domingo, 27 de enero de 2019

'Caramba, caramba'

El sello 'Caramba' hace una recopilación de obras del tebeo humorístico español de los últimos años, entre las que destaca 'Divas de diván'

JAVIER FERNÁNDEZ
23 Enero, 2019


'Divas de diván'. Carmen Pacheco, Laura Pacheco. Astiberri. 128 páginas. 20 euros.


El sello ¡Caramba! de Astiberri se ha convertido en un auténtico refugio para los amantes del tebeo humorístico español. Y es que, el humor ha sido siempre un género fecundo en este país, desde La Cordoniz o Hermano Lobo hasta El Jueves u Orgullo y Satisfacción, sin olvidar míticas cabeceras infantiles como TBO, Mortadelo Semanal o DDT, pero hacía tiempo que una editorial no proponía una línea como esta, de rescate y recopilación de las series más interesantes de los últimos años. El que dicha editorial sea Astiberri garantiza, además, un especial cuidado, tanto en la selección como en la propia hechura de los libros. Para picarles la curiosidad, les voy a recomendar cuatro títulos del catálogo reciente de ¡Caramba!, firmados por tres autores a los que el sello está prestando más atención.

Divas de diván es un bonito tomo, por fuera y por dentro, del dúo formado por la escritora Carmen Pacheco y la ilustradora Laura Pacheco. Impreso en bitono, el volumen recopila la serie homónima que vio la luz en su día en S Moda de El País, junto con abundante material nuevo. El trabajo de Pacheco & Pacheco es elegante y divertido, una ingeniosa sátira sobre los tópicos de la conducta femenina. Como explica el propio libro: "lo que define a una diva de diván es rebelarse ante la expectación. Somos frívolas cuando se supone que tenemos que mantener las formas, y montamos dramas cuando no nos toman en serio. Reímos y lloramos cuando nos da la gana y solo pedimos disculpas o permiso cuando lo encontramos inconveniente. Ser una diva de diván es estar por encima de imposiciones, moralinas, deberes y represiones". Pacheco y Pacheco firman también Troll Corporation, tomo apaisado que recoge todos los capítulos de la serie publicada entre 2015 y 2017 en la revista digital Orgullo y Satisfacción. Aquí los chistes versan sobre una empresa, la Troll Corporation del título, que se dedica al troleo organizado, esto es, a la mofa y acoso digital anónimos, esas cosas, en fin, que hacen de Internet una auténtica pesadilla.

Otro habitual de la escudería de ¡Caramba! es Pedro Vera, muy conocido por su trabajo en El Jueves. El sello está recopilando sus series más emblemáticas, como la protagonizada por los célebres Ortega y Pacheco, "los Bud Spencer y Terence Hill de la cultura popular española, los Starsky y Hutch de la caspa patria". Publicada originalmente por El Jueves entre 1998 y 2012, la serie está siendo compilada en gruesos tomos impresos en blanco y negro, encuadernados en tapa dura y denominados genéricamente Ortega y Pacheco Deluxe. Serán cuatro, y el tercero, que vio la luz en octubre, contiene páginas fechadas entre 2006 y 2010. Por otra parte, Saliendo de la zona de confort es el título de la cuarta entrega del serial Ranciofacts, este a color, con el que el dibujante se burla de "las costumbres y dichos más rancios de la cultura popular española". Cafre e hilarante, Vera no deja títere con cabeza, y nos ayuda a deglutir, entre carcajadas, la intragable sopa boba de este país.


Malaga Hoy


viernes, 25 de enero de 2019

La estrella del manga Rumiko Takahashi gana el Gran Premio de Angulema

La autora japonesa es la segunda mujer que se alza con la distinción del festival más importante del mundo del cómic

ÁLEX VICENTE
París 24 ENE 2019


La obra más exitosa de Rumiko Takahashi, 'Ranma 1/2'.

La dibujante japonesa Rumiko Takahashi se alzó este miércoles con el Gran Premio del Festival de Angulema (Francia), convirtiéndose en la segunda mujer que gana este prestigioso galardón, que reconoce el conjunto de la obra de una gran personalidad del cómic. Takahashi, de 61 años, es una de las autoras de manga más leídas en todo el mundo. Su obra más exitosa es Ranma 1/2, saga que le reportó la fama gracias a su adaptación televisiva, que se pudo ver en España durante los años 90.


El premio fue concedido tras una votación a dos vueltas por 1.500 autores francófonos, que galardonaron a Takahashi por encima de los otros dos finalistas, el estadounidense Chris Ware y el francés Emmanuel Guibert. Se convierte así en la segunda mangaka que gana este premio, tras Katushiro Otomo, el creador de Akira, que lo recibió en 2015.

Nacida en Nigata (Japón) en 1957, Takahashi fue una de las primeras autoras que se inscribieron en el shonen (manga para chicos) y no en el shijo (para chicas), pero distanciándose de los estereotipos ligados a ese género y llenando sus viñetas de mujeres fuertes y de temáticas originales. Fue responsable, junto a Akira Toriyama, de la popularización del manga en Europa, a través de una generación de niños y adolescentes que descubrieron su obra gracias a sus adaptaciones televisivas. “Ha vendido más de 200 millones de mangas, pero sus obras presentan una aspereza y una complejidad que justifican plenamente este Gran Premio”, señaló este miércoles el director del Festival de Angulema, Stéphane Beaujean.

