domingo, 9 de julio de 2023

Cómo vestir para viajar en el tiempo por Jacinto Antón


Si vas a provocar un seísmo en el espacio-tiempo, por lo menos arréglate.

Para viajar en el tiempo, , así de entrada, lo más recomendable es vestir como para viajar a cualquier sitio: es decir, cómodo y discreto. Ambas cosas te ayudarán mucho si viajas, por ejemplo, a la época de los dinosaurios: la discreción impedirá que presentes un perfil conspicuo (y apetitoso) mientras que la comodidad te permitirá poner pies en polvorosa si van mal dadas en el Cretácico. En algunos desplazamientos temporales, sin embargo, has de tener cuidado con que la comodidad no perjudique la discreción: a un tiranosaurio le importará una higa que calces deportivas de marca -excepto en lo que afecte a tu velocidad punta- pero una New Balance Fresh FoamX 1080 v12 de runnig pueden dar el cante si tratas de salvar a JFK en 1963 o si viajas a Troya (como hacían los protagonistas de la serie El túnel del tiempo) y te las ve Aquiles y te las quiere cambiar por Briseida. Si viajas al futuro, por otro lado, tus zapatillas de marca no serán tan guais, aunque es cierto que tampoco te lo van a afear los Morlocks antes de comerte. Todo esto puede parecer una marcianada (véase la anterior entrega Cómo vestir para una invasión extraterrestre), pero el viaje en el tiempo es un asunto muy serio y el qué te pones para realizarlo ha de serlo también. He leído al respecto (del viaje en el tiempo, no de la moda, que es un tema pionero mío) Viajar en el tiempo, precisamente, de James Gleick (Crítica), un ensayo científico que repasa las ideas sobre ese anhelo de la humanidad prestando atención a lo que han dicho la física, la literatura, la filosofía, el cine y otras manifestaciones culturales. Gleick es biógrafo de Issac Newton y de Richard Feynman, experto en electrodinámica cuántica y en la física de la superfluidez del helio líquido subenfriado. Me he saltado algunas páginas relativas a la física, pero el libro me ha resultado entretenido y estimulante. Uno de los grandes problemas de viajar al futuro, con o sin DeLorean, es encontrarte contigo mismo: produce paradojas temporales, incluida, añado yo, la de verte en persona vestido de los setenta (¡pantalones de piel de melocotón con pata de elefante!), bailando y tratando de ligar. Sorteando opiniones reviantartículos que sostienen que solo se puede ir desnudo, lo que aparte de embarazoso impediría llevar una colección de Galliano a la Inglaterra de Cromwell y hacerte un nombre (o que te quemaran por brujo), mi opinión es que nadie ha viajado en el tiempo tan admirablemente vestido como el protagonista de La máquina del tiempo, de H. G. Wells, en la versión cinematográfica que encarnaba Rod Taylor: ¡el tío llevaba hasta batín!, ¿se puede imaginar mayor comodidad? Claro que se lo ha de quitar cuando lo persiguen los citados Morlocks en el 802.701, hasta donde se desplaza para encontrar a Yvette Mimieux, ¡pudiendo haber viajado a hace un millón de años y citarse con Raquel Welch!

Gleck señala que las razones más habituales por las que la gente desearía viajar en el tiempo, aparte de matar a Hitler y cuidarte más la dentadura, son ganar dinero en las apuestas y revivir amores del pasado (evitando los errores que cometimos), pero a saber qué pasaría con el efecto mariposa. En fin, cada uno. De momento podemos ir haciendo la maleta con toda tranquilidad, pues como apuntó Stephen Hawking tras organizar una fiesta de viajeros del tiempo y enviar las invitaciones una vez celebrada: "Estuve esperando un buen rato, pero no vino nadie".


El Pais. ICON nº 111 Julio/Agosto 2023

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