sábado, 13 de abril de 2019

Obra maestra 'independiente'

JAVIER FERNÁNDEZ
11 Abril, 2019




'AIDP Integral, Vol. 3'. Mike Mignola, John Arcudi, Guy Davis. Norma Editorial. 448 páginas. 29,95 euros.

La editorial estadounidense Dark Horse lanzó B.P.R.D (conocida en español como AIDP) en 2002, pero el spin off de Hellboy tardaría un poco en levantar el vuelo. Fue en 2004, cuando el creador del asunto, Mike Mignola, decidió aliarse con el dibujante Guy Davis e iniciar un largo relato que se extendería durante años. Al dúo creativo se unió enseguida el guionista John Arcudi, y los tres acabaron firmando uno de los títulos más potentes del panorama independiente. Norma Editorial ha recopilado esta delicia en preciosos integrales, como este tercero, realizado enteramente por Mignola, Arcudi y Davis, que contiene los títulos: La máquina universal, El jardín de las almas y Zona de caza, una auténtica maravilla de principio a fin.



Malaga Hoy


viernes, 12 de abril de 2019

Después del apocalipsis

JAVIER FERNÁNDEZ
10 Abril, 2019



'The Umbrella Academy: Dallas'. Gerard Way, Gabriel Ba. Norma Editorial. 216 páginas. 24 euros.

Con el ruido generado por la serie de Netflix, llega a librerías la edición en tapa dura del segundo arco argumental de The Umbrella Academy, esa virguería firmada por Gerard Way y Gabriel Bá, editada originalmente por Dark Horse y servida en nuestro idioma por Norma Editorial. Elegante y original, entretenida como pocas cosas que hayan surgido dentro del género de superhéroes en los últimos años (y es que se trata de un tebeo de superhéroes muy sui géneris), la primera entrega se tituló Suite apocalíptica y se alzó con una ristra de premios: Eisner 2008 a la Mejor serie limitada, Harvey 2008 a la Mejor serie nueva, Scream al Mejor artista de cómic, Book Expo América 2009 a la Mejor novela gráfica para bibliotecas y adolescentes, al tiempo que era catalogada como una de las Mejores Novelas Gráficas de 2008 por Library Journal, nombrada como una de las Mejores Novela Gráficas para jóvenes por YALSA (Young Adult Library Service Association) y como uno de los 100 mejores cómics de 2008 por el sitio web Comic Book Resources. Y lo curioso es que esta segunda entrega, que tiene el asesinato de JFK como motivo, es todavía mejor que la primera. Way y Bá tienen una sintonía total, como salta a la vista página tras página. Como escribe Neil Gaiman en su introducción: "Esos cómics que, simplemente, me hacen feliz, son pocos y escasos y tenéis en vuestras manos uno de ellos. (...) The Umbrella Academy tiene la virtud de ser único. Es divertido, inteligente, a menudo emocionante, a veces estúpido, de una forma agradable y sensible".

Dallas recopila los números 1 a 6 de la miniserie homónima publicada entre 2008 y 2009, junto con la historia Anywhere but Here, que vio la luz en MySpace Dark Horse Presents nº 12, y un montón (pero un montón, de verdad) de extras: bocetos, notas, ilustraciones promocionales, portadas... En cuanto al argumento, resumirlo no le haría demasiada justicia, pues en las aventuras de esos chicos súper poderosos importa tanto el qué como el cómo. Y el cómo es delirante, sofisticado y realmente adictivo.


Malaga Hoy


Franquin desatado

Gastón Elgafe es uno de los personajes más emblemáticos del tebeo francobelga y el vehículo ideal para la expresión humorística de su autor


JAVIER FERNÁNDEZ
10 Abril, 2019



'Gastón Elgafe. Integral 3'. André Franquin. Norma Editorial. 192 páginas. 27 euros.


