sábado, 30 de junio de 2018

3.000

Tres mil. Una cifra curiosa, 3.000 entradas en el blog, una cifra importante pero algo tramposa.
El blog de El Ojo de Melkart nunca fue algo estrictamente autentico, pero si sincero y veraz, dedicado principalmente al comic con pasión y fervor.

Son muchos años dedicados a propagar y loar a comics, autores, revistas, dibujos, ilustraciones y todo cuanto podía, aparte de nuestras propias historias, y también añadiendo fotografía, pintura, cine.

Las redes sociales, para nada estáticas, oscilan, suben y bajan, y ahora, una de las que mas brilla es instagram, en la cual ahora participo activamente. Mantener abiertas diferentes páginas y lugares (en blogger tengo cuatro blogs, en tumblr e instagram uno) es un esfuerzo sujeto a muchos vaivenes y sin duda no ayudan a pensar y crear, a la pausa necesaria para ordenar ideas. Aún así, me fascinan y disfruto viendo a miles de autores y creadores exponer sus obras. Espero poder seguir manteniendo esta ventana al mundo durante otros tres mil mensajes más.









Entrevista a Jan

Jan: "No lloraré si Superlópez desaparece"

JOSÉ MARÍA ROBLES Barcelona

7 FEB. 2018


Jan posa la semana pasada en Barcelona. JAVIER LUENGO


Sordo desde los seis años, el dibujante Jan apenas concede entrevistas, pero hace una excepción en pleno 'boom' de su personaje más célebre

"Complacer en exceso a los lectores te priva de crear", dice

Por el interminable pasillo del Metro de Barcelona avanza un señor que vive a dos horas de la ciudad, lleva boina, viste todo de negro y luce una barba canosa recortada con mimo. Es mediodía y podría pasar por cualquier jubilado camino del cole de su nieto. O por un payés que acude a Paseo de Gracia a cerrar un negoci. Incluso por un cura. Pero no.

- ¿Le reconocen por la calle?

- Cuando voy a firmar a los salones del cómic...

Quien lee una historieta suele imaginarse la mano que dibuja, nunca la voz que hay detrás de los bocadillos. Juan López Fernández habla con la timidez de quien se quedó sordo a los seis años. Quizá por la falta de audición -o de confianza en hacerse entender- no ha participado durante años en los festivales de la viñeta. Quizá por esa barrera en la comunicación no ha concedido muchas entrevistas o las ha resuelto por correo electrónico.Quizá por todo ello muy pocos saben que el Juan que se mueve bajo tierra y casi no se deja ver en los medios de comunicación en realidad es Jan, de 78 años, el padre de Superlópez.Cuatro décadas y media cumple en 2018 el superhéroe español con bigote. Lo hace requeteconsagrado como icono de la cultura popular, con nuevos álbumes en el mercado -El trastero infinito, Contra el Papa cósmico y Superlópez menguante integran el próximo recopilatorio de Ediciones B, que se publica mañana- y gran expectación a propósito de su brinco a la gran pantalla. La adaptación protagonizada por Dani Rovira, que se estrena en noviembre, no es (sólo) una película. Es otra prueba más de que el tebeo español clásico es el nuevo filón del cine para padres nostálgicos. O, si se prefiere, la confirmación de que la editorial Bruguera fue nuestra Marvel cañí, tras las entregas de Mortadelo y Filemón (2003, 2008 y 2013), Zipi y Zape (2013 y 2016) y los estrenos de El gran Vázquez (2010) y Anacleto: agente secreto (2015). Faltaba Superlópez. Después de bajar al centro de la Tierra y enfrentarse a los ladrones de ozono, sigue cruzando el cielo de Parchelona haciendo cuernitos con las manos. «Los niños siempre me preguntan por qué, y yo les digo que para dirigir el vuelo», explica Jan.

Ilustración de Jan para 'Papel'


P: ¿Qué sensaciones le provoca tanto acontecimiento?

R: Ninguna en especial. Los aniversarios nunca me han motivado. Sólo me preocupa el trabajo que estoy haciendo ahora. Una historia de Superlópez me lleva cuatro meses y no estoy para vanidades inútiles. La película no tiene nada que ver conmigo. Creo que [el director] Javier Ruiz Caldera y los suyos lo harán bien, pero no es mi terreno.

P: Su personaje nació como parodia de Superman, creció encarnando al español medio, con sus frustraciones de oficinista y deseos de aventura, y maduró hasta convertirse en algo así como un activista que señala conflictos sociales: el consumo de drogas, la explotación infantil, los desahucios... ¿Está satisfecho con la evolución?

R: Sí, nunca he creído que mi trabajo consista en hacer lo que me piden los lectores, que por otro lado es la misma idea que alimenta la telebasura. Además, me habría aburrido mortalmente haciendo siempre lo mismo. Creo en lo que hago y hago lo que creo, mientras me dejen. Tengo incluso derecho al fracaso. El público también ha evolucionado. Los que me leían al principio hoy tienen 40 años, más o menos. Ese público puede que no esté contento con lo que hago ahora, pero los tiempos actuales no tienen nada que ver con los años 80 o 90.

P: Admite que la fuente de inspiración de sus historietas fantástico-costumbristas son sobre todo los periódicos y los informativos de televisión. ¿Le entran ganas de dejar de dibujar al ver el estado de las cosas?

R: ¡Al revés! Tengo bastante vocación docente. Me dirijo a lectores de 12 a 18 años y me interesa mucho hacer reflexionar a los muchachos de ese rango de edad, aportarles algo positivo, fomentar su criterio propio.

P: Aunque conserva sus poderes, su superhéroe ha sufrido el paso del tiempo y ya peina canas. ¿Por qué decidió envejecerlo, a diferencia de otros ilustres del tebeo autóctono que presentan una edad invariable?

R: Porque me ciño a la realidad. La época de las grandes hombreras pasó, la de los pantalones campana también... Como no podía modernizar la indumentaria de López, he ido incorporando personajes jóvenes en cada época.

P: ¿Qué futuro le espera a Superlópez en un mundo en el que prácticamente ya no hay cabinas telefónicas y donde van perdiéndose los lectores de papel?