Formada junto a Kazuo Koike (Crying Freman), Takahashi debutó cuando todavía era una estudiante de cómic con Urusei Yatsura, también conocida como Lamu, historia de amor entre un estudiante japonés y una exuberante extraterrestre en combinación leopardo. Le siguió Maison Ikkoku, inicialmente publicada en España como Juliette je t’aime, comedia de enredo en torno a una joven viuda y sus dos pretendientes. El éxito de Ranma 1/2 la convirtió en una de las autoras japonesas más conocidas en el mundo.

Esa serie, de 38 tomos, estaba protagonizada por un adolescente experto en artes marciales que se transformaba en mujer al entrar en contacto con el agua. Décadas antes de que la fluidez de género se convirtiese en tendencia, Takahashi describió un mundo donde los hombres se enamoraban de mujeres que, en realidad, eran hombres. La versión animada de sus libros provocó cierta polémica en la televisión española de los noventa por sus contenidos gráficos. En Francia, se llegaron a censurar las secuencias más subidas de tono en el programa infantil Club Dorothée.

La autora, que casi nunca concede entrevistas, decidió hacer una excepción en mayo de 2018, cuando recorrió su trayectoria en las páginas de la revista francesa Atom. “No creo tener un talento gráfico espectacular y tal vez es eso lo que ha convertido mi trabajo en muy accesible”, explicó Takahashi a esta publicación especializada. “Mis historias siempre están cerca de la vida cotidiana, dibujo personajes que comen, que van al colegio, que viven una vida en la que uno puede reconocerse. Ese contexto simple me parece un terruño ideal para la ficción”.

El premio supone un doble cambio de orientación para el festival. Angulema protagonizó una gran polémica en su edición de 2016 al no preseleccionar a ninguna mujer en la lista de finalistas propuestos para este galardón. Tras la llamada al boicot de una asociación francesa de creadoras de cómic, a la que se sumaron nombres como Joann Sfar, Riad Sattouf, Daniel Clowes o Charles Burns, el festival propuso que la votación fuera abierta a todos los miembros de la profesión, lo que no impidió que las mujeres siguieran siendo ignoradas. Además, el premio recompensa a un género maltratado durante décadas en el contexto europeo. “El manga ya no es visto como un subgénero, como ha sido el caso durante mucho tiempo. Sus autores son considerados como iguales por sus colegas occidentales”, explica Satoko Inaba, directora editorial de manga en la editorial francesa Glénat.



El Pais


jueves, 24 de enero de 2019

20 AÑOS MARVEL EN ESPAÑA






«Veinte años ya, veinte años. ¿Seguro? Veamos. Catorce anos de Vértice-Surco más siete de Fórum, sin lugar a dudas, veinte años».

«Vértice-Surco, Fher, Bruguera, Montería y Fórum sin contar con aquella edición «sudaca» que nos permitió contemplar a Spiderman en color por primera vez». Cinco (con perdón), cinco editoriales a lo largo de ¡Veinte años!

Como cambian los tiempos. Y pensar que un día los superhéroes no estaban de moda, que si, que no estaban de moda, que no había películas ni series de dibujos animados, ni tebeos en colorines, ni correos del lector, ni posters, ni camisetas, ni librerías especializadas con los últimos números USA, ni fanzines, ni clubs, ni... Solo teníamos tebeos ¡Y qué tebeos! En blanco y negro, con páginas y viñetas remontadas, sin créditos, salvo los del personal patrio (eran más importantes el rotulista y el traductor que el guionista y el dibujante), sin cubiertas USA «a pesar del buen hacer de Enric y López Espí», sin coordinación (la saga de la Madonna Celestial pasará a la historia como el mayor desastre de todos los tiempos), sin periodicidad (un numero de los 4 Fantásticos aparecía en marzo y el siguiente en agosto), en fin, para qué seguir, un absoluto «maremagnum».

Pero ahí no acababan los problemas del fan de los superhéroes, y supermujeres, claro. Esa tarta de coherencia editorial mediante la cual se publicaban unos productos absolutamente desdeñables hacía que el fenómeno Marvel (que en los USA supuso una revolución artística y conceptual) pasara, no ya desapercibido por la crítica hispana, sino que cada vez que era nombrado en cualquier revista supuestamente seria de aquella época, se ensañara en su contra con el más humillante de los desprecios y la más absoluta de las indifenrecias. De manera que entre todos convirtieron la lectura de un tebeo Marvel en un hecho cuasi vergonzante, haciéndonos sentir como si de cristianos en sus catacumbas se tratase.

Fue necesario el transcurso de casi catorce años para que la tortilla diese su lógica vuelta y, en efecto, al llegar la primera edición digna de un comic-book en 1982 comenzó el espectacular fenómeno que aún vivimos.

Fórum dignificó la imagen del superheroe yanki. Pero esto pertenece más al presente que al pasado, un pasado muy distinto del tiempo que los actuales seguidores tienen la fortuna de disfrutar; un pasado de caos, de desprecio, de mutilación, y que sin embargo no pudo acabar con la esencia del Espíritu Marvel por más que lo intentaron. La esencia subyacía, y el lector, a pesar de todo, la captaba. Uno de los primeros pioneros Rafael Marín Trechera dijo un día «algo tendrán los comics Marvel que no posee ningún otro comic del mundo cuando con ediciones tan pésimas han sido capaz de crear y mantener tan fieles seguidores». Amén Rafa, Amén.

