martes, 5 de marzo de 2024

Donde Shakespeare hace la guerra

El faro del fin del mundo / Jacinto Antón

Ya es curioso que alguien que ha expresado el amor como nadie también haya hablado como ningún otro de la guerra. Claro que resulta menos sorprendente si ese alguien es Shakespeare. Es dificil escoger una de sus grandes frases sobre la guerra, desde las célebres de Enrique V en la inflamada arenga a su pequeño ejército en Azimcourt, el día de San Crispín, "We few, we happy few, we band of brothers", "nosotros pocos, felices pocos, hermanos de sangre", hasta lo no menos icónica de Marco Antonio en Julio César: "Cry ¡havoc! and let splip the dogs of war", "grita '¡devastación!' y suelta a los perros de la guerra". Pensaba en eso el miércoles en Londres mientras me dirigía al National Army Museum (NAM), el museo militar en Chelsea, donde puede visitarse (hasta el 1 de septiembre) la exposición Shakespeare and War, Shakespeare y la guerra.

Laurence Olivier, en un momento de Enrique V

No todo ha de ser la Tate. El NAM, en el que vuelve a exhibirse el maniquí con ropa de Lawrence de Arabia que ha estado un tiempo de baja (¡hosanna!), es el único museo que conozco en el que puedes tomar el té con un helicóptero de combate Westland Lynx al alcance de la mano y sumergirte en las guerras victorianas como si tuvieras en Las cuatro plumas, La última carga o Zulú. Tal y como está hoy el mundo, un museo militar -con un tanque Challenger 2 en la puerta y una decena de Cruces Victoria auténticas en las vitrinas -parecería no tener mucho gancho, pero pensar eso es no conocer a los británicos. La exposición es pequeña pero muy sugerente. Se destaca de entrada que Shakespeare estaba avezado en las cuestiones militares hasta el punto de que no se descarta que pudiera haber sido soldado. En 26 de las 38 obras de Shakespeare la guerra aparece en primer plano o como referencia. El escritor describió campañas y batallas, desde la guerra de Troya a la de las Dos Rosas (seis obras), pasando por las guerras civiles de la Antigua Roma y la de los Cien Años. Entre sus personajes se cuentan guerreros militares reales y ficticios como Aquiles, Coriolano, Julio César, Marco Antonio, Tito Andrónico, Macbeth, Hotspur, Enrique V, Juana de Arco, Ricardo III, Hamlet (padre) y Otelo; hizo hablar en el escenario tanto a líderes como a soldados de a pie como el abanderado Pistol. Desde que se estrenaron, las obras de Shakespeare, recalca la exposición, han cobrado incluso mayor significado cuando Gran Bretaña ha ido a la guerra, sirviendo de inspiración, ejemplo y consuelo a militares y civiles.

Las guerras napoleónicas vieron una abundante utilización de Shakespeare, al igual que las victorianas. Durante la Segunda Guerra Mundial, más allá de su eco evidente en los discursos de Churchill, Shakespeare se convirtió en un símbolo de la resistencia de la cultura y los valores amenazados por los nazis. Y como parte de la propaganda de guerra hay que ver la patriótica adaptación cinematográfica de Enrique V por Laurence Olivier (1944). La exposición tiene uno de sus más interesantes apartados en el de los conflictos recientes y de qué manera han influido en adaptaciones teatrales de Shakespeare, de Irak a Ucrania. En la muestra se echa a faltar a Flastaff, el antihéroe en el que el Bardo representó el contrapunto a la épica y el valor de Enrique. Falstaff, el hombre del gran discurso de la sana cobardía y que proclama su escéptico catecismo sobre la guerra en el campo de batalla de Shewsbury antes de salir por piernas: "¿Qué necesidad tengo de meterme donde no me llaman?¿Qué es el honor? Una palabra. ¿Quién lo posee? El que murió el miércoles". Unas palabras muy convenientes para rebajar el entusiasmo cuando paseas por el museo entre redobles de tambor, valientes húsares y lanceros de Bengala.


El Pais.Cultura. Sábado 17 de febrero de 2024

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