R: Cada vez uso menos la cabina... Lo que es evidente es que, sin lectores, Superlópez desaparecerá. Si eso sucede, no lloraré por él. Mis personajes son sólo un medio para contar mis historias. Tanto me sirve uno que otro.

P: ¿Cree que las viñetas pueden competir con el entretenimiento digital al que ahora tienen acceso los jóvenes?

R: A la vista está que no.

P: ¿Qué se pierde un niño que no lee tebeos?

R: Nada. Lo importante es que lea, y mejor si son libros. Ahora hay imágenes hasta en la sopa. Los tebeos no son indispensables, y cada vez más devienen en objeto de lujo.

P: ¿Le gustaría que otro autor continuase su trabajo en el futuro, como ha sucedido con Astérix y Corto Maltés?

R: No me importa, no estaré para verlo. Además, esas continuaciones responden a intereses comerciales. Creo que el espíritu de un personaje se diluye cuando pasa de un autor a otro.

Jan es el último mitómano de sí mismo. Desde su refugio en Ripoll, en la Girona interior que le gusta recorrer a pie y tanto le ha inspirado, contempla con distancia el reconocimiento a su trayectoria. Tampoco parece interesarle demasiado la evolución de un género que ha pasado del porrazo y la persecución a reflexionar sobre temas como la Guerra Civil o el Alzheimer, por ejemplo. A lo que sí está dedicando esfuerzos el dibujante y guionista es a recuperar la parte de su catálogo ajena a Superlópez. En 2014, y con la colaboración del editor Jordi Coll, resucitó con nuevos colores a su Pulgarcito ochentero. El año pasado hizo lo propio con Don Talarico (Amaníaco Ediciones), el caballero cristiano con el que caricaturizó la visión franquista de la Reconquista. Y en unos meses, con suerte, republicará las peripecias de la familia pueblerina con la que se adelantó varias décadas al boom del neorruralismo: Los últimos de Villapiñas. Una labor revisionista que tiene mucho que ver con el maltrato que recibió en Bruguera a comienzos de su carrera.

P: ¿Qué lección positiva interiorizó entonces?

R: Cómo no deberían hacerse las cosas. Me editaban tan mal, sobre todo Pulgarcito, que me hicieron consciente de que hay que esforzarse en dar lo mejor de uno mismo. Cuando criticaba el color que me daban me salían con un «bah, los niños no se fijan». Les interesaba más la cantidad que la calidad. Bruguera creó malos lectores de cómic, no como las editoriales francesas, que son un ejemplo.

P: ¿Qué aprendió que no hay que hacer nunca?

R: Que complacer en exceso a los lectores te priva de crear.

P: Siempre ha dejado claro que no se considera humorista, sino contador de historias. ¿Le molesta que haya quienes siguen infravalorando el cómic?

R: En absoluto. Siempre lo he considerado un género menor. Le tengo demasiado respeto a genios como Velázquez, El Greco, Mozart o Cervantes. Ellos sí son indispensables, el cómic es prescindible. Hay muchos países en cuya cultura nunca ha existido y no ha pasado nada.

P: Parece increíble que, parodiando usted a un superhéroe e Ibáñez a dos agentes secretos, siendo los dos grandes referentes del cómic español de los últimos 30 años y teniendo tanto en común (un pasado en Bruguera, haber vivido durante décadas en Barcelona...), no hayan colaborado nunca. ¿Ha habido alguna oportunidad?

R: Lo cierto es que tenemos estilos de dibujo y conceptos de historieta diferentes. Ibáñez plantea gags continuamente, puedes abrir un álbum de Mortadelo por la mitad, que te lo vas a pasar bien igual. En cambio yo planteo historias que tienen un principio y un final. Dicho esto, sé que el público prefiere a Ibáñez.










UN SUPERHÉROE A FAVOR DE LA INDEPENDENCIA

Por su carácter reservado, ajeno a cualquier protagonismo, sorprende el posicionamiento público de Jan en relación a la causa soberanista. El dibujante y guionista, que nació en 1939 en Toral de los Vados (León) y se instaló a principios de los 70 en Barcelona, lleva en la gabardina el lazo amarillo en apoyo a los políticos catalanes encarcelados por el 'procés'.

P: En una entrevista de hace cinco años defendió que «todas las naciones tienen derecho a decidir» y que «Cataluña es una nación con historia, lengua y cultura propias». Hace unos meses apareció en internet un Superlópez con un 'sí' en el pecho a favor de la independencia. ¿Fue obra suya o de un imitador?

R: Es verdad que dije eso, y lo mantengo. El 'Superlópez del sí' es mío. Fue el resultado de lo que pasó el 1-O y los días posteriores. No pretendo ni me interesa politizar los cómics que hago, pero sí que he utilizado dibujos sueltos para expresarme.

P: ¿Un superhéroe que es patrimonio de varias generaciones de lectores puede mostrar sus preferencias políticas?

R: Ese dibujo lo publiqué en mi web y luego circuló por Twitter. Respeto a quienes opinan que no debería hacerse, aunque hasta con Superman pasó algo similar. Yo prefiero hacer pedagogía.

P: ¿Tuvo en cuenta que eso podía influir en las ventas de sus álbumes?

R: No lo pensé, pero tampoco me preocupa. Mientras la editorial no me diga nada... Otra cosa es que hubiera hecho un álbum politizado. Eso habría sido un panfleto.

P: En 2012 rechazó la Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes. ¿Qué haría si le concediesen en un futuro el Premio Nacional del Cómic?

R: Nunca trabajo pensando en los premios, pero los agradezco si vienen del público, de instituciones culturales o de ayuntamientos. Los premios estatales... Depende del Gobierno que los dé. Esa medalla me obligaba a hacerme la foto con un ministro [José Ignacio Wert] que había dicho que quería «españolizar a los niños catalanes». Me pareció aberrante.



El Mundo

Veinte años no son nada






Junio de 1998, servidor, como parte de un ejercicio personal, puro placer en realidad, trata de compilar y resumir en unas páginas toda una vida dedicada al dibujo y la historieta de un buen amigo. Para rizar el rizo, imito la estética de unos fancines que conseguí en Barcelona años atrás dedicados a varios de los mejores autores de comic.

