sábado, 13 de abril de 2019

Astérix y Obélix se enfrentarán a toda una crisis de adolescente

La salida del álbum ‘La hija de Vercingétorix’ coincidirá con el 60º aniversario de la creación de la irreductible pareja gala

SILVIA AYUSO

París 11 ABR 2019

Portada en francés del próximo cómic de Astérix y Obélix. HANDOUT DIDIER CONRAD AFP

Puede que sea alguno de los ingredientes de esa ultrasecreta poción del druida Panoramix, o quizás la dieta rica en carne roja de jabalí, pero nadie diría que Astérix y Obélix se acercan ya a la edad de jubilación. La pareja de galos más famosa del Imperio Romano se apresta a celebrar sus 60 años tan lozanos como siempre y con una nueva aventura bajo el brazo, La hija de Vercingétorix, tal como han festejado todos sus aniversarios desde que nacieran en octubre de 1959 de los pinceles y diálogos de otra pareja mítica: René Goscinny y Albert Uderzo.

La nueva entrega llegará de la mano del dibujante Didier Conrad, que en 2011 asumió junto con el guionista Jean-Yves Ferri el reto de retomar el cómic francés más internacional. Ellos les siguen dibujando con la edad en la que llevan más de medio siglo congelados. “No pueden tener más de 30 años; al fin y al cabo son jóvenes guerreros. Y solteros además. También a mí me gustaría tener siempre 27 años”, dijo ayer por videconferencia desde Texas, donde ultima el álbum que saldrá el 24 de octubre.

Pero, ¿saldrán impunes —y sin arrugas— también de esta nueva aventura? Porque el problema con el que tienen que lidiar esta vez Astérix y Obélix no son los romanos a los que tan habituados están. Su nuevo reto es de corta estatura y apenas ha llegado a la adolescencia, pero por eso mismo promete darle más de un dolor de cabeza a toda la aldea en la que ha recalado la hija de Vercingétorix, protagonista invitada del 38º álbum de la saga.

La joven misteriosa, hija del mítico líder galo de la tribu de los arvernos que unió a la mayoría de los clanes galos para enfrentarse a Julio César, llega a la aldea de Armórica acompañada de dos lugartenientes de su padre. ¿Qué buscan? ¿Qué implica esta inesperada visita? Para saberlo, habrá que esperar todavía unos meses, puesto que los detalles de las historias de Astérix y sus amigos se guardan con más celo que la receta mágica de Panoramix.

No obstante, ayer en la presentación en el Parque Astérix de París, que también cumple 30 años, se adelantaron algunas pistas. Como que los tiempos de Julio César siguen sirviendo para hacer guiños a la actualidad. “Está bien tener un fondo histórico con el que luego jugamos. Ahora nos da ocasión de hablar de un tema no abordado demasiado hasta la fecha en Astérix: la cuestión femenina, y también la adolescencia”, señaló Ferri.

El problema, acotó Conrad, es que hacer cambios en un cómic tan establecido como este es casi imposible, pero los pocos personajes femeninos que tiene “corresponden a una visión estereotipada de la mujer de los años cincuenta”. Solución: introducir un personaje nuevo, la hija de Vercingétorix. Para Ferry y Conrad, este será el cuarto álbum con los personajes creados por Uderzo y Goscinny en 1959 y que, desde entonces, han vendido 380 millones de álbumes en 111 idiomas. Aunque el éxito sigue, Conrad no se ve haciendo muchos números más. Al fin y al cabo, él también está a punto de cumplir 60 años. Y, al contrario que sus personajes, siente que envejece.

El Pais


El cómic para aprender historia que triunfa y ninguna editorial quiso antes

Pedro Cifuentes agotó los 1.500 ejemplares que se autopublicó y ahora Desperta Ferro lo reedita ante la gran demanda como tebeo y material didáctico sobre arte






FERRAN BONO
Valencia 7 ABR 2019

A Pedro Cifuentes siempre le gustaron los cómics. Cuando se dedicaba al diseño gráfico no se alejaba mucho de la materia y, hace 10 años, tras aprobar las oposiciones como profesor de Secundaria empezó a pensar en cómo utilizar el cómic como herramienta para facilitar el aprendizaje. Concibió el proyecto de utilizar todo el potencial de las viñetas como herramienta educativa en la enseñanza de la historia del arte. El autor promovió su idea en el ámbito editorial, pero la respuesta que obtenía de los sellos más especializados en educación no era muy alentadora: “Demasiado cómic”, le decían. Y las editoriales del género la consideraban “demasiado didáctica”.

