miércoles, 3 de octubre de 2018

Klein y la vida de los kikuyus


 Escenas callejera de Roma, Nueva York, Tokio o Madrid en la década de los 50, imágenes ejemplares del pop más sofisticado de los años 60, el "rock and roll", una selección de sus documentales... William Klein nos muestra lo mejor de sus talento fotográfico en la nueva edición de PhotoEspaña
Por Angel S. Harguindey Fotografía de William Klein


NUEVA YORK. "El diseño, el grafismo y la composición eran casi tan importantes como las fotografías en sí" (Klein, sobre su libro de NY).


Cuando en 1956 se publicó en Francia el libro de fotografías de William Klein sobre Nueva York, la ciudad en la que había nacido, ya nada fue igual. El contenido y la forma de mostrarlo conmovieron la conciencia de los autosatisfechos. Aquel joven de 28 años que había decidido trasladarse a París ocho años antes para desarrollar su inicial vocación por las artes plásticas al lado de Fernand Léger, el mismo que había exhibido sus pinturas en Milán y experimentado con la escultura cinética y la fotografía, aceptó en 1954 la propuesta de Alexander Liberman, director de arte de Vogue, para que realizara un reportaje de moda. Fue el reencuentro con su ciudad y el definitivo descubrimiento de las posibilidades creativas de la cámara fotográfica.

"Me había marchado siendo niño y volvía ya cumplidos los 20, con una esposa francesa, nuevas referencias y hábitos, y en los inicios de una carrera como pintor", recordaba el artista años después. "De modo que ahí estaba, en un barco, viendo Manhattan emerger entre la niebla, con su perfil de postal, y, luego, mi padre intentando bromear con unos agentes de aduana aburridos, y, fuera, un enjambre de taxis amarillos y un viejo montón de cromos de golfistas, de jugadores de béisbol y de imágenes de la pequeña Lulú asomando por doquier. Era el principio de una película que tenía muy vista (...). De pronto, lugares y sonidos en los que nunca antes había reparado, que había olvidado o que no sabía que existiesen, me emocionaban sobremanera. Me sentía en trance y pensaba que podía hacer algo con todo aquello. Tenía una cámara, aunque apenas sabía cómo usarla".

La ignorancia de Klein fue una enorme suerte para la fotografía. En la mitad de los años cincuenta, la fotografía de autor imperante, la intocable Academia establecida y respetada, era la que se distanciaba en todo lo posible de la amateur: Ansel Adams, Edward Weston e incluso el emergente Cartier-Bresson valoraban por encima de todo conceptos como "objetividad", "transparencia", "técnica", "positivados de alta calidad", "composición", etcétera. Frente a ellos surgieron nombres como los de William Klein, Robert Frank o William Eggleston, que comienzan a incorporar a sus obras escenas caóticas con numerosos elementos urbanos, colores poco reales, una granulación deliberadamente excesiva, planos fuera de foco..., todo lo que hasta entonces era rechazado por los maestros y profesionales. "No tenía ni formación ni complejos", explicó Klein. "Por necesidad y elección, decidí que todo valía. Empleé una técnica carente de tabúes: imágenes borrosas, muy contrastadas, encuadres torcidos, accidentes, cualquier cosa".

Un joven en trance, emocionado. Una ciudad que era la misma de siempre pero que le revelaba sonidos y lugares que no había sabido ver o que el paso del tiempo le permitía observarla con más sabiduría, y un gran deseo de retratarlo todo desde su inexperiencia. El empujón definitivo llegó de la mano del MoMA, un museo ejemplar en el estímulo de las nuevas tendencias creativas. La subversión de lo establecido no habría sido la misma sin el apoyo de John Szarkowski, su conservador de fotografía. Klein llevaba ya un año en Nueva York trabajando profesionalmente para Vogue y personalmente en la elaboración de un diario que dejara constancia de sus impresiones fotográficas. "Era un etnógrafo fingido en busca del más directo de los documentos directos, la instantánea más cruda, el punto cero fotográfico. Pretendía retratar a los orgullosos neoyorquinos con el mismo espíritu con el que una expedición de museo documentaría la vida de los kikuyus". El gran fotógrafo Edward Steichen organizó entonces, 1955, la exposición The family of man en el alabado MoMA, para la que recopiló y seleccionó unos dos millones de fotografías en el mundo entero y en las que se reflejaban todos los componentes de la vida humana, desde el nacimiento hasta la muerte. Una muestra colectiva que se convertiría en una referencia inexcusable de la fotografía contemporánea.

El asedio a lo establecido encontraba los apoyos suficientes. Si instituciones de renombre como el MoMA promovían las alternativas de la vanguardia, empresas privadas como Vogue renovaban sus conceptos tradicionales sobre los reportajes de moda. Su director de arte, Alexander Liberman, explicaba así la incorporación de William Klein a la revista: "En la fotografía de moda de los años cincuenta, nunca antes había pasado algo como Klein. Él fue de un extremo a otro, haciéndose así con una combinación de enorme ego y valentía. Fue pionero en la telefoto y en las lentes de gran angular, dándonos una nueva perspectiva". Robert Delpire, por su parte, se explayaba aún más en su fervor por el fotógrafo: "Admiro su franqueza, su ironía afilada como la hoja de una espada. Se burla de la estupidez y la arrogancia, utilizando su mirada para desnudar los valores falsos, el lujo ilusorio y los engaños. Nadie sabe representar el ridículo del espectáculo del mundo tan bien como él. Pero Klein aún es más. Pinta, edita sus libros, fotografía, realiza cine, cortos y largos. Se podría pensar que se dispersa demasiado, pero nada más lejos de la verdad. Estoy sorprendido de cómo, con el tiempo, su trabajo es más coherente y uniforme, por su lucidez, por su facilidad para la innovación. Nada se le escapa cuando posa su mirada en algo. Escenas callejeras, anuncios políticos, el mundo del deporte, e incluso el mundo de la moda, que le dio la oportunidad para conseguir introducirse en uno de los últimos ambientes barrocos del milenio. William Klein es, sin duda, un observador de su tiempo, un hombre sin límites ni fronteras", un elogio que hay que valorar en toda su significación aportando un dato sobre Delpire: en 1958 publicó el libro The americans, de Robert Frank, con prólogo de Jack Kerouac, un escritor joven que un año antes, en 1957, había publicado su novela On the road.

TOKIO. En 1964 publica su libro dedicado a la capital japonesa. Su método es el mismo: fotos directas y cotidianas.

MOSCÚ. El primero de mayo de 1959 en Moscú. Fotografía de su tercer libro dedicado a la capital de la URSS.
EL IMPERIO DE LA ESCÚTERES. La Roma callejera fascina al fotógrafo. Será su segundo álbum.

