viernes, 16 de junio de 2023

Un Eclipse de once años




1978...

El comic-book americano está prácticamente en manos de dos editoriales, Marvel y DC, que se disputan el mercado ignorándose y copiándose a la vez. La primera, inmersa en un caos creativo del que saldrá gracias a un Jim Shooter que traerá la estabilidad a cambio de la mediocridad. La segunda no da pie con bola y sigue apoyándose en un Batman y un Superman pluriempleados.

La prensa abunda en tiras humorísticas, Heavy Metal está en danza y Byron Preiss prepara novelas gráficas con Chaykin, Niño y otros muchos.

Las únicas publicaciones "independientes" son Star Reach y aquellas editadas por sus propios autores, como Witzend de Wally Wood y The First Kingdom de Jack Katz.

Y entonces aparece una novela gráfica titulada Sabre. Es obra de Don McGregor y Paul Gulacy, autores que hasta ese momento habían trabajado para Marvel. Se trata de una historia un tanto surrealista, ambientada en el futuro, con una historia de amor interracial cuyo protagonista era un negro con la cara de Jimmy Hendrix.

Era en blanco y negro, espléndidamente impreso, con cubiertas sepia, y sólo se distribuyó en librerias especializadas. En tres meses se agotó, al igual que la segunda edición. La editaba alguien desconocido llamado Eclipse y los derechos pertenecían a los autores.

Eclipse era un marca creada por Jan y Dean Mullaney para editar este único álbum, pero las elevadas ventas hicieron que reinvirtieran los beneficios en la Compañía. Jan era pianista y Dean un contable que acabó dejando su trabajo para dedicarse en exclusiva a la Editorial.

Con estos dos hombres se iniciaba una nueva era en la historia del comic americano y las cosas no volverían a ser las mismas.

1981...

Cuatro años después de Sabre, la presencia de Eclipse en el mercado había supuesto un gran cambio.

Había demostrado la viabilidad de la venta no sólo en librerías especializadas, y las Grandes Compañías ya pensaban en editar de cara a la venta exclusiva en estos locales. Las editoriales otorgaban derechos de autor y empezaban a pagar royalties. Las novelas gráficas ya eran cosa corriente, y Marvel tenía en la calle una competidora de Heavy Metal llamada Epic.

No quiero decir que Eclipse fuera la causante de todo ello. Hay demasiados factores en juego como para amontonarlos todos sobre una sola espada. Pero lo que sí es incuestionable es el hecho de que Eclipse fue la primera editorial que se arriesgó a producir algo alternativo a Marvel y DC, y que fue la primera en institucionalizar todos los cambios mencionados.

Para estas fechas, un distribuidor llamado Phil Seuling organizó un sistema de distribución directa a librerías especializadas que revolucionó el mercado USA. Las librerías compraban en firme los tebeos, y por adelantado, lo cual suponía un riesgo, ya que pagaban todo lo que compraban, lo vendieran o no. Pera para las Editoriales la cosa era Jauja; podían decidir si editar o no un tebeo en función de las ventas en firme que tenían antes de ir a imprenta.

Eclipse ya tenía cinco novelas gráficas publicadas y decidió sacar una revista con el nombre de la editorial por título. Fue la revista más ecléctica del momento y la lista de autores iba desde Steve Englehart y Marshall Rogers a Rick Geary o Trina Robbins; de autores populares a autores underground; de los superhéroes a la adaptación de clásicos de la literatura.

Tenía demasiados autores como para poder mantener una periodicidad coherente, así que los retrasos acabaron llevándola a la tumba. Pero sirvió para algo y dio a conocer al gran público de los superhéroes una serie cuya existencia desconocía. Y después de la revista, el siguiente paso era obvio: editar un comic-book.

En Diciembre de 1981 apareció Destroyer Duck, comic-book realizado mediante contribuciones gratuitas, cuyos beneficios de venta se destinarían a pagar las costas del pleito que Steve Gerber le había puesto a Marvel por los derechos del pato Howard. Gerber había sido guionista de la quinta novela gráfica editada por Eclipse, Stewart, the Rat; era un autor de la casa, y Mullaney trabajó gratis en este número, que dos años más tarde acabaría convirtiéndose en el primero de una colección que no pasó de los siete.

Tras Destroyer Duck vinieron Sabre, Scorpio Rose, Ms. Tree y DNAgents, con mejor o peor fortuna y una versión a color y en formato comic-book de la revista Eclipse.

1984...

Eclipse sigue editando colecciones, aunque no consigue resolver el problema de cómo lograr una cadencia de salidas regular y constante. Entre las nuevas series destacan Zot de Scott McCloud y Crossfire de Mark Evanier y Dan Spiegle, ambas bastarían para que la Compañía entrara en la historia del comic-book. La primera era ciencia-ficción ambientada en el fabuloso futuro de 1965 (?) y con un superhéroes de 13 años como protagonista, todo ello narrado con un maravilloso sentido del humor y de la aventura. La segunda narra las aventuras de un personaje menor de la serie DNAgents; ambientada en Los Ángeles, es una serie donde el héroe va dejando de lado los poderes y traje, y los personajes secundarios acaban llevándose el gato al agua.

