domingo, 24 de diciembre de 2017

Los primeros pasos de Eisner


23 Diciembre, 2017


'LAS OBRAS PERDIDAS DE WILL EISNER' Will Eisner.Norma Editorial. 72 páginas. 26 euros.

La publicación de Las obras perdidas de Will Eisner es un digno colofón a este año del centenario del nacimiento del autor de The Spirit. Con su formato apaisado y su bella encuadernación en tela, el libro recupera la tira humorística Uncle Otto y la serie de espías Harry Karry, la primera publicada con el seudónimo Carl Heck, y la segunda, con el de Willis B. Rensie (Eisner al revés). Este material había permanecido oculto durante décadas y, tal como relata Richard Greene en su introducción, fue descubierto por el coleccionista Joe Getsinger cuando adquirió una montaña de antiguas planchas de impresión: "El auténtico y completo significado del Hallazgo Getsinger, y de las tiras de Eisner recopiladas en este volumen, solo se revelará cuando esas planchas queden a disposición de investigadores y estudiosos que establecerán la miríada de conexiones entre los diversos artistas, sus historias de publicación, y las obras por las que son más conocidos. En mi opinión, el Hallazgo Getsinger es una rica veta de historia del cómic, y estas tiras son solo la punta del iceberg".



Por lo pronto, disponemos de este curioso volumen de tiras publicadas en los años 30. Como se señala en la presentación de Uncle Otto: "La calidad de la tira varía mucho, tanto en su humor con en la ejecución artística. Algunos de los dibujos aparecen muy sueltos y gestuales, incluso apresurados y descuidados, mientras que otros tienen un aspecto artístico completamente desarrollado y perfeccionado". Y en lo que respecta a Harry Karry: "Empezó como una aproximación slapstick a una serie de espías, profundamente influida por el Popeye de Elzie (E. C.) Segar. (…) el estilo de arte y la narrativa sufre un súbito y radical cambio: en una tira, entre viñeta y viñeta, Eisner abandona el estilo slapstick y adopta un tono más serio y un estilo más sobrio que recuerda al del popular dibujante Alex Raymond". Hermoso documento para disfrutar del talento y de la evolución artística de Eisner.



Malaga Hoy

Un milagro hecho al comic

POR JAVIER FERNÁNDEZ


23 Diciembre, 2017



'La chica inclinada' Benoit Peeters y François Schuiten. Norma Editorial. 168 páginas. 27 euros.

Norma Editorial lleva tiempo recuperando en edición rústica los álbumes que componen la serie Las ciudades oscuras, sofisticada obra maestra del guionista Benoit Peeters y el dibujante François Schuiten, que derrochan fantasía y elegancia en cada una de sus páginas. Ahora le toca el turno a La chica inclinada, protagonizada por una joven que, tal como indica el título, es incapaz de mantenerse derecha sobre el suelo y que pasará por un internado, un circo y viajará hasta una dimensión desconocida. Entretanto, en la Francia de 1898, un artista hastiado de su propia pintura se marcha de París y se entrega a sus propias obsesiones. Dibujo y fotografía se integran en este álbum irrepetible que es como un milagro hecho cómic.


Malaga Hoy

Un universo sin límites

Norma Editorial publica dos obras, una de ellas una adaptación de 'La máquina del tiempo', que harán las delicias de los amantes de la ciencia


23 Diciembre, 2017






'EL MISTERIO DEL MUNDO CUÁNTICO' Thibault Damour, Mathieu Burniat.Norma Editorial. 160 páginas. 26 euros.

La máquina del tiempo y El misterio del mundo cuántico son dos títulos recién editados por Norma Editorial que harán las delicias a los aficionados a la ciencia y la ciencia ficción. El primero es la adaptación al cómic del clásico publicado por H. G. Wells en 1895, una novela pionera en el subgénero de los viajes temporales que sigue resultando hoy tan apasionante como en su día. Wells no fue el primero que narró el viaje temporal por medios físicos (en lugar de oníricos o mágicos), pero sí aportó un vehículo icónico, una sencilla máquina de transporte que marcó un antes y un después en nuestro imaginario. La visión humanista del escritor trasciende la mera fantasía, y el relato es tanto una aventura trepidante como un comentario crítico sobre las clases sociales de la Inglaterra victoriana, encarnadas en los Eloi y los Morlocks de la era futura, y una melancólica mirada sobre el destino evolutivo de la humanidad, que se funde en la nada de esa oscura playa terminal a la que arriba finalmente el protagonista. El guionista Dobbs y el dibujante Mathieu Moreau, responsable también del coloreado, condensan la maravilla de Wells en 54 páginas, con un trabajo de rica ambientación, todo lo fiel al original que les permite el espacio y el formato. El resultado es un álbum delicioso y de atractivo grafismo que se suma con dignidad a la larga lista de versiones de esta obra inmortal.