AUSTERIDAD. Klein retrata un Madrid triste y sobrio como la vida misma. Los años 50 dejaban poco espacio para la alegría.

"NUEVA YORK". Fue su primer libro. Editado en 1956, la osadía de su mirada y la maquetación del álbum conmovieron lo establecido.


 UN MADRID INÉDITO. Klein visitó España en los años 50. PhotoEspaña muestra algunas de las fotografías inéditas de Las Ventas.

Eran lo que se vino en llamar "los fabulosos cincuenta", una década en la que Estados Unidos, como apunta el propio Klein, "estaba inventando la cultura de posguerra, colonizando el planeta", años de ebullición, rebeldía y cambios importantes en los hábitos ciudadanos. El propio fotógrafo señala algunas de las características de la década, los hechos más destacables: "La caza de brujas al estilo soviético de McCarthy y los golpes de Estado de la CÍA en Irán y Guatemala, mientras los hermanos McDonald abrían un chiringuito de hamburguesas en San Bernardino, los Beatnick estaban en la carretera, on the road; Elvis grababa sus primeros discos, el instituto de Little Rock abolía la segregación, los Levittown despuntaban, al igual que Marilyn, Brando, la bomba H, la pildora, los rebeldes sin causa, los centros comerciales, las guitarras eléctricas, la carrera espacial, Blackboard Jungles, el rock and roll blanco y, por encima de todo, en monstruosas cajas de madera, la televisión. Sin duda, era el mejor y el peor de los tiempos a la vez".

ALREDEDORES DE LA PLAZA. Taxis, piperas, policías urbanos y nacionales, tranvías... la austera y pobre vida del Madrid de 1956.


Klein había publicado en París su libro sobre Nueva York en 1956 porque ninguno de los editores norteamericanos con los que se había entrevistado lo había aceptado. "Bah, esto no es fotografía", recuerda que le decían. "Esto es una mierda. No es Nueva York, hay demasiados negros, resulta demasiado marginal, parece uno de esos barrios bajos". Si a ello se le añade el que Klein rompe también con las normas al uso de la maquetación y edición de los libros de fotografía, se comprenderá la desconfianza del mundo editorial hacia su trabajo, sobre todo si quienes desconfían no son capaces de apreciar los cambios sociales y culturales que se vivían. "Para mí", añade Klein, "el diseño, el grafismo y la composición eran casi tan importantes como las fotografías en sí. Así que hice lo que pude por crear un nuevo objeto visual, paginas dobles con 20 imágenes yuxtapuestas a modo de tira de cómic, páginas consecutivas que contrastaban entre sí, miles páginas con tonos diluidos, parodias de catálogos y un toque dada". Dos años después, en 1958, Klein presentaba un nuevo libro sobre otra ciudad, Roma, con un denominador común: la agresividad. "Hice, y con plena conciencia, todo lo contrario de lo que se hacía. Pensaba que el desencuadre, el azar, el aprovechar lo accidental, una relación diferente con la cámara permitirían liberar la imagen fotográfica. Hay cosas que sólo una cámara fotográfica puede hacer... La cámara está llena de posibilidades que no se explotan. Pero la fotografía consiste precisamente en eso. La cámara puede sorprendernos. Sólo tenemos que ayudarla". Era una nueva muestra de lo que él llamaba "mis fotos serias" que completaría con los libros dedicados a Moscú y Tokio, los cuatro realizados entre 1956 y 1964. Desde hacía un tiempo, Klein había descubierto las posibilidades expresivas del cine, y a él se dedicó en cuerpo y alma durante las dos décadas siguientes, aunque retomó la fotografía en los años ochenta, en los que publica su particular homenaje a la que considera su segunda cuna: París.

Una nueva demostración del talento de William Klein es la de que cuando decide abandonar, al menos temporalmente, la fotografía para explorar el cine, sus resultados son igualmente brillantes y, en ocasiones, de una gran influencia en las generaciones de cineastas jóvenes. Broadway by light, Mister Freedom, ¿Quién eres tú, Polly Magoo?, Eldridge Cleaver, black panther, The little Richard story, Mohammed Ali, the Greatest, Babilée 91, Ralentis o El Mesías, su último filme, que presentará personalmente en Madrid, son algunos de los largometrajes o mediometrajes que realizó para el cine y la televisión y en los que dejó constancia de su sensibilidad, de su conexión con los tiempos que le tocó vivir y de sus ansias permanentes de renovar lo establecido. Personajes como Mohammed Ali, Little Richard o apuestas estéticas como la de Polly Magoo le convierten en un personaje esencial de "la década prodigiosa", en parte importante de la cultura pop.

Dicho todo lo cual, lo mejor que se puede hacer es ver la exposición de los cinco fotolibros de ciudades, en la que también se muestran las maquetas de trabajo, ampliaciones de las camisas de los libros diseñadas bajo su directa supervisión y una serie de imágenes inéditas sobre Madrid que realizó en 1956. •

PhotoEspaña 2005: del 1 de junio al 17 de julio, el Centro Cultural Conde Duque exhibirá las imágenes de los libros de William Klein sobre Nueva York, Roma, Moscú y Tokio, con las maquetas de los mismos, sus más recientes fotografías de París y otras, inéditas, de Madrid. La Filmoteca Nacional, por su parte, exhibirá una selección de sus películas, desde 'Broadway by light', su primer filme, hasta 'Crand soir & petit matin'. Por su parte, el Centro Georges Pompidou, en París, prepara una gran antológica de sus pinturas, fotografías y filmes que se inaugurará el 6 de diciembre.



EL PAIS SEMANAL  Número 1.496, Domingo 29 de mayo de 2005

ALÍ EL MAS GRANDE

Escritores y fotógrafos de los setenta se han reunido en un libro monumental, "GOAT" (iniciales en inglés de "el más grande de todos los tiempos"), para rendir tributo a un mito: Mohamed Alí, campeón del mundo de boxeo. Estas páginas son una emotiva muestra.

La leyenda del boxeo y de la vida
Por Eduardo Arroyo

Muchos son los que suben al ring esperanzados, pero pocos los elegidos. Alí, el gran elegido, no sólo fue un boxeador excepcional, sino que por su presencia y sus ausencias marcó para siempre a la sociedad americana que le tocó vivir. La vapuleó y la zarandeó sin miramientos desde su inextricable condición de negro.

