Daniel Torres y la línea clara
Cautivado por la estética de los años cincuenta, Daniel Torres (1958) define con su dibujo preciso, limpio y anguloso, una de las más interesantes aportaciones a la renovación de la escuela franco-belga. Torres estiliza las figuras de Hergé y acentúa su realismo recurriendo a un trazo más académico, sin perder la economía de líneas. Su interés por el diseño se traduce en el mimo con que trabaja los interiores, muy en la línea del art decó. La arquitectura es otro elemento importante en la obra de Torres, que siguiendo el modelo de las ciudades utópicas y futuristas diseñadas por Le Corbusier recrea edificios funcionales e inteligentes.
El dibujante valenciano refuerza la elegancia formal de su estilo con colores monocromos y entonados, que producen una cierta sensación de frialdad. Sin embargo, su constante evolución le ha servido para elaborar un color más rico en matices y un grafismo más personal y exento de referencias.
Daniel Torres recurre inicialmente en su obra a géneros como la ciencia-ficción y el policiaco, tratados siempre con un prisma paródico e incluso sarcástico, con obras tan destacadas como Claudio Clueco (1980), Opium (1982) o Roco Vargas (1983).
Recientemente Torres ha ampliado sus temas con historias que retratan pasiones y conflictos sociales y religiosos, narradas por un Diablo obligado a entretener el tedio de un Dios-empresario, y recopiladas con el título de El octavo día (1991). Aunque su obra tenga una base literaria, ésta es tan sólo un elemento de inspiración. Crónicas marcianas: Encuentro nocturno (1992) es un caso excepcional en la trayectoria profesional de este autor, que en esta ocasión adapta un relato de Ray Bradbury.
VEINTE AÑOS DE COMIC Aula de Literatura Vicens Vives
Primera Edición 1993. Barcelona
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