De modo que este profesor de Ciencias Sociales del centro Miquel Peris i Segarra de Castellón decidió apostar por la autoedición con la ayuda del micromecenazgo. “Pedía unos 4.000 euros en 40 días en Verkami para garantizar costes de impresión de tirada y en 48 horas se triplicó la cifra. La edición reducida de 250 ejemplares para profesores que había pensado se transformó en una de 1.500 ejemplares que hoy está completamente agotada".

El primer volumen de Historia del arte en cómic. El mundo clásico, dedicado a Roma y Grecia, salió en mayo del pasado año y fue un éxito inmediato e inesperado. Su difusión por las redes sociales fue clave también. “Me han pedido el libro desde países como Argentina o Chile”, comenta este profesor de Burriana de 43 años, Premio Nacional de Educación para el Desarrollo 2010 y autor de webcómics Masquemascotas y En clase no se dibuja.

Tuvo tanto éxito que llamó la atención de la editorial Desperta Ferro. Este sello especializado en temas de historia volverá a editar el primer volumen de la obra de Cifuentes, que consta de un centenar de páginas, el próximo mes de mayo y le ha encargado cinco más para completar la historia del arte hasta la actualidad. El cómic está protagonizado por un profesor que imparte clase a cinco o seis alumnos que recorren el arte antiguo gracias a la magia de las viñetas. Pasan de una a otra, de las ruinas al esplendor de un antiguo coliseo romano, por ejemplo. El tebeo y el material didáctico están pensados fundamentalmente para alumnos de Primero y Segundo de ESO, de 11 a 13 años.




Valorar el patrimonio
“El tebeo te permite fabular mucho con la imaginación y además te facilita la enseñanza de arte en Secundaria. Por cierto, no es de recibo que, en todo el currículo, la asignatura de arte solo esté presente en segundo de Bachillerato. En Sociales, vemos cómo a los chavales les cuesta entrar en el arte, pero el cómic lo facilita todo. Les sirve para valorar el patrimonio y aprender al tiempo que disfrutan”, señala el profesor, autor tanto de los dibujos como del guion.

La idea de la aplicación práctica del cómic a la enseñanza se le ocurrió mientras estaba preparándose las oposiciones. “Me di cuenta de que no tenía una pizarra sino unas viñetas cuando estudiaba las unidades didácticas. De modo que se puede decir que llevo cristalizando el proyecto desde hace 10 años”, explica. Su proyecto también se estudia en la Cátedra dedicada al cómic que, dirigida por el crítico Álvaro Pons, acaba de poner en marcha la Universitat de València en colaboración con la Fundación SM.

El autor hace una vehemente defensa del cómic como instrumento educativo: “Yo lo escribo todo con cómics. Los alumnos exponen sus temas mediante dibujos y cómics y deben defenderlos también oralmente, por lo que se trabaja mucho la oralidad y la creatividad. Ellos mismo han de desarrollar sus historietas, con un trabajo interactivo. Muestran mucho interés por todo lo que tiene que ver con la imagen. Hay que recordar que el 80% de los estímulos que recibe un alumno es visual. Es curioso, a la generación que más escribe y lee todo el santo día con el WhatsApp le cuesta mucho entrar en una novela e incluso también en el cómic, muchas veces hasta que lo descubren”.

Su enseñanza se ha centrado sobre todo en 1º de ESO, circunscrita al ámbito de Sociales, a Historia del Arte, concretamente, aunque también la ha empleado en Geografía. “Pero si las cosas funcionan bien, el futuro es abrir esta dinámica a otras asignaturas. El lenguaje del cómic y su creatividad facilitan la enseñanza y aumentan el interés del alumno”, sostiene Cifuentes.


El Pais

Un título imprescindible


JAVIER FERNÁNDEZ
11 Abril, 2019


'Blueberry. Integral 7' Jean-Michel Charlier, Jean Giraud. Norma Editorial. 168 páginas. 30 euros.

