Sin estridencias, casi con normalidad, me regalan un viaje a Angouleme ,vía Burdeos, el fin de semana que se celebra uno de los festivales de comics más importantes de Europa, sino el más grande.
Así, después de años soñando con ese viaje, allí estaba yo, inmerso en la vorágine, porque el evento y la gente que allí había superaba enormemente cualquier cálculo que yo tuviese.
Las colas para cualquier local, carpa, exposición o restaurante me ponía los pelos de punta. Tengo que retroceder a épocas muy lejanas en mis recuerdos de algo parecido (en los años 80 y 90, los taquillazos de cine, por ejemplo).
Durante todo el sábado, abandonado en una suerte de trance, haciendo fotografías a todo lo que mis ojos veían, intentaba procesar todo un torrente de información, imágenes, y gente que había a mi alrededor.
No solamente el festival, sino también el Museo. Museo dedicado al comic, en su conjunto, sin paliativos, dedicación absoluta.
Y sin embargo, el preámbulo de todo fue durante la tarde-noche anterior en Burdeos, paseando sin prisa por la ciudad, viendo sus imponentes puertas, disfrutando del vino en los locales, llenos, me encontré con una tienda de comics. Su nombre es Krazy Kat, grande, con dos plantas, comics de todo tipo, serigrafías, originales, secciones especializadas, lotes de ofertas. Felicité una y otra vez a los empleados, tal vez dueños, por el magnífico local. Después vi una inmensa librería, enorme librería, de hecho se podían datar por la antigüedad de las fachada y puertas, cómo había ido creciendo local a local la librería, y dedicaba cada local a una especialidad, lo mejor de todo es que tenían una sala o salón de actos, un auditorio donde Benoit Peeters (escritor, guionista, creador junto al dibujante Schuiten de la saga Las Ciudades Oscuras) estaba dando una charla, lástima no saber francés, y yo no paraba de darle vueltas a lo bonito que sería tener algo mínimamente parecido por aquí.
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