domingo, 15 de julio de 2018

Fundido a negro

Tras una larga ausencia de 12 años, regresa a las librerías el `Balas Perdidas´ de David Lapham



JOSÉ LUIS VIDAL
09 Julio, 2018






Y lo hace a lo grande, ya que los que nos quedamos huérfanos de esta magnífica serie hace ya la friolera de doce años, tenemos la oportunidad de continuarla con un nuevo volumen, el quinto, titulado Hazañas y travesuras. Y por si esto fuera poco, Ediciones La Cúpula reedita (con nuevo tamaño, rotulación, etc.) el primer tomo con aquel puñado de historias que nos enganchó en su momento y que puede hacerlo ahora con todos los lectores que no conozcan este magnífico cómic enmarcado dentro del género negro.

Corría el año 95, cuando una pareja, los Lapham, David y Martha, se liaron la manta a la cabeza y crearon un sello editorial independiente, El Capitán Books. En él comenzó a publicarse la serie que hizo famoso a David Lapham, ya que en los siguientes años no tardaron en llegar los premios (Eisner) y las numerosas nominaciones. Su título, Balas Perdidas.





Lo malo es que los trofeos no dan de comer, así que todo el dolor de su corazón, pocos años después, tuvieron que tomar una decisión: La colección quedaría suspendida indefinidamente. Gracias al nombre que David se había hecho en el mundo de la viñeta, no le fue nada difícil comenzar a aceptar encargos para las grandes editoriales norteamericanas, Marvel y DC. En ellas posó su pluma sobre personajes como Daredevil, El Castigador, o el propio Batman. Su experiencia previa cuando comenzó en esto de las viñetas, trabajando para sellos como Valiant o Defiant, le facilitaron la labor a la hora de cambiar el chip.

Afortunadamente, había dejado un buen puñado de número de su serie, además de maravillas breves como las miniseries Murder me dead o la dedicada a Amy Racecar, y más tarde también tendría la oportunidad de seguir cultivando su género favorito con Silverfish y la lisérgica Young Liars, ambas publicadas en el sello Vertigo de DC Comics.

En aquellos años, mediados de los noventa y comienzos del nuevo siglo, el cómic de género criminal tan solo se cultivaba dentro de los grandes sellos, os puedo poner como ejemplo los trabajos de otros grandes del noir como Brian Azzarello (Jonny Double, 100 Balas), Jason Aaron (Scaped), Greg Rucka y Ed Brubaker (Gotham Central), autores la mayoría que, años después, liberados del yugo del comic-book mensual, se situarían en el Olimpo del Cómic, al llevar impresionantes relatos noir a la viñeta.

Y es curioso que muchos de ellos hayan arribado en la misma editorial, Image Comics, un lugar en el que los autores poseen la total autoría de su obra y la cadencia de su publicación, por lo que estaba bastante claro que aquella iba a convertirse en la nueva casa de la serie Balas Perdidas, que regresó a las estanterías yanquis en el año 2014, con el consiguiente alborozo de todos los que la seguíamos.

Y bueno, os preguntaréis, ¿de qué va esta serie? Pues bien, os pondré un claro ejemplo para que podáis poneros en situación: ¿Recordáis la película de Robert Altman, Vidas cruzadas, basada en los relatos de Raymond Carver? Pues bien, David Laphan nos lleva al lado más oscuro y peligroso de la Norteamérica de los últimos años, y lo hace presentándonos a una chiquilla, Virginia Applejack, miembro más joven de una familia totalmente desestructurada, con un padre ausente la mayoría del tiempo, una hermana que sufre en silencio y una madre que odia a la protagonista.

Las primeras historias contenidas en el volumen titulado La inocencia del nihilismo nos lleva a Baltimore, y comienzan presentándonos a Frank Y Joey, dos asesinos que, en uno de sus trabajos, la que se suponía iba a ser una noche tranquila, terminará como una orgía de sangre y violencia.

Violencia que la joven Virginia, Ginny, contemplará al salir del cine, marcándola de por vida. Su actitud rebelde le va a acarrear multitud de problemas y alguna que otra cicatriz…

Ella y otros personajes son las piezas de este rompecabezas, que poco a poco irá tomando forma ante nuestros ojos, desvelando un sangriento y brutal tapiz.

Y para los que ya seguíamos la serie en el sello Brut de La Cúpula, un salto en el tiempo: Tres años que han pasado desde que Ginny decidió romper con todo. Pero ahora ha regresado a su ciudad y, sobre todo, al instituto, donde trabará amistad con otro loser como ella, el joven de color Leon. Desde un segundo plano observará a sus compañeros, concretamente a los gamberros del lugar, miembros la mayoría del equipo de rugby: Rufus, Jeb, Mike… y a algunos pandilleros, encabezados por Sidney Barret. Entre todos se formará una red invisible, donde también quedarán atrapados Stef y Tony, una joven pareja, y el apocado padre de Mike, que conocerá de primera mano los expeditivos métodos de un matón apodado Dedos…

Y a todo esto, tanto en el primer tomo como en el quinto, se nos presentan las aventuras criminales y alocadas de una chica llamada Amy Racecar, que comparte rasgos con Virginia… ¿Quién es esta muchacha?

La violencia más descarnada espera para estallar en esta serie, calificada ya como una de las mejores del género criminal plasmado en viñetas de cómic.

Malaga Hoy

domingo, 8 de julio de 2018

Steve Ditko: El genio extraño


Fue un mito del cómic, capaz de crear un personaje complejo como Spiderman, inspirado en él mismo

ÁLVARO PONS
Madrid 7 JUL 2018


Steve Ditko en una foto de archivo. EL PAÍS

Si la construcción de la mitología Marvel requiere del establecimiento de una trinidad propia, la elección de los nombres es fácil: Stan Lee, Jack Kirby y Steve Ditko. Lee fue el genio de la mercadotecnia que supo crear un concepto editorial nuevo, apoyado en un dibujante como Kirby capaz de idear una épica gráfica de alcance cósmico, pero también en un artista como Ditko, que supo compensar el poder infinito de los dibujos de su compañero con una humanización inexplorada del superhéroe. Mientras Lee creaba con Kirby a Los Cuatro Fantásticos, enfrentados a imponentes peligros galácticos, con Ditko creó a Spiderman, el héroe que luchaba contra sus monstruos personales y lo cotidiano. Un contraste que permitió a la compañía escribir una nueva forma de hacer superhéroes y que tendría finalmente en el personaje dibujado por Ditko a su icono más reconocible. Una excelsa trinidad en la que la figura de Ditko destaca especialmente por lo atípico de su evolución: el dibujante eludió la fama y los medios para construirse una hermética armadura ante la sociedad que lo presentaba como el nuevo Salinger, un autor huraño y solitario, apartado de todos. Su muerte solo ha hecho que consolidar esta fama de autor maldito: fue encontrado muerto en su casa de Nueva York el 29 de junio, solo, con indicios de haber fallecido un par de días antes por causas naturales.