Casualidad o no, este mes hace 20 años de un detalle que hoy se me antoja monumental, y para cuya realización necesitaría una energía y un esfuerzo que no se si podría igualar.

En su día imprimí cuatro ejemplares, creo. A día de hoy me gusta saber que podría hacer muchas más revistas con el material de sus libretas, y trabajos, y seguramente necesitaría imprimir muchos más ejemplares.



viernes, 29 de junio de 2018

Caza y captura

El volumen recopila los episodios en los que uno puede hacerse con las dos caras del universo mutante según Brian Michael Bendis


JAVIER FERNÁNDEZ
27 Junio, 2018

'Marvel Now! Deluxe. La Patrulla-X de Brian Michael Bendis, 2'. Brian Michael Bendis, Chris Bachalo, Frazer Irving. Panini. 388 páginas. 28,95.

Después de guiar con paso firme a Los Vengadores durante casi una década, en la que el supergrupo se convirtió en la espina dorsal de Marvel, el guionista Brian Michael Bendis aprovechó en 2012 la revolución editorial conocida como Marvel NOW! para dar el salto al universo mutante. Como explica Julián M. Clemente en su introducción, a Bendis "le gusta contar las dos caras de una misma historia. Lo hizo durante muchos años en la franquicia de Los Vengadores, donde estableció constantes lecturas duales entre los títulos que escribía: Los Nuevos Vengadores con Los Poderosos Vengadores durante la época de La Iniciativa; Vengadores Oscuros con Los Nuevos Vengadores en el tiempo de Reinado Oscuro; y Los Vengadores y Los Nuevos Vengadores a lo largo de La Edad Heroica. La innovadora propuesta de Bendis para los mutantes también tuvo su anverso y reverso: "En un principio, La Casa de las Ideas solo anunció el lanzamiento de la cabecera que estaría en el centro de todo, All-New X-Men: La Nueva Patrulla-X. La presencia de un dibujante de la envergadura de Stuart Immonen se interpretaba como una declaración de intenciones: aquella era la colección que había que leer. ¿Solo aquella? Poco después la editorial desveló que Bendis continuaba repitiendo el esquema de otros tiempos, y puso sobre la mesa otra serie X que también escribiría. Se trataba de la siguiente iteración del que había sido título fundamental de la franquicia: Uncanny X-Men, La Imposible Patrulla-X, que, al igual que como ya ocurrió en la época de Kieron Gillen, estaría protagonizada por Cíclope y compañía".

Redefinido por su papel en el cruce Los Vengadores vs. La Patrulla-X (en donde, poseído por la Fuerza Fénix, llegó a matar al mismísimo Profesor Xavier), Cíclope es un prófugo de la justicia, repudiado por la mayoría de mutantes, que se dispone a reavivar el sueño y liderar la revolución acompañado de un pequeño grupo de compañeros leales. De nuevo en palabras de Clemente: "En la nueva escuela de Cíclope no habría jardín, ni amigables partidos de béisbol, ni reuniones ante la chimenea. Por no haber, no había ni ventanas. De cara a las aulas, Bendis se esforzó en proponer la siguiente generación de mutantes, a través de jóvenes atípicos, con poderes que también se salían de la norma".

Panini ha iniciado la recopilación en tomos de este excitante periodo, reeditando la seminal batalla entre supergrupos y creando la colección específica Marvel NOW! Deluxe, donde ya han asomado Los Vengadores de Jonathan Hickman, el Thor de Jason Aaron o El Capitán América de Rick Remender. Es aquí donde puede uno hacerse con las dos caras del universo mutante según Bendis: el primer tomo de su Patrulla-X en Marvel NOW! Deluxe incluye los 15 primeros números de All-New X-Men, y, el segundo, los 11 primeros del tercer volumen de Uncanny X-Men, ilustrados por artistas de la talla de Chris Bachalo y Frazer Irving, más un montón de extras como una galería de portadas alternativas, diseños de personajes, bocetos páginas y de portadas, etcétera.


Malaga Hoy



El Hollywood más sórdido

JAVIER FERNÁNDEZ
27 Junio, 2018

'The Fade Out'. Ed Brubaker, Sean Phillips. Panini. 400 pág. 40 euros.

Dentro del reciente cómic de género negro, pocos equipos creativos resuenan con tanta fuerza como el formado por el escritor Ed Brubaker (Batman: El hombre que ríe, Capitán América) y el dibujante Sean Phillips (Hellblazer, Wildcats). Juntos han firmado una ristra de títulos imprescindibles como Sleeper, Criminal, Fatale, Incógnito y este The Fade Out, que nos transporta al sórdido mundo de Hollywood a finales de la década de 1940. El grueso volumen integral de Panini recoge la serie al completo, publicada originalmente por Image Comics entre 2012 y 2014, junto con más de cincuenta páginas de material extra, en el que se incluyen portadas, ilustraciones, bocetos, material de documentación y textos explicativos. Una delicia.

Malaga Hoy

El Thor de Buscema

JAVIER FERNÁNDEZ
27 Junio, 2018





'Marvel Gold. El poderoso Thor: ¡El fin del mundo!'. Stan Lee, Gerry Conway, John Buscema. Panini. 592 páginas. 44,95euros.

La recuperación de los episodios clásicos de The Mighty Thor alcanza el volumen cinco con ¡El fin del mundo! Atrás queda la excelsa etapa de Stan Lee y Jack Kirby (de la que aún queda por reeditar el inicio), cubierta por los tomos En mis manos... ¡Este martillo!, Campo de batalla: La Tierra y Y ahora... ¡Galactus! Es tiempo al fin de revisitar los últimos episodios escritos por el co-creador del personaje Stan Lee y los primeros debidos al (por entonces) jovencísimo guionista Gerry Conway. Todos ellos tienen como factor común el dibujo portentoso de John Buscema, embellecido por una miríada de entintadores como Joe Sinnott, Sam Grainger, Jim Mooney o Vince Colletta. Como dice Lee en su introducción: "si quieres espectáculo vertiginoso y majestuosidad alucinante, no hay nada mejor que las impresionantes ilustraciones del Gran John", y también Conway, en otra de las introducciones incluidas en el presente volumen, sentencia: "Allí donde mis diálogos eran a veces (...) excesivamente deshilvanados y floridos, John sugería diálogos (en los márgenes de las páginas) que eran normalmente directos y al grano. y por mucho que yo intentase engrandecer la historia en términos de alcance o drama, John siempre se las apañaba para hacer que todo fuese todavía más grande y dramático. (...) Sus figuras eran soberbias; sus bocetos y narración eran eficientes y generosos, y el modo en que construía los mundos era tan sólido como el suelo bajo nuestros pies".

