viernes, 8 de diciembre de 2023

El arte secuencial

 Luis Conde

Conan por Barry Windsor-Smith


Entre los comentarios críticos cinematográficos es un lugar común, una frase comodín, decir que determinada película "ed puro cómic". ¿Qué quieren decir con eso? Seguramente casi nada, a lo sumo dar una idea a sus lectores sobre el look del filme: tiene un formato visual que recuerda a los cómics. De las interrelaciones de estas dos artes coetáneas, apenas les separa un año en su origen "moderno", es de lo que hablaremos en este trabajo, pero va por delante que a ninguno de los críticos o comentaristas de los tebeos se le ocurre decir que determinada historieta "tiene un ritmo cinematográfico"... ¿O sí? Como diría Jack El Destripador, "vayamos por partes".

En el año 1995 se ha conmemorado hasta la saciedad el primer centenario del nacimiento del cinematógrafo, con festivales, ciclos, seminarios y multitud de antologías y edición de estudios críticos y divulgativos. Hasta las televisiones rindieron homenaje a su hermano mayor con programas y emisiones especiales. Un año después, en 1996, desde Estados Unidos y también en Europa se convocó a los media para recordarles que otro arte comunicador, el cómic o la narrativa dibujada, que en cada país recibe un nombre peculiar, también cumplía los cien años. Como europeos y norteamericanos no se ponen de acuerdo en fijar los orígenes de este arte surgido en los periódicos, generalmente se acepta que el cómic estadounidense, el desarrollado pujantemente en los diarios, se inició con la famosa página del Yellow Kid en el dominical del 25 de octubre de 1896 del diario New York World. Dando, pues, por bueno ese origen convencional, cine y cómic tiene un desarrollo estético coetáneo, interfiriéndose y prestándose materiales y hallazgos expresivos. De eso queremos tratar en este intento aproximador y sobre el que hay mucho escrito, investigado y divulgado por gentes de distintas procedencias y campos del conocimiento.

Pero antes de meternos en la harina del costal, quizás convenga delimitar los campos, acotar un poco la vastedad del cotarro: no podemos ni se pretende hacer un análisis comparativo del conjunto de filmes que han tenido inspiración en algún cómic, ni rastrearemos los miles de cómics derivados de filmes precedentes. Se elegirán ejemplos significativos, en ambos casos, para tratar los diversos paralelismos semióticos, o para evidenciar la similitud lingüística a lo largo del tiempo.

Sobre la sentencias peyorativa que encabeza estas líneas, no cabe más que recordar que ambas partes don industria del entretenimiento, pero con una infraestructura básica abismalmente diferenciada en sus tecnologías. ¿También en su chispa creativa?

Por nuestra parte, traemos a colación las palabras del historietista español recientemente fallecido Antonio Hernández Palacios, quien aseguraba que lo él quería hacer era dirigir películas, pero como eso le exigía una industria y un complejo equipo técnico, se había decidido por hacer historietas, porque él solo constituía todo el equipo y sólo quedaba para la industria el proceso de producción del soporte de su arte expresivo.

Algo parecido dice el autor estadounidense Jeff Smith para explicar su abandono de los dibujos animados, optando por los cómics.

Y desde el punto de vista de los consumidores, ¿acaso es más car un tebeo que una entrada de cine? También aquí se da el paralelismo , y son índices de valoración y estándares económicos referenciales, algo así como la cotización mundial del dólar y el precio de una hamburguesa, como una comida básica.



Investigadores del lenguaje, cineastas y estetas, así como estudiosos de los tebeos, de la figuración y las artes plásticas han establecido con mucho detalle las herencias y préstamos del cine y los cómics. Y cómo, a veces, uno tira del otro. Durante mucho tiempo se relacionaba la planificación cinematográfica con la de la historieta, asimilando que del primer plano al panorámico, del picado al contrapicado, en ambos medios era la gramática elemental, los elementos de la sintaxis. La planificación y el montaje, en las dos formas expresivas, son los elementos de la técnica para conseguir el objetivo propuesto: el flujo temporal a través de la imagen. Expresar el paso del tiempo mientras se cuenta una historia con imágenes. Una ilusión perseguida en las artes plásticas desde el Renacimiento. Las estampas de Epinal en Francia y algunos cuadros de Goya en España son evidencias de esa aspiración.

Además de mostrar algo se quería también contar. Y hasta el siglo XIX no surge el espacio plástico narrativo con la fotografía, el cine y la historieta. Fijar el tiempo en el espacio, iconizar la temporalidad es una de las grandezas de lo que llamamos las artes de nuestro tiempo. El cine consigue la ilusión del movimiento, lo insinúa, en su paso de un fragmento de espacio a otro: de una viñeta a otra.

Habrá que recordar que la historieta se basa en tres premisas: secuencia de viñetas consecutivas que articulan un relato, permanencia de un personaje que mantenga la continuidad y la inserción de los globos o bocadillos que indican los diálogos o la expresión por medio del habla. Por esto, los tebeos son un medio más relacionado con lo icónico-escritural, con la narrativa y la literatura, con el arte expresado por la lengua escrita en cuanto a los códigos del sonido dibujado: se "leerá" de arriba abajo y de izquierda a derecha, al menos en las lenguas occidentales. Esto es así tanto para la viñeta como para la secuencia o la página.