En cuanto a El misterio del mundo cuántico, les confieso que es uno de los tebeos que más me ha impactado de cuantos he tenido ocasión de leer últimamente. Se trata de un ensayo en viñetas, que explica a los lectores nada menos que los cimientos de la física cuántica.


Los protagonistas de la obra, el aventurero Bob y su perro Rick, se van topando a lo largo del libro con científicos de la talla de Max Planck, Albert Einstein, el príncipe De Broglie, Werner Heisenberg, Erwin Schrödinger o Hugh Everett, quienes exponen de forma sencilla y amena sus diversas teorías sobre la naturaleza del mundo físico, poniendo al alcance de los lectores fenómenos tan complejos como la constante h, los osciladores, las transiciones bruscas entre dos niveles de energía en un átomo, la dualidad de la luz, el campo "fantasma", el movimiento de los electrones según ondas de probabilidad, el debate entre la noción discontinua y corpuscular o continua y ondulatoria de la materia, etcétera, hasta llegar al universo entendido como una suma de universos paralelos que es ya pasto de la más pura filosofía. Todo esto está narrado con dinamismo, mediante divertidas escenas y numerosos ejemplos, alternando el blanco, negro y gris con un acertado uso del color. Los autores de este tour de forcé son Thibault Damour y Mathieu Burniat, un físico teórico, profesor en el Instituto de Altos Estudios Científicos francés y miembro de la Academia de las Ciencias, y un historietista de estilo eficaz y atractivo que sabe mantener el interés del lector de principio a fin. El misterio del mundo cuántico es un libro soberbio, y les recomiendo apasionadamente su lectura.


Malaga Hoy


sábado, 23 de diciembre de 2017

LAS RESPUESTAS DEL PASADO Mikel Bao





Las historias se olvidan: la gente necesita que le refresquen la memoria, porque mucho de lo que se ha ganado con la lucha en décadas precedentes está desapareciendo en el presente. Quizá en el pasado se puedan encontrar respuestas a algunas de las preguntas que plantea el turbulento siglo XXI en el que nos encontramos inmersos. Esa es la idea alrededor de la cual Mary Talbot y Bryan Talbot elaboran su más reciente obra, La virgen roja, un recuento en formato novela gráfica de la vida y milagros de la activista francesa del siglo XIX Louise Michel.

Una mujer anarquista, feminista, comprometida con los desfavorecidos, adelantada a su tiempo (y al nuestro, también, vista la situación actual en muchos aspectos), y convencida de que la utopía debe ser no un ideal inalcanzable, sino la meta a la que aspirar, por la que trabajar, por la que luchar y hasta morir si es necesario. Así lo demostró, junto a otros idealistas como ella, cuando se instauró la Comuna en París: un régimen de gobierno que nació y murió en 1871, que iba en contra de todo lo establecido y en favor de los que habitualmente no tienen a nadie a su favor, y que fue aplastado con rapidez, como suele suceder en estos casos, no fuera a cundir el ejemplo.

Ambos autores realizaron una exhaustiva investigación, a lo largo de varios años, que incluyó numerosas fuentes académicas, y también viajes de documentación a París y a la remota Nueva Caledonia, donde la protagonista de su obra pasó unos años de reclusión tras ser deportada.
Los Talbot encuentran en Louise Michel la figura perfecta para ejercitar sus músculos creativos. Mary Talbot, ya retirada de la vida académica, vuelca sus esfuerzos en investigar figuras y momentos históricos relacionados de alguna manera con la evolución de la mujer en los dos siglos pasados. La historia de la hija de James Joyce le sirve como espejo en el que mirarse en La niña de sus ojos, y la ficticia Sally Heatcotte le permite repasar el movimiento a favor del voto femenino de su Gran Bretaña natal durante los años de entreguerras en Sufragista.