El poderoso Thor: ¡El fin del mundo! reúne (por primera vez a color y en su tamaño original en nuestro idioma) los números 184 a 209 de The Mighty Thor, lo que abarca el material alumbrado entre comienzos de 1971 y 1973, a lo que se suman textos e ilustraciones complementarias, con especial atención a las cubiertas realizadas en su día por Rafael López Espí para la extinta editorial Vértice. Mangog, Hela, Mefisto, Infinito y Estela Plateada, entre otros, asoman por estas páginas en las que también asistiremos al enésimo Ragnarök de los dioses nórdicos de Marvel.

Malaga Hoy

Una aventura en Japón

JAVIER FERNÁNDEZ
27 Junio, 2018




'James Bond: Felix Letter'. Jamen Robinson, Aaron Campbell. Panini. 160 pág. 16,95 euros.

El siempre estupendo guionista británico James Robinson (Starman, La edad de oro) y el dibujante Aaron Campbell (The Green Hornet, The Shadow) colaboran para ofrecernos las aventuras en solitario del ex-agente de la CIA Felix Leiter, compañero de correrías de James Bond desde su lejana presentación en el libro Casino Royale. Leiter viaja hasta Japón en busca de una espía rusa a la que conoció en otro tiempo, y una vez allí acabará ayudando a los servicios de inteligencia japoneses en la investigación de uno de los peores atentados que se recuerdan en el país nipón. James Bond: Felix Leiter recopila los seis números de la miniserie homónima (2017) y es el cuarto título de la colección de historietas relacionadas con el universo creado por Ian Fleming y publicado por Panini (tras James Bond: Black Box, James Bond: Eidolon y James Bond: Vargr).

Malaga Hoy




Atrapado por su telaraña

El origen del Trepamuros es modernizado por el dúo de artistas Brian Michael Bendis y Mark Bagley

Spiderman, en acción.

JOSÉ LUIS VIDAL
27 Junio, 2018

¿Cuál es vuestro personaje de cómic favorito? Seguro que los más talluditos, rendidos ante la herencia de Bruguera, levantan la mano para decir que Mortadelo y Filemón, los inefables agentes de la TIA ocupan el primer puesto. Otros, con una tendencia más francófila, disfrutaron de sus primeras viñetas con las aventuras de cierto periodista de cabello rubio, Tintín, la genial creación de Hergé, aunque muchos señalarán que como las divertidas peripecias de los galos Asterix y Obelix no hay nada. Claro está, que los más jóvenes de la sala seguro que se decantan por el mundo del manga, en concreto por Son Goku o Naruto, por nombrar solo a dos héroes venidos del País del Sol Naciente…

Pues yo, si os soy sincero, he de confesar que, pese a haber leído cuando era chaval los tebeos que os acabo de nombrar, me quedo con un héroe, un superhéroe que vestido de rojo y azul saltaba con agilidad de tejado a pared en la gran ciudad que nunca duerme, New York: Spiderman.

Aquellos vetustos tomitos de Ediciones Vértice que me dejaba leer mi primo (que poseía una envidiable y envidiada colección) me mostraron al Peter Parker creado por Stan Lee y Steve Ditko (con la intervención de Jack Kirby, aunque de esto me enteré muchos años después…). Aquel chaval canijo y con gafas (con el que me sentí rápidamente identificado, ya que yo también las llevaba desde la más tierna infancia), que era el objetivo de las chanzas de sus compañeros de clase, cuando aún la palabra bulliyng no se había inventado, de pronto, era picado por una ¡araña radiactiva! y adoptaba las características del insecto, convirtiéndose en Spiderman, el Hombre Araña, tal como se le conocía por estos lares.

Muchas, muchísimas aventuras siguieron después… Se enfrentó a toda una colorida galería de villanos que cada vez se lo ponían más difícil al muchacho que, mientras tanto, trataba de tener una vida, aunque el caos era su principal ingrediente. La pérdida de su tío Ben, la responsabilidad que cargaba sobre sus hombros desde que adquirió los poderes arácnidos, la frágil salud de su pobre tía May, los amoríos…

Seguí a su lado durante mucho tiempo, buscando sus aventuras en papelerías, mercadillos… Cosa harto complicada en aquellos tiempos. Y así pasó el tiempo y como nos suele ocurrir a los que amamos al medio, otras lecturas me subyugaron y me apartaron de Peter Parker, dejándolo en el olvido.

Pero hete aquí que en el año 2000, a la todopoderosa editorial norteamericana Marvel se le ocurre crear, o más bien diría recrear, un nuevo universo llamado Ultimate, donde se darían versiones frescas, no sujetas a la continuidad, de sus principales personajes: Los Ultimates (rebautizados Vengadores), X-Men, Los 4 Fantásticos y, claro está, Spiderman.

Al principio, cuando conocí la noticia, recelé imaginando que aquello sería una nueva vuelta de tuerca en unos personajes que, debido a su periodicidad mensual, mostraban claros signos de agotamiento. Pero nunca me alegré tanto de estar equivocado. Las riendas de la cabecera protagonizada por el Trepamuros iba a estar conducida por un dúo de lujo, el guionista Brian Michael Bendis, que ya había dejado huella y prueba de su talento en multitud de colecciones. Junto a él, un dibujante en el que confiar y que estaría en la colección por mucho tiempo, marcando su estilo gráfico, Mark Bagley.

¿Y qué nos contaba este dúo que ya no supiéramos? Pues, en este primer volumen que reedita Panini Comics, seremos testigos de que el origen de Spiderman no se debe a la casualidad, sino a las maquinaciones del multimillonario Norman Osborn, que inyecta una nueva droga sintética llamada Oz en la araña que después picará al escuálido Peter.

