viernes, 12 de junio de 2020

LOS SUEÑOS ANIMADOS DE SPIELBERG


EL PASTEL DE LAS PELÍCULAS DE DIBUJOS ES JUGOSO Y EL REY MIDAS DE HOLLYWOOD QUIERE SU PORCIÓN. SU PRODUCTORA ATACA CON 'EL PRÍNCIPE DE EGIPTO'.

TEXTO: JOSEBA ELOLA


Muñequitos de La guerra de las galaxias trepando por el lomo de la pantalla del ordenador, bichos de peluche adheridos a los teclados, monstruitos colgados de las paredes. El recorrido por las oficinas de Spielberg (y compañía) en Hollywood es un auténtico espectáculo. Dreamworks es un pequeño país para niños grandes. Los dibujantes, tan aplicados y tan bohemios, manejan lápices con facilidad pasmosa y edifican sobre sus ordenadores santuarios que rinden culto a goonies, tortugas Ninja y bichejos varios. Unos 750 artistas trabajan aquí, en las afueras de Los Ángeles. De ellos, 400 han dedicado tres años y medio de su vida a El príncipe de Egipto: 400 tipos dibujando durante más de 1.200 días, de ocho de la mañana a siete y media de la tarde, y parando media hora para comer un sandwich de pavo sentados a su mesa de trabajo. Resultado: medio millón de dibujitos. Este es el ritmo de trabajo en las productoras punteras de Hollywood y ésta es una de ellas. Aquí, la gente no acierta a comprender cómo es posible que los españoles tengan un mes de vacaciones: el que allí puede tomarse 10 días seguidos se pasa los 10 días dando botes.

Spielberg siempre tuvo un sueño: ser un nuevo Walt Disney. Su equipo de contables, otro distinto, aunque paralelo: los ingresos de caja de Mickey Mouse y sus amigos. Una película como El rey león generó más de 140.000 millones de pesetas de beneficios. Y en los últimos ocho años, el 85% de la tarta de los dibujos animados la deglutió la factoría Disney, un imperio al que en este final de siglo no paran de crecerle los enanos: Fox, Warner, Paramount, las independientes... Todos quieren merendar.

La expectación ante El príncipe de Egipto es grande. Todo el mundo quiere ver de qué son capaces los tres hombres que hace casi cuatro años formaron el llamado dream team de Hollywood. Porque Spielberg no se asocia con cualquiera: por un lado, David Geffen, ex directivo discográfico que lanzó al éxito mundial al grupo de rock Nirvana y cuya fortuna persona] se acerca a los 130.000 millones de pesetas; por otro, el hombre que ha estado al mando del proyecto de El príncipe de Egipto, David Kratzenberg, ex número dos de Disney y artífice del resurgir de la casa de Mickey Mouse. Él fue el cerebro creativo que sacó adelante la producción de El rey león.

Sentado a una mesa del hotel Four Roses de Los Ángeles, Kratzenberg, de 47 años, explica el riesgo que conlleva la apuesta de Dreamworks —la fábrica de sueños o el sueño funciona, según cómo se quiera traducir—: "Hace 67 años, Disney inventó la técnica del dibujo animado, la aplicó a los cuentos para niños y lo que era una técnica se convirtió en un género. Pero nuestra idea es tomarla para contar otro tipo de historias". En otras palabras: hacer películas de dibujos animados para público adulto. "Hay quien pensará que esto no va a funcionar, que El príncipe de Egipto, por tener temática religiosa, no interesará, pero yo estoy convencido que hay un enorme mercado para las películas de dibujos animados para adultos", cuenta este hombre con reputación de ser uno de los mejores administradores de recursos de Hollywood.

El socio de Spielberg responde al prototipo de líder norteamericano: carismático, excelente comunicador, bebedor de coca-cola light, rápido y con una indudable capacidad para hacer que algo absolutamente vulgar suene a auténtica confesión o verdad inquebrantable. En Hollywood ni siquiera los altos ejecutivos del cine como él llevan traje, ni corbata. Es más, las oficinas de Dreamworks se parecen más a una casa familiar de campo que a cualquier otra cosa: los ordenadores se aposentan en mesas de madera primaria, estilo colonial español.