Pasan los años, pero hay cosas que, por fortuna, no cambian. Una de ellas es el cuidado que le pone siempre Norma a sus productos. En esta época de saturación de cómics en el escaparate de novedades, se echa uno de todo a la cara: formatos ridículamente pequeños (o ridículamente grandes), hechuras de risa, reproducciones dudosas, traducciones y rotulaciones infames. Y aquí está esta editorial decana que ya no tiene nada que demostrar y que sigue ofreciendo una selección impecable, servida con el mimo de otro tiempo. Véanse, si no, los integrales de Gastón Elgafe, editados en un formato idóneo para el disfrute de los sentidos, de encuadernación rotunda, excelente papel, páginas nítidas y un excelente trabajo en la escritura (de hecho, nada más compararlos con el nuevo integral que tengo sobre la mesa, el tercero de los cinco previstos, acabo de regalar mis viejos álbumes de la serie, incapaz de volver a mirarlos).

He aquí otra cosa que no cambia, o, si acaso, que mejora con el tiempo: las páginas de André Franquin. Observando atentamente, deleitándome en las viñetas, me doy cuenta de que se aplican hoy demasiado alegremente los calificativos de genio o maestro, y es que Franquin es ambas cosas, y deja a la mayoría a la altura de meros aprendices. Creado en 1957 para la revista Spirou, Gastón Elgafe es uno de los personajes más emblemáticos del tebeo francobelga y el vehículo ideal para la expresión humorística del mítico dibujante de Ideas negras y Spirou. En palabras de Alfons Moliné, en la corta, pero muy sustanciosa, introducción que completa la presente edición, Gastón llegó a ser "un otro yo del propio Franquin, que refleja en su creación sus ilusiones, sus inquietudes y hasta sus frustraciones".


El nuevo integral contiene los volúmenes 9 a 12 de la serie, Un gaffeur sachant gaffer, Lagaffe nous gâte, Le repos du gaffeur, Le cas Laggaffe, correspondientes a lo que Moliné denomina "la edad del oro del gafe", esto es, los años 1968 a 1972. Dice Moliné: "este tercer tomo abarca el periodo de mayor esplendor de nuestro personaje, tanto a nivel gráfico como narrativo. Franquin, ya liberado totalmente de la responsabilidad de realizar Spirou y Fantasio, y sin ninguna colaboración de asistentes (dejando aparte algunas ideas de gags aportadas esporádicamente por sus compañeros de profesión), dispone ahora de todo el tiempo y la libertad creadora necesarias para dar lo mejor de sí mismo en las hazañas de Gastón, mostrándose como un autor cada vez más exigente consigo mismo, y al mismo tiempo espera que el propio lector, por su parte, se vuelva más exigente como lector y haga un esfuerzo por saber apreciar el alto nivel estético del producto que el autor le ofrece".

Espero que los integrales de Gastón Elgafe no vayan a parar solo a manos de nostálgicos, pues son una verdadera obra maestra que merecen ser disfrutados por cualquier lector al que realmente le interese el arte de la historieta. Créanme que me faltan adjetivos para recomendarlo. Por lo pronto les dejo estos dos: magistral, genial.