El chico que vive con sus tíos, a los que considera sus verdaderos padres, sufrirán los insultos de Flash Thompson y el gigantesco King Kong en el instituto, pero que se consolará gracias a la amistad de su vecina, la guapa Mary Jane Watson.

Y, sobre todo, el espectacular giro que dará su existencia cuando descubra que puede pegarse a las paredes y posee una fuerza descomunal, aunque todos estos poderes se verán ensombrecidos cuando la tragedia llegue a su vida, producida por su propia actitud…

Pero no esperéis que la labor de Bendis aquí se limita a copiar y actualizar las aventuras de aquel Spiderman creado por Lee y Ditko. Para nada, ya que las cosas se pondrán especialmente peligrosas cuando Osborn se convierta en el conejillo de indias de sus propios experimentos y una inesperada y letal visita aparezca en el instituto donde estudian los protagonistas.

Por su parte, Mark Bagley se suelta el cabello y nos regala unas páginas espectaculares, que resaltan aún más, si cabe, en esta nueva edición con un formato más grande del habitual.

Una lectura ésta de lo más fresca, con giros inesperados, que se consume a una velocidad endiablada y que hizo que muchos lectores, entre ellos un servidor, nos volviéramos a enganchar a las aventuras del Hombre Araña, ¡Spiderman!



Malaga Hoy

El efecto 2000

'Neogénesis Evangelion', creado en los albores del nuevo milenio por Yoshiyuki Sadamoto y Hideaki Anno, anuncia un apocalipsis que no es sólo un cataclismo mundial, es una crisis existencial


GERARDO MACÍAS
27 Junio, 2018


'Neogénesis Evangelion nº 1'. Guion: Gainax. Dibujos: Yoshiyuki Sadamoto. Norma Editorial, 2003.

El género de los mecha consiste en manga y anime de robots, y fue popularizado en 1972, con Mazinger Z, de Go Nagai. En 1995, cuando Neogénesis Evangelion se estrenó, el éxito fue mayor que el de Mazinger Z, porque la cercanía del año 2000 creaba un ambiente propicio para una historia futurista de tintes apocalípticos. En Japón, el clima era de inquietud y no era difícil imaginar una catástrofe en los albores del milenio. El apocalipsis que Neogénesis Evangelion anuncia no es sólo un cataclismo mundial; es una crisis existencial.

En 1974, el protagonista de Gran Mazinger se enfrentaba a robots, dando a entender que eran vidas humanas. En Neogénesis Evangelion, con la sociedad japonesa sensible a la llegada del año 2000, los robots Evangelion están en contacto directo con los protagonistas. Si el prototipo comandado por Shinji pierde un brazo, el piloto no se va a desmembrar, pero sí sufre. Esto le da a Neogénesis Evangelion mayor carga dramática que la de Gran Mazinger.

Según este manga, en el año 2000, una gran explosión habría causado el derretimiento de una gran parte de la Antártida, ocasionando numerosos trastornos que derivarían en la pérdida de la mitad de la población mundial. Estamos en Tokio-3 en el año 2015, la humanidad ha logrado reconstruir lo perdido. Tras sobrevivir al deshielo de los polos, los humanos deben enfrentarse a unos seres llamados Ángeles, que llevan la destrucción por donde pasan. Para frenar esta amenaza, el científico Gendo Ikari ha desarrollado los Evangelion, robots que se convierten en última línea de defensa. Uno de los primeros pilotos escogidos es Shinji Ikari, hijo que Gendo abandonó. Pese a resistirse, accede a subir a la extraordinaria máquina. Shinji consigue derrotar al primer Ángel y a partir de ahí, se enfrentará a su padre y a sucesivos Ángeles, crecerá y madurará. El científico Gendo Ikari construye los robots Evangelion para Nerv, una agencia paramilitar japonesa, dependiente de la Organización de las Naciones Unidas.

Los Ángeles son robots que atacan la ciudad para recuperar a Adán, el primer Ángel que atacó a la población, que está recluso en las instalaciones de Nerv. Este Ángel fue capturado muy poco después del derretimiento de la Antártida.

Neogénesis Evangelion apareció por primera vez en 1995, en la revista Shonen Ace. El mercado japonés suele publicar primero un cómic para luego pasarlo a teleserie de animación. En cambio, Studio Gainax, fundado a mediados de los 80 por Hideaki Anno y Yoshiyuki Sadamoto, empieza sus proyectos por una producción animada, aunque en este caso el manga comienza diez meses antes del estreno del anime, debido a retrasos del mismo.

Rei Ayanami es una chica que está al servicio de Nerv, pilotando el primer robot en solitario hasta la llegada de Shinji. No tiene vida social excepto con Gendo, padre de Shinji. Éste es extremadamente amable con ella, lo que provoca celos en Shinji, que ve que las atenciones de su padre no son para él. Rei va evolucionando a lo largo de la trama, y consigue alejarse del control de Gendo, cuando su mundo se amplía al de Shinji.

Asuka Langley Soryu, de origen alemán, japonés, y norteamericano, es la encargada de pilotar el robot Evangelion 02. Es muy exigente con los demás, pero también consigo misma. Los padres de Asuka son científicos. Asuka es concebida para llenar el vacío de su madre, que no puede tener hijos. Su madre, abandonada por su marido, enloqueció poco después, y Asuka fue adoptada por el propio padre que la había abandonado.

Misato Katsuragi está al mando de las operaciones de Nerv. En el trabajo es metódica, con una responsabilidad muy grande. En cambio, en su vertiente personal es alcohólica, poco ordenada, envidiosa... Ella es la líder de la defensa de Japón, solamente a las órdenes de Gendo y Fuyutsuki. También socializa a Shinji, ya que lo tiene en su casa viviendo con ella. Misato es moderna, símbolo de la integración de la mujer en el trabajo, etc... Misato usa el sexo como medio de relacionarse con los hombres. Dado su complejo de Electra, busca al padre que nunca tuvo por la poca atención que le prestaba. En el anime, se ve cómo se insinúa a Shinji. En el manga, se puede interpretar que quiere mostrarle cómo es ella, pero poco más.