Carlos Pacheco


Revista Krazy Comics Nº2. Noviembre 1989. Editorial Complot. Barcelona




martes, 22 de enero de 2019

Fantasía Verne


Realidad y ficción. Entre ambas transcurrió la vida del escritor Julio Verne (1828-1905). Este mes se cumplen 100 años de su muerte, y Francia rinde homenaje al autor de 'La vuelta al mundo en 80 días'.
Por Fernando Savater

Nantes, en Bretaña, cerca de la desembocadura del río Loira. Un puerto fluvial, lleno de barcos pequeños y medianos que sueñan con el mar abierto, aún lejano. El niño tiene once años y también anhela las grandes travesías. Pasea por los muelles oliendo el alquitrán y buscando lo que no conoce, las Indias remotas. Esa mañana encuentra un velero amarrado en cuya cubierta no se ve a nadie. Se cuela a bordo, lo recorre, sube a lo más alto, hasta la cofa del mástil. Desde allí, a lo lejos, avizora por fin la inmensidad del mar. Queda tan arrobado arriba que hasta el último momento no advierte que el barco se dispone a zarpar. ¡Estupendo, la aventura comienza! Sin embargo, la tripulación pronto descubre al pequeño polizón y lo desembarca en cuanto puede para que vuelva con su familia. Al padre indignado que suelta su bronca, el niño le confiesa que pretendía conseguir un collar de perlas y coral para su primita Carolina, a la que ama con secreto fervor infantil. Después, para tranquilizarle, añade: "No te preocupes, no lo volveré a hacer. Desde ahora, todos mis viajes serán imaginarios". El niño se llamaba, se llama para siempre, Julio Verne. ¿Es legendaria esta anécdota? Probablemente. O mejor, es una mezcla de realidad y acción, como las que escribió toda su vida Verne hasta la misma víspera de su muerte, este mes de marzo hace cien años. Para frustración de quienes abominan de los best sellers y necesitan saberlos efímeros y literariamente despreciables, Julio Verne vendió más que nadie en su día, pero sigue lozano y siempre disfrutó del aprecio de admiradores de élite. Tolstói (que detestaba al mismísimo Shakespeare) lo leía con fruición, lo mismo que Turgeniev. El ingeniero del canal de Suez, Ferdinand de Lesseps, no paró hasta conseguir para él la Legión de Honor. Nadar, el pionero de la fotografía, era tan devoto suyo que el novelista jugó con su nombre para inventar el Ardan al que envió haciendo bromas en su proyectil hacia la Luna. Y otra de sus lectoras, George Sand, le escribió agradecida tras devorar Viaje al centro de la Tierra y De la Tierra a la Luna: "Espero que pronto nos conduzca usted a las profundidades del mar". Para complacer su demanda llegó después Veinte mil leguas de viaje submarino. En nuestros días ha seguido teniendo lectores envidiables, desde Ray Bradbury hasta el exquisito Julien Gracq. Por no ofender su modestia no le menciono a usted, amigo lector, y yo me pongo a la cola...


ANCIANO. Un Julio Verne de poblada barba, fotografiado en los últimos años de su vida. Ya septuagenario había sufrido varios achaques y problema de visión, pero como quería seguir ocupado en la escritura fue su mujer quien le transcribía lo que él dictaba.
FOTOGRAFÍA: BOYER / ARCHIVO ROGER-VIOLLET

A Verne se le ha admirado tradicionalmente por magias más bien accidentales: se le tiene por un precursor de descubrimientos científicos, oficio que envejece pronto y mal. Pero hoy nos interesa mucho más que sus obras nos recuerden la poesía que encerraron una vez los sueños de la ciencia que la prosa (a veces destructiva o frustrante) de sus logros efectivos. Por ejemplo, en Los quinientos millones de la Begun -una de sus novelas más notables-, lo de menos es que profetice el primer satélite artificial con casi un siglo de anticipación; son sus especulaciones sobre urbanismo y acerca de en qué consiste vivir en paz las que hoy nos resultan más estimulantes. Si yo me atreviese a dar consejos al lector neófito, le recomendaría que buscase los libros de Verne menos celebrados porque quizá en ellos se esconden sus prodigios más deliciosos: el invisible y despechado amante de El secreto de Wilhelm Storitz, los fantasmas precinematográficos de El castillo de los Cárpatos, el desenlace de un relato de Poe en La esfinge de los hielos, el mundo como tablero del juego de la oca en El testamento de un excéntrico, el absurdo casi kafkiano de Frritt-Flacc, las navegaciones amazónicas de La Jangada... Por supuesto, tras estas exploraciones, deberá acudir a sus novelas más conocidas. Julio Verne no tiene libros malos, sino buenos de diferentes modos...