Cuando, fulgurante, apareció en el planeta de los puños, Cassius Clay se colgó al cuello la medalla de oro de los Juegos Olímpicos de Roma en 1960. Desde entonces, Alí no ha vivido un solo día sin que su lucha y sus ambiciones estuvieran presentes tanto fuera como dentro del ring. Esa medalla fue más tarde arrojada desde un puente de Louisville, su ciudad natal, por el propio púgil en un momento de desconcierto y de odio por esa América blanca que le despreciaba. "Me metí en el boxeo", comentaba amargamente, "porque me parecía el modo más rápido con el que un negro podía abrirse camino en Estados Unidos. La escuela no se me daba bien, tampoco podía jugar al baloncesto o al béisbol, porque para eso hay que ir a la universidad". Luego vinieron su radicalización y obediencia al islamismo, su rechazo a servir en el ejército, Elijan Mohamed y el asesinato de Malcom X, el castigo y la consternación ante la prohibición de boxear.

Los puños letales del indomable púgil chocaron con dos generaciones de excelentes pesos pesados que Alí destrozó sin miramientos, crucificándolos en el cuadrilátero: Floyd Patterson, Sonny Liston, Foreman, Lavorante, Billi Daniels y las siempre esperadas esperanzas blancas -Chuvalo, Henry Cooper, Brian London y Karl Mildenberger-, destrozadas por las manos del rey de los reyes. Derrotó también a Frazier, su particular "tío Tom"... Y así hasta vencer al abuelo mítico Archie Moore. Alí fue condenado a cinco años de cárcel y 10.000 dólares de multa, la pena máxima. Después de una interminable batalla judicial, el Tribunal Supremo le dio la razón por unanimidad, pero sus mejores años habían ya pasado de largo.

¿Qué nos queda de todo aquello? ¿De aquellas luchas y de nuestras batallas juveniles? Recuerdos más o menos borrosos: la conquista de los derechos humanos, la crítica dura contra la guerra de Vietnam, los últimos fusilamientos de la dictadura de Franco y pocas cosas más. De Alí nos quedan muchas imágenes y mucha literatura. Monumentos inolvidables; por ejemplo, cuando Liston, tendido sobre la lona, entrevé, entre vapores y sonidos incomprensibles, a un Alí triunfante que in-conscientemente lleva su puño enguantado a su corazón. Ahora, de tanto en tanto, un hombre gordo y torpe avanza hacia las cámaras afecto del mal de Parkinson, una enfermedad que todavía no ha podido terminar con él. •

Este texto ha sido escrito exclusivamente para EPS. No está incluido en 'GOAT'.

 AL PRIMER ASALTO. "Mi foto más conocida", asegura el autor, Neil Leifer. Fue tomada en Lewiston (Maine) en 1965, en la pelea de vuelta contra Sonny Liston, al que Alí ganó en el primer asalto. Alí increpa a Listón, en el suelo, tras el 'golpe fanstasma' que lo derribó.
FOTOGRAFÍA DE NEIL LEIFER


 CAMPEÓN DEL MUNDO. Escenas de la pelea de Cassius Clay contra Sonny Liston celebrada en Miami en 1964. Clay ganó allí el título mundial de los pesos pesados, y, muy enfadado, increpa a la prensa y al público por sus preferencias hacia Liston.

'Pennies from heaven'
Por Tom Wolfe

Pasada la medianoche, al pie del hotel, donde la acera se ensanchaba casi como un patio, había un gentío reunido. A Cassius no le pasó inadvertido. Estaban viendo a tres músicos callejeros, chicos de color: uno con un bajo improvisado (un barreño dado la vuelta con un cordón que salía del fondo, formando una sola cuerda), un tambor (un gran fondo de barril de hojalata con cucharas como baquetas) y un chico bailando. Estaban tocando Pennies from heaven, un buen número para que aquellos chicos pasaran la gorra. Cassius se acercó hacia el grupo de gente y se quedó allí. Una persona le reconoció, luego otra, y pronto estalló el habitual "¡es Cassius Clay, Cassius Clay, Cassius Clay!". Cassius se empezó a animar. Pennies from heaven se detuvo, y los tres chicos de color se quedaron un tanto atónitos por un momento. Les estaban robando el protagonismo. Alguien había dicho algo sobre Sonny Liston, pero esta vez los ojos de Cassius echaban chispas de 150 vatios, y estaba diciendo: "Lo único que me preocupa es que no quiero que Sonny Liston trate de arruinar mi fiesta de la victoria en el modo en que yo arruiné la suya. Se lo voy a decir justo antes de que empiece la pelea para que no lo olvide. 'Sonny', le voy a decir, 'Sonny Liston, no quiero que trates de arruinar mi fiesta de la victoria esta noche, ¿me oyes? Quiero que lo oigas ahora, porque no vas a ser capaz de oír nada dentro de ocho asaltos'. Y si se burla cuando le diga esto, si se burla, caerá en cinco".

Un soldado, un chaval debilucho que parecía haber sido maltratado en su tierna infancia, adoptó el papel de moderador del debate de Cassius. A Cassius le gusta eso cuando se enfrenta a un grupo de gente en la calle. Daría una rueda de prensa para cualquiera, incluso para un soldado de permiso en la Séptima Avenida.
-¿Dónde vas a ir cuando Sonny Liston te haya machacado? -dijo el chico-. Tengo algunos folletos de viaje aquí mismo.
-Chico -dijo Cassius-, hablas de ir de viaje. Quiero que vayas a esa pelea, porque vas a ver el lanzamiento de un satélite humano: Sonny Liston.
La gente reía y seguía la broma.

"¿VAS A APOSTAR EN MI CONTRA?"
-Tengo algunos folletos de viaje -repitió el chico-. Más te vale mirarlos. También te puedo conseguir una careta.
-¿Vas a apostar en mi contra? -dijo Cassius.
-Cada céntimo que caiga en mis manos -aseguró el chico.
-Tío -dijo Cassius-, mejor ahórrate el dinero, porque Sonny va a quedar totalmente eclipsado.

Cassius estaba allí de pie como un triunfador, y Richie estaba a su lado como un forajido. Llegados a ese punto, el gentío era tal que rebasaba la acera hasta la calle 52. Todo tipo de gente increíble se estaba acercando, incluso viejos escleróticos con la comida en la corbata que se abrían camino con paso inseguro. Un policía estaba en la calle volviéndose loco intentando empujar a todo el mundo hacia la acera. Se acercó un coche patrulla y el agente que estaba en la calle sacó un tono verdaderamente duro: "Muy bien, maldita sea", dijo a uno de los viejos decrépitos con corbata, "suba a la acera".

