Por Ana Merino
Los tebeos, el cómic, la historieta como forma expresiva con poco más de cien años de existencia, hereda y asume aspectos de otras artes que la precedieron. De las artes plásticas, los principios de la composición, la perspectiva o el sentido del color. De la literatura, los recursos narrativos, y del cine, con el que se desarrolla coetáneamente, multitud de hallazgos para captar el movimiento y el dinamismo de la acción constante. Por todo ello se ha dicho que era el Noveno Arte. Sea como fuere, se trata sin duda de un arte comunicador propio del siglo XX, surgido en los periódicos y que, en su devenir, ha alcanzado su mayoría de edad y su autonomía. La proliferación de certámenes, salones y ferias con la historieta como disculpa es una realidad en España, Europa y el resto del mundo occidental.San Diego en California, Angoulême en Francia, Barcelona en España, son citas anuales con bagaje y tradición; pero otras como A Coruña, Gijón, Granada, Sevilla o Madrid están despertando curiosidad y los miles de visitantes indican el interés que suscita el tema. La historieta, el cómic, el tebeo siguen teniendo tirón.
Cuando los críticos y los estudiosos trazan los inicios del cómic, a muchos les gusta remontarse a las imágenes tallada de la Columna Trajana. Es decir, construyen un posible discurso sobre los antecedentes del cómic en base a la Historia del Arte y su tradición a través de las imágenes. También destacan la belleza gráfica de los libros medievales, el arte del grabado y las ilustraciones que acompañaron a los textos de los libros desde la invención de Gutenberg.
La prensa (periódicos y revistas), que ya surgió tenuemente en el XVIII, se convertirá en un medio cada vez más extendido a lo largo del siglo XIX y será a finales de dicho siglo el espacio masivo desde donde el cómic comenzará a desarrollarse. El cómic además será el eje de entrenimiento y lectura de la clase obrera de las grandes fábricas urbanas (sobre todo en los Estados Unidos). Un grupo de población que comenzaba a alfabetizarse muy lentamente y que sabía descifrar los titulares y, cómo no, sonreir con las tiras de humor.
Las cualidades que tanto ahora como en el pasado el público consumidor de comics necesita son, entre otras, la capacidad para la lectura y cierta habilidad interpretativa para conectar y dar sentido a todos los elementos que aparecen en cada viñeta. EL comic no es producto descuidado ni facilón; detrás de cada obra se esconde un muchos casos un idilio ineludible con la literatura.
Al analizar las posibles relaciones del comic con la literatura creo necesario destacar tres corrientes. Una sería la compuesta por el grupo de las llamadas adaptaciones directas de las obras literarias; otra, los comics que incluyen en su narración evocaciones y homenajes a la literatura; por último, cabe destacar la novela gráfica, que es un tipo de comic que se consolida como libro y que da gran importancia al texto y a la proyección narrativa de su conjunto. Es además una narración enmarcada en un número limitado de partes o capítulos.
Las adaptaciones directas pueden ser más o menos libres, pero parten siempre de un sustrato literario al basarse en la obra de un escritor. Ejemplos recientes son La ciudad de cristal de Paul Auster, que fue adaptada al comic por David Mazzuchelli y Paul Karasik. El homenajes al Quijote de Will Eisner, que transforma en viñeta el memorable episodio de los molinos. La crónica de Francisco Vázquez y la novela de Ramón J. Sender han servido como base para que Felipe Hernández Cava fragüe los guiones del comic Lope de Aguirre, dibujado por Ricardo Castells en su tercera entrega, y en sus anteriores por Enrique Breccia y Federico del Barrio. Otros ejemplos son El hombre que ríe de Victor Hugo, que ha sido adaptado muy libremente por Fernando de Felipe y Federico del Barrio; algunos episodios de Las mil y una noches, traducidos por Madrus, que han adaptado Laura y Lo Duca; Ibicus de Rabaté, una adaptación de la novela de Alexis Tolstoi; o Kafka para principiantes de David Zane Mairowitz y Robert Crumb, que adapta diferentes escenas de las principales obras de Kafka.
El número 3 de Nosotros somos los muertos de diciembre del 96 ha recogido de forma minimalista esa tradición idílica entre el comic y la literatura, dedicando parte de aquella publicación a confeccionar una sección en la que 19 autores elegían una obra literaria y la condensaban en una página de historieta. Pere Joan fue el más atrevido y resumió las siete novelas de Proust en una sola viñeta; Max se deslizó por el imaginario de Lao Tse; Federico del Barrio reconstruyó un Haiku; Gallardo tuvo una forma muy particular de adaptar Lolita, mezclando sus pasiones literarias con las cinéfilas. Así, numerosos autores "micro adaptaron" al cómic sus obras literarias preferidas, afianzando con un guiño de un página la complicidad del comic con la literatura.
También existen ejemplos "clásicos" de adaptaciones literarias al comic. Dentro de este apartado entraría el Tarzán que Harold Foster adaptó en 1929 de la obra de Edgar Rice Burroughs escrita en 1912. Otra obras de gran interés que nació de un texto literario fue Conan, de Robert E. Howard. Conan fue adaptada al comic por el guionista Roy Thomas, siendo dibujada inicialmente por Barry Windsor-Smith. Por último, entraría dentro de este mismo grupo el caso de los novelistas que crean guiones para el comic al estilo de sus novelas, destacando como ejemplo Dashiell Hammett, creador de la serie Agente Secreto X-9 en 1934.
