Los Desesperados
Dibujos: MEZZO
Guión: PIRUS
Color: DOREY
Mezzo y Pirus. Extraños apellidos. Del segundo sabemos que su nombre de pila es Michel. Del primero ni eso. A bote pronto, uno diría que el señor Mezzo es italiano y el señor Pirus, por lo menos, griego. Pero no. Resulta que ambos son franceses, tienen poco más de 30 años y pocas cosas han hecho antes de embarcarse en la fabricación de Los DESESPERADOS, monumental historieta negra a la que el lector de Viñetas podrá engancharse cuando acabe de leer esta emocionada presentación o, simplemente, la deje a medias y se lance a por lo que realmente importa.
Este artículo, que conste, no pretende ser una crítica. Servidor no soporta a los críticos aunque a veces parezca que es uno de ellos. Un crítico, dejémoslo claro, es un señor que sienta cátedra porque cree estar en posesión de la verdad. Yo, que como el personaje de Shakespeare, cada día sé menos quien soy yo y quienes son todos los demás, soy un simple lector al que, por motivos que se me escapan, se le ha permitido opinar en los papeles. si redacto estas líneas es únicamente para intentar transmitir mi entusiasmo por Los DESESPERADOS a los lectores de esta revista.
Veamos. ¿Cómo empezó todo?... Joan Navarro, ese gran creyente del mundo del comic, se había vuelto a liar la manta a la cabeza y nos acababa de comunicar a los amigos que quería sacar una revista. Le palmeamos el lomo, le recordamos los desastres de Cairo y de Complot, le urgimos a que no hiciera locuras... y todo fue en vano. Lo único que conseguimos fue que nos llenara los brazos de álbumes y nos facturara para casa a hacer los deberes. Había que conseguir buen material para la revista de marras y confiaba en que sus colegas de toda la vida le echaran una mano.
A mi, entre otras cosas bastante más prescindibles, me cayeron en suerte dos álbumes con unas portadas feísimas elaborados por dos tipos de nombres extraños a los que no conocía de nada; más de 8o páginas de thriller violento que, según aseguraba el amigo Navarro, no me iban a dejar indiferente. Confieso que albergué mis dudas al respecto. A veces a nuestro director le gustan ciertas cosas a las que yo no consigo verles la gracia (aunque igual la tienen para un loco de los tebeos, cosa que yo ya no soy, si es que alguna vez lo fui). Así que me propuse dejar de hacer algo que últimamente hacía para no deprimirme leyendo comics: bajar el listón.
Se trata de una actitud autodefensiva. Consiste en ser más indulgente con un tebeo que con una novela y una película. De este modo uno consigue mantener su cariño por un medio que, por lo general, no sabe estar a la altura de las circunstancias; pero la cosa no deja de ser un engaño y un autotimo paternalista: si esto fuera una novela sería un asco, pero como es un tebeo vamos a perdonarle la vida al autor y agradecerle que no nos haya tomado del todo por idiotas.
Terminada la lectura comprobé que Los DESESPERADOS no precisaba de una valoración a la baja, pues es una de las pocas obras recientes del género negro que resiste las comparaciones con sus equivalentes de la plantilla o la letra impresa. Como una novela de Jim Thompson o un guión de Quentin Tarantino, la historia de los señores Mezzo y Pirus ofrece satisfacción garantizada a los consumidores de polares y muestra, además, una inteligencia y una sutileza bastante inauditas en el mundo del comic.
Solventemos rápidamente la parte gráfica y centrémonos en la historia. No porque el dibujo de Mezzo carezca de interés. Por el contrario, el hombre ha conseguido un estilo nuevo y original a base de mezclar las influencias adecuadas (mayoritariamente, Chester Gould y, aunque él no lo diga, Charles Burns). Lo que una historieta, como en el caso actos toreros y el valor, un dibujo eficaz e impactante se le supone.
Mezzo es, qué duda cabe, un dibujante inteligente: tiene limitaciones pero las sabe disimular muy bien con su innegable habilidad para el encuadre: Mezzo encuadra muy bien, planeando cada viñeta como una pieza de ese storyboard que todo buen director necesita para colocar la cámara en el lugar adecuado: Pirus coloca muy bien la cámara.
Pirus (que empezó como dibujante en Metal Hurlant, ilustrando, entre otras cosas, el Rose profond de Jean-Pierre Dionnet), se revela, por su parte, como un escritor que ha hecho los deberes antes de ponerse a acometer una obra de envergadura. Se reconoce devoto admirador de James M. Cain, y cierto es que la huella del autor de El cartero siempre llama dos veces se nota en Los desesperados; pero también la de Jim Thompson se hace evidente: la relación incestuosa del atracador y la bruja de su madre es muy similar a la de Los timadores.
Afortunadamente para él (y para el lector) Pirus no cae en el seguidismo, el plagio o la copia, sino que a partir de materiales ajenos sabe construir una historia personal.
A diferencia de muchos otros comics en los que los personajes son solo eso, personajes, Los DESESPERADOS ofrece una galería de seres humanos bastante creíble. Seres humanos patéticos y sin salida vital alguna cuyos motivos comprendemos perfectamente. Del mismo modo que los protagonistas de Reservoir dogs tenían vida propia más allá de sus ridículos nombres de guerra, también los desgraciados que pueblan las páginas de esta historieta nos resultan, en su miseria, tremendamente cercanos.
Tenemos pues un buen dibujo, una buena planificación, una excelente historia y unos interesantes personajes. Basta con añadir a este cóctel el elemento imprescindible para que todo encaje: el montaje.
LOS DESESPERADOS se nos explica con un ritmo magnífico y con un montaje que, gracias a constantes saltos en el tiempo (adelante y atrás, adelante y atrás) hace que la obra tenga una estructura de mosaico o de puzzle en el que las piezas se van situando poco a poco (y con ellas la información que necesita el lector para seguir la trama), consiguiendo de este modo que quien lee la historia se vea obligado a devorarla.
Observarán que Los DESESPERADOS ha conseguido emocionarme.
Es cierto. ¿Para qué negarlo? Estamos en una época en la que los buenos tebeos son tan escasos como las trufas. Por eso le di las gracias al amigo Navarro y le traduje esta historia que espero sea del agrado del amable lector. Sólo me he permitido una pequeña licencia idiomática. El título original de la obra es Les desarmés, que en francés quiere decir "Los desarmados" y también "Los desamparados".
Confio que cuando acaben de leerla coincidan conmigo en que a todos sus lamentables protagonistas solo se les puede definir como Los DESESPERADOS.
Revista Viñetas nº1 Enero 1994 Ediciones Glenat
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