"CUANDO VOY POR LA CALLE TIENEN QUE LLAMAR A LA POLICÍA"
Cassius me buscó con la mirada como diciéndome: "¿Ves? Esto no es más que lo que había predicho", lo que era como decir: "Cuando ando por la calle, las muchedumbres tienen que llamar a la policía". Ya había empezado el momento de los autógrafos y la gente estaba empujando con papel y bolígrafos, pero Cassius se dio la vuelta hacia los tres chicos de color, los músicos, y dijo: "Los autógrafos son a un dólar esta noche. Todo el que ponga un dólar ahí" (los músicos tenían una caja forrada de pana delante del barril) "conseguirá el autógrafo de Cassius Clay, el luchador más fuerte del mundo, el luchador más bello del mundo, el único luchador que predice cuándo caerán".

Los chicos de color cogieron la indirecta y empezaron de nuevo con Pennies from heaven. El chico que bailaba hacía el merengue por su cuenta. El chico del bajo se contorsionaba como un loco. Mientras tanto, Cassius seguía pregonando en la esquina: "Venga, hombre, no eche 50 centavos, saque ese viejo billete de dólar. Piense en todo lo que está consiguiendo gratis aquí, la música tan buena, y tiene a Cassius Clay aquí mismo delante suyo al natural, el próximo campeón del mundo de peso pesado, el hombre que va a poner al viejo Liston en órbita".

Los billetes de dólar empezaron a apilarse en la caja, y el chico que se estaba marcando el solo de merengue seguía dando vueltas más descontrolado aún, y Cassius no cejaba: "Sí, allí abajo están preparando la asistencia médica para el viejo, y si le pego en la boca va a necesitar asistencia dental. El pobre viejo es tan feo; su mujer le lleva al gimnasio todas las mañanas antes de que salga el sol para que nadie tenga que verle al volver a casa. Venga, hombre, ponga su dinero en esa caja, la gente paga buen dinero por escuchar esto...".

El hombre del bajo seguía sacudiéndolo, y Cassius se volvió hacia mí y dijo, tapándose la boca con la mano: "Oye, ¿sabes una cosa? Si me sacude, me van a echar del país. ¿Lo sabes?".

Luego echó la cabeza hacia atrás y extendió los brazos como si se estuviera cayendo hacia atrás. "¿Me imaginas cayendo boca arriba, así?".

Los chicos de color estaban tocando Pennies from heaven, y Cassius Clay tenía la cabeza echada hacia atrás y los brazos extendidos, riendo, y miraba hacia arriba, al tejado del hotel Americana. •

Publicado por primera vez en  'The Kandy-Colored Tangerine Flake Streamline Baby', 1965.

UN MILLÓN
Así posó Cassius Clay en una sesión de fotos en diciembre de 1963, antes del combate contra Liston, con el millón de dólares que recibiría si ganaba
FOTOGRAFÍA DE NEIL LEIFER / HERB SCHARFMAN / HOWARD BINGHAM



 IDOLO CALLEJERO
Salir por la calle y verse rodeado de "su gente" era todo uno. Aquí, Mohamed Alí rodeado de niños, su público más fiel.
FOTOGRAFÍA DE HOWARD BINGHAM


"No esperan que los boxeadores tengan cerebro"
Por Mohamed Alí

Cuando veo cómo van las cosas en este país no considero que me esté perdiendo nada. El boxeo se ha convertido para mí en un preámbulo. Es un juego de niños. La gloria. Eso que llaman prestigio no es nada comparado con lo que recibe un hombre al tomar postura en favor de la libertad de los suyos. El boxeo no es más que un deporte. Justo después del combate Frazier-Ellis, o de cualquier otro, da igual, todos te rodean y dicen: "Buena pelea, chico; eres un buen chico, sigue así". Y ya está. No esperan que los boxeadores tengan cerebro. No esperan que sean hombres de negocios, o seres humanos, o inteligentes. Los boxeadores son sólo brutos que sirven para entretener a los blancos ricos. Se pegan entre sí, se rompen las narices unos a otros, y sangran, y se exhiben como dos monos de feria ante la multitud, se matan unos a otros para la multitud. Y la mitad de la multitud es blanca. Somos como dos esclavos en el cuadrilátero. Los amos han cogido a dos negros fuertes y nos dejan pelear mientras hacen sus apuestas. "Mi esclavo puede destrozar al tuyo". Eso es lo que veo cuando veo a dos negros peleándose.

Por eso nunca he luchado a fondo contra ciertas personas, sobre todo contra los negros a los que me he enfrentado. Podría haberme empleado más a fondo, pero no lo hice, y aun así fui el mejor de la historia del planeta Tierra. En el cuadrilátero no había ni un hombre en el mundo que pudiera compararse a mí. Pero tras aceptar mi religión, la fe islámica, no podía verme a mí mismo provocándole una contusión cerebral a otro hombre, o desgarrándole la retina, o haciéndole algo terrible a otro ser humano sólo por un cheque del cual el Gobierno se lleva el 90% de todas maneras. No me apetecía luchar. Tenía que hacerlo porque triunfé en ello, el boxeo. Así es como me ganaba la vida. Pero lo cierto es que no lo disfrutaba.

Yo era demasiado bueno, y por eso tuvieron que librarse de mí, por eso intentaron quitarme el título de campeón de pesos pesados. Sólo que les salió el tiro por la culata, ¿a que sí? No podían quitarme el título sólo por mis creencias religiosas, o porque dijera que no tenía nada en contra de los vietcong, o porque no me diera la gana formar parte de ningún ejército. La única manera de que un campeón pierda su título es a manos de otro aspirante. La única manera de llegar a ser campeón es derrotar a otro campeón (...).

SE PUEDE DEFENDER A DIOS Y LA VERDAD. Mucha gente, blancos que piensan que tienen que hablar mal de un negro, me critica porque no vivo en el gueto. Pero la amenaza económica de EE UU al pueblo negro es la razón por la que no vivo en el gueto, y no pueden entenderlo. Los negros sí lo entienden. Mi forma de vida. Yo tengo una gran casa en Overbrook, uno de los barrios más ricos de Filadelfia. Sé que es un barrio pudiente porque muchos jueces blancos y políticos de la ciudad viven allí también. Lo que realmente demuestran esa gran casa, y mi Cadillac lavanda descapotable, y mi piscina es que uno puede defender a Dios y la verdad, la libertad de los negros, y seguir viviendo.

Incluso si la estructura del poder blanco te condena como me condenó a mí, aún puedes salir adelante. La estructura del poder dice: si te unes a los musulmanes pierdes tu trabajo, si no haces el servicio militar no conseguirás nunca un trabajo. (Habría habido muchos parados si todos los que no se alistaron no hubieran podido trabajar, ¿no?). Bueno, yo desafié todo eso. Dije: "¡Al infierno con eso!". La gente estaba expectante respecto a lo que iba a ser de mí. "Va a terminar en un taller, engrasando coches", decían, o "va a terminar vendiendo cordones para zapatos". "¿Qué le ha ocurrido?", "¿cómo vive?", "¿es ahí donde vive?, ¿es ése su Cadillac?, ¿es ésa su gran casa?". "Dios debe de estar de su lado. Lo está consiguiendo. No le ha pasado nada. No han podido con él. Yo lo haré. Tomaré una postura, como Mohamed Alí" (...).