En la evolución del cine y los tebeos, la incorporación del habla y los sonidos sigue un desarrollo apasionante: en el cine mudo se intercalan diálogos o textos además de acompañar la proyección con música en la sala. En las historietas impresas se desarrolló un conjunto de convenciones gráficas que articulaban los sonidos, por medio de iconos y onomatopeyas. Lo fonético se captaba con lo icónico con la complicidad del lector-contemplador. Aunque entre las historietas mudas y el cine mudo se puedan establecer similitudes, entre el cine sonoro a la historieta moderna caben muchas matizaciones.

Los personajes de los comics estadounidenses proporcionaron durante los años veinte y treinta ideas y argumentos para versiones cinematográficas de imagen real con una duración de veinte minutos, sea como seriales continuados o como obra completa. El cine por jornadas o como obra completa. El cine por jornadas era el equivalente exacto al cine del "continuará" de los comics semanales y el largometraje la aventura completa, la recopilación del serial. Muchas fueron las series de comics que tuvieron su equivalente fílmico, y entre ellas Buster Brown, The Gumps, Winnie Winkle, Barney Coogle, Dixie Dugan, Tillie the toiler, Bringing up father, Skippy, Joe Palooka y Little orphan Annie.

Mientras el cine entraba a saco en el mundo fascinante de los tebeos, los creadores de historietas ensayaban las posibilidades de animar a sus personajes, de darles movimiento en el cine, pero con sus mismas características de dibujo, con las posibilidades de la línea y la mancha. Uno de los pioneros en esos menesteres fue el genial Winsor McCay, y su héroe el dinosaurio Gertie. En Francia, Emile Cohl adaptaba la serie de George McManus Bringing up father, y en pocos años habría cortos de animación con las series The Katzenjammer Kids, Happy hooligan, Krazy Kat y otras. Eran los llamados cartoons, cortos de animación, dibujos animados sobre series de historietas aparecidas en la prensa. Pero también ocurrió a la inversa: los cartoons dieron héroes a los comics. Personajes creados para los dibujos animados tenían luego versiones en el papel, como fue el caso del paradigmático Felix el gato. Bastantes de la factoría Disney seguirían el mismo camino, y así trabajan hoy en día las productoras japonesas con sus animé y manga.

La llegada del cine sonoro potenció aún más el cine de los dibujos animados, y por supuesto la incorporación del color. Así, entre los años 30 y 40 el cine vampirizó las series surgidas en los cómics, las trasladó a los serieales "por entregas" y finalmente con la llegada de la televisión, los campos se delimitaron: seriales en la TV y largometrajes en las salas de cine. Y los cartoons, en ambos medios. Héroes del cómic como Tarzán, Superman, Batman, Flash Gordon, Dick Tracy, Li´l Abner, The lone ranger, Red Ryder, Secret Agent X-9, The Shadow, Dr. Kildare, Cisco Kid, Charlie Chan, Hopalong Cassidy y muchos otros tenían espacio en las salas cinematográficas durante semanas y en la TV durante meses. También en espectáculos musicales y en el teatro. Y, como no, en versiones de largometraje para vender en los cines del mundo entero.

Cuando Walt Disney se atreve con los largometrajes de dibujos animados el campo para los comics se amplía: las posibilidades de un héroe de historieta en un largo animado no tardarán en ensayarse. La famosa serie de comics The Peanuts da origen al largometraje A boy named Charlie Brown, y tras su éxito vendrán otros como Fritz the cat, Tygra, El señor de los anillos, Asterix, Batman, Tarzán y muchas más.

En esta visión panorámica del desarrollo de las interacciones entre cine y cómic, del trasvase de un medio a otro de héroes y series, hay que preguntarse qué se gana y qué se pierde, qué ventajas revierten sobre las creaciones originales y para la fijación en el imaginario colectivo de unos personajes y caracteres que muchas veces son ensoñaciones de un pueblo, trasposiciones de una cultura o sublimación de aspiraciones colectivas de una sociedad. Para los europeos puede ser más significativo un personaje como Tintín, un periodista belga aventurero que recorre el mundo llevando soluciones a los conflictos de otras sociedades presuntamente atrasadas. Es la visión eurocentrista que tanto nos agrada de modo subsconciente. Por eso, aunque Tintín vende sus aventuras tebeísticas en todo el mundo y es traducido a todos los idiomas, la versión cinematográfica en imagen real apenas tuvo aceptación, y sí la de los mediometrajes en dibujos animados. Steven Spielberg ha concebido la idea de un largometraje como Tintín pero, por ahora, el proyecto está parado. Si lo hace, veremos el resultado.

