domingo, 9 de julio de 2023

Conversaciones a la contra: Riad Sattouf

Marc Bassets. París





Riad Sattouf (París, 45 años) acaba de publicar el sexto y último volumen del cómic El árabe del futuro (Salamandra Graphic en castellano, en traducción de Maria Otero Porta). En su particular En busca del tiempo perdido, el artista adulto reconstruye una infancia y adolescencia entre la Siria de su padre y la Bretaña de su madre, y relata la forja de su vocación. a saga, un éxito de ventas con unos cuatro millones de ejemplares en todo el mundo, ha consagrado a su autor, galardonado por el conjunto de su obra con el Gran Premio del festival de Angulema. Cuando se le pregunta qué ha sido de su hermano pequeño o de su madre, sonríe: "No se lo diré...¡Bien por intentarlo!"

Pregunta. ¿Cómo explica el éxito de El árabe del futuro?

Respuesta. ¡Si supiese explicarlo, lo volvería a hacer de nuevo cada vez! En el caso de El árabe del futuro, intenté hacer un cómic para mi abuela bretona, a la que no le gustaban los cómics. Y funcioné porque he tenido un montón de lectores que nunca habían leído cómics.

P. Pero su abuela fue determinante para su vocación como autor de cómics, ¿verdad?

R. Sí. Yo soy una mezcla de una familia siria y una familia bretona. Y en ambos lados nadie, desde la prehistoria, jamás había sido "artista" ni había querido hacer música, ni dibujo, ni escritura. Nada. Resulta que mi abuela bretona, cuando de niño yo empecé a dibujar, me veía como un fenómeno, le parecía que yo era extraordinariamente bueno. Y yo me lo creí. Me decía que yo era genial, mejor que Picasso, que Leonardo da Vinci. Como yo no tenía ninguna referencia, pensaba que era verdad. Cuando salía un reportaje en televisión sobre Picasso, ella decía: "Estas cosas son feas, tú dibujas mejor".

P. Tuvo usted una infancia agitada, pero al mismo tiempo, era un niño muy seguro de sí mismo, el más genial, el más guapo, con un ego perfectamente satisfecho.

R. Sí, cuando yo era niño, era magníficamente bello, como un elfo que, en la adolescencia, se transformó en trol. De hecho soy un trol que ha guardado en la memoria de que fue un elfo. Un poco como un ángel caído, expulsado del paraíso hacia la adolescencia. Todos mis cómics cuentan esta historia.

P. ¿Pero el elfo sigue ahí?

R. Desde muy temprano, hacia los 12 o 13 años, supe que sería autor de cómics. No me podía imaginar otra vida. Me decía: "Propondré cada mes un proyecto a los editores". Estaba dispuesto a hacer como los espermatozoides con el óvulo: intentarlo e intentarlo. No tenía novia, no tenía dinero. Me decía: "Insistiré hasta que lo logre".

P. ¿Se siente usted árabe?

R. No, en absoluto. Pero tampoco especialmente francés. De niño me lo preguntaban. "¿Te sientes más bien sirio?¿O francés?" Muy temprano decidí buscarme otra identidad, que es la de ser escritor. Deseaba unirme a ese grupo de gente que trabaja toda la noche para contar historias con dibujos. Quería unirme al país de los escritores como si no perteneciera al pueblo en que nací. Mi identidad era la de hacer libros. Quería mi nombre en la portada, ir a una librería y ver mi nombre entre otros autores. Como el patito feo, me parecía que no había nacido en la familia correcta.

P. Creció usted entre dos culturas, la árabe y la francesa, pero la francesa se impuso.

R. Sí, si quiere decirlo así...Ahora hablo francés, adoro Francia. Es el país de la libertad de expresión, donde hay más lectores, donde la gente se interesa por otras culturas, es un país apasionado por el Otro. Nunca hablaré mal de Francia.

P. ¿Cómo ha vivido esta semana la muerte del joven Nahel y los disturbios y la violencia posteriores?

R. Con espanto, nadie debería perder la vida porque la policía le mata. Nunca. A veces uno tiene la impresión de que hay varias Francias que cohabitan lado a lado, que no se hablan entre ellas y que se detestan cada vez más.


El Pais, sábado 8 de julio de 2023

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