 Arriba, algunas imágenes de El príncipe de Egipto. A la izquierda, de arriba abajo, el inicio del proceso de elaboración de una película de dibujos animados: creación de personajes (el animador mallorquín Marcos Mateu dibuja a Moisés); pruebas de decorados y colores (el director artístico, Richie Chávez, buscando el look de la película), y storyboard (la película, en viñetas), instrumento que permite dar comienzo al doblaje. Después, los animadores se inspiran en la voz otorgada a cada personaje para crear sus movimientos y personalidad.


Lo que no se observa en esta empresa, ni por asomo, es sombra alguna de lo que se conoce como malditismo artístico. En la planta baja, un cuadro mide las emociones a las que se verá sometido el espectador que vea la película. Las gráficas ilustran, con una gama de colores, los cambios emocionales secuencia a secuencia, indicadores de color rojo son síntoma inequívoco de que se avecina el lagrimón. O la piel de gallina.

"Aquí no tienes la sensación de que estás trabajando para el merebandising, sientes que estás trabajando en una obra de arte", cuenta Richie Chávez, director artístico de la película.
Basada en la Biblia, El príncipe de Egipto cuenta la historia de Moisés y Ramses, dos hombres que creen ser hermanos hasta que se desvela la mentira: uno ha nacido príncipe; el otro, esclavo. Con todo un despliegue de efectos especiales, la película recurre en su versión norteamericana a un plantel de primeras figuras del cine para dar voz a los dibujos: Val Kilmer (Moisés), Ralph Fiennes (Ramses), Míchelle Pffeifer (Zeporah), Sandra Bullock (Miriam) y Jeff Goldblum (Aarón). Y resulta curioso comprobar que los actores son la fuente de inspiración de los dibujantes —en una película influida por el look Lawrence de Arabia, el ilustrador francés Gustave Doré y las pinturas de Monet—. Porque el proceso de las películas de dibujos animados es inverso al de las demás. El doblaje se hace al principio, no al final. Con un simple storyboard (la película en viñetas), los actores doblan cada escena. Y a partir de ese momento se da animación a los personajes, se diseña su personalidad, cómo se mueven, cómo comen.

Manuel Almela es uno de los animadores del personaje de Zephora, la chica a la que pone voz Michelle Pffeifer. Este madrileño de 32 años, alto, desgarbado, moreno, con pendiente y perilla, abandonó Madrid hace cinco años con un portafolios bajo el brazo. Estaba cansado de trabajar en series de dibujos para televisión: "Puede haber cerca de 30 dibujantes dando vida a un único personaje", cuenta, "y es difícil controlar que no te cambie la cara de una escena a otra, que el público no vea que han intervenido manos distintas". En una escena que apenas dura unos segundos (suele haber 24 dibujos por segundo; 90 minutos de película), hay cerca de 200 dibujos hechos a mano por el animador.

La verdad es que las escasas imágenes que hasta la fecha se han podido ver de esta película esconden auténticas virguerías. Una de las novedades que se incorporan en El príncipe de Egipto es que los personajes están dotados de inteligencia artificial: en una escena en la que salen cerca de 300 esclavos, los dibujitos saben por dónde se tienen que mover, saben sortear obstáculos. Vamos, que los dibujos de la pantalla piensan. O mejor dicho, están programados para que el ordenador piense por ellos. En este proceso de creación de cosas imposibles trabaja otro español, David Navarro. Se dedica a crear efectos especiales. ¿Quién iba a decirle hace apenas ocho años, cuando se apuntó a aquel cursillo de dibujos animados del Inem, que iba a acabar en uno de los centros neurálgicos de la animación en el mundo? Pues aquí está, a sus 28 años, con ese rebelde pelo largo y esas gafas de John Lennon, creando los efectos de una tormenta.