VOSOTROS HABÉIS PERJUDICADO AL BOXEO, NO YO. Miles de personas han muerto desde mi caso. Buena gente. Ha habido muchas muertes que han sido mucho más importantes que la mía. Martin Luther King. Los Kennedy Han pasado muchas cosas malas: en el gobierno, en la economía, en la pobreza, en crisis mundiales, en desastres, derrumbamientos de minas, asesinatos, guerras. ¿Qué importancia puedo tener yo? (...).

Mi caso siempre se les atraganta cuando hablan de juego limpio y deportividad en el boxeo. Puedo decir honradamente: "Teníais a un hombre limpio, más limpio que todos los demás. Os lo quitasteis de encima. Era limpio luchando, limpio viviendo, y le quitasteis el título. Vosotros habéis perjudicado al boxeo estadounidense, no yo. El cinturón del campeonato que doné a mi instituto en Louisville es rojo, blanco y azul, los colores de la bandera. Se supone que representa el juego limpio en EE UU. Vosotros lo ensuciasteis, no yo. ¡No podéis parar a un auténtico campeón! La gente me sigue considerando el campeón. •

Publicado por primera vez en la revista 'Esquire' en mayo de 1970.




DE GIRA EN GIRA
En Mayo de 1964, Mohamed Alí, recien bautizado como tal, viaja durante un mes por África. Es recibido con los honores de rey. Arriba durante un encuentro con Malcolm X y abajo en un paseo callejero en Ghana.



 Clay acude a entrenarse a su gimnasio en 1963

 LA GLORIA FINAL. Mohamed Alí viste, en 1973, el albornoz que le regaló el cantante Elvis Presley, uno de sus admiradores. Un instante que se convirtió en leyenda del boxeo: la pelea contra Foreman en Zaire, en 1974. Alí ganó.

Hombre muerto en el suelo
Por Norman Mailer

El jueves, Cinco días antes del combate, Alí ofreció un seminario de los suyos. "Este combate va a ser no sólo el combate de boxeo más grande, sino también el espectáculo más extraordinario en la historia del mundo. Va a constituir el mayor resultado inesperado del que jamás se haya oído hablar, y a quienes no saben de qué va el boxeo les parecerá el mayor de los milagros. El público de boxeo es tonto e ignora lo que es ese arte. La causa es que los que estáis aquí y escribís de boxeo no tenéis ni idea de lo que intentáis describir. Vosotros, los periodistas, sois los verdaderos tontos e ignorantes. Voy a demostrar -para que tengáis tema nuevo para vuestras columnas- por qué no puedo ser derrotado por George Foreman y se va a producir la mayor sorpresa en la historia del boxeo, a la que vosotros, los comentaristas, con vuestra ignorancia y vuestra locura, habéis dado lugar". "Es culpa vuestra", prosiguió, articulando las palabras para que sonaran bien claras, "el que el público de boxeo sepa tan poco, y crea, por tanto, que Foreman es grande y que yo estoy acabado. Tengo, por consiguiente, que demostraros mediante una evidencia científica lo equivocados que estáis".

"Angelo", dijo volviéndose hacia Angelo Dundee, "alcánzame esos papeles, ¿quieres?", y empezó a leer una lista de boxeadores a los que se había enfrentado. La historia de la categoría de los pesos pesados de los últimos 13 años estaba contenida en esa lista. Sus primeros siete combates con púgiles que nunca llegaron a ser conocidos, nombres como Herb Siler, Tony Esperti y Donnie Freeman. "Don nadies", comentó Alí. En su octava pelea se enfrentó a Alonzo Johnson, "un rival de categoría"; luego, a Alex Miteff, "un rival de categoría"; a Willi Besmanoff, "un rival de categoría". En ese momento, a Alí se le agrió la cara. "En la época en que Foreman estaba peleándose en las calles, yo ya luchaba contra boxeadores del ranking, con técnica; pegadores acreditados, hombres peligrosos. ¡Mirad la lista!: Sonnie Banks, Billy Daniels, Lavorante, Archie Moore, Doug Jones, Henry Cooper, Sonny Liston. Peleé con todos. Patterson, Chuvalo, Cooper otra vez, Mildenberger. Cleveland Williams, un peso pesado peligroso. Ernie Terrell, con un tamaño el doble de Foreman, y le vapuleé. Zora Folley, que rindió homenaje a la bandera de EE UU, igual que Foreman, y al que noqueé, un boxeador con técnica". El entarimado del cuadrilátero de Nsele estaba a 1,82 metros del suelo, o sea, otro ejemplo más de la tecnología de Zaire: si un boxeador se caía por entre las cuerdas podía fracturarse el cráneo al llegar al suelo.

ALÍ SE SENTÓ EN ESE ENTARIMADO, CON LAS PIERNAS colgando por fuera, y Bundini se puso frente a él. Parecía que Alí estaba sentado en sus hombros. La cabeza de Bundini, redonda como una pelota, pelada al rape y calva en el medio, surgía a modo de protuberancia entre las piernas de Alí. Mientras hablaba, Alí sostenía con sus manos la cabeza de Bundini como si fuera una bola de cristal (¡una bola de cristal negra!) entre las palmas; cada vez que daba una palmadita en la calva de Bundini para hacer hincapié, éste miraba a los periodistas igual que un hechicero atrapado en un cepo. "Esto es lo que tengo que decir a la prensa", dijo Alí. "Yo ya había combatido contra 20 púgiles del ranking antes de que Foreman disputara su primera pelea", dijo con desprecio. ¿Cómo podía la prensa, en su ignorancia, empezar a comprender esa cultura del boxeo? "Bueno, que Angelo les lea ahora la lista de los combates de Foreman". A medida que iban desgranándose los nombres, Alí no dejaba de hacer gestos. "Don Waldheim". "Un don nadie". "Fred Askew". "Un don nadie" (...). "Vernon Clay", dijo Dundee. Alí dudó. "Vernon Clay, ése podría ser bueno". La prensa rió. Y volvió a reírse con los comentarios de Alí sobre Gary Hobo Wiler, "un vagabundo". Luego siguieron unos cuantos "don nadies" más. Alí exclamó indignado: "Si yo me enfrentara a esos holgazanes me prohibirías seguir boxeando". De repente, Bundini gritó: "La semana que viene seremos campeones otra vez". "Cállate", intervino Alí, dándole un coscorrón. "Es mi espectáculo".