El séptimo integral (de los nueve que compondrán la colección) de esa maravilla llamada Blueberry contiene los álbumes La tribu fantasma, La última carta y El final del camino, aparecidos por primera vez en 1981, 1983 y 1986, respectivamente. Son tres de los últimos cuatro episodios escritos por Jean-Michel Charlier, dibujados por un Jean Giraud que tiene cada vez más de Moebius. Se trata sencillamente del mejor western de la historia del cómic, o, si lo prefieren, de uno de los mejores cómics de la historia, sin géneros que valgan. O sea, uno de esos títulos que no debería faltar en ninguna casa. La presente edición, por si alguien no lo sabe, recupera las historias en orden cronológico y las presenta con los colores originales, acompañadas de un maravilloso material documental que incluye textos de análisis, dibujos promocionales y hasta inéditos.


Malaga Hoy

Obra maestra 'independiente'

JAVIER FERNÁNDEZ
11 Abril, 2019




'AIDP Integral, Vol. 3'. Mike Mignola, John Arcudi, Guy Davis. Norma Editorial. 448 páginas. 29,95 euros.

La editorial estadounidense Dark Horse lanzó B.P.R.D (conocida en español como AIDP) en 2002, pero el spin off de Hellboy tardaría un poco en levantar el vuelo. Fue en 2004, cuando el creador del asunto, Mike Mignola, decidió aliarse con el dibujante Guy Davis e iniciar un largo relato que se extendería durante años. Al dúo creativo se unió enseguida el guionista John Arcudi, y los tres acabaron firmando uno de los títulos más potentes del panorama independiente. Norma Editorial ha recopilado esta delicia en preciosos integrales, como este tercero, realizado enteramente por Mignola, Arcudi y Davis, que contiene los títulos: La máquina universal, El jardín de las almas y Zona de caza, una auténtica maravilla de principio a fin.



Malaga Hoy


viernes, 12 de abril de 2019

Después del apocalipsis

JAVIER FERNÁNDEZ
10 Abril, 2019



'The Umbrella Academy: Dallas'. Gerard Way, Gabriel Ba. Norma Editorial. 216 páginas. 24 euros.

Con el ruido generado por la serie de Netflix, llega a librerías la edición en tapa dura del segundo arco argumental de The Umbrella Academy, esa virguería firmada por Gerard Way y Gabriel Bá, editada originalmente por Dark Horse y servida en nuestro idioma por Norma Editorial. Elegante y original, entretenida como pocas cosas que hayan surgido dentro del género de superhéroes en los últimos años (y es que se trata de un tebeo de superhéroes muy sui géneris), la primera entrega se tituló Suite apocalíptica y se alzó con una ristra de premios: Eisner 2008 a la Mejor serie limitada, Harvey 2008 a la Mejor serie nueva, Scream al Mejor artista de cómic, Book Expo América 2009 a la Mejor novela gráfica para bibliotecas y adolescentes, al tiempo que era catalogada como una de las Mejores Novelas Gráficas de 2008 por Library Journal, nombrada como una de las Mejores Novela Gráficas para jóvenes por YALSA (Young Adult Library Service Association) y como uno de los 100 mejores cómics de 2008 por el sitio web Comic Book Resources. Y lo curioso es que esta segunda entrega, que tiene el asesinato de JFK como motivo, es todavía mejor que la primera. Way y Bá tienen una sintonía total, como salta a la vista página tras página. Como escribe Neil Gaiman en su introducción: "Esos cómics que, simplemente, me hacen feliz, son pocos y escasos y tenéis en vuestras manos uno de ellos. (...) The Umbrella Academy tiene la virtud de ser único. Es divertido, inteligente, a menudo emocionante, a veces estúpido, de una forma agradable y sensible".

Dallas recopila los números 1 a 6 de la miniserie homónima publicada entre 2008 y 2009, junto con la historia Anywhere but Here, que vio la luz en MySpace Dark Horse Presents nº 12, y un montón (pero un montón, de verdad) de extras: bocetos, notas, ilustraciones promocionales, portadas... En cuanto al argumento, resumirlo no le haría demasiada justicia, pues en las aventuras de esos chicos súper poderosos importa tanto el qué como el cómo. Y el cómo es delirante, sofisticado y realmente adictivo.


Malaga Hoy


Franquin desatado

Gastón Elgafe es uno de los personajes más emblemáticos del tebeo francobelga y el vehículo ideal para la expresión humorística de su autor


JAVIER FERNÁNDEZ
10 Abril, 2019



'Gastón Elgafe. Integral 3'. André Franquin. Norma Editorial. 192 páginas. 27 euros.