En La virgen roja, en vez de un simple relato cronológico de la vida de su protagonista, Mary Talbot estructura la historia utilizando como ágil vehículo a la reformista norteamericana Charlotte Perkins Gilman, que conversa sobre la vida de Louise Michel con dos mujeres que la conocieron bien. El libro intercala con fluidez la charla, que acontece cuando la activista ya ha fallecido, con los flashbacks que relatan la incansable lucha de la «virgen roja», como la apodaban en la época.

Un gran acierto del libro es la humanización de la protagonista: Louise Michel no es una mesiánica Juana de Arco en busca del martirio, sino una incansable luchadora por los derechos de los más oprimidos, que reconoce claramente allá donde va, sin tener en cuenta razas ni credos.

La académica convertida en guionista se declara encantada con la riqueza del medio y las amplias posibilidades narrativas que ofrece para hacer accesibles y atractivas historias e ideas complejas. Además, considera fundamental contar historias en las cuales las mujeres de hoy en día puedan encontrar modelos inspiradores, como Louise Michel: pioneras que demostraron que se podía aspirar a ser, y llegar a ser mucho más, crecer mucho más de lo que la sociedad estaba dispuesta a permitirte. Las tres obras que ha realizado hasta ahora son buena demostración de esta idea.

Por su parte, Bryan Talbot, que ya se zambullía en el universo femenino haciendo referencia a otra pionera, la ilustradora Beatrix Potter, en El cuento de una rata mala, ese cómic imprescindible que se adelantó en unos cuantos años a la eclosión de la novela gráfica, hace una vez más que su versátil estilo se acerque a la temática de las obras que ilustra. Escoge para La virgen roja un aspecto visual que nos remite a la época en la que la Revolución Industrial ya tomaba definitivamente el control del mundo civilizado, en espléndidas páginas en tenebroso blanco y negro que el creador de Grandville salpica con estallidos de rojo para destacar elementos concretos.

En resumen, La virgen roja es un estupendo libro, indicado particularmente para los amantes de las historias cercanas a la realidad que tan habituales son en el mundo de la novela gráfica y que están atrayendo a muchos lectores tradicionales al cómic en los últimos años.


La virgen roja
Mary M. Talbot y Bryan Talbot
Ediciones La Cúpula
Estados Unidos
Rústica
144 págs.
Color

Obra relacionada

La niña de sus ojos
Mary M. Talbot, Kate Charlesworth y Bryan Talbot
(Ediciones La Cúpula)
Sally Heathcote, sufragista
MaryM. Talbot, Bryan Talbot y Kate Charlesworth
(Ediciones La Cúpula)
La mujer rebelde
Peter Bagge
(Ediciones La Cúpula)
Virginia Woolf
Michèle Gazier y Bernard Ciccolini
(Impedementa)
El grito del pueblo
Jacques Tardi
(Norma Editorial)

Comics Esenciales 2016 Un Anuario de ACDCómic & JotDown


LOST IN TRANSLATION Kike Infame






 "Mentiría si dijera que todo empezó inesperadamente. Antes de pisar Japón por primera vez, en la primavera de 1991, yo ya llevaba al me-nos diez años soñando con ese país», así comienza Cuadernos japoneses, un canto de amor al «país del sol naciente» realizado por el autor italiano Igort. Desde el comienzo del libro el dibujante nos habla de la relación que ha mantenido con Japón a lo largo de su vida y le acompañamos en un viaje iniciático en el que podrá conocer el país desde dentro. Durante los años noventa, una de las principales editoriales japonesas, Kodansha, buscó un acercamiento al mercado occidental a través de algunos de sus autores. La experiencia fue vivida con diferente intensidad por creadores como el francés Baru o el catalán Ricard Castells. Igort fue uno de los elegidos para conocer una de las más potentes industrias del mundo de cómic (manga en este caso) y en Cuadernos japoneses nos cuenta la experiencia.

Igort (Cagliari, 1958) es un viejo conocido de los lectores españoles con obras tan dispares como 5, el número perfecto o Baobab. Un autor camaleónico que demuestra en cada obra su amplitud de registros y que forma su propia editorial, Coconino Press, para tener el control completo de sus creaciones. En su producción destacan sus trabajos de investigación como Cuadernos ucranianos o Cuadernos rusos, terrible documento dedicado a arrojar luz sobre el asesinato de Anna Politkóvskaya, un trabajo que demuestra el compromiso de Igort con un tipo de historieta concienciada con su tiempo. Pero será en Cuadernos japoneses donde descanse de tanto horror para enamorarnos con un libro que no es un fin, sino una ventana abierta para seguir descubriendo un país que, tras la lectura, nos seduce, igual que sedujo en su momento al propio autor.