Asterix es un héroe francés que vende millones de ejemplares de sus historietas en el mundo fracófono, y también está traducido a todos los idiomas del mundo. Es un símbolo de la resistencia al invasor todopoderoso y aunque sea una falsedad histórica, pocos franceses reconocerán que el Imperio Romano dominó las Galias. El paso a los dibujos animados acompañó al éxito de los álbumes de historietas, y finalmente ha llegado el largometraje de imagen real, protagonizado por una estrella del cine francés: Gerard Depardieu. ¿Cuál ha sido el resultado? Ha habido opiniones para todos los gustos, pero para ser una superproducción del cine francés no pasa de ser una mediocre película en la que se ensartan sin gracia los argumentos de varios de los álbumes de historietas, y se cede el protagonismo a la "estrella" cinematográfica frente al héroe de la historieta.



Si examinamos el paso del cómic norteamericano al gran cine de superproducción, hay que evocar los diversos y desiguales Superman y Batman más recientes, para no acordarse de los múltiples Tarzán, El príncipe valiente, The Phantom, Wonder Woman, Conan, Annie, Flash Gordon, The lone ranger, Sheena, Popeye, La Máscara o Spiderman. Cabría volver a preguntarse cómo fueron las versiones.... Hay casos en los que para la versión cinematográfica se parte de las largas series de tebeos, que durante años han caracterizado al personaje, aunque se haga una síntesis de sus aventuras y la evolución del héroe. Lo importante es captar lo que el personaje simboliza y recrear su mundo, el mundo de las historietas. Sus aventuras importarán quizás menos; eso depende de la habilidad de los guionistas y el director. Pero no hay que traicionar lo que es el héroe para sus lectores-contempladores originales, y hay que saber llevarlo a la imagen real y al mundo del cine. Algún Batman ha logrado con acierto el salto, especialmente el de Tim Burton, o el Superman recreado primero por Richard Donner y luego por Richard Lester. También Conan ha tenida diversa fortuna con las versiones de John Milius y de Richard Fleicher, que protagonizó con éxito arrollador el musculoso Arnold Schwarzenegger. Más reciente, la versión de The Phantom de Simon Wincer, en 1996, mantenía con dignidad el tono del tebeo para un filme sin pretensiones. Una superproducción puede acertar con una adaptación meticulosa, como el Dick Tracy de Warren Beatty o la Annie de John Huston, pero no es preciso un gran presupuesto sino ingenio para acertar: como Popeye de Robert Altman, con Pobin Williams como el marino tuerto. Claro que, además, el guión era de Jules Feiffer. Un último aspecto en este campo actual de las versiones es el de filmes de gran éxito que devienen en series de tebeos. Como ejemplos Star Wars o El señor de los anillos, entre otros muchos.

Star Wars fue estrenada en 1977 y su director, George Lucas, subió al cielo de los éxitos cinematográficos. La saga más famosa y multimillonaria de los últimos treinta años acababa de iniciar su andadura. Los tres filmes que abarcan la primera fase de la serie La guerra de las galaxias tuvieron una lejana inspiración en los tebeos de Flash Gordon, los dibujados por Alex Raymond. El propio Lucas reconoció que estuvo mucho tiempo luchando por conseguir los derechos del héroe para adaptarlo al cine. Como no pudo lograrlo, declinó recrear aquel mundo y aun el anterior de John Carter que imaginara el escritor Edgar Rice Burroughs. Algunos críticos aseguraron que Lucas había tomado la imaginería de sus serie en un comic de Howard Chaykin, el relato Cody Starbuck publicado en el primer número de la revista Star Reach. Sea lo que fuera, cuando la editorial Marvel consiguió los derechos de adaptación del filme a los tebeos se lo encargó al propio Chaykin, y finalmente fueron realizados por Archie Goodwin y Al Williamson. Este dibujante, Williamson, había realizado etapas del veterano Flash Gordon.




El señor de los anillos, largometraje de dibujos animado realizado en 1978 por Ralph Bakshi, que antes ya había adaptado el personaje de los cómics de Robert Crumb Fritz the cat, tuvo tras el éxito cinematográfico varias versiones en historietas, una de ellas la magnífica del dibujante español Luis Bermejo. Los álbumes de esta versión son muy apreciados por los aficionados. El rodaje en Nueva Zelanda de una nueva versión cinematográfica con actores de imagen real, que dirige Peter Jackson Wellinton con 53 actores y más de 16.000 extras, abarcará la trilogía de la novela original de Tolkien, y sin duda dará origen a nuevas versiones en los tebeos creando otra oleada de "tolkinianos" entre las nuevas generaciones. Este fenómeno ya se dió con Blade Runner y, últimamente, con Matrix.

¿Donde comienza el cine y donde termina el cómic? Las nuevas tecnologías digitales y los efectos especiales acercan tanto los dos medios que se hace difícil delimitar los campos. "Cine-puro-cómic, cómic-puro-cine". Volvemos al punto de partida. ¿Será eso lo que querían decir los comentaristas cinematográficos de los cómics? Por nuestra parte, no va más.


Revista Leer nº 114 Julio-Agosto 2000

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