Y no olvidemos que su primera pasión fue el teatro. Verne es un contemporáneo de Offenbach, y el humor veloz de sus diálogos proviene del vodevil (como muestra, los torneos dialécticos del periodista inglés y el francés en Miguel Strogoff). Supo aunar los trucos de la comedia de enredo con la pedagogía y se dedicó al género fantástico sin hacer jamás concesiones a lo sobrenatural: su imaginación brota de la precisión informada, no del capricho perezoso que toma el atajo de lo inverosímil. Su última y valerosa recomendación está en uno de sus primeros libros, Viaje al centro de la Tierra: "¡Hay que tomar lecciones de abismo!". Por ahí se entra en la ciencia, en la aventura y en la poesía. •


 El viajero imaginario

Soñó y describió imposibles viajes a la Luna, alrededor del mundo o por el fondo del mar. Julio Verne fue un visionario que en pleno siglo XIX anticipó muchos inventos del XX en más de ochenta novelas de aventuras. El escritor que tales cosas imaginó tuvo en cambio una vida no muy feliz. Por Marta Rivera de la Cruz.

Cuentan las crónicas que, a la edad de 11 años, Julio Verne se escapó de casa para colarse en un barco que había zarpado con destino a tierras americanas. Pierre Verne tardó un par de horas en interceptar a su hijo, y Julio recibió un castigo que no le quitó las ganas de seguir soñando con territorios desconocidos. Nacido en Nantes en 1828, la infancia de Julio Verne transcurrió en el seno de una familia ilustrada y pequeño burguesa. El padre, Pierre Verne, era procurador. La madre, Sophie, una mujer entregada a sus cinco hijos. Julio crecía leyendo novelas juveniles y demostrando un interés desmedido por la geografía y la lectura de boletines científicos. Tenía como compañero de juegos a su hermano Paul, y juntos imaginaban travesías marítimas y encuentros con mundos lejanos.

La pubertad no fue generosa con Verne. La apostura que del autor revelan los retratos llegaría con la madurez. A su escaso atractivo físico se unía la certeza de la precaria situación económica familiar, y sus primeros escarceos amorosos acabaron en fracasos. El joven Julio intentaba paliar sus carencias con alardes de ingenio, y enviaba a las jovencitas encendidos poemas de amor que no hacían sino provocar la rechifla entre sus adoradas.

A instancias de sus padres, Verne se trasladó a París para estudiar derecho. De esta etapa nos ha llegado abundante correspondencia del autor, aunque la mayoría de sus cartas son auténticas jeremiadas: Julio no hace más que quejarse de lo cara que es la vida en París, de lo mal que come por falta de dinero... y de toda una batería de problemas gastrointestinales que hacen de sus misivas verdaderos monumentos a la escatología.

Ya entonces había decidido el joven Verne que le importaban más las letras que las leyes. Al margen de los poemas de juventud, a los 20 años había escrito un par de obras teatrales y una novela de 200 páginas titulada Un sacerdote en 1839. En París, la ciudad convulsa que vivía la revolución de 1848, cuya culminación serían las elecciones que elevaron a presidente de la República a Luis Napoleón Bonaparte, siguió escribiendo de forma febril. Pese a que pasaba mucho más tiempo dedicado a la literatura que al estudio, consiguió acabar la carrera.

A pesar de la falta de dinero (Pierre Verne escatimaba cada céntimo que enviaba a su hijo), Julio se las arreglaba para sostener los gastos de un aprendiz de literato: compraba libros, se dejaba ver en los cafés y en los estrenos teatrales... Es en estos días cuando traba amistad con los Dumas, padre e hijo, quienes alentaron su carrera como escritor. El autor de El conde de Montecristo le ayudó en la escritura de una pieza teatral titulada El envite, que se representaría en pequeños teatros, suponiendo para Verne unos mínimos ingresos. Y mientras su padre insiste en que regrese a Nantes para ejercer como abogado, Julio dice que permanecerá en París: "Me dedico a escribir, y si mis obras no dan fruto ahora, esperaré".

En 1851, Julio Verne publicaba por primera vez una obra en prosa: el relato Los primeros barcos de la marina mexicana aparecía en la revista Musée des Familles, que editaría otros cuentos suyos. Y mientras Luis Napoleón da el golpe de Estado que le convertirá en emperador de Francia, Verne escribe una novela que será publicada con el título de Martín Paz. En esta obra revela el autor sus sentimientos antisemitas: uno de los capítulos se titula 'Un judío siempre es un judío', y en él el personaje del usurero Samuel se descubre en toda su antipatía. En otra obra, Héctor Servadac, el autor insistiría en su antisemitismo, que no manifiesta en su correspondencia ni en las entrevistas que concedió. La carrera de Verne va tomando forma. Estrena varias piezas dramáticas, y su novela Un invierno entre los hielos tiene bastante éxito. En esta etapa, Verne demuestra una verdadera obsesión por encontrar esposa. Casi todos sus amigos se han casado, y él (que junto a un grupo de camaradas solteros ha fundado la sociedad "de los vírgenes necios") pide a su madre que le arregle un matrimonio con alguna joven adinerada. Finalmente, Verne no necesitó el concurso materno para casarse: en la boda de un amigo fue emparejado con una viuda reciente, de nombre Honorine Deviane, que reunía todos los requisitos para convertirse en madame Verne. Discretamente bonita, todavía joven, próxima a heredar una pequeña renta, su único defecto era el tener dos hijas de su matrimonio..., del que también conservaba una pensión. La boda se celebró en 1857 sin pompa alguna por deseo de Julio. Es posible que esta feroz intención de matrimoniar y su convencimiento de que la vida en pareja era la solución a todos los males supusiese el principio del sentimiento de infelicidad que marcaría a Verne. Había corrido en busca del matrimonio como forma de vida, dejando de lado todo impulso romántico e incluso cualquier motivación pasional. Más tardó Julio en encontrar esposa que en hartarse de la vida familiar. El haberse casado con una mujer con dos hijas y el convertirse en padre no ayudaría a mejorar la situación. Acostumbrado a vivir solo, a disponer de su espacio y su tiempo, Verne aprendió lo difícil que es trabajar en una casa donde hay niños correteando, donde se escuchan chillidos y llantos de bebé o reprimendas maternas. La existencia burguesa de una familia de clase media, con almuerzos ruidosos y juguetes en el suelo, era todo lo contrario de lo que el señor Verne necesitaba. Empezó a aislarse, a construir un mundo ajeno del que no quería ni podía salir. En este sentido, Verne nos recuerda al misterioso personaje del capitán Nemo.