A través del cómic nos acercamos al alma de Japón, vista con una mirada occidental. Igort muestra la extrañeza que le ocasionan algunas de las costumbres del país, así como su profunda admiración y respeto por su arte y cultura.

No es casual que podamos ver cómo nace una estrecha amistad con Jiro Taniguchi, el más occidental de los autores japoneses, quien, a través de libros como El caminante o Paseos de un gourmet solitario, nos adentra en la cotidianidad de su país, convirtiendo en aventura los paseos de sus protagonistas.

Al igual que en la obra de Taniguchi, Igort nos permite acompañarle por los paisajes que recorre durante su estancia con el ritmo pausado de quien sabe que la propia belleza de lo visitado es excusa más que suficiente para sostener la narración.

En Cuadernos japoneses asistimos a un compendio de lecturas, autores e historias que Igort entrelaza sin prejuicios para generar un enorme tapiz en el que alta y baja cultura, tradición y modernidad se dan la mano siguiendo el libre discurrir de su memoria. Así, es fácil encontrar acercamientos a la figura de Mishima y a las películas de serie B de la Nikkatsu, conocer la historia real de Sada Abe, en la que se basaría El imperio de los sentidos, además de la vida del poeta Matsuo Basho. Otros invitados ilustres serán creadores como Hayao Miyazaki y el universo Gibli, adentrándonos en la relación de su cine con la realidad de la posguerra.

La mirada extraña y fascinada de Igort se posa sobre algunos de los lugares comunes de Japón, como los luchadores de sumo o la adoración por los crisantemos, pero tiene también espacio para mostrar algunas sombras del país, como la existencia de un sistema de castas heredado de épocas milenarias que aún muestra su presencia en nuestra época.

Igort tuvo la oportunidad de conocer desde dentro la industria del manga realizando su propia obra, Yuri, que gozaría de gran éxito en el mercado e incluso le llevaría a ver cómo funciona el mundo del merchandising de las obras escogidas por los lectores como sus favoritas. La diferente forma de entender el trabajo entre nuestros pueblos adquiere una especial relevancia en este capítulo y asistimos estupefactos al ritmo de producción infernal que requiere la industria del manga y al modo en el que los autores, tanto los propios como los foráneos se adaptan a él para producir cantidades ingentes de páginas en tiempos récord para satisfacer a un público ávido de nuevas sensaciones. La relación con el editor Tsutsumi Yasumitsu nos mostrará la necesidad de lgort de integrarse en el difícil mercado japonés y supondrá uno de los escasos momentos de tensión del libro.

En Cuadernos japoneses fluye el dibujo, pasando del cuaderno de viaje a las páginas de cómic con una facilidad pasmosa, fotografía, reinterpretaciones de sus obras de referencia, páginas de diferentes épocas se dan la mano en una mezcla de géneros que nos muestran el grado de maestría que ha alcanzado el autor y que hace que esta lectura sea especialmente recomendable para lectores poco habituados al medio.



Cuadernos japoneses 
Igort
Salamandra Graphic
Italia
Rústica con solapas
184 págs.
Color

Obra relacionada 

Cuadernos rusos
Igort (Salamandra Graphic)
El Caminante
Jiro Taniguchi (Ponent Mon)
El hombre sin talento
Yoshiharu Tsuge (Gallo Nero Ediciones)
Una vida errante
Yoshihiro Tatsumi (Astiberri Ediciones)


Comics Esenciales 2016 Anuario de ACDCómic & JotDown

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Krazy Kat George Herriman




 GEORGE HERRIMAN
Este álbum trata del eterno triángulo.

Gato quiere a ratón y busca su compañía constantemente. El gato aguanta de buena gana cuanto haga el ratón.

Ratón odia a gato y disfruta de lo lindo tirándole ladrillos a la cabeza, sin llegar a cansarse.

Perro quiere a gato y ha emprendido una lucha desesperada para salvar al gato de los costantes ataques del ratón.

Éste es el sencillo tema que subyace tras la acción de Krazy Kat. Una historia que acontece en un paisaje surrealista que recuerda al paraje más desértico y arrasado por el viento del estado de Tejas, lugar donde la mayor distracción consiste en ver cómo se seca la pintura de una pared. Este mundo extravagante y sus habitantes fueron obra del dibujante americano George Herriman.