Cuando se terminó de leer la lista completa de los combates de Foreman, Alí se puso a recapitular. "Foreman se enfrentaba a un inútil por mes. En total, Foreman se ha medido con cinco hombres de cartel. Les paró los pies a los cinco, pero no pudo noquear a ninguno. De los 29 boxeadores de primera fila con los que me las he visto, a 15 los dejé fuera de combate". Lleno de orgullo por haber sacado adelante un informe legal bien organizado y bien transmitido, Alí se dirigió entonces al jurado. "Yo soy un sabio del boxeo, un científico del boxeo. Ésta es una realidad científicamente demostrada. Allá vosotros si olvidáis por vuestra cuenta y riesgo que soy un maestro del baile, un gran artista".

"Que flota como una mariposa y pica como una abeja", gritó Bundini.
"Cállate", replicó Alí, atizándole en la calva. Acto seguido se quedó mirando duramente a la prensa. "Ignoráis lo que es el boxeo. Sois ignorantes. Os habéis quedado impresionados con Foreman porque es grande y sus músculos parecen grandes".
"Y no lo son", retumbó la voz de Bundini. "No lo son".
"¡Cállate!", dijo Alí, sacudiéndole. "Ahora", prosiguió Alí, "os digo que estáis impresionados con Foreman porque tiene aspecto de hombrón negro y pega tan fuerte al saco. Tapa el cuadrilátero. Pero yo os digo que no puede luchar. Lo demostraré la noche del combate. Veréis mi izquierda formidable y mi tremendo golpe cruzado de derecha. Vais a llevaros la sorpresa de vuestra vida. Porque ahora estáis impresionados por Foreman. Pero os voy a contar un secreto. La gente de color asusta más a los blancos que a la gente de color. Yo no tengo miedo de Foreman, y vais a verlo". •

Extracto del libro 'La pelea', de Norman Mailer, publicado en 1997.

ÍDOLO PARA TODOS
Como muchos otros famosos, los Jackson Five también posaron con su ídolo. Aquí, en 1977, Michael Jackson le pone la pierna encima.
FOTOGRAFÍA DE NEIL LEIFER / HOWARD BINGHAM

Una vida rica y polémica
Por David Remnick

Lo que se ha perdido en esto es la riqueza de la historia de Alí: cuando estaba peleando, y más cuando fue retirado del boxeo por causa del reclutamiento, fue una figura profundamente controvertida; querida, pero también despreciada. Era también un hombre de contradicciones histriónicas. Lo que se ha perdido en el actual pábulo sobre Alí y su carrera es el joven cuyos modelos de conducta incluían no sólo Malcolm X, sino también Gorgeous George, el luchador profesional más importante de su tiempo, y, lo que es más importante, los mercenarios y matones de la Nación del Islam. Aunque estaba rodeado por amigos blancos y asistentes como Angelo Dundee y Ferdie Pacheco, Alí, aquel personaje que todo lo incluía, asimiló un extraño culto que predicaba una doctrina de astronaves y separatismo.

Le recordamos como el musulmán solemne y devoto que predicaba la paz tras el 11-S; olvidamos al Alí más joven y las disparatadas certezas que heredó del honorable Elijah Mohamed. Es de imaginar que pocos de los que vieron la ceremonia de la antorcha en Atlanta estuvieran también recordando la clase de sentimientos que expresaba en una entrevista con Playboy en 1975, justo tras ganar a George Foreman en Zaire, un acontecimiento que sirve como punto álgido (aunque despolitizado) de las dos películas fundamentales sobre el personaje de Alí: el documental de León Gast Cuando éramos reyes y la película biográfica de Michael Mann, Alí.

"Estados Unidos no tiene futuro", dijo Alí. "¡Estados Unidos va a ser destruido! ¡Alá va a enviar un castigo divino! Violencia, crímenes, terremotos, habrá todo tipo de problemas. EE UU va a pagar por todos sus linchamientos y matanzas de esclavos y lo que ha hecho al pueblo negro" (...).

Aquí, Alí sonaba menos como Malcolm X que como el enemigo de Malcolm en la Nación del Islam, Louis Farrakhan. Más adelante, en esa misma entrevista, Alí bramaba contra el sexo y las parejas interraciales (...).

El entrevistador de Playboy intervino: "Está empezando usted a sonar como una copia calcada de un racista blanco. Vamos a aclararlo: ¿cree que el linchamiento es la respuesta al sexo interracial?". "Un hombre negro debería morir si está tonteando con una mujer blanca", respondió Alí (...). "¿Y qué pasa si una mujer musulmana quiere salir con un no musulmán negro, o blanco, ya puestos?". "Entonces ella muere", dijo Alí. "Hay que matarla también".

SU PROPIA CREACIÓN
Incluso en su disminuida condición actual, Alí es menos benévolo con algunos de sus propios errores que muchos de sus admiradores. No está especialmente orgulloso del modo en que trató a algunas de sus esposas (fueron cuatro). Desearía no haber sido tan brutal, incluso sádico, en el cuadrilátero con Floyd Patterson, Ernie Terrell y otros cuantos. Se portó muy mal con Joe Frazier, haciéndole parecer una especie de Tío Tom, de negro ignorante. Y Alí tardó demasiado tiempo en pedir perdón.

En 1998, cuando visité a Alí en su granja de Michigan, lo primero que hizo cuando nos sentamos a hablar fue sacar una brillante foto suya hombro con hombro junto a Malcolm X, en la víspera de la primera pelea contra Sonny Listón. Está claro que Alí se arrepiente de la forma en la que se rindió ante la Nación del Islam y rechazó a Malcolm, su amigo, por orden de Elijah Mohamed.

Así que hay momentos en los que Alí parece demasiado imperfecto, demasiado limitado en algunos aspectos, para soportar todo el peso simbólico. No, nunca tuvo una idea particularmente original. Excepto una. Tuvo una idea sobre sí mismo. Y al inspirarse en tantas figuras y tendencias de su época -Malcolm X, Sugar Ray Robinson, Jack Johnson, Little Richard, Joe Louis, Georgeous George- creó un personaje característico de su país, un ser original que estaba orgulloso, que era poderoso, divertido, sorprendente, inteligente por instinto, generoso y absolutamente fiel a sí mismo. Y aunque fue un símbolo, también fue, al contrario que muchos otros atletas y músicos actuales que han hecho fortuna, siempre accesible y humano.