Si la vida personal de Verne era un desastre, su carrera literaria se afianzó de forma definitiva en 1862 con la publicación de Cinco semanas en globo, que supuso también el inicio de su fecunda relación con el editor Pierre-Jules Hertzel. Fue él, que adivinó en las narraciones de Verne a un autor de inagotables recursos, quien dirigió su carrera, haciendo sugerencias, recomendándole la supresión de un personaje, un párrafo... e incluso de una novela: cuando, en 1863, Julio Verne le entregó el manuscrito de París en el siglo XX, Hertzel le dijo que la publicación de esa historia (donde se anticipa, entre otros, el invento del fax) podía acabar con su buena racha. El público francés no estaba preparado para asimilar un argumento catastrofista: en la novela, el progreso científico ha acabado con el interés por la literatura, las artes y hasta las relaciones humanas. La novela se publicaría muchos años después de la muerte de su autor.

Viaje al centro de la Tierra, Veinte mil leguas de viaje submarino, Las aventuras del capitán Batieras, Miguel Strogoff, La vuelta al mundo en 80 días... De la mano de Hertzel, Verne se ha convertido en un autor famoso... y casi rico. Habría podido serlo más (La vuelta al mundo en 80 días vendió más de 100.000 ejemplares), pero el astuto editor se llevaba la mayor parte del pastel. Pagaba a Verne 3.000 francos por novela, con el compromiso del escritor de entregar tres libros al año. La extrema fecundidad del autor está directamente relacionada con la insatisfacción de su vida en familia: Verne se encierra a trabajar en su estudio para huir de las veladas con su esposa y de los juegos de sus hijos.

A pesar de la intensidad de sus poemas románticos, las escenas amorosas descritas por Verne en sus novelas son ramplonas y carentes de realismo. En una carta a su editor, el autor reconoce ser una nulidad a la hora de hablar de asuntos del corazón: "Me cuesta hasta escribir 'te quiero". Está claro que le faltaba experiencia en lides emocionales. Parece ser que Verne tuvo alguna aventura al margen del matrimonio, y así lo documenta Herbert Lottman, autor de la más completa biografía sobre el autor. Sabemos los nombres de dos de las amantes de Verne: Stelle Duchesne, muerta en plena juventud y que pudo inspirar el personaje de Stilla, de El castillo de los Cárpatos, y Luise Teutsch, en cuya figura se encuentra el germen de Zircka Klorck, de la novela Claudio Bombarnac.

Las relaciones de Julio Verne con su hijo también fueron complicadas. Michel, nacido en 1861, fue para el autor una fuente de disgustos. En sus cartas, Verne se queja del carácter medio salvaje del chiquillo. Sin embargo, y si recordamos que el crío tenía sólo seis o siete años cuando su padre ya hablaba de él como de un delincuente y que le ingresó en un internado antes de cumplir los cinco, es fácil preguntarse si Verne se tomó alguna vez en serio la educación de su hijo. Lo único que al escritor le preocupaba era no ser molestado cuando trabajaba. Las travesuras de la infancia se convirtieron en gamberradas durante la adolescencia, y llegaron a ser actos delictivos. Michel acumuló tremendas deudas, y es posible que también robase. "Hay en este desgraciado un cinismo indignante que usted no podría creer. Es un pervertido terrible con una dosis de locura indiscutible", escribió Verne en una carta a Hertzel.



 FAMILIA Y HOGAR. Arriba, la casa de Amiens (Francia) donde Verne escribió la mayor parte de sus obras. Allí murió el 24 de marzo de 1905. Sobre estas lineas, el escritor y su esposa, Honorine Deviane. Ella fue su paciente enfermera y secretaria durante sus últimos años.

FOTOGRAFÍA: BOYER / HARLINGUE. ARCHIVO ROGER-VIOLLET




SUS OBRAS. Edición de 1870 de la novela 'De la Tierra a la Luna'. La ilustración es de Bayard. 'La vuelta al mundo en 80 días', traducida al bengalí en 1970. Los ilustradores de sus libros en todo el mundo se han contagiado de la fantasía de Julio Verne.