Malaga Hoy


jueves, 11 de abril de 2019

EL CÓMIC, LA HISTORIA DE UNA REINVENCIÓN PERMANENTE

EL CÓMIC, LA HISTORIA DE UNA REINVENCIÓN PERMANENTE


Román Gubern


Francis Lacassin definió al cómic como el “noveno arte”, ubicado en el ecosistema mediático como
un producto derivado del libro ilustrado y de la litografía alumbrada a principios del siglo XIX, pero
a la vez precursor del cine que nace en 1985, en su condición de relato mediante imágenes
consecutivas, que hacen progresar la narración. Este nuevo arte requería de sus autores dos
habilidades muy distintas, la del dibujante y la del narrador, por lo que a veces su autoría se
desdobló en dos profesionales distintos, el guionista y el dibujante o ilustrador. Esta colaboración
era muy congruente con el estatuto de las nuevas industrias culturales, que recuperaban del
Renacimiento el concepto de “talleres colectivos”, por oposición al artista exasperadamente
individualista del Romanticismo. Pero en el siglo romántico proliferaron también los talleres, como el
equipo de “negros” que ayudaban a Dumas a escribir sus novelas.
Se cuenta que un día falleció el “negro” más imaginativo y apreciado del novelista, por lo que éste se
quedó desolado. Pero entonces se le acercó otro negro y le susurró al oído: “No se preocupe,
señor Dumas, que yo conozco al negro del negro que acaba de morir”. Esta tradición colectivista
ha llegado hasta los guionistas del mejor cine italiano de postguerra y, por supuesto, hasta los equipos
que escriben los guiones de nuestras prolongadas telenovelas.

Se ha tratado de identificar la sustancia estética de los cómics con muchas fórmulas, tales como la
literatura dibujada y figuración narrativa (una fórmula, nacida en los años sesenta que me parece
bastante satisfactoria). En realidad se trata de un medio bastante complejo, caracterizado por su gran
heterogeneidad semiótica. Es, esencialmente, un medio escripto-icónico, pero en su escritura entran
modalidades tan singulares como las vistosas onomatopeyas, a veces dibujadas con gruesas letras,
que acabarían por inspirar a algunos pintores del pop-art. Y no hablemos de otras convenciones
iconográficas, como los sensogramas, para expresar sentimientos o estados emocionales (el corazón,
el tronco y el serrucho o la bombilla encendida sobre la cabeza de un personaje).
Y si interesante es el estudio de la semiótica del cómic, no menos interesante es su análisis
sociológico, porque los cómics, como todos los medios de la cultura de masas, o bien reflejan la
realidad social (aunque sea de un modo oblicuo o distorsionado), o bien reflejan su imaginario
(sus aspiraciones y frustraciones).     
Sabemos que en Estados Unidos cumplieron la importante función de contribuir a la aculturación
de los inmigrantes que sabían poco inglés, por lo que no leían libros, pero veían películas y miraban
los cómics. Sabemos, además, que existió un importante fenómeno osmótico entre los temas y las
convenciones de los cómics y del cine primitivo, que pronto asistieron al trasvase de personajes de
uno a otro medio. Y hasta en algunas películas de aquella época se utilizaron globos dibujados para
expresar locuciones de los personajes animados. Pronto se asistió a una diversificación de géneros,
a partir de las iniciales kid strips (tiras protagonizadas por personajes infantiles, generalmente
revoltosos e indisciplinados). En los años veinte se asistió a la eclosión de las girl strips, debida a la
conciencia de un mercado femenino sustantivo y también a la existencia de un plantel de mujeres
guionistas y dibujantes en la industria. Y, como consecuencia lógica, aparecieron luego las family strips,
con mucha frecuencia de corte satírico. Por esta época era una mujer, June Mathis, la jefa del
departamento de guionistas de la Metro-Goldwyn-Mayer.

Coincidiendo con la emergencia del cine sonoro aparecieron los cómics de aventuras, que se
continuaban en ejemplares sucesivos, como las novelas por entregas, capitaneados por el
Tarzán (1929), de Harold Foster. La Universal compró los derechos de muchos héroes dibujados y
los lanzó en los años treinta en el formato de serial de serie B, con pocos medios y rodajes
apresurados, lo que no robó un ápice a su popularidad. De hecho, los años treinta, los años de la
Gran Depresión, con su necesidad de evasión y de ensueños colectivos, constituyó una verdadera
Edad de Oro para el cine, la radio y los cómics.

Durante la II Guerra Mundial se asistió a una verdadera militarización de los héroes dibujados, como
Flash Gordon, Superman o Capitán América, nacido en 1941 con la función específica de hacer frente
a los alemanes y japoneses, en una función que renacería, aunque algo más atenuada, durante la
guerra de Corea.