Alí fue su propia creación y nunca ha dejado de compartir su satisfacción con lo que concibió. "No voy a hacer nada para engañar a mi gente", dijo una vez al periódico The Black Scholar. "Me encanta andar por los callejones, pasear por los guetos, acercarme a niños negros... Todo el vecindario sale a la calle. No han visto a una celebridad sentarse en el cubo de la basura con ellos. Eso les hace sentirse bien y a mí también me hace sentirme bien". •

'GOAT [Greatest of all time (El más grande de todos los tiempos)]. A tribute to Muhammad Ali', editado por Taschen. Un proyecto de 800páginas con 3.000 imágenes en el que ha participado el propio Alí junto a decenas de escritores y fotógrafos. Sólo se editan 10.000 ejemplares.



 UNA VIDA ENTERA.
Clay, adolescente (a la izquierda). Junto a su asistente Bundini Brown, en la pelea contra Listón de 1964 (centro). Y tal como apareció en la portada de 'Life Magazine' ese mismo año.
 FOTOGRAFÍA DE FUP SCHULKE / NEIL LEIFER / BOB GOMEL

LO más parecido a morir Por Hartmut Scherzer

1942. El 17 de enero nace Cassius Marcellus Clay Jr., en Louisville (Kentucky). Es el primogénito de un pintor de carteles y una asistenta.

1945. Cassius, de tres años, golpea a su madre accidentalmente en la boca. "Fui la primera persona a la que dejó KO", afirmaba Odessa Clay con orgullo.

1956-1960. Su nombre aparece impreso por vez primera. A los 14 años gana los Guantes de Oro de Kentucky en semipesados al derrotar a Jimmy Ellis. Conoce a Angelo Dundee, con el que entrenará hasta el fin de su carrera. Un boxeador mayor, Kent Green, noquea a Clay por primera vez en el segundo asalto. Gana los Guantes de Oro de Chicago y los Campeonatos de la UANA. Continúa sus estudios en el instituto.

1960. Se licencia en el puesto 376 de su clase de 391. Entra en la selección de boxeo de EE UU. En los JJ OO de Roma se lleva el oro olímpico en semipesado. Se hace profesional. Su récord de amateur: 108 peleas, 8 derrotas. Comienza a entrenar en el célebre gimnasio de la calle Quinta en Miami Beach.

1961. Clay comienza a asistir a las reuniones de la Nación del Islam. Life Magazine publica un extenso artículo sobre él, el primero en una publicación nacional. Sports lllustrated le dedica otro.

1962. Clay oye hablar a Elijah Mohamed y conoce a Malcolm X, uno de los líderes radicales del movimiento musulmán negro. En febrero muerde la lona, por primera vez en su carrera profesional, al ser derribado en el primer asalto por Sonny Banks. Banks acaba por caer en el cuarto, tal como Clay había predicho. Archie Moore, con 48 años, también cae.

1964. Realiza un examen de aptitud para el servicio militar. Obtiene 78 de puntuación en el test de inteligencia y se le clasifica como no apto. Gana el título mundial de pesos pesados al vencer a Sonny Liston en Miami. Liston, invencible, se retira al sexto asalto. Un día después, Clay declara: "Ya no soy cristiano". Hace pública su pertenencia a la Nación del Islam. Se rebautiza como Mohamed Alí. Recorre África durante un mes.

1965. La revancha contra Liston, el 25 de mayo, dura menos de un asalto: Alí noquea a Liston. ¿Cuándo y dónde fue golpeado Listón? El golpe fantasma se convierte en leyenda del boxeo.

1966. La situación en Vietnam empeora y revisan los requisitos de reclutamiento militar. Le reclasifican: es apto para el servicio. Su respuesta: "Yo no tengo nada contra los vietcong". Es rechazada su petición de quedar exento por motivos religiosos. La perspectiva del reclutamiento dispara su actividad: defiende su título cinco veces en ocho meses.

1967. Un KO tras siete asaltos contra Zorah Folley en el Madison Square Garden es su última pelea antes de la revocación de su licencia de boxeo; pasarán tres años y medio antes de que pueda regresar al cuadrilátero. Le retiran el título mundial. Un jurado sólo de blancos le condena por desertor: cinco años de prisión y multa de 10.000 dólares. Se le retira el pasaporte.

1968-1969. Las dificultades económicas le obligan a ganarse la vida como orador en colegios y universidades.

1970. Tras 43 meses en el exilio, Alí obtiene una licencia de boxeo del Estado de Georgia. Se enfrenta a Jerry Quarry en Atlanta y le derriba en el tercer asalto.

1971. En la pelea del siglo entre los dos "campeones del mundo invencibles", Alí y Joe Frazier se enfrentan por cinco millones de dólares. Frazier derriba a Alí con un brutal gancho de izquierda en el último asalto. Los años que ha pasado alejado del cuadrilátero le pasan factura.

1971-1973. Campeón del mundo o no, es la mayor atracción del boxeo. Pelea en 13 ocasiones en este periodo.

1974. Alí vence a Frazier en 12 asaltos en su segunda pelea en el Madison Square. Mientras, Frazier pierde su título mundial ante George Foreman. El 30 de octubre, Alí vuelve a ser campeón del mundo de pesos pesados, una década después de haber obtenido el título por primera vez: el famoso rugido en la selva de Kinshasa (Zaire) sigue siendo el acontecimiento más célebre de la historia del boxeo. Foreman era el favorito, pero Alí le derribó en el octavo asalto.

1975. Se publica The greatest: my own story, autobiografía de Alí escrita por Richard Durham. Vuelve a vencer a Frazier.

1978. En Las Vegas pierde el título de pesos pesados ante el oro olímpico León Spinks, que sólo acumula siete combates como profesional. Se suponía que no era rival. En la revancha, Alí gana. Es el primer peso pesado de la historia en ser tricampeón del mundo.

1981. Un envejecido y cansado Alí pierde ante Trevor Berbick. Es el fin. Tiene casi 40 años. "Es hora de enfrentarme a los hechos", declara. "El padre tiempo me ha alcanzado". De sus 61 peleas profesionales sólo cinco son derrotas, y tres de ellas en los últimos cuatro combates. Varios años después se confirma que sufre el síndrome de Parkinson.

1996. Alí enciende con manos temblorosas la antorcha olímpica en Atlanta. El mundo se emociona. Vuelve la alimanía,

1997-2001. Cuando éramos reyes, el documental de León Gast sobre la pelea Alí-Foreman en Kinshasa, gana un Oscar. Recibe el premio de boxeador del siglo en Viena. Sports lllustrated le nombra deportista del siglo. Michael Mann rueda Alí con Will Smith. Kofi Annan le nombra embajador de la Paz de la ONU. •

EL PAIS SEMANAL Número 1.411, Domingo 12 de octubre de 2003

domingo, 30 de septiembre de 2018

Historia de Migue por Romeu




El Pais Semanal Número 1.118. Domingo 1 de marzo de 1998

La llegada de Conan

El primer número de la integral incluye diversos paratextos: una introducción del director editorial David Hernando y los cuatro epílogos de Thomas de los primeros cuatro tomos



JAVIER FERNÁNDEZ
26 Septiembre, 2018




'Conan el bárbaro. Integral, 1'. VV. AA. Planeta Cómic. 600 pág. 41,50 euros.