Malaga Hoy


lunes, 25 de junio de 2018

DE LA CUATRICOMÍA A PHOTOSHOP: HACIA EL RECONOCIMIENTO DEL COLOR Bamf!



En una entrevista al colorista Dave Stewart (JLA: La Nueva Frontera, The Umbrella Academy) para Comics Alliance en 2010, el entonces blogger y escritor David Brothers planteaba la siguiente pregunta: «¿qué es lo primero que ves cuando abres un cómic?». Brothers argumentaba que no se trataba de los elementos textuales, ya que requieren un mayor periodo de tiempo para ser procesados. Tampoco el dibujo: para fijarse en los detalles y ver qué representan las líneas impresas sobre la página hay que prestar cierta atención. Lo primero que vemos al abrir un cómic es el color, o la ausencia de él. El color nos permite intuir, con tan sólo un vistazo, el tono de la historia, la ubicación temporal, o el entorno.

Igual que ocurre con otros procesos artísticos de la elaboración de un cómic, como el entintado o la rotulación, el color se da por hecho. Los nombres de guionistas y dibujantes han gozado de un lugar propio en la portada desde hace ya décadas, y, sin embargo, son solo una parte del total de profesionales que construye cualquier cómic moderno producido mediante el modelo norteamericano de cadena de montaje. Relegar el proceso de coloreado a un segundo plano cuando hablamos de épocas pasadas podría ser admisible hasta cierto punto, pero la evolución de la técnica desde los años 80 hasta la actualidad obliga a crítica y público a pararse a valorar el tremendo impacto del
color en el resultado final de una obra de cómic y a conceder a los profesionales del gremio la atención que llevan décadas mereciendo.

El ojo inexperto encuentra grandes dificultades para distinguir entre dibujantes de la edad de plata superheroica. O entre dos autoras de shōjo tradicional. De la tinta, mejor ni hablamos. Pero con el tiempo y la costumbre, la capacidad para diferenciar llega. Por increíble que parezca, lo mismo ocurre con el trabajo de distintos coloristas, y, con la actual especialización del gremio, esta capacidad de distinción se está convirtiendo en una tarea más sencilla para el lector o lectora habitual.

Colorear no es llenar el espacio entre líneas negras. El coloreado es una rama artística compleja, personal, y con distintas formas de acercarse a ella. La paleta de Jordie Bellaire (Caballero Luna, Inyección, Bella Muerte) es versatilidad pura. Es variedad. La artista irlandesa imprime textura y relieve, como de arenisca: sus colores nunca son planos. Matt Wilson (Thor: Diosa del Trueno, The Wicked + The Divine, Paper Girls) es el relámpago. La electricidad, la fluorescencia, el neón. Las viñetas coloreadas por Tamra Bonvillain (Moon Girl y Dinosaurio Diabólico, La Patrulla Condenada, La Increíble Masacre- Gwen) parecen encontrarse frente a una cálida chimenea hogareña, siempre con un resplandor naranja en las mejillas.



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Por supuesto, este tipo de valoraciones son posibles en la era del Photoshop, pero habrían sido impensables en los tiempos de la cuatricromía.

Cuatricromía y fotolitos

El color del comic-book mainstream norteamericano, en consonancia con su limitada variedad temática durante las primeras décadas de vida –humor, romance, superhéroes, misterio y leves variaciones de estos temas–, no buscaba el realismo, sino atraer la atención del ojo humano. Los trajes de los personajes eran básicos, pero de colores vibrantes. Sus combinaciones eran difíciles de encontrar en el mundo real, algo que alcanzaba su máximo ex- ponente en los trajes superheroicos. Los fondos de la viñeta eran monocromos y planos, habitual- mente anodinos —y ocasionalmente absurdos—, para no desviar la atención de la acción principal que el héroe o heroína estaba llevando a cabo. Hay que tener en cuenta la falta de tiempo por parte de los equipos creativos para desarrollar el color en el cómic como arte profesional, debido a la multitud de tareas que habitualmente llevaba a cabo una misma persona. Para muestra, la titánica labor de Marie Severin como colorista de todos los títulos de EC Comics durante los años cincuenta. No era algo fuera de lo común, además, que un miembro del equipo administrativo de una editorial echara una mano en algún apartado artístico de manera puntual.

Otro factor esencial para entender el color clásico son las limitaciones técnicas de la época. Hoy, la cuatricromía es pura nostalgia pop, y el coloreado actual, un proceso futurista que poco tiene que ver con la época anterior a los ordenadores. Entre los años treinta y ochenta apenas hubo evolución en este campo, y es difícil encontrar variaciones en el proceso de coloreado entre las décadas de los años treinta a sesenta. Durante este periodo, coloristas como Severin realizaban guías de color sobre la página entintada, señalando a mano, en notas al margen, un código alfanumérico para indicar la tinta de color y el porcentaje de intensidad utilizado. Por ejemplo: Y2R2 —una mezcla de amarillo y rojo, ambos al 25 % de intensidad— indicaría el color para la piel de un personaje caucásico; mientras que Y2R3 —igual que el anterior, pero con el tinte rojo al 50% de intensidad— se utilizaría, en aquel entonces, para la piel de un personaje nativo-americano.

El problema era que el color que aplicaban a la página no se correspondía con el aspecto final que la página tendría al salir de la imprenta, y los profesionales debían trabajar teniendo esto en cuenta. Por una parte, había colores que las imprentas de la época sencillamente no podían reproducir, o no podían reproducir de manera correcta. Por otra parte estaba el factor humano, ya que las guías de color debían ser interpretadas a posteriori por operarios de imprenta: una especie de antecesores de los actuales separadores de color o flatters. Las guías de color iniciales estaban basadas en el modelo tradicional RYB (red, yellow, blue), mientras que los separadores de color debían traducir esas guías al modelo de cuatricromía fotomecánica CMYK (cyan, magenta, amarillo, negro) usando fotolitos, unas películas fotográficas que recogían las variaciones de intensidad mediante tramas. Los eslabones que podían fallar en esta cadena eran muchos, y de ahí la cantidad de casos de coloreado extravagante durante las épocas clásicas del cómic. Tampoco debe olvidarse, sobre todo en las primeras décadas, el escaso nivel de exigencia del público lector, siendo el cómic un producto todavía considerado para niños y adolescentes. Recordemos que no fue hasta la década de los sesenta, tiempo después de la eclosión del Universo Marvel, cuando el sector comenzó a darse cuenta de que el cómic había llegado a la universidad, como si hubiera crecido junto a Peter Parker.