Dicho esto, que pertenece a la intrahistoria del medio, es menester añadir que se fue perfilando
lentamente una dicotomía en la industria, que distinguía al cómic comercial del cómic autoral.
Distinción peligrosa, pues todos los cómics aspiraban a venderse bien (por lo tanto, aspiraban a la
comercialidad) y un cómic tan experimental y vanguardista como Little Nemo, de McCay, fue muy
apreciado por el gran público. Pero digamos que estas tendencias ya se esbozaron tímidamente en
la edad de la inocencia de este medio. Pero este asunto ha de ser tratado siempre con cautela y yo
recuerdo, cuando trabajé en editorial Bruguera en los años sesenta, que el despotismo de Rafael
González, el autoritario jefe de su sección de cómics, no puedo impedir que algunos dibujantes
(Cifré, Escobar) hiciesen una obra muy personal, en el marco estricto de sus órdenes, y que ha sido
justamente revalorizada. Al fin y al cabo, gran parte de la mejor historia del arte ha surgido de
encargos.

El objetivo comercial de este medio, como el de los demás, es el de fidelizar a una audiencia,
proponiéndole, en cada entrega, lo mismo pero cada vez distinto. Es decir, buscando su complicidad
con lo ya conocido y apreciado, pero formulado de modo nuevo para suscitar su interés y sorpresa.
En esta delicada operación hay que ser consciente de que, según diversos estudios, el mercado de
cómics tiende a renovarse cada cinco años, por lo que su público es esencialmente transitorio. En el
caso del cómic de autor, al crecimiento vertical (cualitativo) debe seguir un crecimiento horizontal
(cuantitativo, del mercado).

En los años sesenta tuvo lugar la revolución europea del cómic adulto, en parte como desquite
contra el estatuto infantil en que este medio había estado sometido desde sus orígenes. Desde
Milán, sede de la revista Linus, y desde París, gracias a la editorial Le Terrain Vague, aparecieron
obras de ruptura estética, y de gran desinhibición erótica como Valentina de Guido Crepax
(que intentó importar las lecciones del montaje soviético al papel), Barbarella, Jodelle, Pravda,
Saga de Xam, etc. En la España sometida a las coerciones del franquismo, la ciencia ficción se
convirtió en una buena plataforma para experimentar nuevas formas, como se demostró con
Carlos Giménez (Dani Futuro), Esteban Maroto y Enric Sió.

De este modo, a lo largo de dos décadas, se fue formalizando un nuevo mapa del medio, que
segmentó o diversificó sus propuestas, en el seno de tres grandes provincias editoriales: el cómic
comercial (para públicos indiferenciados); el cómic de vanguardia o experimental para público
adulto; y el cómic alternativo o contracultural, que cultivó la irreverencia social, la pornografía,
la escatología y el feísmo, aunque tenía antecedentes tan lejanos como los anarquizantes
Les Pieds Nickelés (1908), que eran desaconsejados en las puertas de las iglesias francesas,
si bien su formulación moderna procedió de los comix contraculturales norteamericanos, con
el Gato Fritz, de Robert Crumb, a la cabeza. Esta clasificación no agota obviamente todas las
opciones, pues habría que referirse todavía al “cómic de protesta”, con una dimensión política más o
menos explícita, como la Mafalda de Quino, tan distinta al contemporáneo universo de Peanuts, de
Schulz. También como derivación del cómic de vanguardia o experimental se desarrollaron algunas
tendencias brillantes de la “fantasía heroica” o la “espada y brujería” (Moebius, Richard Corben).

En España, como es notorio, la feliz muerte del general Franco abrió desde 1976 una nueva etapa en
la cultura de masas. La “movida” madrileña fue una centrifugadora bulliciosa y gozosa de la que
emanaron revistas como La Luna y Madriz, tanto como el filón almodovariano, que fue un poliedro
hecho de imágenes, músicas y films. En Barcelona, El Víbora se apuntó al sexo, la droga y el rock
and roll, mientras la sátira política bullía en El jueves y El Papus y la bienpensante línea clara
encontraba su nicho estético en El Cairo. Por estos años, el talento de Carlos Giménez pudo
emerger con su ajuste de cuentas político en Paracuellos.

