Ana Merino
En 1995, centenario de la aparición del primer cómic norteamericano, el Departamento de Correos de los Estados Unidos editó una colección de 20 sellos de 32 centavos que homenajeaba a las tiras clásicas de cómics. Allí aparecían personajes como Yellow Kid, los Katzenjammer Kids, Little Nemo, Krazy Kat, Annie, Popeye, Blondie, Dick Tracy, Alley Oop o Nancy, entre otros.
A los norteamericanos les gusta reivindicar como suya la invención del cómic. Lo cierto es que han sido ellos los grandes promotores de la industria de la historieta y los que más la han desarrollado, a través de la prensa, como una sección habitual dentro de las páginas de sus periódicos. Yellow Kid, el personaje con un gran mandilón amarillento creado en 1895 por Outcault para el periódico The New York World dio nombre de amarilla a la prensa sensacionalista. Los Katzenjammer Kids (1897), de Rudolph Dirks, que en España leímos como Los cebollitas o El Capitán y los pilluelos, eran dos niños muy traviesos en los que se inspiró Escobar para crear a Zipi y Zape, y se suele considerar como la primera tira cómica propiamente dicha por su contenido riguroso de viñetas y bocadillos.
Una de las obras más sugerentes, por su refinamiento estético y sus referencias oníricas, será Little Nemo, creada en 1905 por Winsor McCay para el New York Herald como entrega dominical a página completa. Nemo es un niño que vive dentro de las aventuras que fabrican sus propios sueños. Krazy Kat, de George Herriman, creada en 1910 para el New York Journal, es un gran ejemplo de mundo surrealista.
Izquierda, Richard F. Outcault, creador de The Yellow Kid; derecha, George Herriman, responsable de Krazy KatDentro de la tira de cómics americana hay un género que puede denominarse "costumbrismo familiar" (que influye en la historieta europea y latinoamericana) y que narra en sus viñetas la historia de diferentes familias. Este género lo inició en 1913 la serie Bringing up father (traducida como Educando a papá) de George McManus, y es la historia de una familia emigrante irlandesa que se hace millonaria. Jiggs, el padre, es un albañil a quien su condición de nuevo rico no cambia ni de modo de ser ni de amistades; por su parte, su esposa Maggie, antes lavandera, se transforma en una señora derrochona que pretende formar parte de la alta sociedad. Blondie es una tira también familiar, creada por Chic Young en 1930, y narra las relaciones de un matrimonio de clase media, en que el marido ha renunciado a su herencia para casarse con la mujer que quiere. En la actualidad, y desde hace dos décadas, se publican en los Estados Unidos las tiras familiares de Lynn Jonhston tituladas For better or for worse, que narran la vida de una familia de clase media, con la peculiaridad de que sus peripecias se desarrollan en el propio tiempo y al hilo de los sucesos de la realidad.
La tira de los periódicos también tuvo espacio para las aventuras policíacas y míticas. Dick Tracy (1931), de Chester Gould, para el Chicago Tribune es ejemplo de género policíaco y Terry y los piratas, de 1934, de Milton Caniff también para el Chicago Tribune, será una serie realista de aventuras de enorme éxito. En 1940, Will Eisner creó su personaje The Spirit para el mismo periódico. Por su parte, en 1929 Harold Foster adaptó el Tarzán de Edgar Rice Burroughs a la tira de cómics para el Metropolitan Newspaper. Ese trabajo fue luego continuado por Burne Hogarth.
La serie de Carlitos y Snoopy -Peanuts, nombre impuesto al autor y que nunca fue de su agrado-, creada en 1950 por el recientemente fallecido Charles Monroe Schultz, ha sido una tira emblemática difundida en todo el mundo y ha influido en otras, como la tira de Garfield, el gato gordo, anaranjado y vago creada en 1978 por Jim Davis, que también ha cosechado gran éxito, o la creada por Bill Watterson en 1985, Calvin y Hobbes, que narra las aventuras de un niño y su tigre de peluche.
En un espacio tan limitado es imposible resumir la extraordinaria riqueza y diversidad que las tiras de cómics han mostrado y muestran en la prensa diaria y dominical norteamericana, y hasta qué punto muchas de ellas son reflejo directo de la realidad. no obstante, hay que señalar que todas ellas pertenecen a ese peculiar mundo capaz de conseguir tanta expresividad, y que es uno de los vigorosos signos de identidad gráfica de la cultura del tiempo que vivimos.
Revista Leer nº 144 Julio-Agosto 2000
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