Pasan los años, pero hay cosas que, por fortuna, no cambian. Una de ellas es el cuidado que le pone siempre Norma a sus productos. En esta época de saturación de cómics en el escaparate de novedades, se echa uno de todo a la cara: formatos ridículamente pequeños (o ridículamente grandes), hechuras de risa, reproducciones dudosas, traducciones y rotulaciones infames. Y aquí está esta editorial decana que ya no tiene nada que demostrar y que sigue ofreciendo una selección impecable, servida con el mimo de otro tiempo. Véanse, si no, los integrales de Gastón Elgafe, editados en un formato idóneo para el disfrute de los sentidos, de encuadernación rotunda, excelente papel, páginas nítidas y un excelente trabajo en la escritura (de hecho, nada más compararlos con el nuevo integral que tengo sobre la mesa, el tercero de los cinco previstos, acabo de regalar mis viejos álbumes de la serie, incapaz de volver a mirarlos).

He aquí otra cosa que no cambia, o, si acaso, que mejora con el tiempo: las páginas de André Franquin. Observando atentamente, deleitándome en las viñetas, me doy cuenta de que se aplican hoy demasiado alegremente los calificativos de genio o maestro, y es que Franquin es ambas cosas, y deja a la mayoría a la altura de meros aprendices. Creado en 1957 para la revista Spirou, Gastón Elgafe es uno de los personajes más emblemáticos del tebeo francobelga y el vehículo ideal para la expresión humorística del mítico dibujante de Ideas negras y Spirou. En palabras de Alfons Moliné, en la corta, pero muy sustanciosa, introducción que completa la presente edición, Gastón llegó a ser "un otro yo del propio Franquin, que refleja en su creación sus ilusiones, sus inquietudes y hasta sus frustraciones".


El nuevo integral contiene los volúmenes 9 a 12 de la serie, Un gaffeur sachant gaffer, Lagaffe nous gâte, Le repos du gaffeur, Le cas Laggaffe, correspondientes a lo que Moliné denomina "la edad del oro del gafe", esto es, los años 1968 a 1972. Dice Moliné: "este tercer tomo abarca el periodo de mayor esplendor de nuestro personaje, tanto a nivel gráfico como narrativo. Franquin, ya liberado totalmente de la responsabilidad de realizar Spirou y Fantasio, y sin ninguna colaboración de asistentes (dejando aparte algunas ideas de gags aportadas esporádicamente por sus compañeros de profesión), dispone ahora de todo el tiempo y la libertad creadora necesarias para dar lo mejor de sí mismo en las hazañas de Gastón, mostrándose como un autor cada vez más exigente consigo mismo, y al mismo tiempo espera que el propio lector, por su parte, se vuelva más exigente como lector y haga un esfuerzo por saber apreciar el alto nivel estético del producto que el autor le ofrece".

Espero que los integrales de Gastón Elgafe no vayan a parar solo a manos de nostálgicos, pues son una verdadera obra maestra que merecen ser disfrutados por cualquier lector al que realmente le interese el arte de la historieta. Créanme que me faltan adjetivos para recomendarlo. Por lo pronto les dejo estos dos: magistral, genial.


Malaga Hoy


jueves, 11 de abril de 2019

EL CÓMIC, LA HISTORIA DE UNA REINVENCIÓN PERMANENTE

EL CÓMIC, LA HISTORIA DE UNA REINVENCIÓN PERMANENTE


Román Gubern


Francis Lacassin definió al cómic como el “noveno arte”, ubicado en el ecosistema mediático como
un producto derivado del libro ilustrado y de la litografía alumbrada a principios del siglo XIX, pero
a la vez precursor del cine que nace en 1985, en su condición de relato mediante imágenes
consecutivas, que hacen progresar la narración. Este nuevo arte requería de sus autores dos
habilidades muy distintas, la del dibujante y la del narrador, por lo que a veces su autoría se
desdobló en dos profesionales distintos, el guionista y el dibujante o ilustrador. Esta colaboración
era muy congruente con el estatuto de las nuevas industrias culturales, que recuperaban del
Renacimiento el concepto de “talleres colectivos”, por oposición al artista exasperadamente
individualista del Romanticismo. Pero en el siglo romántico proliferaron también los talleres, como el
equipo de “negros” que ayudaban a Dumas a escribir sus novelas.
Se cuenta que un día falleció el “negro” más imaginativo y apreciado del novelista, por lo que éste se
quedó desolado. Pero entonces se le acercó otro negro y le susurró al oído: “No se preocupe,
señor Dumas, que yo conozco al negro del negro que acaba de morir”. Esta tradición colectivista
ha llegado hasta los guionistas del mejor cine italiano de postguerra y, por supuesto, hasta los equipos
que escriben los guiones de nuestras prolongadas telenovelas.