Un final que casa difícilmente con el entusiasmo del joven aprendiz que llegó a la escuela de Jerry Robinson, uno de los primeros dibujantes de Batman, a aprender a hacer cómics. Su rápida progresión le llevó a trabajar a principios de los años 50 en el famoso estudio de Joe Simon y Jack Kirby, convirtiéndose en discípulo de Mort Meskin, uno de los grandes maestros de la economía de trazo. Tras pasar por Charlton Comics, recaló en 1955 en Atlas, la editorial que más tarde se convertiría en Marvel y en la que conocería a un jovencísimo Stan Lee. Ditko se especializó en las historietas de fantasía y terror, creando un catálogo inimaginable de monstruos extraños a medio camino entre la pesadilla psicodélica y el kaiju (no en vano fue responsable de la adaptación al cómic de Gorgo, la versión británica de Godzilla) que llenaban las páginas de revistas como Strange Tales, Tales to Astonish o Strange Worlds. El peculiar estilo de Ditko se convierte en aliado perfecto de unas historias donde la expresividad de los personajes es decisiva: las caras que dibujaba reflejan la ansiedad y el horror como pocas, con esas manos desencajadas inhumanamente ante la desesperación.


Uno de los cómics de Spiderman de Steve Ditko. EL PAÍS

Pero el gran éxito le llegaría cuando Lee le ofrece la responsabilidad de diseñar al nuevo héroe de Marvel Cómics, Spiderman. Tras no quedar contento con las propuestas de Kirby, próximas a su poderosa concepción del superhéroe, Ditko planteó un personaje completamente diferente, un joven debilucho y apagado, inspirado en su propia imagen juvenil, más preocupado por sus problemas de instituto que por salvar al mundo. El empollón Peter Parker le daba la vuelta a la idea original del personaje y, de paso, revolucionaba el concepto de superhéroe, alejándolo del panteón mítico para hacerlo urbano y cotidiano. Ditko trabajó también en series como Hulk, pero su otra gran creación para Marvel sería Dr. Extraño, un personaje mágico que le permitía dar rienda suelta a una concepción de la puesta en escena deudora del surrealismo daliniano, en la que plasmaría un extraño cóctel de influencias que iban de la psicodelia al esoterismo, de la generación beat al underground, en el que su dibujo se muestra en todo su potencial.

Sin embargo, la compleja personalidad de Ditko comienza a aflorar ya en esta época: en apenas tres años, los desencuentros se hacen continuos con Lee, que se arroga la creación completa de los personajes y lo ningunea. Ditko abandonaría la editorial para deambular por DC Cómics, creando personajes tan sugerentes como Shade the Changing Man o Halcón y Paloma, o volver después a Charlton, donde crearía otros personajes llamados a ser famosos: Blue Bettle, The Question y Captain Atom, inspiración de Alan Moore para su famosa serie Watchmen. Tras unos años publicando de nuevo sus características historias de terror para Warren en la revista Creepy, Ditko se retiraría de la vida pública para recluirse por completo, pero sin abandonar la creación. Comenzó a autopublicarse y trabajar para editoriales independientes, donde podía expresar su adoración por Ayn Rand y hacer proselitismo de la filosofía objetivista con el personaje Mr. A, toda una celebración del individualismo éticamente recto e intachable como su traje de blanco impoluto. Sus fanzines, financiados por crowfunding, siguieron siendo hasta el final de sus días el único contacto con su legión de fans, que le permitían tanto desahogarse contra Stan Lee como profundizar en su ideología.

Con Ditko desaparece un mito del cómic, capaz de crear un personaje tan complejo como extraño como él mismo.


El Pais


jueves, 5 de julio de 2018

Una filmoteca 10 a finales del siglo XX

Idiotas irredentos. Chinos enamorados. Matrimonios sin sexo. Psicópatas pecadores. Mamporros existenciales. Y una marmota. Una decena de directores españoles escriben sobre su película favorita de estos 10 años. Dale al “play”


EL CLUB DE LA LUCHA
Director: David Fincher (1999)
Por Álex de la Iglesia

Por supuesto que El Club de la lucha NO es la mejor película de la década. Elegir el mejor filme es una estupidez, como escoger la mejor persona o el mejor cuadro o pensar si es mejor la paella que la macedonia de frutas. De hecho, cito este largometraje por distar con mucho de ser perfecto. ¿Quién quiere películas perfectas? Los críticos, los curas, los políticos. Yo las quiero distintas, arriesgadas, divertidas, inteligentes y, a poder ser, malas, incluso amorales. El Club… habla de un montón de cosas sin resolverlas (quizá irresolubles), pero tiene momentos gloriosos en los que se adentra en terrenos inexplorados de nuestra mediocre manera de ver el mundo. Deja al descubierto debilidades, fisuras de nuestro software chungo, donde triunfa el que más se acomoda al uniforme colegial. El club de la lucha te habla a la cara: ¿tú también quieres ser un idiota más en este mundo de idiotas?¿Ves esta película acomodado en tu sillón o prefieres ser un hombre? Si, como espectador, eres generoso, el filme te arrastrará. A muchos no les ha ocurrido, porque buscan películas correctas. Ésta no lo es. Y por eso es imprescindible.



DESEANDO AMAR
Director: Wong Kar-Wai (2000)
Por Isabel Coixet

Me gusta Deseando amar (In the mood for love) porque no podemos tocar el pasado, sólo podemos recordarlo; porque los recuerdos son borrosos; porque me fascina el cuello de Maggie Cheung y los vestidos que se lo aprietan; porque siento debilidad por las fiambreras de varios pisos; por el dim-sum y el arroz frito y los noodles y cualquier cosa que se pueda comer con salsa de soja; porque los personajes pasan rozándose por estrechos pasillos y no se tocan; porque los agujeros de los muros de piedra son los únicos lugares en donde podemos decir lo que nos pasa; porque hace calor todo el tiempo y llueve y a nadie se le ocurre aflojarse el cuello del vestido o de la camisa; porque me gusta la canción de Brian Ferry que no sale en el filme; porque a ratos no sé si esos conyuges fantasmas existen o son una invención de los habitantes de la pensión; porque me gusta que una película me conmueva y me deje resquicios de misterio, y quiera volver a verla inmediatamente, y me muera de envidia al salir de la sala, y me lleve a casa las ganas de ser mejor y hacer mejores películas y comer sopa con bambú y cosas que no sé qué son.

DOS TONTOS MUY TONTOS
Director: Peter y Bobby Farrelly (1994)
Por Santiago Segura

Podría decir Man on the moon, de Milos Forman, que fue un fracaso; o Election, de Alexander Payne, que no vio casi nadie; o ya, para ser más enrrollado, Visitor Q, de Miike Takashi, que ni siquiera se ha estrenado. Todas me encantan y son cool, quedaría como un tipo moderno eligiéndolas mi película de la década, pero debo escuchar a mi corazón. El filme de estos 10 años es Dos tontos muy tontos, de los hermanos Farrelly (nada que ver con los Taviani o los Coen, afortunadamente). Es una película de risa en estado puro y, personalmente, me sirvió – aparte de para descojonarme y ver la luz- para descubrir a mis ídolos (que tantas satisfacciones me han dado desde entonces).
Con esta película los Farrelly revolucionaron y actualizaron la comedia moderna como en su día hizo John Landis con la increíble Desmadre a la americana. Sí, la crítica los odia a muerte, pero yo debo bendecirlos y ofrecerles mi gratitud. Me hacen reír, y eso es mucho.