Herriman nació en 1880 y debutó como dibujante el 29 de diciembre de 1901, cuando el diario New York World publicó la primera de la que sería una larga serie de tiras cómicas excéntricas.

Durante los siguientes años, Herriman trabajó en varias tiras cómicas, todas ellas con algo en común. Sus personajes principales sufrían algún tipo de "fobia" y esa fobia era llevada hasta sus últimas consecuencias. Fue la misma temática que desarrolló y refino más tarde en Krazy Kat, donde los tres protagonistas principales sólo piensan en una cosa y sus existencias transcurren en torno a esa obsesión. Véanse las líneas con las que arranca este prólogo.




Herriman inició su carrera de dibujante en 1910, al publicar en un periódico una tira cómica diaria, titulada La familia Dingbat. Ésta era una familia de lo más rara. Entre otras cosas, dicha familia vivía obsesionada por extraños ruidos procedentes de debajo del suelo de su piso. Herriman explicaba de dónde procedían aquellos ruidos: en una minitira, bajo la tira principal, narraba la historia de un gato y un ratón y su eterna relación de amor-odio. Así fue como nacieron Krazy Kat y el ratón Ignatz. La relación entre esos dos "personajes secundarios" de la familia Dingbat fue haciéndose cada vez más sofisticada, hasta que llegó a ser inevitable que Krazy Kat tuviera su tira propia Eso fue en 1913.
Durante los 25 años siguientes, Krazy Kat fue piedra angular de los cómics norteamericanos. Se cuenta que el presidente Wilson, durante la Primera Guerra mundial, leía la tira de Krazy Kat, antes de asistir a la reunión del Estado Mayor en la Casa Blanca. Algún que otro bromista llegó a decir que ésa fue una de las razones de la desastrosa política por la paz en los Estados Unidos en aquella época. Pero claro está que resulta exagerado achacar a un cómic -por disparatado que sea- la responsabilidad del fracaso de la Liga de las Naciones.

Durante muchos años, Krazy Kat apareció por primera vez en una página a color en la sección dominical reservada a los cómics de un periódico, y es la colección de esas páginas dominicales las que recoge este álbum. La mayoría datan de 1936 y 1937, época en que Herriman se libró de las limitaciones de la tira cómica diaria Desde entonces se puso a jugar y a experimentar en serio con el nuevo formato de la página Semejante cambio sobrevino de la noche a la mañana. Herriman pasó de unas páginas contadas del modo tradicional, con sus pequeñas viñetas unas detrás de otras, a mi cambio brusco que le llevó a hacer algo totalmente diferente. Y hasta puede fecharse esta "liberación": la historia que fue publicada el 22 de noviembre de 1936, marca el momento exacto en que Herriman empezó de verdad "a jugar" con el formato. Se saltó a la torera las reglas convencionales, hasta el punto de que, si le daba por ahí, realizaba un gran dibujo que llenaba toda la página, como hizo con frecuencia.

Ni siquiera el periodo anterior a ese cambio puede tacharse de estático. Muchas de las tiras en blanco y negro muestran a Krazy Kat en páginas de diferentes tamaños, desde pequeños dibujos a páginas enteras, y el famoso gato incluso ha visto su imagen reflejada en ilustraciones para notas de un ballet, en un libro infantil para colorear y ea revistas satíricas como Vanity Fair.

La tira cómica fue cambiando con el paso de los años. Al principio, la dibujaba Herriman con un montón de viñetas pequeñas, tenía muchos diálogos y apartes ( que al inicio, sobre todo, era la voz del dibujante) y hasta poesía. La poesía de las ponieras tiras era una poesía "en serio", que contrastaba con la "poesía" de tiras posteriores. decididamente satíricas.

A finales de los años veinte, las páginas fueron adquiriendo un estilo cada vez más pulido, y los chistes se convirtieron en el elemento capital. Mediados los años tremía. Herriman enfiló directamente hacia el universo metafísico que iba a convertirse en si marca de fábrica particular.
Sus dibujos tenían siempre un cierto aire desnudo, un aire "espartano". Como si fueran bocetos preliminares. Y la verdad es que no resulta fácil "leer" o mirar las páginas de Krazy Kat. En ocasiones, se precisa ser buen observador para captar el chiste visual.