A principios de los ochenta el cambio llegaba de la mano de la empresa Olyoptics, de Steve Oliffe. Olyoptics fue pionera en el uso de separaciones de color por ordenador, y Oliffe cosecharía premios por su coloreado del Akira de Katsuhiro Otomo (1989). Los títulos independientes de calidad flore- cían en blanco y negro, pero las grandes editoriales no podían dar ese paso atrás, así que intentaron evolucionar reforzando el lado técnico del colorea- do, consiguiendo variaciones de color más sutiles. Nombres como los de Lynn Varley (Elektra Lives Again, 300) comenzaron a despuntar. En 1992 se inauguraba la categoría de Mejor Colorista en los premios Eisner, galardón que recibiría Steve Oliffe sin mucha competencia durante los tres primeros años. Y también en 1992 se fundaba Image Comics.

Cuando se habla de Image Comics suele tratarse de forma frívola. Se habla de economía, de ban- carrotas, de fuga de cerebros, de revoluciones, de cambio de statu quo estético, de modas, de hot ar- tists... pero no se habla del impacto que supuso sobre las costumbres de coloreado en la industria. Si en los años ochenta Olyoptics había sido pionera en el uso de separaciones de color por ordenador, en los años noventa Image Comics fue pionera en el uso de empresas externas como Olyoptics para colorear íntegramente toda su producción. Sus cómics, además, se imprimirían en papel satinado, permitiendo un color final mucho mejor que el que obtenían las grandes como Marvel o DC con su papel, todavía poroso. Por supuesto, no todos los integrantes de estudios de coloreado de los años noventa estaban formados por artistas o profesionales del color. Muchos de ellos todavía no habían llegado a comulgar con el ordenador hasta un punto en el que pudiera llamársele «arte» al oficio que desempeñaban, pero el salto tecnológico no tenía precedentes, y supuso el comienzo de un veloz proceso evolutivo que llega hasta el día de hoy.

La era Photoshop

«Una de las cosas curiosas de los cómics», me explica Jamie McKelvie, dibujante de The Wicked + The Divine, «es que hay muchas técnicas que existen gracias a las limitaciones de la imprenta. Cosas como los entramados y los métodos que indican luces y sombras. Existen porque eran las técnicas de coloreado de entonces. Tenías cuatro colores, así que tenías que ingeniártelas. Ahora hemos pasado a una imprenta donde el color puede hacer mucho más. Hay cosas que puede hacer el coloreado que no podían hacerse hace 50 años». Cuando McKelvie dibuja un relámpago, Matt Wilson no tiene que colorear encima: simplemente selecciona la línea que el dibujante ha creado con el programa Manga Studio y cambia el color negro por otro. Esta simplificación de las partes tediosas del proceso, estas comodidades para los coloristas, permiten que se puedan realizar grandes avances en otros aspectos, como los efectos, las transiciones, o simplemente, un mayor nivel de detalle en el resultado final.




Todas las imágenes de esta página: Copyright © Kieron Gillen Limited and Fiction & Deeling Limited. All rights reserved. © NORMA Editorial por la edición en castellano.

Es curioso, porque el proceso de colorear un cómic de manera digital es en realidad muy similar a las veladuras en el dibujo coloreado de manera tradicional: son capas. En el coloreado manual, primero se hacen los colores base, y a partir de ahí se van añadiendo capas de sombras y de detalle. La gran diferencia es que en papel no se puede eliminar, tan solo añadir, con lo que se debe planificar la página y los espacios reservados para las luces, mientras se siguen añadiendo capas hasta completar todas las zonas más oscuras. Similar al coloreado manual en su concepción y muy variado en sus herramientas: «Las herramientas tangibles de un colorista son buenas aptitudes para el color, un ordenador aceptablemente resistente y una tablet», enumera Sarah Stern (Goldie Vance, Mighty Morphin Power Rangers: Pink, Star Wars-Forces of Destiny: Leia), «y las herramientas intangibles son la disciplina, la capacidad para resolver problemas y la comunicación». Stern dice esto último a sabiendas. Su gremio se encuentra al final de la cadena de montaje y no es de extrañar que sea la colorista la que tenga que dar el esprint final para compensar los retrasos en eslabones previos: «las aptitudes artísticas y nociones sólidas de diseño y teoría del color son importantes, pero también lo es la capacidad de comprender la página y tomar decisiones ágiles sobre el diseño y la paleta».


Arte y oficio: asistentes de color y flatters

Actualmente, Dee Cunniffe (Redneck, Sonitus, Gravetrancers) es el separador de color habitual
de Matt Wilson en Paper Girls y The Wicked + The Divine, con el que ha trabajado en más de 5.000 páginas. A su vez, Wilson (ganador del Eisner 2017 al mejor colorista), fue separador de colores para Lee Loughridge (Clase Letal, Fábulas, By Chance or Providence). Al igual que en los oficios de antaño, en el mundo del color podemos observar el progreso de aprendices a maestros. La profesionalización y perfeccionamiento del proceso de coloreado tiene como consecuencia que los grandes nombres requieran de cierta asistencia en forma de asistentes de color (colour assistants) y/o separadores de color (flatters). Estos términos son problemáticos. En muchas ocasiones, el gran público los desconoce. En otras, los confunde.

La separación de color es un proceso muy habitual en los comic books. Consiste en separar las líneas del dibujo base de la página en elementos planos de color, pero no es una tarea con intención artística: es un punto de comienzo. Es habitual pensar que la separación de color consiste simplemente en rellenar áreas, pero no es tan sencillo. Lo habitual en el flatting es colorear pasando de elementos más grandes a más pequeños; como cuando trabajábamos con el punzón en el parvulario, pero rellenando con un bloque sólido para que el colorista pueda seleccionar áreas rápidamente a posteriori. Estos bloques de color tienen que encajar entre sí perfectamente debajo de la línea del dibujo, sin rebasarla y sin dejar espacios en blanco. Es un proceso tedioso que el colorista suele delegar, y que no requiere que los colores sean realistas o que se parezcan a la paleta final.

