martes, 13 de julio de 2010
Obsesiones del músico
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REPORTAJE: LIBROS/Entrevistas Un intenso y largo viaje al universo de Poe
Obsesiones del músico
BÁRBARA CELIS 03/07/2010
Lou Reed, que hace una década montó POEtry con Robert Wilson y después interpretó The raven,un doble álbum, publica ahora El cuervo, un libro con ilustraciones de Lorenzo Mattotti
Hace diez años que el poeta Edgar Allan Poe y el cantante Lou Reed caminan juntos. La culpa la tuvo un viejo amigo y colaborador del neoyorquino, el productor Hal Willner, quien le invitó a leer un poema de Poe en una fiesta de Halloween y desató sin saberlo una nueva pasión que ha florecido bajo múltiples formas. Al escuchar a Poe en voz alta, Reed descubrió una sonoridad hipnótica que le hizo obsesionarse con la obra del autor del XIX, y en especial con
El cuervo.
Lou Reed.
Ilustraciones de Lorenzo Mattotti.
Traducción de José Machado.
Alfabia. Barcelona, 2010.
198 páginas. 29 euros. www.loureed.com.
"Con este libro cierro este proyecto. Se acabó. No creo que quede nada más por hacer"
The raven (El cuervo). De esa obsesión y de una conversación con el dramaturgo Robert Wilson nació en 2001 POEtry, un montaje teatral experimental en el que los textos de Poe, reinterpretados por la pluma de Reed, tomaron vida a través de la puesta en escena de Wilson. Después llegó el disco, The raven, para el que Reed contó con las voces excepcionales de David Bowie, Willem Dafoe y Steve Buscemi, entre otros, un viaje sonoro por el mundo de Poe, pero pasado por el tamiz de un músico que se atrevió también a imaginar palabras y experiencias nuevas para un poeta al que otorgó una nueva vida evocada en aquel disco doble.
El libro ilustrado El cuervo viene a completar ese viaje lírico en el que el sonido ha desaparecido para dejar espacio a la palabra escrita y, sobre todo, a la realidad imaginada por ese otro artista excepcional llamado Lorenzo Mattotti. A él acudió Lou Reed (Long Island, Nueva York, 1942) cuando comenzó a pensar que The raven aún podría tener una nueva reencarnación. "Me habría gustado tener los decorados que hizo Wilson en POEtry, pero eso no era posible, así que empecé a pensar en buscar a un artista que pudiera ilustrar las palabras del disco. Busqué mucho, pero sin duda Mattotti era el creador indicado para este trabajo. Lo que ha sido capaz de hacer es increíble". Lou Reed lo dice sin excesivo entusiasmo durante una entrevista improvisada frente a una ensalada en un ruidoso restaurante neoyorquino minutos antes de que se lo lleven en volandas para meterlo en un avión camino de Londres. La hosquedad que desde hace décadas le atribuyen los periodistas que se sientan cara a cara con él se despliega aquí en su máximo esplendor. Y eso que quien firma estas líneas tuvo la suerte de ver su cara amable al sentarse a conversar con él precisamente cuando editó el disco The raven en 2002. Pero parece claro que, desde el apretón de manos sin apretar que inaugura el segundo encuentro, esta vez este artista de 68 años que se aproxima con lentitud de jubilado y pantalones de chándal hasta la mesa no tiene muchas ganas de hablar. Eso sí, al referirse a Mattotti el mensaje es de admiración absoluta. "Me siento muy afortunado de haber podido trabajar con él. Sus dibujos tienen una fuerza y una profundidad arrolladoras. Son el complemento perfecto a mis palabras", dice al referirse a un libro embriagador en el que la palabra se hace poesía visual saltando del color al blanco y negro y moviéndose por los inquietantes recovecos que caracterizan el estilo de Mattotti.
A lo largo de las cerca de doscientas páginas que componen El cuervo van desfilando seres de rostros oscuros, siluetas de formas no exactamente humanas, lugares alejados del paraíso y cercanos a esa angustia existencial que también recorre la obra de Poe y que hacen del viaje a través de El cuervo una completa experiencia multisensorial.
