistas encargados de cerrar cabos sueltos estuvo Roy Thomas.

John Byrne nació en 1950 en Inglaterra, pero se crió en Canadá. Sus primeros cómics los realizó para Editorial Charlton, entrando luego en Marvel, donde se encargó de Iron Fist, Los Cuatro Fantásticos, Hulk, X-Men, Hulka, etc. Tras crear la serie del supergrupo canadiense Alpha Flight, entró en DC Comics, para relanzar Superman. Años después volvería a crear un grupo de héroes para Dark Horse: Next Men.


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Un periodo de transición

JAVIER FERNÁNDEZ

14 Abril, 2021


'Marvel Héroes. Los Vengadores: La línea a cruzar'. VVAA. Panini. 592 págs. 44,95 euros.


Sigue la exhaustiva reedición de las aventuras de Los Vengadores en la colección Marvel Héroes, y lo hace retrocediendo unos años, respecto a los últimos tomos publicados, y adentrándose en un periodo de transición, no especialmente destacable: las etapas de los guionistas Fabian Nicieza y Larry Hama. La línea a cruzar compila los números 319 a 333 de The Avengers, junto con un montón de anuales de varias series (todos vinculados a la saga conocida como El Factor Términus) y la novela gráfica Avengers: Death Trap, más los extras de rigor. En el apartado gráfico, Rom Lim, Rik Levins Paul Ryan y otros dibujantes de segunda fila de la Marvel de principios de los 90, embellecidos aquí y allí por el veterano Tom Palmer.



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Art of Chris Visions

 The Art of Chris Visions


































Más fanzines, por favor

Por Oscar Guayabero  10/04/2021

Óscar Guayabero nos hace un pequeño repaso emocional por la historia del fanzine, esas locas revistas de los 80, de sus inicios como territorio freak, de su libertad y de su capacidad para aprender haciendo.




Si hay algo que echo de menos, en estos tiempos de la no presencialidad, es curiosear publicaciones en mis librerías preferidas. Entre que la movilidad se ha reducido y que las librerías son un poco menos permisivas para dejarte manosear lo que ofrecen en sus estantes, se hace difícil. De entre las publicaciones que escasean más, tanto porque su producción está desapareciendo como por su propia fragilidad son los fanzines.

Si vamos al origen, parece ser que el primer fanzine lo creó Russ Chauvenet en 1940. Se llamaba Detours y fue la primera publicación fan de ciencia ficción (de ahí el nombre un magazín hecho por fans. Es decir, una «revista para fanáticos») y es la que marcó el inicio de estos medios de comunicación alternativos que podían encontrarse en mercadillos y tiendas especializadas, esperando ser encontrados por cualquiera cuyos gustos e intereses pudieran satisfacerse con sus páginas.

Cualquier manifestación cultural que se conciba como algo marginal tiene cabida en este tipo de publicación, muy alejado de lo que concebimos como revista. La impresión de este fajo de páginas es barata, pero, inherentemente, tiene un índice de mortalidad prematuro.


Detours fue el primer fanzine.

Quien esto escribe, descubrió el mundo fanzine a principios de la década de 1980. En aquella época había algunas publicaciones que hacían colectivos de todo tipo con el sistema del ciclostil. El mimeógrafo o polígrafo, a veces también llamado ciclostil, es un instrumento utilizado para hacer una gran cantidad de copias de papel escrito.

Es una especie de impresora portátil o una fotocopiadora manual, y se utiliza para realizar múltiples copias de una página; de ahí que también se conozca con el nombre «multicopista» e incluso vietnamita, por su uso por parte de grupos de extrema izquierda.

El kit de los fanzines de los años 60 y 70: máquina de escribir + ciclostil



el ciclostil o la imprenta vietnamita

El proceso era laborioso, pero barato. Primero había que preparar una página maestra en un papel llamado «esténcil», una hoja un poco más larga de lo normal para poder engancharla en el rodillo del mimeógrafo y una de cuyas caras estaba encerada. El esténcil se preparaba en una máquina de escribir normal a la que se había extraído la cinta. Esto complicaba un poco las cosas, porque no podía verse lo que se estaba escribiendo.