QUEMADO POR EL SOL
Director: Nikita Mikhailkov (1994)
Por Fernando León de Aranoa

Sergei le habla a su hija Nadya de un sueño, el de construir una patria de futuro y de progreso en la que ella pueda crecer un día. Transcurre el verano de 1936 en la Unión Soviética y su historia nos hablará luego de la doble tragedia de los quemados por el sol de la revolución, de las cicatrices que sus vidas dejaron en las muñecas de la historia. Sucede en el campo, en una casa llena de sombras a la que hoy llega el dolor, disfrazado de amigo muy querido. El fantasma de Chejov recorre sus pasillos, la ternura de su aliento en la mirada de los personajes. La caligrafía dulce, casi musical con la que se escribe su historia contradice los incómodos silencias, el espanto y sus presagios.
Al final del día, un gran coche negro aguarda a Sergei en la puerta de la casa, su silueta de ogro al acecho dibujada en el verde esperanzado del bosque. Antes de partir, coge en brazos a su hija y corre con ella en un juego que en realidad es un deseo: el de huir para siempre del miedo y sus mensajeros, del pasado, del persistente dolor, de la traición de ese sueño que una vez tuvo su hija.



EYES WIDE SHUT
Director: Stanley Kubrick (1999)
Por Juan Carlos Fresnadillo

Cuando se encendieron las luces y pude ver la cara de confusión, aburrimiento e indignación de la gente que me rodeaba en el estreno de Eyes wide shut me sentí como un elegido. Pobre de mí. Ese diálogo final de una pareja que soluciona una crisis con una palabra tal real y tan poderosa (“follar”) me dio la espada que necesitaba para iniciar la guerra.
Qué iluso. A partir de ese momento he discutido con todo aquel que osara poner en duda la sabiduría del testamento de Kubrick. Mi arma arrojadiza siempre fue defender que esta película es una comedia. Una sonora carcajada de un maestro sobre la estupidez de la condición humana al no mirar y disfrutar de la realidad. De seguir siempre empeñándose en condicionar la vida por fantasías que no existen, que sólo están en tu cabeza y cuyo efecto secundario es el sufrimiento de no atrapar lo único que tenemos a mano: el aquí y el ahora. Lo siento Stanley, sigo sin practicarlo aunque no me quito tu película de la cabeza. Y especialmente, tu risa al escribir esto.



FUNNY BONES
Director: Peter Chelsom (1995)
Por Javier Fesser

Un tipo imperfecto, hijo de otro bastante más defectuoso, se adentra en el origen de tanto mal funcionamiento para encontrar una explicación de, al menos, una pequeña parte de su imperfección. Y viaja a la decadente Blackpool (Reino Unido), un lugar congelado en el tiempo de donde su padre trajo adherido el talento en la piel, para toparse de narices con la más bella expresión de lo no perfecto: su hermano desconocido. Tan desconocido como fascinante y tan extraño como genial, imprevisible, adorable, temible e irrepetible, cuyo magnetismo radica en su error cerebral de nacimiento.
Funny Bones (Los comediantes) es una aventura hermosísima llena de personajes a los que no les cabe el alma en el cuerpo. Una película, por suerte para ella y para disgusto de los críticos de todo a cien, imposible de clasificar. Un filme como la realidad, como las cosas que de verdad interesan y como la gente que tiene cosas que decir: imperfecta. Maravillosamente imperfecta.

ATRAPADO EN EL TIEMPO
Director: Harold Ramis (1993)
Por David Trueba

La última década de cine ha cancelado casi definitivamente la unión entre lo popular y lo inteligente. Lástima. Parece difícil encontrar películas que se adscriban al entretenimiento más puro con dignidad, cabeza y clase. Por eso, esta década, el público que se autodefine élite es dependiente del mal llamado cine independiente, casi siempre estadounidense, pero imitado en el mundo entero en su estética y contenidos. Peligroso como todo lo simbiótico. Superficial como toda moda. Entre todo eso, Atrapado en el tiempo es una comedia romántica emocionante, ácida, divertida y muy bien escrita. Una a Kafka con Lubitsch, está dirigida con invisibilidad y talento, sin más pretensiones que aquellas del cine clásico: entretener con cerebro. ¿Por qué lo que debería ser la norma es casi una excepción? Pero quizá lo más descollante es salir reafirmado de lo que durante esta década se ha confirmado con creces: Bill Murray es el mejor actor de comedia del cine estadounidense actual.





SEVEN
Director: David Fincher (1995)
Por Jaume Balagueró

Podrían decirse muchas cosas. Su clasicismo y su modernidad, por ejemplo, que aúnan sin complejos sobriedad narrativa con nuevas tendencias estéticas y formales. O su brillante guión, una pirueta perversa que juega con nosotros y nos hace temer aquello que nunca vemos porque sólo se nos muestran sus restos, sus consecuencias. O su montaje crispado y fluido al mismo tiempo, soberbio ejercicio de microelipsis que, lejos de resultar abrupto, acaba dotando al conjunto de una fluidez impecable. O la tenebrosa fotografía de Khondji, agobiante, depresiva y húmeda como la vida. O su diseño de producción impactante, oscuro y supurante, que sabe instalar el horror en cada fotograma. O lo influyente que ha acabado siendo para gran parte del cine moderno de género: imitada, plagiada, homenajeada. Podría decir todo esto. Incluso más. Pero no. No son éstas mis verdaderas razones.
Porque en realidad me basta una: sus últimos 10 minutos, tensos hasta lo insoportable. Un ejemplo de intriga y suspense, casi miedo, difícilmente igualables. Vertiginosos. Magistrales. Un milagro.

REQUIEM POR UN SUEÑO
Director: Darren Aronofsky (2000)
Por Daniel Calparsoro

Sueños rotos, destrozados, que se vuelven pesadillas. La película de Aronofsky te atrapa desde el inicio y no te suelta hasta reventarte al final. La puesta en escena, la música, el montaje beben de eso que se llama electro… pero lo mejor es el título. En 10 años han cambiado muchas cosas, y lo más significativo es que todo sigue igual. El sueño de un cine independiente, destrozado. El sueño de la libertad creativa, reventado. El sueño de un mundo mejor, aplastado. Al igual que los personajes de Aronofsky, vivimos envueltos en la ficción del movimiento, la sensación de ir hacia delante, pero que duda cabe de que si algo se mueve aquí, es hacia atrás. Convertidos en cómplices de una pesadilla de cinismo colectivo nos vemos incapaces de despertar; más nos vale hacerlo, o vendrá Aronofsky y hará un réquiem por nosotros.