El autor intentó enderezar a su hijo: internados, psiquiatras, casas de reposo... Finalmente le buscó plaza en un barco que preparaba una travesía de año y medio, pensando que el contacto con la austera existencia de la marinería podría reconducir al conflictivo Michel. Pero la experiencia marítima del chico no fue la aventura de sacrificios que su padre había pergeñado, sino una etapa de aburrimiento donde tuvo ocasión de demostrar su carácter pendenciero, llegando a agredir al segundo de a bordo. De no haberse apellidado Verne, aquella acción habría podido traer para Michel consecuencias funestas. Más adelante, Michel se casaría con una cantante, a la que abandonaría por una joven a la que había dejado embarazada. Sü padre, mientras tanto, le pasaba una cantidad para que pudiese mantener a su familia.

Pensando en aquel hijo que tan pocas alegrías le había dado, creó Verne el personaje de Dick Sand, protagonista de Un capitán de 15 años. El joven Sand, huérfano y grumete de un barco que se ve obligado a comandar cuando su tripulación desaparece, constituye el alter ego de Michel. Fuerte, valiente, generoso y arrojado, es el hijo que Verne habría querido tener. Sin embargo, en este y otros héroes juveniles creados por el autor, algunos estudiosos han querido ver tendencias pedófilas. Lottman afirma que es posible que Verne mantuviese una relación "extraña" con un joven que se convertiría en político de primera fila y obtendría el Premio Nobel de la Paz: Aristide Briand. No sabemos hasta dónde llegó la relación entre Briand y el escritor, pero sí podemos constatar que Verne mantuvo con él una amistad protectora..., y que llamó Briant al protagonista de su libro Dos años de vacaciones.

Verne acabaría siendo un hombre muy rico. A pesar de que sus novelas no le generaban derechos de ventas, la adaptación de sus textos al teatro le hizo ganar mucho dinero. Mientras el tiempo pasaba, Verne continuaba escribiendo: Las tribulaciones de un chino en China, La familia sin nombre, Las indias negras, El rayo verde... El reconocimiento público de su labor era indiscutible. En Francia se le consideraba una leyenda viva. En sus viajes por Europa se le recibía como un héroe. Las traducciones de sus obras se multiplicaban. Había sido condecorado con la Legión de Honor, y sólo le quedó la espina de no haber logrado un sillón en la Academia Francesa. Recibía a diario decenas de cartas de sus admiradores, y la pasión por sus obras era tan grande que incluso una joven periodista llamada Nelly Blye asumió el reto de Phileas Fogg para dar la vuelta al mundo en 80 días. Blye cubrió el trayecto en menos tiempo, y a su paso por Francia tuvo oportunidad de conocer a Julio Verne.

Verne murió en Amiens el 24 de marzo de 1905. A pesar de que en los últimos años había sufrido todo tipo de achaques y serios problemas de visión, siguió trabajando hasta el último día. La paciente Honorine se había convertido en su escribiente y su enfermera. Aquella mujer que no consiguió ser bien amada por su esposo fue la mejor compañera para el septuagenario de barba blanca que no quería dejar de escribir. A su muerte, Verne dejaría inéditos muchos manuscritos que fueron publicados después. Su hijo, el conflictivo Michel, se redimió trabajando para recuperar los textos paternos (se dice que incluso llegó a rematar y retocar algunos de ellos) y renegociando las condiciones leoninas de los contratos redactados por Hertzel. Hoy, 100 años después de su muerte, cuando hemos visto realizados muchos de los delirios literarios de Julio Verne, sus libros siguen siendo piezas de lujo en la historia de las novelas de aventuras. •

Todos los actos de la celebración del centenario de Julio Verne pueden verse en: www.julesverne.fr.

El Pais Semanal Nº 1.487. Domingo 27 marzo de 2005




KAFRE por Das Pastoras/ Abulí (II)







El Jueves Nº857, 27 octubre/2 noviembre 1993





El Jueves Nº864 18/21 diciembre 1993





El Jueves Nº 871 2/8 febrero 1994



El Jueves Nº 883 27 abril 3 mayo 1993



El Jueves Nº 922 23/30 enero 1995



El Jueves Nº 930 22/28 marzo 1995



El Jueves Nº 1071 3/9 diciembre 1997



El Jueves Nº 1108 19/25 agosto 1998




Mondo Sonoro: Los mejores cómics nacionales de 2018


Texto: Octavio Botana | 28 diciembre, 2018

Agujeros negros… luces brillantes

Es más que palmario que la factura nacional de este año ha sido asombrosa y nada hemos de envidiar a lo que se hace fuera de nuestras fronteras. Han triunfado pesos pesados con grandes obras (Paco Roca y Max publicando a final de año dos tebeos que serán longsellers), nombres semidesconocidos (Diego Corbalán, María Medem) y nuestros clásicos (Monteys, Danide-Pastor, Kim, Duran-Giner Bou-Ballester), que siguen acaparando las mesas de novedades con cómics imperecederos, demostrando una vez más la buena salud del noveno arte patrio.

Mención especial al rara avis Borja González, que con The Black Holes, maravillosa ensoñación con dosis perfectas de punk y sci-fi (se habla de ciencia-ficción emocional) ha logrado convencer al gran público y ya se lo están rifando para publicar en medio mundo. Bravo por él y ese futuro-pasado que tan bien sabe retratar.