Cuando editaba el doble CD homónimo -en el que no aparecían las letras del disco-, Reed aconsejaba cerrar los ojos y dejarse llevar por la música y las palabras. Ahora, en cambio, es necesario clavar los ojos en estos dibujos que son tan evocadores que disparan aún más la imaginación de quien los mira. En cuanto al texto, Reed construyó diálogos imaginarios entre un Poe joven y un Poe anciano, que a su vez conversa con algunos de los protagonistas de sus relatos y poemas, desde Lenore a Roderick Usher, construyendo un viaje único en el que los universos Poe-Reed se entrelazan de forma casi imperceptible. "Con este libro cierro este proyecto. Se acabó. No creo que quede nada más por hacer", dice engullendo una gigantesca hoja de lechuga. Y en diez años explorando a Poe, ¿qué se aprende? "Nada que te pueda explicar". ¿Por qué no? "Porque lo digo yo". Tensión, sudores fríos y reformulación de la pregunta: "Pero..., ahora al revisitar su obra varios años después para hacer este libro puede que tenga nuevas impresiones sobre Poe...". "No se trata de mirar hacia atrás sino de crecer con él. Es muy profundo. Por eso la novela gráfica permite lidiar con eso de forma inmediata".
Hace años, cuando comenzó a ahondar en Poe, el músico escribía: "Poe es el más clásico de los escritores norteamericanos, un autor peculiarmente más cercano a este nuevo siglo que al suyo propio. Obsesiones, paranoia, actos voluntarios de autodestrucción nos rodean constantemente, así que cuando me surgió la oportunidad de devolverle la vida a través de la música y las palabras... me lancé hacia ello como un perro que persigue un hueso ensangrentado". Desde entonces ha pasado casi una década y aunque frente a los periodistas Reed exhiba su versión gélida y afilada, hay que ser una persona extremadamente sensible para sentir amor por la poesía. Y en su caso, esa pasión no solo no ha disminuido sino que ha ido creciendo y evolucionando en diferentes direcciones. Este neoyorquino que transformó en leyenda musical el lado salvaje de la vida con su canción Walking on the wild side, ya no vive instalado en el exceso como antaño. Al contrario, a lo largo de esta última década este músico con más de treinta discos a sus espaldas ha hecho diferentes incursiones en la poesía. En el año 2002 estuvo de gira con su esposa, Laurie Anderson, con el espectáculo Words and Music, donde proclamaba: "La poesía es el segundo lenguaje de la gente", y en el que volvían a mezclarse música y versos (propios). En 2007 hizo su primera incursión en la poesía catalana con un recital en Nueva York que fundió para siempre el underground neoyorquino -Patti Smith, Reed y Anderson- con autores como Pere Gimferrer o Josep Carner, y en un giro poético sin palabras, en 2003 editó su primer libro de fotografía, titulado Emotions in action(emociones en acción), al que siguió un segundo en 2006 titulado Lou Reed's New York(el Nueva York de Lou Reed). Desde finales de 2008 tiene un nuevo grupo llamado Metal Machine Trío en el que vuelve a ahondar en la música experimental. En Nueva York es fácil encontrárselo improvisando junto a John Zorn en conciertos benéficos dedicados a salvar viejas glorias culturales del barrio Lower East Side, como el Anthology Film Archives. Y hace unas semanas fue proclamado rey de
martes, 29 de junio de 2010
Alan Davis
Alan Davis, británico, es uno de los autores más interesantes no ya sólo del espectro superheróico en el que se mueve, sino del panorama mundial. Con ídolos de infancia de la talla de Jack Kirby, Gil Kane, John Buscema, Frank Belllamy. Neal Adams y sobre todo Jesús Blasco. Davis dio sus primeros pasos en el campo profesional a principios de los ochenta en el seno de
El Mundo Antiguo
El “carácter” de lo auténtico
¿Será preciso remitir la serie de los Alix de Jacques Martin al juicio severo del historiador y del arqueólogo? Los álbumes suministran, en la multitud de situaciones en las que se debaten Alix y el bueno de Enak, un repertorio casi completo de toda clase de vestimenta, decoración, arquitectura del mundo antiguo, unos 50 años antes de nuestra era, tanto en el centro del mundo romano, como en sus provincias más alejadas, hasta en sus extremidades geográficas más exóticas, por no decir las más improbables. Parece, pues, inevitable, el encontrar ciertos anacronismos, y confesémoslo, algunas inexactitudes.
Claro está que se puede, a modo de juego inacabable, verificar la exactitud de los lugares y monumentos. ¡Pero que importa! Si bien no todo es exacto, hay que reconocer que tiene todo el “distintivo” de lo real. Y la opera Omnia de Jacques Martin merecería los laureles de sus “colegas” de las escuelas francesas de Roma y Atenas… ¡Que aglomeración de documentación ha sido precisa para ejecutar las miles de viñetas de tantos álbumes! ¿Se imaginan la prodigiosa biblioteca que ha tenido que frecuentar, como hubiera hecho el más escrupuloso de los pintores de Historia?
Acaso no es lícito –aunque eso ya es otra historia- comprobar que la arquitectura, necesariamente omnipresente puesto que es ella quien data con mayor seguridad el momento de las hazañas de Alix, se encuentra, paradójicamente y en cierto modo, ausente, en la medida en que no es objeto de gran interés para los héroes?
