Fue un mito del cómic, capaz de crear un personaje complejo como Spiderman, inspirado en él mismo
ÁLVARO PONS
Madrid 7 JUL 2018
Steve Ditko en una foto de archivo. EL PAÍS
Un final que casa difícilmente con el entusiasmo del joven aprendiz que llegó a la escuela de Jerry Robinson, uno de los primeros dibujantes de Batman, a aprender a hacer cómics. Su rápida progresión le llevó a trabajar a principios de los años 50 en el famoso estudio de Joe Simon y Jack Kirby, convirtiéndose en discípulo de Mort Meskin, uno de los grandes maestros de la economía de trazo. Tras pasar por Charlton Comics, recaló en 1955 en Atlas, la editorial que más tarde se convertiría en Marvel y en la que conocería a un jovencísimo Stan Lee. Ditko se especializó en las historietas de fantasía y terror, creando un catálogo inimaginable de monstruos extraños a medio camino entre la pesadilla psicodélica y el kaiju (no en vano fue responsable de la adaptación al cómic de Gorgo, la versión británica de Godzilla) que llenaban las páginas de revistas como Strange Tales, Tales to Astonish o Strange Worlds. El peculiar estilo de Ditko se convierte en aliado perfecto de unas historias donde la expresividad de los personajes es decisiva: las caras que dibujaba reflejan la ansiedad y el horror como pocas, con esas manos desencajadas inhumanamente ante la desesperación.
Uno de los cómics de Spiderman de Steve Ditko. EL PAÍS
Sin embargo, la compleja personalidad de Ditko comienza a aflorar ya en esta época: en apenas tres años, los desencuentros se hacen continuos con Lee, que se arroga la creación completa de los personajes y lo ningunea. Ditko abandonaría la editorial para deambular por DC Cómics, creando personajes tan sugerentes como Shade the Changing Man o Halcón y Paloma, o volver después a Charlton, donde crearía otros personajes llamados a ser famosos: Blue Bettle, The Question y Captain Atom, inspiración de Alan Moore para su famosa serie Watchmen. Tras unos años publicando de nuevo sus características historias de terror para Warren en la revista Creepy, Ditko se retiraría de la vida pública para recluirse por completo, pero sin abandonar la creación. Comenzó a autopublicarse y trabajar para editoriales independientes, donde podía expresar su adoración por Ayn Rand y hacer proselitismo de la filosofía objetivista con el personaje Mr. A, toda una celebración del individualismo éticamente recto e intachable como su traje de blanco impoluto. Sus fanzines, financiados por crowfunding, siguieron siendo hasta el final de sus días el único contacto con su legión de fans, que le permitían tanto desahogarse contra Stan Lee como profundizar en su ideología.
Con Ditko desaparece un mito del cómic, capaz de crear un personaje tan complejo como extraño como él mismo.
El Pais
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