ED WOOD
Director: Tim Burton (1994)
Por Daniel Monzón

De todos los directores aquí congregados, que levanten la mano los que se han sentido alguna vez como Ed Wood. Yo la levanto. Y a mucha honra. Porque el protagonista de esta fábula, que Tim Burton compuso con alma de poeta, representa la pasión ciega, energúmena, mameluca por el cine, a través de la cual nuestro querido Ed encuentra y expresa su pasión por la vida. No es ésta una disección sarcástica del mundo del cine, ni tiene vocación realista. Eso queda claro desde los mismos títulos, con el paseo a ritmo de bongos por el marciano universo de Edward D. Wood junior, que concluye en una descarada maqueta de un Hollywood de juguete por el que se moverán los personajes. Por ello, Burton nunca se ríe de la supuesta falta de talento de su protagonista; más bien al contrario, apunta que la única forma de sentarse en una mesa con Orson Wellles es siendo como Ed Wood. En su angustioso aunque irrenunciable amor por el cine, estos dos hombres se miran a los ojos, se comprenden y se dan aliento. No importan sus diferencias. Les hermana la pasión.


El País de las Tentaciones Viernes 31 de Octubre de 2003



martes, 3 de julio de 2018

CUANDO LOS AÑOS MEJORAN EL PRODUCTO

Sergi Vich Sáez

El 16 de septiembre de 1948, aparecían en el nº 38 de la revista belga Tintin las primeras planchas de un personaje llamado al éxito: Alix el Intrépido, debidas al autor alsaciano Jacques Martin. En las mismas, comenzaba la primera aventura del joven homónimo galo, que acabaría convirtiéndose en amigo y confidente del pro-cónsul Julio César.


Alix Senator. El grito de Cibeles (nº 5) Valérie Mangin, Thierry Demarez y Jean-Jacques Chagnaud
Coeditum
Bélgica Cartoné 48 págs. Color

Obra relacionada

Murena. Las espinas (nº 9) Jean Dufaux y Philippe Delaby (Planeta Cómic)
Alix. El oro de Saturno (nº 35) Pierre Valmour y Marco Venanzi (Coeditum)
Las águilas de Roma (libro V, nº 5) Enrico Marini (Norma Editorial)
Plinivs (nº 3) Mari Yamazaki y Miki Tori (Ponent Mon)


Bien es cierto que aquellos primeros dibujos eran quizás algo estáticos y rudimentarios, pero el autor, un apasionado por la Antigüedad, lo suplía con una apabullante documentación histórica que plasmaba en cada una de sus viñetas, especialmente atractivas para el público juvenil al cual iba dirigido. En sus andanzas, Alix recorrería el Mundo Antiguo, y entraría en contacto con sus más importantes civilizaciones: desde Grecia y Roma, hasta Egipto o Persia, sin olvidar a celtas y germanos. Es más, llegaría a vislumbrar el perdido esplendor de otras, ya desaparecidas en el tiempo en que se ubica la serie, como la etrusca o cartaginesa, si bien Jacques Martin tendría el acierto de rememorarlas a través de sus descendientes, a fin de no romper el marco cronológico.
Con los años, el dibujo mejoró y las historias fueron cada vez más sólidas, no solo desde un punto de vista argumental, sino también en cuanto a la ambientación, lo que daría lugar a una sub-serie didáctica: Los viajes de Alix, en la que el protagonista mostraba con todo detalle los modos y costumbres de quienes vivieron en aquel remoto pasado.

Los 36 álbumes publicados y 70 millones de ejemplares vendidos atestiguan la fuerza del binomio aventura-historia presente en Alix. Por lo que no podemos sino estar de acuerdo con la apreciación del crítico Patrick Gaumer en el sentido de que la serie: «abrió el camino al cómic histórico realista».
Con todo, el Alix el Intrépido de las primeras décadas escondía en sus páginas una pugna que el público al que iba dirigido no permitía explicitar. De una parte, ciertas dosis de moralidad, patentes en la especie de misión civilizadora que emanaba de los personajes principales, especialmente cuando se relacionaban con los pueblos, digamos, bárbaros; y, de otra, ciertos indicios de homosexualidad nunca resueltos entre el protagonista y su alter ego, el joven egipcio Enak.

La necesidad de adecuar el producto a quienes entonces fueron niños y ahora son mayores movió a los editores a lanzar en 2012, de la mano de Denis Bajram y Valérie Mangin en el guión, y de Thierry Démarez en el dibujo, un primer álbum de otra serie paralela, dirigida esta vez a un público adulto: Alix Senator.

Situada en el año 12 a. C. durante el mandato de Octavio Augusto, el protagonista, que ahora peina canas, aparecía convertido en el senador Alix Gracus, a cuyo cuidado se hallaban su hijo Titus y su protegido Kefrén, hijo de Enak, que haría su reaparición en el segundo álbum de la nueva serie: El último faraón, un año después.

Con una ambientación, si cabe, mejorada respecto a la serie original, Alix Senator establecerá una interesante trama política en la que se ven implicados los más altos personajes de la corte: un Augusto atormentado por haber ordenado el asesinato del hijo de su tío-abuelo César ordena transportar los Libros Sibilinos del santuario de Delfos a la misma Roma, a fin de conocer el futuro que espera a su recién creado Imperio, mientras su esposa, Livia Drusila, muy puesta en las artes mágicas, pretende a toda costa asegurar la sucesión a favor de su hijo Tiberio.

Pero la intriga, muy propia del género polar francés, permite al lector, por poco que se detenga, mostrar de una forma seria y a la vez amena el amplísimo marco creencial que rodeaba a aquellas gentes, no solo a los romanos, sino también a los egipcios y a las gentes que habitaban un Próximo Oriente, donde el fuerte impacto de la helenización había dado lugar a un sincrético panteón.
Será precisamente allí, en el santuario de Cibeles en Pesinunte (Anatolia), donde uno de los protagonistas, Kefrén, hijo de Enak, sobrevivirá a la emasculación realizada por los castrados servidores de la diosa en el episodio que nos ocupa, confiriendo a la serie de Alix Senator una perspectiva inusual y que de alguna manera condicionará las siguientes entregas de una serie realmente importante, que aúna de forma notable diversión y cultura, intriga y conocimiento, logrando lo que muchos de los cómics llamados históricos apenas han rozado: contarnos cómo eran, cómo vivían y cómo pensaban y creían nuestro antepasados, sin recurrir a perspectivas anacrónicas, y con un notable respeto. De todas todas, recomendable.

COMICS ESENCIALES 2017 Un Anuario de ACDCOMIC & Jot Down



Portada de El Pais de las Tentaciones número 387





Viernes 23 de Marzo de 2001

Autor: Jose Luis Agreda

lunes, 2 de julio de 2018

La Vuelta a la Galia de Induráin. Una aventura de Induráin el Navarro por Sempere







El Jueves

CHUCK JONES

Por Jordi Sanchéz-Navarro


Charles Martin Jones, más conocido como Chuck Jones, pertenece a una larga estirpe de creadores tan arriesgados como efectivos.



Sus mejores películas...