Ah, pero se quedaron fuera de nuestro top excelentes cómics de artistas como Lorenzo Montatore, Mamen Moreu, Alfonso Zapico, Daniel Torres, El Torres & Fran Galán o Altarriba & Keko, todos ellos imprescindibles en cualquier estantería que se precie.




1.- The Black Holes – Borja Gonzalez
Reservoir Books

Si con La reina orquídea (16) se asentaban los cimientos de lo que intentaba construir al dibujante y guionista Borja González, en su imaginativo The Black Holes, el autor abraza abiertamente las formas y esencias de un proyecto creativo que tiene tanto de exploración de nuevos territorios como de autodescubrimiento.


2.- ¡Universo! – Albert Monteys
Astiberri
Tras sorprendernos en su edición digital vía Panel Syndicate (échenle una visita, por favor) y estar nominado a los Eisner del año pasado, ¡Universo! merecía ya su traslado al papel consolidando su posición en la actualidad. Ciencia ficción y humor se entremezclan, sumándose además como virtud el mejor dibujo que haya creado Monteys hasta la fecha. Diversión asegurada.


3.- Máculas – Jordi Pastor y Danide
Spaceman Project
Pastor y Danide nos dejan sin palabras tanto narrativamente como con los espectaculares dibujos. Máculas es un cómic que trata de las historia del superhéroe Dott Spot y de sus creadores cuya relación va unida viñeta tras viñeta y página tras página a un ritmo tan trepidante que te hacen sumergir en una espectacular aventura.


4.- El tesoro del cisne negro – Paco Roca y Guillermo Corral van Damme
Astiberri
Basado en un caso real en el que Corral jugó un papel importante, en El tesoro del cisne negro hay aventura, corrupción, conflictos diplomáticos y política internacional combinados en las dosis justas y adecuadas. Su mayor logro es, al margen de que se lea con fruición, que Paco Roca ha encontrado a un excelente compañero de viaje.


5.- Rey Carbón – Max
La Cúpula
Con dos personajes nacidos de la verborrea filosófica de Vapor (2012), Max construye una compleja epopeya muda que nace con el hilo de la historia, la línea de la viñeta o ese contorno (filum en latín) que uno de los personajes descubre en la pared de una cueva y que dibuja intensamente. Un cómic absorbente, tan minimalista como complicado.


6.- Cenit – Maria Medem
Apa Apa
María Medem se ha perdido en paisajes que podrían ser del fotógrafo Harry Gruyaert o del pintor De Chirico; ha soltado a Vladimir y Estragón de Samuel Beckett y ha volcado una paleta de colores ciertamente sugerentes que hacen pensar en el trabajo de Cynthia Alfonso. La posición del sol es importante y la coda de cada capítulo también (¡qué dobles páginas más tremendas!).


7.- Pulse enter para continuar – Ana Galvañ
Apa-Apa
Pulse enter para continuar es la primera obra larga de una Ana Galvañ con muchas horas de vuelo en relatos cortos y diversas antologías. Una celebración del desasosiego y la alienación que no hace más que reforzar a la autora como una de las voces más interesantes del cómic de los últimos años.


8.- El método gemini – Magius
Autsaider
Bienvenidos a la tortuosa vida de Mike Dioguardi, aprendiz de carnicero que entra en la mafia y consigue hacerse un lugar en el mundo de los negocios. Con un imaginario cinematográfico del que Magius (Diego Corbalán, Murcia, 1981) no puede ni quiere esconderse, este sangriento cómic te deja seco el cerebro página a página, sin concesiones ni respiro, con un ritmo y un desparpajo que ya quisieran muchos. Demencialmente bueno.



9.- Nieve en los bolsillos – Kim
Norma Editorial
No os fiéis de las películas de Alfredo Landa y su visión cateta del inmigrante español en la Alemania de los años sesenta. Aquí está Kim, un imprescindible de la historieta española, que retrata en clave personal lo que le ocurrió a él en ese viaje-escapada del franquismo a la Europa necesitada de mano de obra barata. Crónica real, relato verité, llamadlo como queráis, pero leedlo.


10.- El día 3 – Cristina Durán, Miguel A. Giner Bou y Laura Ballester
Astiberri
A partir de testimonios directos y documentación, Cristina Durán, Miguel Angel Giner y la periodista Laura Ballester reconstruyen con precisión y cariño la lucha de los familiares y víctimas del accidente de metro en Valencia de 2006 en busca de justicia y responsabilidades entre los políticos de la época y los directivos de Metro de Valencia.



Mondo Sonoro: Comics


Mondo Sonoro: Los mejores cómics internacionales de 2018


Texto: Red | 27 noviembre, 2018

Lo que más me gusta son los cómics

Se lo diré sin rodeos ni tapujos. Desde el mismo momento en que se anunció su publicación en español, ya teníamos claro que “Lo que más me gusta son los monstruos” iba a ser uno de los más firmes candidatos a mejor cómic internacional de este año. Y así lo ha sido. No ha habido expectativas rotas o decepción. El trabajo de Emil Ferris es fantástico y ya estamos esperando su continuación. Pero que sus logros no eclipsen a otras obras maestras como “The Private Eye” –con dibujante español-, “La tierra de los hijos” o la maxiserie “Mr. Milagro”.