Lo más novedoso en los últimos años ha sido la emergencia de la “cultura del manga”, fruto del
sinergismo entre la televisión, el vídeo, el cómic de papel y los videojuegos, que introdujeron una
nueva interactividad y una nueva escala de ingresos, gracias a la nueva “generación Nintendo”.
Con ello desembocamos en la imagen digital, instrumento omnipotente pero que, comparada con
la vieja artesanía, ha de considerarse como un dibujo todavía muy caro. Pero la hegemonía en
nuestro ecosistema de la pantalla doméstica sobre la cultura del papel (televisión, vídeo, videojuegos,
Internet) marca una nueva frontera, poblada por populares ciberestrellas, como Lara Croft o Aki Ross.
En Final Fantasy se nos ha propuesto que algún día podremos grabar nuestros sueños sobre un
soporte audiovisual. El día que esto llegue, si llega, todos los estudios de producción de imágenes,
fijas o móviles, tendrán que cerrar definitivamente sus puertas.

Extraído del libro "Las dimensiones social y política del cómic" (2006) Coordinadores: Ana Jorge Alonso, Rocío de la Maya Retamar y Alfonso Cortés González. Servicio de Publicaciones Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga (CEDMA)              

martes, 9 de abril de 2019

Estados digitales

JAVIER FERNÁNDEZ
03 Abril, 2019


'El futuro es brillante'. Elisa Riera. Astiberri. 128 páginas. 15 euros.

Hace ya dos décadas que Scott McCloud enunció su hipótesis del "lienzo infinito" para describir las posibilidades que el entonces naciente campo del internet podía darle a la creación de historietas. Todo este tiempo ha pasado y cada vez hay más y más webcomics en el panorama, aunque difícilmente se puede hablar de obras maestras. Con todo, la red es un vivero de experimentos, y no dudo que, antes o después, engendrará su Maus o su Watchmen. Recientemente, Astiberri ha publicado dos interesantes tebeos que tienen origen digital y que dan noticia de la diversidad de géneros que cohabitan en los servidores. Una de ellas es El futuro es brillante, de Elisa Riera. La catalana debuta en la novela gráfica con esta edición ampliada de la primera historia que publicó en Instagram, recuento en primera persona y a tiempo real de las desventuras sentimentales de la propia artista, que trata de superar una ruptura creándose un perfil en una red social y acaba metiéndose de lleno en una relación tóxica. El estilo naif de Riera potencia el tono cómico de una historia que, por otro lado, encapsula la neurosis, la fragilidad, la soledad y las contradicciones del amor en tiempos del Tinder.



Blackhand Ironhead, por otro lado, recopila la serie online de superhéroes que el artista David López inició en 2017 en la web www.panelsyndicate.com. Conocido por su trabajo en títulos como Catwoman, Ángel Caído, Patrulla-X, Spiderman, Lobezna o Capitana Marvel, López escribe y dibuja esta frenética historia de dos jóvenes, Alexia y Amy (hija, la primera, del superhéroe Iron Head, y, la segunda, de Mano Negra), a las que une un pasado común que desconocen y al que deberán enfrentarse irremediablemente. Dice López que siente atracción por la falibilidad del ser humano: "Lo que me gusta mucho de los mitos griegos y romanos es el hecho de que los héroes y los dioses tienen los mismos defectos que todos nosotros", y es ese uno de los motivos más llamativos de este peculiar cómic de género.


Malaga Hoy


Cuestión de género

La representación de la diversidad sexual se ha convertido en uno de los temas más jugosos del cómic en sus últimas décadas



JAVIER FERNÁNDEZ
03 Abril, 2019


'La mentira y cómo la contamos'. Tommi Parrish. Astiberri. 128 páginas. 20 euros.