...combinan la eficacia del slapstick clásico —el de Chaplin, Keaton y tantos otros autores menos célebres— con una densidad conceptual pocas veces contemplada en ámbitos ajenos al cine de vocación artística. Si algunos nombres históricos del cartoon —como Bob Clampett o Friz Freleng— indagaron, con excelentes resultados, en la arquitectura lógica y el flujo temporal del gag cómico (como antes habían hecho los mucho más conocidos Charles Chaplin o Buster Keaton), Jones alcanzó la perfección en ese terreno. Si Norman McLaren desarrolló tantas propuestas experimentales como films realizó, en una impecable carrera que debería servir para otorgarle un lugar de privilegio entre los artistas del siglo XX, Chuck Jones supo enmarcar radicales experimentos plásticos y narrativos en el seno del cartoon institucional. Nacido en Spokane (Washington) el 21 de septiembre de 1912, Jones se trasladó a Hollywood acompañando a su familia cuando aún era niño. La casualidad quiso que aquel hogar californiano estuviera a pocos metros de los Chaplin Studios, donde el niño recién llegado tendría la oportunidad de asistir a los rodajes del genial cineasta. Comprobar que Charles Chaplin era capaz de rodar más de cincuenta veces una escena que iba a durar quince segundos en pantalla debería haber tenido efectos devastadores en el cerebro de cualquier niño: en el caso del joven Jones, sólo sirvió para inocularle el virus del cine. Tras verificar en su periodo de formación media que tenía evidentes aptitudes para el dibujo, ingresó, tras su graduación, en el Chouinard Art Institute, donde aprendió las técnicas para desarrollar su prodigioso talento. Al poco, obtuvo su primer empleo en el sector de la animación como ayudante de Ub Iwerks en el estudio Pat Powers' Celebrity Pictures, donde se realizaban cortometrajes para Walt Disney Pictures y Metro-Goldwyn-Mayer. Jones comenzó limpiando acetatos y entintando dibujos, pero no tardó en convertirse en intercalador y animador. 




Chuck Jones, de bebe a leyenda viva

Uno de los primeros trabajos de Jones para la Warner

 A Chuck Jones le encantan los gatos, y abocetar constantemente todo lo que visualiza mentalmente. Aquí tenéis algunos de estos bocetos

En mayo de 1933, Jones ingresó en Termite Terrace, como se conocía internamente a la división de dibujos animados de Warner Bros, donde, durante cinco años, llevó a cabo todo tipo de tareas creativas y técnicas, impresionando al productor León Schlesinger, que le pronosticó una rápida promoción en el estudio. Sus referencias creativas en estos primeros años en Warner fueron su gran amigo Friz Freleng —de quien diría: "En lo que respecta al timing, que es la esencia de la comedia, creo que es la persona más brillante de la historia"— y Tex Avery. Cuando fue promocionado a director en 1938, en parte como consecuencia de la marcha de Friz Freleng a la Metro, Jones se había convertido ya en un perfecto conocedor de aquel timing que maravilló al prestigioso crítico Manny Farber, quien, en 1943 y desde las páginas de The New Republic, proclamó la absoluta superioridad estética de los cortometrajes de animación de la Warner frente a los de Disney. Con todo, las dos series dentro de Merrie Melodies en las que Jones trabajó en aquellos finales de los años treinta ("Two Curious Dogs" y "Sniffles the Mouse") estaban muy próximas, por estilo e intenciones, a las creaciones Disney. En realidad, para hablar con propiedad habría que decir que se hallaban próximas a los cartoons que Hugh Harman y Rudolf Ising estaban produciendo para la Metro, y éstos sí pretendían seguir explícitamente la estela de Disney. Los comienzos como director de Jones estaban aún lejos de alcanzar la excelencia casi sobrenatural que llegaría en los primeros años cincuenta, aunque sirvieron para demostrar que él tenía mucho que decir sobre el arte de la animación. Además de comenzar a trabajar con los personajes clásicos de la compañía, los Pato Lucas, Elmer o Bugs Bunny, a los que, poco a poco, dotaría de una marcada personalidad hasta convertirlos en algo más que simples muñecos, Jones ayudó, con su trabajo práctico, a definir el formato que demostraría una gran eficacia en el seno de la Warner: el cortometraje de 30.000 dólares de presupuesto con una duración de poco más de seis minutos (en 180 metros de película) y un plazo de producción de cinco semanas. A lo largo de los primeros años cuarenta, Jones dirigiría algunos clásicos instantáneos como "To Duck or Not to Duck" (1943), el relato alocado de la cacería del Pato Lucas por parte de Elmer. El Pato Lucas había sido creado en 1937 por Tex Avery y Bob Clampett, pero al caer en manos de Jones sufrió una espectacular transformación: de personaje absurdo, blanco de todos los golpes perdidos, a antihéroe existencialista. De hecho, en muy pocos años Jones acabaría redefiniendo completamente al Pato Lucas y a Bugs Bunny: la insoportable espiral creciente de humillaciones a las que el conejo sometía al pato era fruto de una estrategia calculada por él, con el fin de convertir a Lucas en un muy humano loser, un marginado incapaz de llevar a cabo sus anhelos de alcanzar una vida feliz, siempre obstaculizado por su propia mezquindad. Ese carácter de Lucas destacaría, precisamente, por su contraste con el de Bugs, siempre displicente con los demás. El propio Jones ilustraría la lógica de esta relación: "El Pato Lucas es un reconocimiento lamentado de mis (y nuestras) propias incapacidades. Bugs Bunny es una notoria personificación de nuestros mejores sueños. Queremos a Lucas porque él somos nosotros; queremos a Bugs porque él es como nosotros querríamos ser."



  Algunas de las carátulas de cortos de la Warner dirigidos por Iones. El estilo de estas entradillas ha servido de inspiración a muchos grafistas actuales.