Porque hay chistes visuales y algunos son muy buenos.

Puede dar la impresión de ser un trabajo chapucero o estar inacabado, pero esa mirada minimalista es lo que los fans fervorosos de Herriman suelen subrayar como lo mejor de su tira cómica.

Herriman fue el único dibujante de Krazy Kat hasta su muerte en 1944. Eso habla sobradamente de su singularidad, ya que ningún otro dibujante pudo continuar su tira. King Features Syndicate, que tenía los derechos sobre Krazy Kat, comprendió que Herriman era tan particular en todos los sentidos que sería imposible dar con alguien capaz de continuar su obra. Por eso optaron por la juiciosa medida de no buscar a otro dibujante para que siguiera adelante con la serie.

El universo en el que vive Krazy Kat es una suerte de limbo que se puede definir como un desierto indefinido y unas cuantas colinas, de entre las que destaca la Mesa Encantada, desde cuya cima Joe Stork acecha a sus víctimas, siempre dispuesto a largarles un bebé.

Hay otros personajes en este mundo particular del Condado de Coconino, como la cotilla y moralista señora Cuacuá y Kolin Kelly, que juega un papel vital en la historia. Koli Kelly es el dueño del almacén de ladrillos, que tan importantes son para que el ratón se los pueda tirar al gato.
Herriman se sirvió de muy pocos ingredientes para forjar un universo en el que todo parecía predecible.

Otro rasgo característico de Krazy Kat es su segundo plano, que cambia constantemente. Aunque la tira se sitúa en un lugar concreto de un país imaginario, el segundo plano se ve modificado de viñeta en viñeta.

Después de Herriman, muchos dibujantes de tiras cómicas se han servido de ese método de dibujar un segundo plano que cambia de una viñeta a la otra. Ejemplos de ello hoy día, son las tiras de Broomhilda u Homo Sapiens, en las que el paisaje cambia en cada viñeta, pero a Herriman le corresponde la gloria de haber sido el primero en hacerlo de manera sistemática.

Lo que pasa en la tira es, al parecer, muy sencillo. Pero es increíble la cantidad de variaciones que hace de un mismo tema, dando con nuevas maneras de describir a sus personajes.

Krazy Kat es el eterno curioso, siempre interesado por las novedades y siempre ingenuo, personaje que con gusto y no sin algo de gratitud acepta los duros golpes que le asesta la vida en general y los que le propina el ratón en particular. El ratón Ignatz es la personificación de la vulgaridad y de la agresividad. El ratón sólo vive para tirar ladrillos a la cabeza del gato. Pero aun así, no vemos nunca al ratón llegar hasta el final y acabar con el gato de una vez por todas. El perro es la bondad y la estupidez personificadas. El agente Pupp puede estar loco por el gato y dispuesto a hacer cualquier cosa para protergerlo pero, al mismo tiempo, el agente Pupp es sumamente consciente de su propia importancia. Prueba de ello es su ampulosa manera de hablar.

El uso del lenguaje es algo que convierte a Krazy Kat en un personaje único. A Herriman le gustaban particularmente las aliteraciones, que acumulaba una tras otra, de manera que el pobre lector coma el riesgo de quedarse sin aliento. En otras ocasiones, se mostraba sumamente taciturno, pero no por ello perdía su elegancia. Remitámonos, por ejemplo, a la página 62, en la que se sirve de tres sencillas frases de casi idéntico contenido para hacer una precisa manifestación acerca de la relación que existe entre sus personajes.

Como traductor de la obra, me he percatado de la imposibilidad de traducir como sena debido el libro de Herriman. Uno se esfuerza por captar ese particular "sabor" del texto. Pero es prácticamente imposible poder traducir ese "algo" que tiene el original. Semejante dificultad en la traducción obedece, en parte, a que Herriman hace que Krazy Kat hable un dialecto de Brookíyn, Nueva York. Y por si eso fuera poco, lo escribe tal como se pronuncia, de manera que el lector tiene que leer las líneas en voz alta una y otra vez hasta penetrar el significado.

Ejemplo de ello es la historia del hombre que camina sobre la cuerda floja, llamado
"funámbulo", palabra inglesa que no existe en otros idiomas.

En el original, las palabras de Krazy Kat son éstas:
Pddin', was that rimmock a lengwidhe - or wot?
Lo que, traducido al inglés ortodoxo, da lo siguiente:
Pardon, was that remark a language - or what?
¡Y ahora a ver quién es el guapo que vierte eso a su propio idioma, de manera que
resulte legible, comprensible y divertido!