La representación de la diversidad sexual se ha convertido en uno de los temas más jugosos del cómic en sus últimas décadas, tanto en su vertiente más comercial como en esa otra, digamos, de autor. Por poner algún ejemplo de lo primero, y después de décadas de ocultación de las distintas singularidades de género (combatida en la medida de lo posible por autores como Neil Gaiman, Peter Milligan o Gail Simone), DC dio un paso adelante otorgando temporalmente la cabecera Detective Comics (cuna de Batman) a la lesbiana Batwoman, cuyo espléndido serial, firmado por Greg Rucka y J. H. Williams III, fue complementado por otro protagonizado por la también lesbiana Renée Montoya, nueva versión del mítico The Question creado por Steve Ditko en la década de los sesenta. A partir de aquí, no son pocos los superhéroes que han salido del armario, aunque no puede hablarse aún de normalidad, esto es, de una representación equitativa de la realidad en estos maniqueos mundos de ficción.

Lejos de las esferas comerciales, la cosa es bien distinta, pues rara es la orientación sexual que no dispone de alguna representación en el underground, en el cómic independiente o en la novela gráfica (entendida aquí no como sinónimo del medio, sino como una etiqueta del tebeo de autor). Por si les interesa el tema, quiero recomendarles dos novedades de Astiberri, que lidian con estas cuestiones. El primero es La mentira y cómo la contamos, un álbum del australiano afincado en Canadá Tommi Parrish, con el que logró nada menos que cuatro nominaciones a los premios Ignatz 2018. El reencuentro entre una cajera de un supermercado y un viejo amigo permite a Parrish indagar en la condición de sexual de sus personajes, que no son lo que aparentan ser. Contradicciones, cicatrices emocionales, la angustia de tener que mostrarse ante los demás y el miedo a ser juzgado por ello componen un tebeo intimista y valiente en el aspecto gráfico. Parrish construye su relato con viñetas de aire pictórico, contrastadas con otras de límpido blanco y negro (una ficción dentro de la ficción), en un juego sofisticado y sugerente. En palabras de Simon Hanselmann: "La mentira y cómo la contamos es algo vivo y que respira, y es todo lo que deseo encontrar en una obra de arte. Tommi Parrish abarca todos los registros".




Por su parte, Llamadme Nathan, de la guionista Catherine Castro y el dibujante Quentin Zuttion, ambos franceses, es menos ambiciosa en lo formal, pero igualmente interesante en lo que narra. De fluida narración y bello coloreado, se trata de la historia de Lila, una chica que se sabe chico y que lucha por aceptarse a sí mismo y ser aceptado por los demás, esto es, y usando las palabras de Didier Pasmonik en Actua BD: "el calvario de Nathan [el nombre masculino que se aplica Lila] para ser él mismo, a pesar de la hostilidad de su entorno social hacia las personas transgénero". Un testimonio valioso sobre la identidad que nos invita a mirar alrededor, ponernos en la piel del otro y dejar atrás nuestros prejuicios.


Malaga Hoy

Modelo de conducta


JAVIER FERNÁNDEZ
03 Abril, 2019


'Guía del mal padre'. Guy Delisle. Astiberri. 192 páginas. 12 euros.

Cuatro volúmenes lleva ya la Guía del mal padre del canadiense Guy Delisle, cuatro divertidos tomos de pequeño formato que demuestran que el mero hecho de ser padre no convierte a nadie en modelo de conducta, ni en un ser responsable. Delisle ha demostrado de sobra su ambición en el medio con títulos tan laureados como Pyongyang, Crónicas birmanas o Crónicas de Jerusalén (premio a la mejor obra en el Salón Internacional del Cómic de Angoulême 2012), especie de reportajes literarios sobre viajes a zonas singulares y conflictivas. Aquí se entretiene con un desenfadado ejercicio de estilo, a base de historietas cortas, de muy pocas viñetas por página, en el que demuestra su capacidad para la síntesis gráfica y narrativa, apoyándose en una mayor simplificación de su línea. En pocas palabras, se nota que el dibujante se lo está pasando bien con la serie.


Malaga Hoy