► LOS AÑOS CUARENTA
Durante la primera mitad de los cuarenta, Jones dirigió también "The Dover Boys"(1942), un cortometraje que inauguraba, de un modo extraoficial, el uso de la caricatura humana en la animación. Frente a la representación realista de la figura humana que proponía Disney en sus largometrajes, Jones expuso la máxima de que cuanto menos estilizado era el dibujo de la figura humana, más posibilidades se abrían para la animación. Además, en "The Dover Boys", Jones apostaba por un humor inteligente, tan basado en el aspecto verbal como en la acción del gag (con guión de Ted Pierce). Aunque en un principio el cortometraje fue mal recibido por los responsables de producción de la Warner, que llegaron a amenazar con despedir al director por su visión radical de la animación, las propuestas icónicas de Jones se convirtieron, muy poco después, en el punto de partida de algunas de las formas más novedosas de entender el medio que surgirían entre los cuarenta y los cincuenta, como las de la UPA. Lo cierto es que la visión de Jones sobre la animación era extraordinariamente radical, como demuestra el hecho de que en 1944 el director publicara un artículo en Hollywood Quaterly en el que especulaba sobre la viabilidad de la animación abstracta. Jones compartía con sus compañeros de estudio una pasión por el slapstick clásico, pero sus estímulos intelectuales provenían de la literatura y la filosofía: "Chuck leía la enciclopedia como si fuera el último best-seller", dijo su buen amigo Ray Bradbury, "y nunca tuvo reparos en teorizar sobre la animación". Las reflexiones de Jones, que pueden ser rastreadas en numerosas entrevistas y artículos, nos muestran a un cineasta tan preocupado por los problemas de orden práctico del medio como por sus profundidades teóricas. En el primer aspecto, Jones nos ofrece una explicación de claridad meridiana sobre el oficio de animador: "El animador tiene la misma responsabilidad que un buen actor. Peter Sellers, por ejemplo, es extremadamente versátil y puede moverse en cualquier dirección. Mi animador, Ken Harris, puede hacer lo mismo. Él es un animador, no un dibujante. Y ahí hay una diferencia. Ni siquiera la gente que escribe sobre animación parece comprender del todo que cuando dibujas un personaje, todavía no tienes un personaje." En el territorio teórico, su pensamiento muestra similar profundidad: "La animación es una forma de arte en sí misma, y eso es lo que creo que necesita una clarificación continua. La animación existe sin fondos, sin color, sin sonido. Ni siquiera necesitas una cámara." Durante la Segunda Guerra Mundial, Jones hizo su preceptiva contribución a la causa bélica creando, junto a Theodor Geisel, conocido como Dr. Seuss, la serie Private Snafu, realizada por la división de propaganda dirigida por Frank Capra para ser proyectada en el frente. Los años de posguerra vieron la reunión de Chuck Jones con Michael Maltese. Cuando Ted Pierce se marchó (o más bien regresó) a los estudios Fleischer en 1941, Jones se quedó, por así decirlo, huérfano de guionista. Michael Maltese, un escritor extraordinariamente dotado para la creación de gags y con notables dotes de actor, vino, ya años después, a suplir el vacío, yendo más allá de Pierce y formando junto a Jones un demoledor dúo capaz de sacudir, una y otra vez, los cimientos de la animación.


Bocetos para el corto "What's Opera Doc


En la segunda mitad de la década, Jones consiguió varios logros, aunque también tuvo ilustres fracasos. Entre los segundos están sus personajes Inki o Minah Bird, que nadie supo entender, ni siquiera él mismo, y que tuvieron una vida artificialmente Impuesta por los ejecutivos del estudio. Otro relativo fracaso fue el desarrollo del grupo de personajes de Los Tres Osos, para los que Jones pretendía crear una serie en la que explotar sus dotes para la comedia. La idea básica era invertir los estereotipos físicos de los personajes, convirtiendo al hijo en un animal enorme y al padre en un achaparrado oso hiperactivo. Los Tres Osos debutaron en 1944, en "Bugs Bunny and the Three Bears". Jones estaba notablemente orgulloso con el trabajo, pero el mismísimo jefe del estudio, Jack Warner, ordenó la desaparición de los personajes por considerar que "todo el mundo estaba haciendo historias de Los Tres Osos". Entre los hallazgos de Jones en la década de los cuarenta se encuentra el personaje de Pepe Le Pew, la maloliente mofeta necesitada de amor, que debutó en "Odor-Able Kitty" (1945) y cuyos impulsos amatorios eran un argumento del todo novedoso en la tradición del cartoon. Los episodios de Pepe Le Pew tenían un alto componente sicalíptico, presentado siempre en una doble lectura para un público adulto. El propio Jones lo explicaría de este modo: "Es como comerse a alguien. Un asunto de nutrición. Sustento. Supervivencia. Hoy día, si dices que un personaje va a comerse a alguien... bueno, eso tiene un significado diferente. Pero la mofeta Pepe fue un caso único en los cartoons de la época, en el sentido de que iba detrás de la gata para enrollarse con ella." Narcisista y con un vocabulario lleno de clichés románticos, Pepe Le Pew fue un personaje muy querido por Jones: en él pudo reflejar sus propios traumas en el terreno amoroso y su distanciada ironía hacia todo lo que oliera a romántico. Pero su creación más célebre sería la de los personajes del Correcaminos y Wile W. Coyote. Aunque la serie es conocida por el título genérico de El Correcaminos, lo cierto es que el personaje protagonista es el Coyote, un individuo patético cuyos denodados esfuerzos para conseguir atrapar al veloz (y presuntamente sabroso) Correcaminos se saldan con un fracaso permanente. Jones concibió la serie como una parodia de los cartoons de acecho y cacería que monopolizaban los gustos de buena parte del público, un modelo que, con su acostumbrada e insultante facilidad, Jones llevó al límite, demostrando que la única consecuencia lógica del género era su reducción al absurdo. En una suerte de actualización recurrente del mito de Sísifo (el personaje que se veía obligado a subir una enorme roca hasta la cima de una montaña sólo para comprobar que, una y otra vez, la roca volvía a despeñarse), Jones presentó un catálogo de variaciones sobre el mismo tema que tendía virtuosamente al infinito. Los episodios de El Correcaminos no son piezas de siete minutos, sino siete minutos llenos de minicápusulas autoconclusivas que, con todo, presentan una lógica interna a prueba de bombas. Como explicaba el propio Jones: "El Coyote es su propio peor enemigo. Es imposible que atrape al Correcaminos. Pero ése es el asunto: cuanto más frustrado está, mayor ingenio demuestra. El filófoso George Santayana dijo que un fanático es aquél que redobla sus esfuerzos cuando ha olvidado cuál era su meta." Aunque el énfasis de la serie El Correcaminos estuvo siempre en la imagen, objeto material venerado por Jones como principio y final de toda animación (la imagen es la idea), la clave ética que justificaba la serie era la aplastante lógica del personaje del Coyote. Al respecto, Jones afirmaba que la conducta del personaje debía mantenerse en los márgenes de una verosimilitud sensata, por mucho que fuera imposible: "Debemos llegar a creer, de un modo ilógicamente lógico, que todo aquello que le ocurre al personaje podría ocurrirle en un momento dado... Debemos creer que hemos aprendido a conocerlo y a identificarnos con él". Junto al Pato Lucas, el Coyote es, para el propio Jones, el personaje más humano que ha tenido ocasión de crear. Como él mismo explica: "Básicamente hablamos de la dignidad humana. (...) Podemos soportar el amor o el odio de otra persona, pero es imposible sobrevivir a la indiferencia constante, porque eso es lo más humillante. La preservación de la dignidad depende de evitar la humillación. Y cuando el Coyote cae, se levanta y se sacude en un intento por preservar su dignidad. Lo que le preocupa de verdad es acabar convertido en algo parecido a un acordeón. Un coyote puede no ser gran cosa, pero siempre será más que un acordeón."