He perdido la cuenta de las veces que se ha reeditado en España el material incluido en este primer integral de Conan el bárbaro (sin ir más lejos, el año pasado se publicó una edición conmemorativa del 35 aniversario del personaje en Planeta que tenía un formato semejante y traía exactamente los mismos cómics, solo que aquella estaba limitada y numerada y ofrecía, además, algunos contenidos extra exclusivos). Para mí, la mejor edición sigue siendo aquella otra que publicó también Planeta entre 1998 y 2001, los 98 números de la colección de cuadernillos grapados que casi abarcaron al completo la primera etapa (la mejor) del guionista Roy Thomas al frente de Conan the Barbarian. Lo que tenemos aquí son los números 1 a 15 y 17 a 26 de la mítica cabecera, más las páginas correspondientes de los 2 y 3 de la revista Savage Tales, es decir, los primeros tebeos estadounidenses del personaje, escritos todos ellos por Thomas y dibujados casi todos por Barry Smith (la excepción son un par de Gil Kane y otro par de John Buscema), no con sus colores originales, sino con la interpretación digital característica de las reediciones de Dark Horse, que ya vieron la luz primeramente en la colección Las crónicas de Conan. El presente libro incluye diversos paratextos, a saber: una introducción del director editorial David Hernando (que tenía sentido en lo del 35 aniversario, y aquí no tanto), y los cuatro epílogos de Roy Thomas extraídos de los primeros cuatro tomos de Las crónicas de Conan, y es que este integral viene a ser una compilación en formato Omnibus de dichos tomos, con diferente calidad de papel, diferente traducción y diferente rotulación.

Si alguien no tiene estos cómics, mi consejo es que salga corriendo a comprar el volumen. Ya digo que no es la edición perfecta (¿quién fue el lumbreras que tuvo la feliz idea de colorear Clavos Rojos, esa joya absoluta del blanco y negro?) pero es la que hay, esta y la de Las crónicas de Conan, que les saldrá más cara (aunque puestos a elegir, si es que tienen el dinero, Las crónicas les resultará más cómoda de leer y, en mi opinión, ofrece una rotulación bastante más elegante). A los que ya lo tienen, esto es, a los aficionados a Conan de toda la vida, no les digo nada porque ya sé que se lo comprarán, llueva o truene. (No tenemos remedio.) Del trabajo de Thomas y Smith en Conan se ha hablado tanto (pero tanto, tanto), que no sé qué más puedo yo añadir, si acaso, recordar que se trata de una de las cumbres del tebeo de fantasía estadounidense, que ofrece algunas de las mejores adaptaciones gráficas de la obra de Robert E. Howard (el resto se cuentan entre los mejores pastiches que se han realizado nunca con los conceptos creados por el escritor texano) y que su lectura proporciona, horas, días, años de placer continuado. Si tuviera que elegir, incluiría estas páginas (junto con las otras de Conan que escribió Thomas en los setenta y primeros ochenta) en cualquier lista de los diez mejores cómics publicados por Marvel en toda su historia.


Malaga Hoy


sábado, 29 de septiembre de 2018

La más premiada

JAVIER FERNÁNDEZ
26 Septiembre, 2018


'Saga, 8'. Brian K. Vaughan, Fiona Staples. Planeta Cómic. 152 páginas. 16,95 euros.

Con cada nueva entrega de Saga, los aficionados al cómic nos relamemos de gusto, y es que lo único malo de la maravillosa y particularísima serie de ciencia ficción de Brian K. Vaughan y Fiona Staples es que estamos obligados a esperar otro puñado de meses hasta que sale el siguiente tomo. Por si queda alguien por ahí que aún no se ha enterado, Saga es la cabecera estadounidense más laureada de los últimos años, con más de 30 premios importantes (Eisner, Harvey, Hugo, British Fantasy Awards...) en sus apenas cinco años de trayectoria. Además, el cómic editado en inglés por Image (y en español por Planeta) es un auténtico éxito de público, y les puedo asegurar que todo el que se asoma a leerla se queda enganchado.


Malaga Hoy

Mickey a la europea

JAVIER FERNÁNDEZ
26 Septiembre, 2018


'Mickey Mouse: Café Zombo'. Régis Loisel. Planeta Cómc. 280 páginas. 28.50 euros.

Claro está que la idea de que los personajes de Disney sean interpretados por historietistas europeos no es nueva, véase el Don Miki. La novedad de los lujosos álbumes protagonizados por el ratón Mickey que lleva un tiempo publicando Planeta Cómic es la altísima calidad de los autores, nombres señalados del cómic franco-belga que no se limitan a mimetizar un estilo normalizado, sino que aportan su visión singular al universo infantil del ratón más famoso del mundo. Una misteriosa melodía está firmado por Cosey, Mickey's Craziest Adventures es obra de Lewis Trondheim y Nicolas Keramidas, La juventud de Mickey sale de la imaginación del mordaz Tébo y Mickey Mouse: Café Zombo está escrito, dibujado y coloreado nada menos que por Régis Loisel.

Centrándonos en Café Zombo, el libro es exquisito desde su propia hechura: formato apaisado, lomo de tela, papel grueso, guardas impresas con una lluvia de dibujos de Loisel. En el interior, Loisel demuestra, una vez más, que es un maestro, decantándose por una estructura fija de dos tiras por página, en un ejercicio que reproduce la sensación de estar leyendo una aventura clásica, con una narración ágil, prodigiosa, y un trazo y un coloreado perfectos. El argumento nos lleva a un entorno de precariedad laboral, como aquella gran depresión que caracterizaba las mejores historietas de Floyd Gottfredson, y cuenta las dificultades de Mickey, Horacio y compañía para salir adelante en medio de tanta pobreza. El banquero corrupto Rock Füller domina a los trabajadores mediante el café Zombo que da título al álbum, una bebida adulterada que los convierte en meros esclavos (y que nos trae ecos del Tiger Tea de George Herriman). La trama de Loisel se conduce hasta el inevitable enfrentamiento entre los héroes y los villanos, del que, claro está, Mickey y compañía saldrán victoriosos, después de un sinfín de peripecias. Con todo, son los momentos de calma lo que se queda en la retina de esta fábula elegante y hermosa.

Malaga Hoy