Se ha tratado de identificar la sustancia estética de los cómics con muchas fórmulas, tales como la
literatura dibujada y figuración narrativa (una fórmula, nacida en los años sesenta que me parece
bastante satisfactoria). En realidad se trata de un medio bastante complejo, caracterizado por su gran
heterogeneidad semiótica. Es, esencialmente, un medio escripto-icónico, pero en su escritura entran
modalidades tan singulares como las vistosas onomatopeyas, a veces dibujadas con gruesas letras,
que acabarían por inspirar a algunos pintores del pop-art. Y no hablemos de otras convenciones
iconográficas, como los sensogramas, para expresar sentimientos o estados emocionales (el corazón,
el tronco y el serrucho o la bombilla encendida sobre la cabeza de un personaje).
Y si interesante es el estudio de la semiótica del cómic, no menos interesante es su análisis
sociológico, porque los cómics, como todos los medios de la cultura de masas, o bien reflejan la
realidad social (aunque sea de un modo oblicuo o distorsionado), o bien reflejan su imaginario
(sus aspiraciones y frustraciones).     
Sabemos que en Estados Unidos cumplieron la importante función de contribuir a la aculturación
de los inmigrantes que sabían poco inglés, por lo que no leían libros, pero veían películas y miraban
los cómics. Sabemos, además, que existió un importante fenómeno osmótico entre los temas y las
convenciones de los cómics y del cine primitivo, que pronto asistieron al trasvase de personajes de
uno a otro medio. Y hasta en algunas películas de aquella época se utilizaron globos dibujados para
expresar locuciones de los personajes animados. Pronto se asistió a una diversificación de géneros,
a partir de las iniciales kid strips (tiras protagonizadas por personajes infantiles, generalmente
revoltosos e indisciplinados). En los años veinte se asistió a la eclosión de las girl strips, debida a la
conciencia de un mercado femenino sustantivo y también a la existencia de un plantel de mujeres
guionistas y dibujantes en la industria. Y, como consecuencia lógica, aparecieron luego las family strips,
con mucha frecuencia de corte satírico. Por esta época era una mujer, June Mathis, la jefa del
departamento de guionistas de la Metro-Goldwyn-Mayer.

Coincidiendo con la emergencia del cine sonoro aparecieron los cómics de aventuras, que se
continuaban en ejemplares sucesivos, como las novelas por entregas, capitaneados por el
Tarzán (1929), de Harold Foster. La Universal compró los derechos de muchos héroes dibujados y
los lanzó en los años treinta en el formato de serial de serie B, con pocos medios y rodajes
apresurados, lo que no robó un ápice a su popularidad. De hecho, los años treinta, los años de la
Gran Depresión, con su necesidad de evasión y de ensueños colectivos, constituyó una verdadera
Edad de Oro para el cine, la radio y los cómics.

Durante la II Guerra Mundial se asistió a una verdadera militarización de los héroes dibujados, como
Flash Gordon, Superman o Capitán América, nacido en 1941 con la función específica de hacer frente
a los alemanes y japoneses, en una función que renacería, aunque algo más atenuada, durante la
guerra de Corea.

Dicho esto, que pertenece a la intrahistoria del medio, es menester añadir que se fue perfilando
lentamente una dicotomía en la industria, que distinguía al cómic comercial del cómic autoral.
Distinción peligrosa, pues todos los cómics aspiraban a venderse bien (por lo tanto, aspiraban a la
comercialidad) y un cómic tan experimental y vanguardista como Little Nemo, de McCay, fue muy
apreciado por el gran público. Pero digamos que estas tendencias ya se esbozaron tímidamente en
la edad de la inocencia de este medio. Pero este asunto ha de ser tratado siempre con cautela y yo
recuerdo, cuando trabajé en editorial Bruguera en los años sesenta, que el despotismo de Rafael
González, el autoritario jefe de su sección de cómics, no puedo impedir que algunos dibujantes
(Cifré, Escobar) hiciesen una obra muy personal, en el marco estricto de sus órdenes, y que ha sido
justamente revalorizada. Al fin y al cabo, gran parte de la mejor historia del arte ha surgido de
encargos.