Lo que nos sabe peor es que, aunque nos encantan todos los títulos incluidos, se hayan quedado fuera obras tan atractivas como “Martha y Alan“, “La Patrulla X Original”, “Pescadores de media noche”, “Una mujer de la era Shôwa“, “En la cocina con Kafka”, “El vagabundo del manga”, “La danza de los muertos”, “Esclavos del trabajo”, “Monstress”, “Hip Hop Family Tree“, “Atelier Of Witch Hat” y tantos otros, sin contar reediciones. Lo que mejor, es que por mucho que hayamos leído, sabemos que nos queda mucho por leer y sobre todo mucho por disfrutar. Joan S. Luna


1. “Lo que más me gusta son los monstruos” – Emil Ferris
Reservoir Books
Emil Ferris firma una historia compleja y que toma caminos diversos a través del diario de Karen Reyes, una niña-lobo de diez años extraña, inteligente y que se ve sumergida en una historia detectivesca salpicada por sus pasiones y aficiones. Personajes muy bien definidos y unas páginas siempre libres y francamente imaginativas. Joan S. Luna


2. “The Private Eye” – Brian K. Vaughan/Marcos Martín
Panel Syndicate/Gigamesh
Ya sabíamos que el noir y la ciencia-ficción distópica casan bien y ahora sabemos que el cómic nacido en Internet (vía Panel Syndicate) también puede contar con excelentes ediciones en papel. Gigamesh publica en formato apaisado y con extras esta adictiva e imprescindible obra que firman el norteamericano Brian K. Vaughan y el español Marcos Martín. Martí Viladot


3. “La tierra de los hijos” – Gipi
Salamandra
El italiano Gipi vuelve a conquistarnos con una obra sobre los lazos familiares cuando ya no nos queda otra cosa en el mundo. Un cómic post-apocalíptico cuyo mensaje bien puede aplicarse perfectamente a la sociedad actual: Evitar la inmundicia de lo que nos rodea e intentar aferrarnos a los sueños, crecer curtidos para que no puedan con nosotros. Triste, pero rotundo. Joan S. Luna


4. “Mr. Milagro” – Tom King y Mitch Gerards
ECC Ediciones
Mientras conduce al Hombre Murciélago hacía al altar, el guionista Tom King realiza su truco escapista mortal con una maxiserie de doce números a mayor gloria de las criaturas creadas por Jack Kirby en los setenta. Un cómic excelente con un dibujante en estado de gracia, Mitch Gerards, y una historia absorbente sobre guerras siderales y paternidad. Manu González


5. “Andy. Una fábula real” – Typex
Reservoir Books
¡Menudo regalo pop se ha sacado de la manga el señor Typex!
Con un peso de casi dos kilos y una paginación espectacular trufada de colores que ni sabías que existían, estás ante una aproximación certera y bien contextualizada de la vida y obra del artista más grande del siglo XX: Andy Warhol. Diez capítulos que son oro, irreverencia y sensualidad. Octavio Botana


6. “Röhner” – Max Baitinger
Fulgencio Pimentel
Es dudoso que el humor figurase en las primeras posiciones de un listado de principales exportaciones alemanas, y es por ello que este Röhner de Max Baitinger se antoja más paladeable. Con un dibujo en riguroso blanco y negro dotado de una ejecución y composición delirantemente bonitas, Baitinger convierte una anécdota doméstica en pura fantasía. Alex Serrano


7. “Catarsis” – Moto Hagio
Tomodomo
Sin duda una de las autoras indispensables del universo manga. Esta compilación de casi quinientas páginas resume buena parte de la carrera de la japonesa (desde inicios de los setenta hasta finales de los noventa). Más de una docena de relatos que van del drama a la ciencia ficción y que se abren con el crudo, poético e imprescindible “Mitad”. Joan S. Luna


8. “El principe y la modista” – Jen Wang
Sapristi
Jen Wang (co-autora de la no menos recomendable En la vida real) firma esta premiada obra para todos los públicos en la que los buenos sentimientos y la comprensión ayudan a Sebastian (el príncipe) y a Frances (la modista) a superar todas las barreras que se levantan frente a ellos en relación con la identidad, la clase social, los prejuicios y las dudas. Joan S. Luna


9. “Berlín, ciudad de luz” – Jason Lutes
Astiberri
Jason Lutes pone punto y final a su ambiciosa radiografía de la sociedad berlinesa durante la República de Weimar y la consolidación del partido nazi. Ciudad de luz cierra las quinientas páginas dedicadas a los claroscuros de una generación que vivió aquellos años convulsos en Berlín convirtiéndose en una obra tan necesaria como el Maus de Art Spiegelman. Manu González


10. “Un verano diabolik”- Alexandre Clérisse/Thierry Smolderen
Norma
Estamos en 1967 durante las vacaciones de un adolescente rodeado de hombres que juegan al tenis y escuchan a Gainsbourg. De repente todo gira y la trama revierte en un auténtico polar pop, puro género negro con tratamiento cromático brillante. Si además viene respaldado por el Premio al Mejor Album de género negro en Angouleme y el Prix BD Fnac, puedes ir haciéndole un hueco privilegiado en tu estantería. Octavio Botana



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