miércoles, 5 de febrero de 2025

En defensa de la blasfemia

 Ensayo

En el 10º aniversario del atentado de Charlie Hebdo, dos libros analizan cómo el fanatismo religioso desafía los principios fundamentales de la libertad de expresión


Un semanario de Charlie Hebdo rodeado de velas en la acera junto a la embajada de Francia en Berlín, tras el atentado en la redacción del semanario parisino en enero de 2015.

Carsten Koall (GETTY IMAGES)

Por Daniel Gascón

Acaban de cumplirse 10 años de la masacre de Charlie Hebdo, que causó 12 muertos y cuatro heridos graves. Para contextualizar el atentado debemos tener en cuenta la situación sociorreligiosa en Francia y la pujanza de las versiones más violentas del islam, la historia de la caricatura y la blasfemia, así como los avatares de esta revista fundada en 1970, vinculada al radicalismo de izquierdas y el laicismo, pero la versión breve arranca con el asesinato del cineasta Theo Van Gogh en Ámsterdam en 2004 a manos de un islamista fanático. Un tiempo después ante las denuncias por la autocensura frente a la religión musulmana, el periódico danés Jyllands-Fosten realizó un llamamiento para recibir y publicar caricaturas de Mahoma. Primero los dibujos no generaron ninguna reacción, con el tiempo- y propaganda, porque se falsificó un dosier para generar indignación- desencadenaron protestas en varios países. En Francia, France-Soir publicó las caricaturas; su director fue despedido. En solidaridad, Charlie-Hebdo reprodujo ilustraciones y añadió otras, lo que provocó demandas de la Gran Mezquita de París, la Unión de Organizaciones Islámicas de Francia y la Liga Islámica Mundial por ofender la dignidad de los creyentes. Pedían una ley de blasfemia. El juicio se celebró y la publicación fue absuelta. La redacción sufrió un atentado en 2011; cuatro años después se produjo la masacre. El juicio contra los asesinos y sus cómplices fue en 2020.

La conmoción por los asesinatos puede eclipsar un debate sobre la libertad de expresión y la sátira, y sobre la alianza de una categoría tan antigua como la blasfemia y la superstición contemporánea del derecho a no sentirse ofendido. La causa de la libertad tiene un defensor sólido en Richard Malka (1968), abogado, escritor, que representa al semanario. Elogio de la irreverencia recoge su alegato en el juicio de 2007; también incluye el de Georges Kiejman (1932-2023), que representó a personalidades como Ionesco, Truffaut o Costa-Gavras, y fue ministro con Mitterrand.

Los abogados muestras que otras religiones han recibido más ataques en la revista, sostienen que la portada (con un Mahoma que lamenta lo duro que es ser amado por imbéciles) critica a los islamistas y no a los musulmanes o la religión. Repasan más casos y refutan los argumentos de los demandantes: explican que lo que llaman islamofobia en Francia se castiga como blasfemia en otros pauses, que la revista no actúa "por dinero", que otras publicaciones no afrontaron las mismas consecuencias. Y señalan que defender el derecho a publicar caricaturas no significa aprobar su contenido. Malka dice a los demandantes que pretenden restablecer la prohibición de la crítica a la religión "sin que nos demos cuenta". Charlie Hebdo, argumenta, no tendría razón de ser si no hubiera publicado esas caricaturas; al pretender prohibir las burlas solo a su religión y apelar a la "islamafobia", con sus connotaciones racistas, los denunciantes exigen un trato distinto al de los demás. Malka y Kiejman señalan que quienes más sufren la intolerancia islamista son personas de origen musulman. Glosan a pensadores musulmanes que defienden la libertad crítica, y a los que ignoran políticos e intelectuales occidentales de derecha e izquierda cuando recomiendan no herir la sensibilidad de los intolerantes: de Ségolène Royal a Jacques Chirac, pasando por Emmanuel Todd y Virginie Despentes el panorama abunda en actuaciones deshonrosas "Lo que está en juego no es solo la libertad de Charlie Hebdo, sino la libertad de prensa, de los artistas, de los creadores, de los intelectuales, en Francia, en Europa y en el mundo entero", dice Philippe Val, director de la revista.

Tratado sobre la intolerancia recoge el alegato de Malka en el juicio de apelación por el atentado (el del primer proceso se puede leer El derecho a cagarse en Dios, de 2022). Pronunciado en la sala Voltaire -de quien el abogado cita la observación "es vergonzoso que los fanáticos muestren celo y que los sabios no lo tengan- , el texto es una acusación: a una interpretación de la religión "que trasnforma a los humanos ordinarios en autores de crímenes a cual más mosntruoso". Relata polémicas teológicas y fracasos estatales en Francia y señala la fuerza del wahabismo, pero también sus inconsistencias: su lectura pretendidamente literal es una falsificación. "La libertad de palabra se ha convertido en su objetivo porque es el arma más peligrosa contra su fanatismo", sostiene. "Cuanto más se sacralizan las creencias, menos se respeta a los hombres"; el pasado sirve a los intereses del presente, y "una parte de nuestra élite se empeña en hacer a las víctimas del terror responsables de lo que les ha sucedido", apunta Malka.

Cita una reflexión de Thomas Mann: "En todo humanismo hay un elemento de debilidad que viene de su repugnancia por todo fanatismo, de su tolerancia y su inclinación hacia un escepticismo indulgente, de su bondad natural. Eso, en ciertas circunstancias, puede ser fatal. De ahí que necesitemos un humanismo militante, convencido de que el principio de la libertad, de la tolerancia y del libre examen no tiene derecho a dejarse explotar por el fanatismo desvergonzado de sus enemigos". Por eso necesitamos la irreverencia admirable y estridente de Charlie Hebdo.




Tratado sobre la intolerancia

Richard Malka

Traducción de Leopoldo Kulesz

Libros del Zorzal, 2025

112 páginas. 9,90 euros


Elogio de la irreverencia

Richard Malka y Geroges Kiejman

Traducción de Alberto Torrego

Libros del Zorzal, 2024

144. 14,50 euros



El Pais. Babelia núm. 1.730. Sábado 18 de enero de 2025

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