El objetivo comercial de este medio, como el de los demás, es el de fidelizar a una audiencia,
proponiéndole, en cada entrega, lo mismo pero cada vez distinto. Es decir, buscando su complicidad
con lo ya conocido y apreciado, pero formulado de modo nuevo para suscitar su interés y sorpresa.
En esta delicada operación hay que ser consciente de que, según diversos estudios, el mercado de
cómics tiende a renovarse cada cinco años, por lo que su público es esencialmente transitorio. En el
caso del cómic de autor, al crecimiento vertical (cualitativo) debe seguir un crecimiento horizontal
(cuantitativo, del mercado).

En los años sesenta tuvo lugar la revolución europea del cómic adulto, en parte como desquite
contra el estatuto infantil en que este medio había estado sometido desde sus orígenes. Desde
Milán, sede de la revista Linus, y desde París, gracias a la editorial Le Terrain Vague, aparecieron
obras de ruptura estética, y de gran desinhibición erótica como Valentina de Guido Crepax
(que intentó importar las lecciones del montaje soviético al papel), Barbarella, Jodelle, Pravda,
Saga de Xam, etc. En la España sometida a las coerciones del franquismo, la ciencia ficción se
convirtió en una buena plataforma para experimentar nuevas formas, como se demostró con
Carlos Giménez (Dani Futuro), Esteban Maroto y Enric Sió.

De este modo, a lo largo de dos décadas, se fue formalizando un nuevo mapa del medio, que
segmentó o diversificó sus propuestas, en el seno de tres grandes provincias editoriales: el cómic
comercial (para públicos indiferenciados); el cómic de vanguardia o experimental para público
adulto; y el cómic alternativo o contracultural, que cultivó la irreverencia social, la pornografía,
la escatología y el feísmo, aunque tenía antecedentes tan lejanos como los anarquizantes
Les Pieds Nickelés (1908), que eran desaconsejados en las puertas de las iglesias francesas,
si bien su formulación moderna procedió de los comix contraculturales norteamericanos, con
el Gato Fritz, de Robert Crumb, a la cabeza. Esta clasificación no agota obviamente todas las
opciones, pues habría que referirse todavía al “cómic de protesta”, con una dimensión política más o
menos explícita, como la Mafalda de Quino, tan distinta al contemporáneo universo de Peanuts, de
Schulz. También como derivación del cómic de vanguardia o experimental se desarrollaron algunas
tendencias brillantes de la “fantasía heroica” o la “espada y brujería” (Moebius, Richard Corben).

En España, como es notorio, la feliz muerte del general Franco abrió desde 1976 una nueva etapa en
la cultura de masas. La “movida” madrileña fue una centrifugadora bulliciosa y gozosa de la que
emanaron revistas como La Luna y Madriz, tanto como el filón almodovariano, que fue un poliedro
hecho de imágenes, músicas y films. En Barcelona, El Víbora se apuntó al sexo, la droga y el rock
and roll, mientras la sátira política bullía en El jueves y El Papus y la bienpensante línea clara
encontraba su nicho estético en El Cairo. Por estos años, el talento de Carlos Giménez pudo
emerger con su ajuste de cuentas político en Paracuellos.

Lo más novedoso en los últimos años ha sido la emergencia de la “cultura del manga”, fruto del
sinergismo entre la televisión, el vídeo, el cómic de papel y los videojuegos, que introdujeron una
nueva interactividad y una nueva escala de ingresos, gracias a la nueva “generación Nintendo”.
Con ello desembocamos en la imagen digital, instrumento omnipotente pero que, comparada con
la vieja artesanía, ha de considerarse como un dibujo todavía muy caro. Pero la hegemonía en
nuestro ecosistema de la pantalla doméstica sobre la cultura del papel (televisión, vídeo, videojuegos,
Internet) marca una nueva frontera, poblada por populares ciberestrellas, como Lara Croft o Aki Ross.
En Final Fantasy se nos ha propuesto que algún día podremos grabar nuestros sueños sobre un
soporte audiovisual. El día que esto llegue, si llega, todos los estudios de producción de imágenes,
fijas o móviles, tendrán que cerrar definitivamente sus puertas.

Extraído del libro "Las dimensiones social y política del cómic" (2006) Coordinadores: Ana Jorge Alonso, Rocío de la Maya Retamar y Alfonso Cortés González. Servicio de Publicaciones Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga (CEDMA)