viernes, 22 de diciembre de 2023

La madurez expresiva- Max

Este año, el Gran Premio del Saló del Cómic de Barcelona ha sido para Max, en reconocimiento. su trayectoria.

A.M.

¿Podría contarme cómo surgió su vocación, y cómo fueron sus inicios?

Mi infancia estuvo muy marcada por la lectura de los tebeos, casi siempre eran los de Bruguera y el TBO. Me doy cuenta sobre todo ahora, a mis 43 años, cuando a menudo me asaltan  inesperadamente sensaciones y recuerdos olvidados de aquella época. Los tebeos significaron mucho para mí. Mi vida combinaba el tiempo del mundo real con horas indeterminadas habitando aquel mundo de viñetas pequeñas. Las calles que dibujaban Ibáñez, Vázquez o Peñarroya conviven en mi memoria con la misma intensidad que las calles de mi barrio. Cuando llegó la televisión a casa, yo debía de tener siete u ocho años, se añadió una nueva fascinación a la de los tebeos, y ésa fue la presencia de los dibujos animados. Así que entre ambas cosas no es extraño que siempre pensara que de mayor sería dibujante. En mi adolescencia empieza a interesarme también la pintura, y durante un par de años me ejercité en los óleos. Y lo cierto es que nunca me propuse seriamente dibujar tebeos hasta que a los 16 años conocí a un grupo de gente que iba a autoeditarse un tebeo. Ellos eran el núcleo del "Rrollo" (los hermanos Farriol, Nazario, Mariscal). Con ellos conocí a Crumb y a Shelton. Además, los tebeos de Zap! Comix fueron un auténtico flash para mí, porque allí estaba todo lo que me interesaba: contracultura, sexo, drogas, rock´n´roll, una actitud libertaria...

Así que me uní a ellos en lo que iba a ser el ya mítico "Rrollo Enmascarado", publicando mi primera página en el 73. Al mismo tiempo empecé a estudiar Bellas Artes, aunque a los pocos meses supe que me interesaban mucho más los tebeos que la pintura. Con los tebeos se llegaba a mucha gente, me permitían contar historias y, sobre todo, carecían de la solemnidad del arte con mayúsculas.


Max (Francesc Capdevila)

En los ochenta desarrolla dos personajes, Gustavo y Peter Pank. ¿Cómo fue aquella época?¿Quedó contento con aquellos trabajos y la proyección que tuvieron?

Para mí, Gustavo y Peter Pank configuran dos épocas distintas. Las historias de Gustavo fueron mis inicios como profesional, entendiéndose con ello publicar cada mes y ganar dinero. Trabajaba de una manera espontánea y directa, sin hacerme grandes planteamientos; ésa era una época de aprendizaje. Hice lo que me apeteció en todo momento y desde ese punto de vista no tengo ningún problema en asumir aquellos trabajos. Pero vistos desde una perspectiva actual me parecen tremendamente naïf e inmaduros. Peter Pank fue otra cosa. Sin dejar de ser igualmente espontáneo, yo ya disponía de un lenguaje más o menos personal y sólido. Y, sobre todo, más allá del aprendizaje gráfico, empecé a internarme en un aprendizaje narrativo, porque comprendí que tenía cosas que contar y que debía aprender a contarlas por mí mismo. No hay que olvidar que la saga de Peter Pank transcurrió en paralelo a libros como La muerte húmeda, El carnaval de los ciervos y El beso secreto, además de algunas historias de El canto del gallo, y esos trabajos significaron exploraciones de diversos registros gráficos y narrativos. Pero, sobre todo, Peter Pank significó la popularidad. Y sé que es gracias a esa popularidad alcanzada en aquel momento que hoy en día puedo permitirme el lujo de seguir haciendo lo que quiero.

¿Cuáles han sido sus mitos y sus influencias en el contexto del cómic?