Imágenes definitivas de "What´s Opera Doc"

► LOS AÑOS CINCUENTA
Los años cincuenta son una década prodigiosa para un Chuck Jones que, como paso previo a su entrega de un ramillete de obras maestras, obtuvo dos Oscar de la Academia consecutivos. El primero, en 1950, por "For Scent-lmental Reasons", un corto de la serie Merrie Melodies protagonizado por Pepe Le Pew; el segundo, un año después, por So Much for So Little, un documental de animación producido por el Servicio de Sanidad Pública. Pero lo mejor llegaría en los años venideros. En su libro sobre los cincuenta mejores cartoons de la historia (elegidos según el criterio de las mil personalidades más influyentes de la animación norteamericana), el historiador Jerry Beck otorga a Chuck Jones los dos primeros puestos. El primero lo ocupa "What's Opera Doc" (1957), un portentoso resumen, con guión de Michael Maltese, de las catorce horas de la tetralogía operística El anillo de los Nibelungos de Richard Wagner en seis minutos de enfebrecido cartoon. Los ciento seis planos de "What's Opera Doc" conforman el que según Jones fue el film más difícil de realizar de toda su carrera, una obra maestra que sintetiza todo aquello que debe ser un cartoon al dotar a los personajes de una aureola mítica sin dejar de mostrarlos como lo que son: dibujos animados. El segundo lugar de la lista de Beck lo ocupa "Duck Amuck" (1953), otro prodigioso corto en el que, combinando teatro del absurdo, existencialismo pop y auto-rreflexión, las convenciones del lenguaje del cine se desmoronan ante la alucinada mirada de Lucas. En "Duck Amuck", tan inmenso que merecería un ensayo aparte, Lucas llega a ser borrado, redibujado, enfrascado en una lucha absurda con el fondo... de su pico emergen sonidos que él jamás pretendió pronunciar (demostrando, de hecho, que él, en realidad, no puede pronunciar nada, puesto que nada es). Al final del film, y en una violación definitiva de los límites del encuadre, de la relación campo/fuera de campo y de la realidad fílmica, se nos muestra, en un imposible viaje, el tablero de dibujo del creador, que no es otro que Bugs Bunny, convertido en representante  del  aparato  de  producción  de

Pepe es una de las creaciones más personales de Chuck Jones, y una de las más logradas.

Warner Bros. He ahí la demostración palpable del inmenso talento de Jones: el sistema de producción Warner, vocacionalmente constrictivo de la creatividad, es utilizado en provecho propio por el creador, para reflexionar sobre él desde la perspectiva del arte moderno. No en vano el crítico Richard Thompson compara los films de Jones realizados en el seno de la Warner con los trabajos de Godard o Resnais, titanes del cine moderno francés, en su tratamiento del tiempo y en la inexistencia reflexiva de la historia. Parangonando a Jones con Ingmar Bergman, Thompson llegaría a decir "Duck Amuck' es el Persona (1966) de los cartoons".

Pero los cortos de Jones situados entre las cincuenta mejores piezas de la historia no se acaban aquí. En esta lista se incluye también "Duck Rogers in the 24 1/2th Century" (1953), una space opera paródica de diseño rabiosamente estilizado y brillantemente escrita por Michael Maltese; "One Froggy Evening"(1956), del que Jones dijo que era su mejor film, y que suponía el estreno de un nuevo personaje, la rana Michigan J. Frog; "Rabbit of Seville" (1950), un experimento sobre las posibilidades cómicas de la música culta gracias al poder de la imagen; o "Rabbit Seasoning" (1952), el segundo capítulo de la trilogía completada con "Rabbit Fire" (1951) y "Duck! Rabbit! Duck!" (1953). En esta trilogía, Jones se propuso llevar al límite su desarrollo de los personajes de Elmer, Bugs Bunny y Pato Lucas, gracias al virtuosismo del duelo verbal desarrollado por Michael Maltese, y a la exploración extrema de una premisa: demostrar el nivel de idiotez al que puede llegar Elmer, el nivel de ingenio que puede desarrollar Bugs y el nivel de sufrimiento que puede llegar a soportar Lucas. Otros cortos de los cincuenta que también habría que considerar obras maestras son "The Scarlet Pumpernickel" (1950), una parodia de La Pimpinela Escarlata, en la que Jones homenajeaba a Michael Curtiz, cineasta extremadamente generoso como director de films de aventuras, convirtiendo, de paso, al Pato Lucas en Errol Flyn, a Porky en Claude Rains y a Silvestre en Basil Rathbone; o "Ali Baba Bunny" (1957) y "Feed the Kitty" (1952), un cartoon que demuestra el talento de Jones como creador de gestos. La larga y fecunda etapa de Jones en Warner Bros, sirvió para que
el director ensayara todas sus inquietudes en un proceso constante de indagación: "Warner Bros, fue un inmenso laboratorio para todo el mundo, pero mucho más para los directores, porque teníamos que hacer de todo incluyendo registrar sonidos y layouts, nada de lo cual se tenía que hacer en Disney. Como no cobrábamos mucho, tendíamos a experimentar. Nunca sabíamos lo que iba a pasar a continuación."

Jones no creó ni a Bugs ni a Lucas, pero les aportó algo especial.

► EL FINAL DE UNA ERA

En 1953 Jack Warner ordenó cerrar la división de animación, que se volvió a abrir un año después, pero ya todo fue inútil. La animación había entrado irremisiblemente en crisis como consecuencia directa de la pérdida del monopolio vertical de los estudios. La producción fue bajando clamorosamente: así, de los doscientos cartoons que se hacían en 1953 se llegó a los ochenta y cinco cortos producidos en 1963. Ese año, la división de animación de la Warner cerró definitivamente. Chuck Jones fundó entonces una compañía junto al productor Les Goldman, desde la que proveyó a MGM de algunos cartoons de Tom y Jerry. Tras la marcha de Joseph Barbera y William Hanna, la Metro había intentado explotar a los personajes con el concurso del animador checo Gene Deitch, pero éste no había conseguido que su visión de los personajes cuajara. A Jones le ocurrió lo mismo. De entrada, y a pesar de la admiración que sentía por Hanna y Barbera, a los que consideraba excelentes técnicos, él ya había mostrado su recelo por el "modelo Tom y Jerry": de hecho, estaba convencido de haber dicho la última palabra sobre el género en sus cartoons del Correcaminos. Años después, Jones no tendría empacho en reconocer que jamás se había sentido cómodo con los personajes de Tom y Jerry. Hanna y Barbera los habían desarrollado en el férreo contexto de la comedia física y violenta, basada en el gag de acción, y no los habían dotado de profundidad alguna. El esquema de Hanna y Barbera era demasido rígido como para que Jones pudiera ejecutar una transformación equiparable a la que hizo con los Looney Toons. Así, el intento se saldó con un fracaso. Con todo, Jones realizó en el seno de la MGM dos excelentes especiales fuera de la serie Tom & Jerry. El primero de ellos fue The Dot and the Line (A Romance In Lower Mathematics) (1965), una imaginativa historia sobre el apasionado romance entre una línea y un punto. La osadía temática y formal fue premiada con un Oscar, tercero en la carrera de Jones. El segundo fue The Bear that Wasn't (1967), adaptación de un libro de Frank Tashlin, genial director de cartoons y de más de veinte films de imagen real, entre ellos varias comedias con Jerry Lewis.