Por eso, decidimos no echar mano de un dialecto a la hora de hacer hablar a Krazy Kat.
pues eso hubiera acabado por aburrir a la mayoría de los lectores, resultaría difícil de
leer y suprimiría el encanto vital propio de Krazy Kat.

En vez de recurrir al dialecto, lo que hicimos fue modificar el idioma de Krazy Kat, de
manera que pudiera sonar raro, antiguo o confuso, pero no estúpido o tonto.

Edmondt Jensen






Prologo del volumen "Krazy Kat George Herriman" publicado por Norma Editorial, titulo original: Krazy Kat- The Komplete Kolor Krazy Kat. Volumen II -1936-1937- 

Primera edición. Año 1996.
Traducción: Enrique Abulí
Rotulación: Francesc Reig
Barcelona


Dioses y monstruos

El volumen muestra a un Jack Kirby desatado, literaria y visualmente, a través de personajes que muestran su portentosa imaginación



JAVIER FERNÁNDEZ
20 Diciembre, 2017






'Marvel Gold. El poderoso Thor, 4: Y ahora... ¡Galactus!'. Stan Lee, Jack Kirby. Panini. 520 páginas. 39,95 euros.

Se acaba 2017, el año del centenario del nacimiento de Jack Kirby, en el que Panini nos ha brindado títulos como King-Size Kirby, un soberbio libro antológico de más de ochocientas páginas, o Dinosaurio diabólico, reedición en un solo volumen de una de esas rarezas que firmó a mediados de los setenta. La bibliografía de Kirby es amplísima y todavía hay títulos suyos inéditos en castellano, delicias del inicio de su carrera como Capitán América o Stuntman, o trabajos crepusculares del calibre de Destroyer Duck o Captain Victory. Sin embargo, nos podemos felicitar porque lo más granado de su producción, que había permanecido en el olvido durante tanto tiempo, se encuentra hoy disponible en librerías.

Especialmente gozosa está siendo la recuperación de uno de sus trabajos más importantes, Thor, que conforma, con Los Cuatro Fantásticos, la cúspide de Kirby en la Marvel de los sesenta. Y ahora… ¡Galactus!, que es como se llama el tomo cuarto de la reedición en la colección Marvel Gold, nos trae a un artista desatado, literaria y visualmente, enfrascado en sagas cósmicas que son el germen del futuro Cuarto Mundo. Galactus (el devorador de mundos), Ego (el planeta viviente), los colonizadores del planeta Rigel, el Registrador o Él (que más tarde se convertiría en Warlock) son algunos de los personajes que pueblan estas páginas y que dan cuenta de la portentosa imaginación del autor, cada vez menos dependiente de Stan Lee. Algunas de estas páginas, como la regia representación de Odín o los espectaculares collages, podrían figurar en cualquier exposición de arte pop, y es un privilegio poder disfrutar de ellas a su tamaño original y en color por primera vez en nuestro idioma. Estos tebeos marcan el final de la etapa de Kirby y el inicio de lo que vendría después, comenzando con un par de episodios de Neal Adams y otros cuantos de John Buscema, dos excelentes artistas que palidecen en la comparación con el Rey. Son los números 160 a 183 de The Mighty Thor, publicados originalmente con fechas de cubierta de 1969 y 1970, a los que acompaña el habitual apartado de material extra, con textos, bocetos, dibujos poco conocidos y hasta las viejas portadas realizadas por López Espí para Vértice.

También de Kirby son los primeros episodios de El increíble Hulk. ¿Hombre o monstruo?, otro tomo de la colección Marvel Gold que, en esta ocasión, reedita las primeras historietas del mismísimo Hulk. Es un Kirby más primitivo, pero no menos encantador, al que acompañan el guionista Stan Lee y el puñado de artistas que tomó las riendas tras la marcha del dibujante: Steve Ditko, Gil Kane, John Romita, Dick Ayers o Marie Severin (una de las pocas mujeres que trabajó en la industria del cómic durante aquellos años). Van compilados los seis números del primer volumen de The Incredible Hulk (1962-63), así como todas las aventuras del monstruo en Tales to Astonish (1964-68), cabecera que acabaría siendo renombrada como The Incredible Hulk a partir de su número 102, también incluido.


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