sábado, 31 de agosto de 2013

Michael Golden (Segunda parte)

Lo prometido es deuda, ojalá me acordase igual de todo. Aquí tenemos un segundo bloque de imágenes de Michael Golden. 











































































































































































































EL PELIGROSO OFICIO DE CONTAR LA VIDA DE OTROS


Por PACO IGNACIO TAIBO II


Cuando estaba terminando de escribir la biografía del Che, el comandante Guevara me visitaba en el sueño y me traía de arriba para abajo haciendo trabajo voluntario construyendo escuelas. Me levantaba agotado, y volví a buscar obsesivamente las claves del personaje, cruzando mil y una fuentes. Era sin duda un trabajo peligroso. Cuando te acercas tanto a un personaje, quema. Lo que llamarían algunos de mis amigos «el Método Stanislavski» en eso de hacer biografías. Entras y sales de la cabeza de un hombre. Te identificas y te separas de él para narrarlo, entras de nuevo, sales. Tu estabilidad emocional comienza a ponerse en juego. Si al acabar de escribir Ernesto Guevara, también conocido como el Che, había tocado algunas de las cuerdas de la locura, entrar años más tarde en la cabeza de Pancho Villa resultó aún más peligroso.


Bandolero durante 17 años, desde la adolescencia hasta el momento en que se integró a la revolución en 1910, conservaba los usos y costumbres de un hombre violento que tenía el gatillo fácil aunque, curiosamente, también un hombre que lloraba en público sin avergonzarse de ello.Nunca había pisado una escuela, aprendió a escribir dibujando una firma que alguien le había escrito. No sería sino hasta 1912 que, en la cárcel, comenzaría a leer. Su primera lectura: Los tres mosqueteros. Pancho Villa tuvo fama de borracho, pero nunca bebió, e incluso persiguió a los alcohólicos y su ejército destruyó bares y cantinas; le gustaban, curiosamente, las leches malteadas de fresa. Imagen absurda, un revolucionario con doble canana pidiendo un milkshake de fresa en un drugstore de El Paso, Texas. Vivió con el sombrero puesto, sólo quitándoselo para nadar y para morir, y dirigió la maquinaria de guerra más impresionante del inicio del siglo XX en América latina, un ejército de sesenta mil hombres al que dotó en 1914 de una escuadrilla aérea. Los trenes fueron su instrumento de guerra más eficaz junto a las grandes cargas de caballería y le encantaban las motocicletas, los tractores y las máquinas de coser. En plena campaña, durante la revolución, firmó un contrato de exclusiva con una productora de cine de Hollywood para que filmara sus batallas y aprendió que, si se ponía con el sol a la espalda, las fotos salían veladas y así podía cobrarlas dos veces. Cuando fue gobernador de Chihuahua, tan sólo un mes, fundó cincuenta escuelas, y donde quiera que llegara su tren de guerra, abría los vagones para repartir arroz, maíz y frijol a los maestros.


 Villa se casó treinta veces, dos con la misma mujer porque se le había olvidado que ya estaban casados. Y tuvo un par de docenas de hijos, a los que en general protegió y educó. Una vez, intentó fusilar de tres en tres a unos enemigos capturados, poniéndolos en fila para ahorrar balas, y le salió mal el experimento. Cuando el jefe militar norteamericano de la frontera, el general Scott, le dijo que tenía métodos de guerra poco civilizados, Villa le contestó sorprendido que qué había de civilizado en la guerra.


Un personaje así resulta tan literario que cualquier intento de narrarlo en clave de ficción lo debilita y uno se pregunta qué es lo prioritario: ¿Entender para contar o contar para entender? Entrar en su cabeza implicaba un inmenso esfuerzo. Yo soy hijo de una clase media ilustrada de final del siglo XX, Villa era el hijo de la revuelta agraria más violenta del inicio del siglo XX. Su violencia a veces me aplastaba. Su sentido del humor me cautivaba. Su genialidad como general del ejército del pueblo me fascinaba, su poligamia me desconcertaba. Lo que resultaba evidente es que su imagen nos persigue; más de ochenta años después de su muerte, sus fotos no desaparecen. Villa a caballo sigue siendo la imagen de la deuda eterna de una sociedad con sus parias, sus miserables. La vocación de la venganza de los agraviados.