Luego, la Editorial se hizo cargo de las series que publicaba Pacific Comics, Compañía quebrada tras cuatro años de mala gestión, añadiéndolos a su catálogo y haciendo propios a los autores de aquella.

En el catálogo de Pacific abundaban los títulos de terror, y son precisamente lo que Eclipse continuará con más empeño, sentando las bases de otra línea editorial que culminaría en 1989 con una colección dedicada a adaptar las obras de Clive Barker.

1985...

Con la presencia de Pacific Comics, también llegan algunos proyectos interrumpidos que la Compañía sume con alegría. Entre estos proyectos está la edición del material de la revista inglesa Warrior, donde se publicó Marvelman, personaje concebido por Alan Moore, y que en su versión americana tuvo que rebautizarse como Miracleman debido a los problemas legales derivados del registro de la marca Marvel. El trabajo de Moore, de planteamientos radicales en la historia del medio, reactualiza el tema del superhombre y lo hace válido para el sofisticado mundo de los años ochenta.

También saca a la calle la colección Scout, que pronto se convierte en uno de sus títulos más populares. Y al año resucita a Airboy, serie de los años cuarenta que demuestra que todos los personajes tienen validez si se les trata adecuadamente. Timothy Truman con el primero y Chuck Dixon con el segundo aportan un aire personal y distinto respecto a lo que se produce habitualmente en otras Compañías, y su profesionalidad en el trabajo consigue algo inaudito en Eclipse: producir una serie con una cadencia de salidas regular y constante.

1987...

Las novelas gráficas que fueron el inicio de la Editorial se fueron espaciando cada vez más hasta que la cosa se replanteó a fondo. En consecuencia, la producción de este tipo de material aumentó. Se reeditaron series de éxito en ese formato, se publicó material inédito y se inició una nueva línea editorial, las reediciones de clásicos. El Zorro de Alex Toth estuvo entre las primeras reediciones, seguido por historias de los años cuarenta y un proyecto de reeditar Krazy Kat completa (de la que sólo han salido dos volúmenes a la hora de escribir estas líneas). En el futuro se vislumbran Johnny Comet de Frazetta y Pogo de Walt Kelly.

Y finalmente, tras dos años de intentos, Eclipse introdujo el cómic japonés en los USA. Empezaron tímidamente, con las series que veían más viables para el mercado americano. Pronto quedó demostrada la demanda, y la Compañía japonesa con que trabajaban, Viz Comics, decidió instalarse por su cuenta en América. Se buscó otra editora y Eclipse siguió editando productos japoneses, amén de crear otros propios. Pronto fue imitada por otras Compañías, y el tebeo japonés se hizo cada vez más abundante, amén de popular, en los USA, llegando a alcanzar cifras de best-seller.

Sin pretender detallar la historia de esta Editorial, hay que mencionar series como Liberty Proyect, Valkyrie, Lost Planet, Whodunnit, Prowler, entre otras muchas. ¿Es una editorial que ha cometido fallos?¿Ha editado cosas de escasa calidad? Por supuesto. Se trata de una editorial creada con fines lucrativos; tiene, por ello, tanto productos buenos como productos malos. Lo que edita dependerá siempre de un criterio comercial, que no tiene porqué coincidir con el artístico, aunque muchas veces publique cosas de calidad que no se venden.

Para celebrar su décimo aniversario, Eclipse ha aunado todas sus series formando un Universo coherente. Para ello contrató a Mark Wolfman. El resultado es Total Eclipse, una versión Eclipse de las Crisis de DC. Es una serie bien hecha y eficaz, tanto en planteamientos como en resultados. Lo único rechazable es esa maniobra comercial de crear universos propios donde acoplar personajes que resulta obvio que no tienen nada que ver.

A cambio de eso, Eclipse edita la obra de Craig Russell en la colección Night Music dedicada sólo a trabajos de este autor y que tiene una cadencia de "cuando el autor termina una cosa se le publica". Y ha contribuido a la edición de Brougth to Light, "periodismo en historietas" debido a Joyce Brabner, Tom Yeates, Alan Moore y Bill Sienkiewicz, donde se denuncian los trapos sucios de la CIA en relación con el Irangate y las intervenciones militares americanas en Sudamérica. Álbum comprometido y pendiente hoy de un juicio.

Como se ve, esta Compañia da una de cal y otra de arena. Mientras sea así jamás habrá queja. Gracias a Eclipse tenemos comic-books como Zot y Miracleman, tebeos japoneses como Mai y Applessed, reediciones de clásicos como Krazy and Ignatz y antologías como Night Music. Francamente, poco más se puede pedir en el mundillo del comic, dominado por la Ley de Sturgeon: "el 90% de todo es basura"

Lorenzo Díaz

























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