martes, 4 de febrero de 2025

El portaviones que capturó un submarino

El faro del fin del mundo / Jacinto Antón

El U-505 con su dotación de presa navega bajo bandera de EE UU una vez capturado.

U.S. Navy


Que mi hermano Carlos me haya regalado por Navidad la figurita de plomo de un capitán de submarino alemán de la Segunda Guerra Mundial (Günther Prien, el que metió el U-47 en Scapa Flow y hundió el acorazado HMS Royal Oak) me ha devuelto al proceloso tiempo de los lobos grises y su constreñido mundo de ataúdes de acero. Se da la curiosa circunstancia de que yo había comprado para regalarle la misma figurita, de forma que ahora tengo dos capitanes de sumergibles alemanes iguales (a mi hermano le he regalado al final un abrigo), lo que remite, claro, a otros hermanos, los Ites, un caso singular en la fuerza submarina del III Reich (y en cualquier otra). Los Ites, Otto y Rudolf, eran gemelos idénticos y ambos capitanes de U-Boot (Underseeboot, submarino), así que cuando el almirante Doenitz los veía juntos debía pensar que se había pasado con el schnaps.

Mis dos figuritas me han trasladado, pues, a las profundidades y azares de la guerra submarina, un asunto que me interesa tanto histórica como morbosamente dada mi irreductible claustrofobia y cuya atracción hasta me llevó un día, sorprendiéndome a mí mismo, a embarcarme en un submarino de combate, aventura que me confirmó en mi opinión de que es mejor leer de submarinos que meterte en ellos. La casualidad ha querido que la noche de Reyes cayera en mis manos un viejo libro de historias de la Segunda Guerra Mundial de 1960 en el que figuraba el relato del contralmirante  Daniel V. Gallery de uno de los episodios más espectaculares de la contienda: el apresamiento en 1944 de un submarino alemán por un grupo naval estadounidense liderado por el portaviones USS Guadalcanal y a cuyo mando iba el propio Gallery. El tipo era una especie de cowboy obsesionado con capturar un sumergible nazi en alta mar y ser el primero desde 1815 en lanzar el grito de "¡al abordaje!" desde un buque de la armada de su país.

El caso es que lo consiguió: pilló al U-505 frente a Mauritania y se lo llevó a casa. Cómo lo cuenta no tiene desperdicio y te hace meditar sobre en qué manos ha puesto a menudo su flota EEUU. Tras obligar a salir a la superficie al submarino con cargas de profundidad, relata Gallery, "me dije, ¡ahora es la tuya, y echando mano del micrófono lancé la antigua voz de mando nunca hasta entonces oída  por los altoparlantes de un buque de guerra moderno: "¡Al abordaje!". Mientras los alemanes abandonaban la nave, una partida de asalto llegó al U-505 y avanzando en dirección contraria a los tripulantes que huían se introdujo en el submarino. Si hay algo peor que meterse en un submarino es hacerlo en uno enemigo en medio del océano, en pleno combate, con sus ocupantes tensionados y haciendo lo posible por hundirlo para impedir su captura.

Finalmente consiguieron asegurar el U-Boot y tender un cable para que lo remolcara el portaviones. Y Gallery logró su submarino. Estaba exultante, y en su relato destaca la importancia de tomar lo códigos de señales. En realidad, como explica el estudioso Mark Lardas en el más preciso y sereno The capture of U-505 (Osprey, 2022), el apresamiento del submarino en vísperas del desembarco de Normandía puso en apuros a los Aliados, pues ya hacía tiempo que habían descodificado las claves secretas alemanas y conseguido máquinas de cifrar Enigma de otros submarinos. La noticia de la captura de un sumergible alemán, de llegar a los oídos del enemigo, hubiera llevado a los nazis cambiaran de sistema, así que se envió al portaviones y a su presa bien lejos, a las Bermudas, para ocultar allí el U-505.

Lo más asombroso de la captura del sumergible nazi, visto lo difícil y arriesgado de asunto, es que no fue ni mucho menos la única. Los Aliados -véase Enigma U-Boats, de Jack P. Maññmann Showell (Ian Allan, 2009)- lo lograron varias veces. Entre los casos destacables, el U-110 de Lemp, cuya historia inspiró la cuestionada y a veces disparatada pero tan emocionante película U-571, que cambió británicos por estadounidenses. 

Para ambientarme durante estos días de submarinos he aprovechado para ver en Apple TV+ Greyhound, la película de Tom Hanks sobre los convoyes y las manadas de submarinos, que tenía pendiente. Me ha gustado mucho, aunque tiene fallos. El principal es que ni el más descerebrado capitán nazi se dedicaría a lanzar mensajes de radio haciendo bullying a los destructores. La táctica del acoso psicológico del ficticio Grey Wolf es simplemente una gilipollez. La película confunde a los lobos grises de Doenitz, que serían nazis pero eran unos profesionales, con la Rosa de Tokio. A Greyhound, en todo caso, con su absoluta demonización y deshumanización del enemigo, le falta la complejidad moral de Mar cruel (la gran novela de Nicholas Monsarrat y la película subsiguiente), en la que el capitán y los marinos de la corbeta Compass Rose se ven pertubadoramente confrontados a los miembros de la tripulación del odiado submarino que han hundido y a los que han rescatado y hecho prisioneros. Nazis pero gente de mar, gente de mar pero nazis.


El Pais. Sábado 11 de enero de 2025


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