Tras su etapa en MGM, y al comprobar que la animación era ya un producto televisivo, Jones fundó su propia compañía, Chuck Jones Enterprises, con el fin de producir animación televisiva con criterios creativos. Desde entonces, Jones ha desarrollado proyectos puntuales, en ocasiones relacionados con los personajes que creó o desarrolló en el seno de Warner Bros. En 1996 ganó un Oscar honorífico por toda su carrera. A lo largo de las tres últimas décadas, Jones ha manifestado explícitamente su interés en desarrollar un nuevo proyecto duradero con los Looney Toons, lo cual, visto el modo en que se están explotando las licencias, parece una perspectiva más que deseable.




El Coyote y el Correcaminos, ambos hijos de jones

CHUCK JONES EN VIDEO



Con el título genérico de Chuck Jones Special, el sello Cartoon, distribuido por Manga Films, editó hace unos años tres videocintas con varias producciones realizadas por Jones, bajo el sello Chuck Jones Enterprises, para la televisión. Siempre crítico con la animación televisiva —los llamados Saturday Morning Cartoons: "Es lo que yo llamo radio ilustrada; es un guión de radio con un número mínimo de dibujos para ilustrarlo; si desconectas la imagen pueden entender perfectamente lo que pasa, porque lo oyes"—, Jones realizó una serie de especiales para televisión luchando por mantener la calidad. En algunos de esos programas, Jones dio rienda suelta a una capacidad de experimentación pocas veces vista en productos realizados expresamente para televisión. La primera de las cintas editadas por Cartoon contiene los programas "Mowgli's Brothers" (1976) y "Rikkl Tikki Tavi" (1975), adaptaciones de relatos de Rudyard Kipling; la segunda contiene el relato ecologista "The White Seal" (1974) y "The Cricket in Times Square" (1973); la tercera incluye "A Very Merry Cricket" (1973) y "Yankee Doodle Cricket" (1974).


Imagenes de varios pasos del proceso de creación del decorado para dos cartoons dirigidos por Chuck Jones

SUPERVISOR

Chuck Jones entendía la dirección de un cartoon desde un enfoque artístico, como un proceso orgánico en el que el director trabajaba estrechamente con el guionista, hacía muchos de los dibujos más importantes, supervisaba los fondos e incluso colaboraba en los efectos de sonido y en la música. Sobre la relación entre el director y el animador, Jones explicó: "El director hace 300 ó 400 dibujos para un corto, layouts de personajes con diversas posiciones etc., a partir de los cuales trabaja el animador. En mi caso, el animador no está obligado a usar ni uno de mis dibujos, ni siquiera tiene que intentarlo. Ken Harri, mi animador, lo cambiará todo. Quizá usará sólo una idea, aunque la animación será suya. 0 las olvidará completamente. Aun así, su animación acabará reflejando lo que yo tenía en mente."


En    la    imagen    superior vemos a Tedd Pierce y Mike Maltese como personajes de un cartoon. Abajo, una caricatura de Tex Avery

SUS AMIGOS

Las diferencias entre Jones y sus compañeros en Warner Bros, eran notables. Todos ellos estaban muy
dotados para el dibujo y el timing, pero su orientación estética, incluso ética, albergaba diferencias. Tex Avery, por ejemplo, consideraba que lo esencial del cartoon era el momento del impacto, de la agresión (las expresiones de los personajes de Avery alcanzan su cénit en ese momento). Para Jones, por contra, lo esencial no es el momento de la agresión, sino la reacción del personaje al impacto. Así, su trabajo se centraba de una manera obsesiva en la expresión facial. Bob Clampett, por su parte, centró sus pesquisas formales en las muchas posibilidades de la transformación a través de la animación, mientras Jones se preocupaba por indagar en los límites gestuales humanos. Si Clampett demolió los límites de la condición humana por medio del movimiento imposible, Jones mostró una enorme simpatía por las limitaciones humanas a través de los pequeños gestos y expresiones.


BIBLIOGRAFÍA SELECTA


Este listado pretende ser una bibliografía esencial para conocer todos los detalles relevantes de la carrera profesional de Chuck Jones, así como de su estética y su contexto industrial.

BARRER, Michael (1999) Hollywood Cartoons. American Animation in the Golden Age, Nueva York, Oxford University Press.

JONES, Chuck (1989) Chuck Amuck: The Life and Times of an Animated Cartoonist, Nueva York, Avon Books.

KANFER, Stefan (1997) Serious Bussiness. The Art and Commerce of Animation in America from Betty Boop to Toy Story, Nueva York, Scribner,

KLEIN, Norman M. (1993) Seven Minutes. The Life and Death oí the American Animated Cartoon, Nueva York,'

LENBURG, Jeff (1993) The Great Cartoons Directors, Nueva York, Da Capo.

SANDLER, Kevin (1998) (ed.) Reading the Rabbit. Explorations in Warner Bros. Animation, Nueva Jersey, Rutgers.

PEARY, Gerald y PEARY, Danny (eds.) The American Animated Cartoon, Nueva York, Dutton.

Documentales:

Chuck Amuck. The Movie(1989) Escrito, producido y dirigido por John Needham.
Chuck Jones: Extremes and In-Betweens. A Life in Animation (2000). Dirigido por Margaret Selby. Emitido el noviembre de 2000 en la PBS, el sistema de televisión pública de los Estados Unidos.



THE GRINCH Y CARTOON NETWORK


El próximo estreno de The Grinch, versión de How The Grinch Stole Christmas protagonizada por Jim Carrey, pondrá de nuevo en boca de todo el público la historia original del Dr. Seuss y, probablemente, hará lo propio con el programa televisivo especial que Chuck Jones realizó en 1966 y que ese mismo año se estrenó en la cadena estadounidense CBS y que este mes podremos ver en España en Cartoon Network, En el programa, narrado en off por Boris Karloff, un protagonista soliviantado por la ruidosa forma de celebrar la Navidad de los habitantes de Whoville, decide sabotear la fiesta. Para llevar a cabo el atentado, se disfraza de Santa Claus y de esa guisa, roba todos los regalos, objetos decorativos y árboles de Navidad, Al final, el Grinch recapacita y decide devolver los objetos navideños, ante la evidencia de que los Whos de Whoville van a celebrar la fiesta con o sin parafernalia navideña. La fábula moral, que en palabras de Chuck Jones "costó trescientos cincuenta mil dólares y ha obtenido millones de dólares a lo largo de los años" (según se cita en el artículo de Jim Korkis "The First Holiday Specials", publicado en Animation Magazine en enero de 1995), fue la confirmación de que el formato de programa especial de Navidad se imponía en la televisión estadounidense; anteriormente se habían emitido especiales como Mr. Magoo's Christmas Carol (1962), producido por la UPA, o Rudolph the Red-Noised Reindeer (1964), de Rankin y Bass, La versión de How the Grinch Stole Christmas realizada por Jones fue uno de los films que Tim Burton (y Henry Selick) tuvo en mente a la hora de proyectar y realizar su Pesadilla antes de Navidad

Revista Pixel Nº2 Diciembre 2000 Norma Editorial