En el segundo grupo, el que incluye en su narración evocaciones y homenajes a la literatura, destacan numerosísimas obras. Tal vez una de las más reconocidas por el público en general sean las aventuras de Corto Maltese, del italiano Hugo Pratt. Pero hay otras creaciones claramente influenciadas por la literatura, como es el caso del universo artúrico en El príncipe valiente del norteamericano Harold Foster en 1937. Todos los guiones creados por el argentino Hector Oesterheld combinan la tradición de aventuras con una sensibilidad literaria entroncada en el género de los fantástico. EL tema de la mítica Batalla de las Termópilas, cargado de literatura épica y teatro clásico, aparecerá en un episodio de Mort Cinder (ilustrado por Breccia) entre 1962 y 1964, y reaparecerá en una nueva versión de Frank Miller y Lynn Varley titulada 300. El universo de Tolkien puede respirarse entre las páginas de Bone de Jeff Smith; muchos lectores han visto a Inodoro Pereyra, de Fontanarrosa, conversar en medio de la Pampa con un Borges ciego y muy avejentado por el trazo de la tinta; y la obra de Max no se puede entender sin la profunda relación con los grandes mitos y relatos de la literatura de todos los tiempos. En el ámbito del terror, la influencia de las novelas clásicas del siglo pasado ha sido clara. Obras como Carmilla (1872) de Sheridan le Fanu o Drácula (1897) de Bram Stoker han sido decisivas en toda la imaginería del terror, presente en revistas como Vampus o Rufus, o en la serie Vampirella.
El último grupo, definido como el de la novela gráfica, tiene entre sus máximos representantes a Art Spiegelman, creador de MAUS, que recoge el testimonio de su padre durante los años de la Segunda Guerra Mundial en el infierno del nazismo. Sin embargo, aunque la novela de Art fuese revolucionaria, un autor clásico como Will Eisner -creador en 1940 de The Spirit- ya anunciaba con sus obras a partir de los setenta (Contrato con Dios, Big City o El corazón de la tempestad) una dirección narrativa encaminada a consolidar la novela gráfica. Otras novelas gráficas de tono testimonial son los trabajos de Joe Sacco, creador de Palestina, o Un largo silencio de Miguel Gallardo, que fue la adaptación al comic de las memorias de la Guerra Civil de Francisco Gallardo. La recopilación de todos los episodios autobiográficos de Carlos Giménez configurarían otro ejemplo de novela gráfica, ya que construyen un discurso narrativo cerrado encauzado a recopilar, en este caso, un proceso vital determinado. Max también ha trabajado la novela gráfica con el libro El prolongado sueño del señor T, y Jason Lutes está en proceso de terminar una titulada Berlin. Lo más característico de la novela gráfica es que suele ser una obra de autor; es decir, proyecta en sus páginas el trabajo de un narrador capaz de ser guionista y dibujante a la vez, porque persigue construir una peculiaridad expresiva reconocible en todos sus ámbitos.
Al definir y ejemplificar estas tres corrientes he querido trazar una perspectiva de estudio con la que encauzar un debate abierto que profundice sobre las posibilidades del comic y su relación con la literatura. Existen muchas más aproximaciones y ejemplos, pero he creído oportuno en esta ocasión desmarcarme de un ensayo abierto y difuso para delimitar claramente lo que yo considero las tres grandes líneas de análisis.
Corto Maltese
Corto es uno de los personajes más conocidos del italiano Hugo Pratt (1927-1996), creado en 1967. Marinero sin rumbo fijo, representa el imaginario adulto de la aventura. En sus historias lo literario es parte de una viñeta donde palpita la influencia de Stevenson,, Dumas o Jack London. Su biografía imaginaria lo hace nacer en 1887 fruto de una gitana de Sevilla llamada la Niña de Gibraltar y de un marinero británico pelirrojo. Tras muchas aventuras el rastro de Corto se perderá en la Guerra Civil española, donde al parecer luchará contra el fascismo junto a las Brigadas Internacionales. Sus obras más destacadas son La balada del Mar Salado, Bajo el signo de Capricornio, Las Célticas. Corto Maltés en Siberia o La casa dorada de Samarcanda.
MAUS
Novela gráfica creada por el norteamericano Art Spiegelman (nacido en Estocolmo en 1948). La idea inicial surge en 1973, pero se lleva a cabo entre 1980 y 1991. Su libro fue revolucionario porque consolidó una nueva etapa narrativa en el contexto del comic. Relata el testimonio en primera persona de su padre, un judío polaco que sobrevive al Holocausto y a todo el infierno nazi de la Segunda Guerra Mundial. Obra de gran intensidad, no sólo por sus textos sino por la representación antropomórfica de sus personajes: los nazis serán dibujados como gatos y los judíos como ratones.
Revista Leer Extra de verano año XVI nº114 Julio-Agosto 2000
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