Navarro forma parte del batallón de europeos aterrizado en Los Angeles de la mano de Spielberg. Un 40% de los que trabajan hoy en Dreamworks proviene de Amblimation, el estudio de animación europeo que el creador de Indiana Jones montó en Londres y que trasplantó hace cuatro años a Hollywood. De ahí viene ese aire cosmopolita que se respira: los 1.500 trabajadores de esta empresa proceden de 35 países países distintos.

De las 380 personas que han trabajado para El príncipe de Egipto, 100 son europeas. Uno de los tres directores, el que parece llevar las riendas, Simón Wells, es inglés. Y entre los dibujantes y artistas hay todo tipo de nacionalidades.

Zhaoping Wei es autor de algunos de los 11.500 cuadros que sirven de decorado. Llegó hace 10 años, procedente de China, con una beca para hacer un master. Fue profesor de pintura en la universidad, y desde hace dos años trabaja para Dreamworks. "Estar aquí es un lujo para cualquier pintor".
Un equipo de 85 personas ha trabajado en la confección de los efectos de El príncipe de Egipto: "Esta película tiene cuatro veces más efectos que cualquiera de las que la han precedido, como El rey león o La bella y la bestia", comenta Don Paul, jefe del departamento de efectos especiales. Han sido necesarios 14 meses para completar una de las secuencias estrella, esa en la que el mar Rojo se abre: 14 meses para cuatro minutos. Pero a pesar de lo que pueda parecer, el proceso de una película como esta es mucho más artesanal de lo que se pudiera pensar. La mitad de los efectos especiales están dibujados a mano. La otra mitad, por ordenador. ¿Número total de lápices utilizados en El príncipe de Egipto*: 51.000. ¿Número de ordenadores usados?: en torno a 1.000. "Los dibujantes nunca van a desaparecer", asegura Don Paul, "la tecnología digital expande el trabajo del animador, pero no puede prescindir de él".

La batalla no ha hecho más que empezar. El rosario de películas de dibujos animados que se avecina es tremendo. Disney ataca con Mulan. Dreamworks responde con El príncipe de Egipto —una película cuyo presupuesto es uno de los secretos mejor guardados y que se estrena el próximo 18 de diciembre—. Fox y Warner esperan con el mazo. Y Disney tiene más en la recámara. Será una batalla animada.

 A la izquierda, de arriba abajo, los tres directores de la película El príncipe de Egipto durante el doblaje (Steve Hickner, en primer plano con gafas; Brenda Chapman, primera mujer que dirige un largometraje animado, y Simón Wells, de pie) junto a uno de los tres socios de Dreamworks, Jeffrey Kratzenberg; supervisión de decorados a cargo de los directores artísticos, y abajo, Kristof Serrand, jefe del equipo encargado de los personajes Seti y el viejo Moisés: él coordina a los 30 dibujantes que puede haber detrás de cada personaje.



 Arriba, Jeffrey Kratzenberg, uno de los dos socios de Spielberg y auténtico cerebro de toda la sección de dibujos animados de Dreamworks: asegura que hasta dentro de uno o dos años (los estudios se pusieron en funcionamiento hace cuatro) no se empezará a hacer negocio. A la izquierda, proceso de creación de efectos especiales por ordenador; labor de supervisión de los dibujos a cargo de uno de los directores, Simón Wells. y grabación de la banda sonora de la película.

 Arriba, cuatro de los cinco españoles que trabajan en Dreamworks: de izquierda a derecha, Manuel Almela, animador de¡ personaje de Zeporah (que también aparece bajo estas líneas); David Navarro, de efectos especiales; Pedro Ramos, animador del joven Moisés, y Marcos Mateu, que comenzó dibujando el cómic Creepy y ahora trabaja en la composición de personajes: "Es un placer estar con Spielberg, resulta un hombre afable y abierto que sabe escuchar las ideas de los demás", dice.


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