Verdad es que ningún álbum de Alix pretende constituir un capítulo suplementario de las Historias de Viollet-le-Duc. Alix se traslada por todo el mundo de Tolomeo tan indiferente a la cultura de los pueblos como el conde de Chambord durante su viaje al Oriente. Las ciudades y sus monumentos, cuando aparecen ante ellos, no significan otra cosa que el poder o la riqueza. Alejandría es una “ciudad de lujo irritante”, y los jardines suspendidos, la producción de un “monarca o sátrapa lo bastante poderoso como para gastar fortunas a fin de mantener esas majestuosidades”.
Y ello por una razón muy sencilla. Las aventuras de Alix no son ni una novela histórica ni una excursión arquitectónica. El hijo de Astorix, convertido en amigo de César, es el héroe moral y político de un mundo a punto de alcanzar su efímera perfección.
El imperio todavía no ha degollado todas las barbaries, las enseñanzas del Galileo todavía no han embotado la virtud. El peligro acecha por doquier, en las ciudades, en las ruinas, al borde de los precipicios y en lo hondo de los bosques. Por regla general, los hombres son codiciosos, pusilánimes, perversos y malos; tan sólo el “corazón esforzado” de unos pocos y el Imperio de Roma y del derecho, pueden triunfar sobre ese mundo herido.
¡Imprevisible historia! Es la trascendencia, singularmente ausente en estos relatos, la que va, a no tardar y con respecto a la duración del mundo, a intentar reconciliar al hombre con el universo. San Sebastián es Alix entregándose por fin al cielo, atravesado por las flechas de sus ilusiones humanas.
Jean- Jacques Aillagon
Cairo Especial Arquitectura, 1985. Norma Editorial
Herodoto escribe para la pantalla
Televisión El País
Las series históricas ocupan, sin complejos documentales, la programación
SANTIAGO GIMENO - Madrid - 28/06/2010
Aristócratas. Conjuras palaciegas. Esclavos rebeldes. Conocer la historia ya no requiere estanterías macizas ni horas y horas de lectura. Las series de ambientación histórica se han convertido en una opción viable -y rentable- para las cadenas, que han asimilado que la divulgación funciona incluso tomándose licencias. Los herederos de Herodoto de Halicarnaso, padre de la historiografía, le han cogido el gusto a la pequeña pantalla.
Antena 3 comenzará a rodar este verano Hispania, ambientada en el año
TVE comenzará en septiembre el rodaje de
Uno de los problemas que acarrean las series históricas es el de las inexactitudes. Víctor Mato, coordinador del guión de esta biografía televisiva, no oculta la dificultad a la hora de documentarse. En la serie sobre Isabel
Hay espectadores que no digieren los deslices. Es el caso de Matilde Asensi, autora de El último catón y Venganza en Sevilla. "Si no existe un dato, no lo metas. Recrea donde haya huecos, pero sé fiel a la verdad". La desconfianza siempre le ha obligado a rechazar ofertas. "Me he negado a que mis libros se lleven al cine y a la televisión por miedo al resultado. Ahora acabo de decir que no a una serie sobre Iacobus".
Tras el notable resultado en audiencia de
Ildefonso Falcones, que rompe marcas editoriales con su libro La catedral del mar, intenta responder a la pregunta de por qué el público acoge tan bien estas series. "Sufrimos tal bombardeo de noticias que la gente se refugia en una época que no es la suya para desconectar y escapar de la rutina", apunta.
María Roy, productora ejecutiva de la serie La señora (TVE), agradece que la audiencia se preste a conocer la historia a través de la televisión. "Estas series no tuvieron mucha audiencia al principio, pero ahora han ido ganando adeptos y ya se han convertido en una alternativa".
Bien sea sobre épocas remotas (Roma) o más contemporáneas (The Pacific), las series históricas campan a sus anchas. Al otro lado del charco, Showtime estrenará en 2011 Los Borgia, que seguirá las confabulaciones del papa Alejandro VI (interpretado por Jeremy Irons) y HBO emitirá ese mismo año la medieval Juego de Tronos. Fox, por su parte, viajará en
Canal + estrenó el pasado 3 de junio Spartacus: sangre y arena. Protagonizada por Andy Whitfield, retrata al legendario Espartaco, el esclavo tracio que puso en jaque a
Visto lo visto, poco importa que Los Tudor hayan acabado la semana pasada en EE UU. Ya hay cola para ocupar el trono de Enrique VIII.
sábado, 26 de junio de 2010
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André Edouard Marty (1882-1974) colaboró con revistas como Fémina, Le Sourire, Vogue, Harper's Bazaar o Gazette du bon ton (imagen dch...
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