Cabía la posibilidad de corregir los errores, pero no era una tarea sencilla y, en ocasiones, resultaba más fácil repetir el trabajo. Sin embargo, podía grabarse a mano sobre la hoja, lo que permitía hacer páginas manuscritas o con dibujos y diagramas.


una sola tinta

Este tipo de impresión solo admitía el uso de una sola tinta, de modo que el impacto visual debía conseguirse con la tipografía o ilustraciones monocromáticas. Esta limitación técnica conllevaba gráficas ásperas, sin matices. En realidad, esta estética ya cuadraba con lo que muchos buscábamos, rastros del punk que aquí llegaban con giros locales bastante curiosos.

Al cabo de los años, empezaron a proliferar las fotocopiadoras, las copisterías se hicieron muy populares y muchos las usamos como nuestras imprentas. Perdón, se me olvidó decir que mi nombre, mi alias: «Guayabero», me viene de un fanzine que editaba y que saqué durante casi 4 años con periodicidad mensual, entre el 1992 y 1996, con una cabecera homónima.

Como el fanzine lo hacía yo, conmigo mismo (y algunas colaboraciones) la gente empezó a llamarme Guayabero y ahí se quedó. El caso es que las fotocopiadoras fueron un salto tecnológico fabuloso. Cocinabas los originales en casa cortando y pegando y luego con el de la copistería (que ya hacía una mueca de hastío cuando te veía entrar) acababas de producir el número.


prodigioso letraset

Otro avance prodigioso fue el letraset. Como cuenta el gran Malcolm Garrett en este vídeo el letraset nos dio la opción de hacer composiciones tipográficas «profesionales». En mi caso, como en muchos otros usábamos Decadry, de peor calidad, pero mucho más barato. Si Letraset fue el preámbulo del Mac, Decadry fue el de Windows. Los transferibles, el collage, la apropiación de cualquier imagen que caía en nuestras manos y el copyleft avant la lettre, esa era la metodología.

Pero al margen de las técnicas, más chapuceras que otra cosa, lo que atrapaba del fenómeno fanzine era la libertad con las que los hacíamos. Como hijos del punk que éramos, al margen de nuestros gustos musicales, nos quedó muy marcado del DIY (do it yourself). La consigna de hacerlo uno mismo nos ofreció la posibilidad de hacer sin saber o, mejor dicho, de aprender haciendo. Fueron una verdadera escuela de un nuevo periodismo y un nuevo diseño editorial. Hay que tener en cuenta que publicaciones como el iD de Terry Jones o la famosa Emigre de Zuzana Licko y Rudy VanderLans, nacieron como poco más que un fanzine.



 

tóner, grapas y papel

Otro tema era la distribución. Sin ser conscientes generamos una red de fanzineros entre los que nos intercambiamos nuestras publicaciones. Te pasabas el día en correos enviando y recibiendo cosas en tu «apartado postal». A mi me encantaba ir porque me sentía como si formara parte de algo clandestino. Os aseguro que, por la temática de algunos fanzines que recibía, hoy sería más que clandestino.

La cosa es que empezamos a llegar a acuerdos, yo hacía 10 fotocopias de cada uno que recibía y al mismo tiempo enviaba el mío para que otros hicieran lo mismo. Luego aparecieron los suscriptores. Una tarde al mes me la pasaba en la Bodega Fortuny esperando a «mis clientes», algunos venían a casa a por el mío o a por alguno que distribuía. Los vecinos creyeron que era un dealer. Quizás lo era, pero de tóner, grapas y papel.

Por supuesto, no voy a caer en la ñoñez nostálgica de pensar que ahora, en las redes, con la inmensa cantidad de herramientas a nuestro alcance, no hay nada parecido a un fanzine 2.0. Claro que lo hay, pero varias cosas han cambiado, la idea misma de hacerlo de forma amateur, para un grupo que sabías reducido, la falta de límites morales y autocensura. La corporeidad de las cosas. Aquello físico queda, por algún rincón debo de tener las cajas donde guardo algunos, lo digital es fascinante pero efímero, con dificultad para dejar rastro.

Por eso, a pesar de disfrutar de los blogs, los posts, los tweets, incluso de algún youtuber marciano, echo en falta más fanzines, aunque uno ya no tenga edad para esas cosas.



Ripped & Torn. Uno de los típicos fanzines fotocopiados


La importancia del Letraset en los Fanzines


Kit del fanzinero. (Daniel Benitez) De un Manual de autoedición http://www.mediosmultiples.mx/portfolio-item/daniel-benitez/



Artículo de Gráffica (no he podido resistir la tentación, mis disculpas)