Robert Crumb sigue siendo para mí el artista más importante, por la calidad y el significado de su trabajo y por su actitud "insobornable". Ya he dicho que me influyó gráficamente en mis primeros trabajos. Pero otros autores de los que también he aprendido mucho han sido Hergé y su heredero Chaland. También Art Spiegelman, y cómo no, los Coll, Urda, Opisso, Vázquez, Figueras, Ibáñez, Cifré...siguen siendo un sustrato básico en mi formación.

Háblenos de su relación con la literatura.

He leido y leo mucho. Varios autores han dejado huellas más o menos directas en mi trabajo. E.A. Poe, Kafka, Borges, Dylan Thomas, Lewis Carroll, Lovecraft, Robert Graves...y, en general, las mitologías céltas y griega, de las que he tomado temas y estilos narrativos. También me gusta mucho la poesía y la filosofía taoísta. Todo ello ha dejado un paso más o menos rastreable en mis obras.

En su evolución se puede ver un trabajo en continua investigación narrativa. Cada historia que fabrica tiene una mayor depuración estilística. El prolongado sueño del Sr. T desarrolla el género de la novela gráfica. ¿Cree que ese cambio narrativo coincide con su madurez expresiva?

No creo que la novela gráfica sea un género en sí mismo. Es más bien un formato que permite el abordaje de obras de cierta ambición temática. Bajo la influencia directa de MAUS y tras unos años de crisis creativa, a la búsqueda de un estilo gráfico acorde al tono de las historias que tenía en mente, me lancé a escribir un guión de 160 páginas, titulado El mapa de la oscuridad. Este libro no existe para el lector porque jamás llegué a dibujarlo. Pero escribí todo el guión, y sin ese trabajo previo no habría podido sentirme seguro al empezar El prolongado sueño del Sr. T. En este sentido puede hablarse de madurez expresiva. Pero me parece más importante hablar de madurez personal, porque el Sr. T culminó una serie de crisis personales que están en la base del libro, a pesar de que no se trata para nada de un libro autobiográfico.

Sus inquietudes no se limitan sólo a su propia obra. Háblenos un poco sobre sus trabajos compartidos y sobre el proyecto editorial con Pere Joan.

Habría mucho que decir sobre Nosotros somos los muertos, el proyecto editorial que pusimos en marcha Pere Joan y yo en el 93 y al que hemos dado fin este año con un último número, el 6/7. Bastará decir que el origen de esta iniciativa fue la inquietud por ver cómo la obra de multitud de autores españoles y extranjeros no encontraba cauces para su publicación en España. En este sentido, creo que hemos contribuido a dar a conocer en nuestro país lo más interesante e innovador que se está haciendo en el campo de la historieta en todo el mundo en los últimos años.

¿Cómo surgió Bardín el Superrrealista?

Bardín surgió como el reverso del Sr. T. No acabo de sentirme cómodo con un registro semi-realista y, sin embargo, me apetece seguir tocando temas de tipo, digamos, metafísico. Así que con Bardín intento encontrar un tono humorístico para seguir tratando estos temas sin caer en la solemnidad. Por otro lado me interesa volver a tener un personaje, pero esta vez he intentado crear un antipersonaje, alguien que no tiene por qué ser siempre idéntico a sí mismo, que no responde a un patrón definido que puede adaptarse por igual a registros cómicos, absurdos, dramáticos... lo que haga falta en cada momento. Luego, desde el punto de vista gráfico hay toda una recreación del universo Bruguera en clave minimalista.

¿Por qué cree que su obra conecta tan bien en el ámbito internacional?

Casi todo lo que a mí me interesa está en la esfera de lo humano conectado con lo mítico, y eso es siempre universal. Además, prácticamente todas mis historias se desarrollan en espacios no urbanos y por tanto de ubicación geográfica no definida. Esto, unido a la universalidad de las emociones y los sentimientos que tratan mis historias, hace que cualquier lector de cualquier lugar del mundo pueda conectar fácilmente con lo que cuento.


Revista Leer número 144 Julio-Agosto 2000


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