Revista Mercurio nº93 octubre 2007

Páginas con olor a batalla y muerte


Pancho Villa toma Zacatecas es uno de esos libros que merece la pena ser leído y disfrutado. La ilustración y la narración se dan la mano con perfecta sincronía para narrar este hecho clave de la historia de México

Una de las ilustración de Eko para esta novela gráfica, SEXTO PISO / EKO

POR MIGUEL FERRARY

■ Las novelas ilustradas están de moda. Por fin. Ya era hora de que se reconociera su valor como merece. Gran parte del mérito lo tienen las pequeñas editoriales que apuestan por la calidad en la edición y de los contenidos. Sexto Piso tiene un amplio bagaje de títulos detrás. Muchos de ellos con un trasfondo inconformista y necesario. La puesta en marcha de la colección Sexto Piso Ilustrado nos está permitiendo ampliar el catálogo de novelas ilustradas, muchas son clásicos, pero entre ellas destaca Pancho Villa toma Zacatecas, un fascinante e hipnotizador relatos sobre uno de los hitos de la historia moderna de México.

Esta obra es fruto de la unión de la pluma de Paco Ignacio Taibo II con las ilustraciones de Eko. El resultado es una novela con un pulso narrativo intenso, vibrante, en la que casi se transmite el olor a pólvora y I se palpa el polvo de la batalla. El estilo conciso y directo del guión de Paco Ignacio Taibo II encaja a la perfección con el estilo de dibujo de Eko, que mezcla estilos para relatar la batallas y los flashbacks que se incluyen en el relato, y en los que utiliza montajes con fotos de la época que se insertan en el dibujo en una suerte de collage de enorme gusto artístico e impacto estético.







PACO IGNACIO TAIBO II / EKO Pancho villa toma de Zacatecas
► Novela ilustrada SEXTO PISO. 27 €.

Precisamente el trabajo de Eko ha sido un gratificante descubrimiento personal. Me ha gustado el trabajo en blanco y negro de sus dibujos, utilizando la técnica del grabado en madera para componer dibujos y escenas a doble página, con una enorme fuerza expresiva y tomando elementos de la tradición estética mexicana.

Además, la opción por el grabado lo entronca directamente con el belga Frans Masereel, que entre los años 20 y 30 revolucionó la ilustración europea y su influjo se mantiene hasta hoy en día, como se puede ver en el trabajo de Eko.

Pero Pacho Villa toma Zacatecas no es sólo una obra ilustrada. El trabajo de Paco Ignacio Taibo II en la elaboración del guión de la novela y en la narración se deja notar en la fuerza que imprime la sucesión de los hechos narrados, que han sido elegidos con cuidado para no perder el nivel literario en ningún momento. La historia no sólo se lee con fruición, nos traslada a la trinchera, al tiroteo, al miedo y el valor de una batalla sin cuartel que consagró el levantamiento de Pancho Villa.

Taibo sabe que este personaje trasciende a México. Su revolución tuvo un gran impacto en otros países y ha sido novelada en otras ocasiones. Aquí no sólo dibuja al personaje histórico, también su psicología y a un grupo de personajes que lo rodean que explican la dureza de unos revolucionarios que pusieron patas arriba México y crearon una leyenda.

Destaca además el punto de visto de quien lo narra, poniendo en boca de uno de sus generales la narración de los hechos. Lo original no es esta elección en sí misma, sino por su inserción en el hilo argumental -que le permiten aportar apreciaciones de un tono más persona- y, sobre todo, por un final sorprendente y que tiene su encaje perfecto en un país donde la muerte tiene una presencia tan preponderante en la cultura popular. Eso le permite darle un cierre redondo a una novela fascinante.

Pancho Villa toma Zacatecas juega además con la realidad histórica y cierto punto de ficción que hacen trascender el relato hasta convertirse en literatura pura. Además, cada página, cada escena, es un cuadro que bien podría ser una obra en sí misma, pero que tomada en conjunto representa una novela única, una obra imprescindible y una historia trepidante que Sexto Piso nos pone al alcance de la mano.

La Opinión de Malaga 24 de agosto de 2013