Todas las imágenes de esta página: TM & © DC COMICS. All Rights Reserved.

«Hacer la separación de colores de otra gente es un proceso de aprendizaje genial para mí», me cuenta Cunniffe, «puedo jugar con distintas paletas mientras lo hago, y después veo lo que el colorista hace en realidad, y lo utilizo para mejorar mi trabajo». Respecto a la diferencia entre separadores y asistentes, «un asistente de color está un escalón por encima del separador de color: ajusta los colores previamente seleccionados, separa los planos, etc. Luego, el colorista dedicará un montón de tiempo a elegir los colores y tonos finales, iluminación, texturas, efectos y acabado final».
¿Cómo se llega a colorista siendo un outsider? ¿Es fácil ser colorista siendo ajeno al mercado americano? Cuando en junio de 2017 compré el número 1 americano de Colossi (Vault Comics), sorprendido por ver a todo el equipo creativo compartiendo protagonismo en la portada, no sabía que estaba coloreado por una española, ni que acabaría haciéndole esta pregunta directamente a ella. Stelladia (colorista de Colossi, asistente de color de Tamra Bonvillain en Firebug, separadora de color de Jordan Gibson en Peter Parker: The Spectacular Spider-Man) llegó al mercado americano, como tantas otras artistas, gracias al hashtag #VisibleWomen que la compañía Milkfed Criminal Mastermids, Inc. —dirigida por el matrimonio de guionistas Kelly Sue DeConnick y Matt Fraction— promueve desde 2016: «gracias a #VisibleWomen conocí a Adrian Wassel, el editor de Vault Comics, que en aquel momento todavía se estaba forman- do. [...] Él me ofreció una prueba para colorear Colossi, ya que yo había coloreado alguna historia corta mía que él había visto y le había gustado, aunque yo no había llegado a trabajar coloreando un cómic ajeno nunca. Así fue como me introduje en el mundo del coloreado y el flatting, y yo no sabía que había un proceso tan metódico detrás.»


La visibilidad del color

Durante la última década, el gremio de coloristas ha pasado del ostracismo —presencia nula en portadas—, a un punto en el que la aparición del apellido de una determinada colorista en portada puede significar el aumento del interés por parte del público. El hecho de abrir un número de Paper Girls hace unos meses y ver a Cunniffe acreditado como flatter supuso una gran sorpresa para el que firma este artículo. Pero la visibilidad es un proceso colaborativo, y el propio Cunniffe lo tiene claro: «Creo que los lectores se están empezando a dar cuenta del gran esfuerzo de equipo que es la creación de un cómic, y son los medios los que están fallando a la hora de ver ese proceso colaborativo. [...] Es terrible ver en prensa e Internet reseñas de cómics que fracasan estrepitosamente a la hora de reconocer a los artistas, pero que alaban al guionista».

Es cierto que hay autores reputados que se esmeran en llamar la atención cuando un profesional del medio no reconoce la autoría artística de sus compañeros y compañeras de forma adecuada. Hay también movimientos centrados en generar visibilidad para los coloristas, como el Colorist Appreciation Day del 24 de enero, iniciado por Jordie Bellaire tras la exasperación generada por el escaso reconocimiento que recibía su gremio durante una convención en 2013. Dicho reconocimiento, por supuesto, es más fácil de obtener sobre el papel en las obras de carácter independiente, donde los artistas se preocupan unos por otros y la maquinaria empresarial y de marketing no es tan agresiva. Cunniffe sabe bien que tiene que pasar por muchos aros y rellenar muchos impresos para que, con suerte, se incluya su nombre en una sección de agradecimientos: «dar crédito a los creadores que trabajan en sus cómics no debería suponer una dificultad tan enorme para las Dos Grandes [Marvel y DC], pero creo que todavía hay mucho que pelear en lo que a reconocimiento de los coloristas se refiere... ¡No hablemos ya de los separadores de color!».

Agradecimientos

Gracias a Sarah Stern, Dee Cunniffe y Matt Wilson —que lo intentó, pero no llegó— por su tiempo y valiosos comentarios. Gracias a Prado Rivero por sus lecciones exprés sobre pintura. Gracias a Stelladia: sin ella no existiría este artículo. Y por encima de todo, gracias a la silenciosa legión de coloristas, colour assistants y flatters que iluminan nuestras páginas.

Lecturas recomendadas

Colorists on Color: the Introduction, Marissa Louise.
Disponible en:
http://womenwriteaboutcomics.com/2016/ 03/04/colorists-on-color-the-introduction/.

The Evolution of Colour in American Comic Book,
Robert Lupton. Disponible en:
http://www.people.vcu.edu/~djbromle/color- theory/color01/Four-Color-World-The-Evolution- Of-Colour-In-American-Comic-Books.html.

RGB or not to RGB, Nathan Fairbairn. Disponible en:
http://nathanfairbairn.tumblr.com/post/
110099391474/rgb-or-not-to-rgb.

The DC Comics Guide to Colouring and Lettering, Todd Klein y Mark Chiarello.


COMICS ESENCIALES 2017
Un anuario de ACDCOMIC & JOT DOWN


domingo, 24 de junio de 2018

El arte de hacer reír en serio

El heredero del dibujante Enrique Herreros deposita en el Reina Sofía una colección de ‘collages’ para ‘La Codorniz’ y aguafuertes

TEREIXA CONSTENLA

Madrid 24 JUN 2018

Portada de Enrique Herreros para 'La Codorniz'.

El hombre que habla con voz cavernosa tiene una tumba con su nombre tallado esperando en Potes (Cantabria): Enrique Herreros. “La compré hace años, está al lado de la de mi padre”. Un día escuchó un comentario:

—Mira aquí está enterrado el dibujante Herreros y al lado está su hijo.

El hijo no habló entonces, pero sí lo hace ahora, sentado en una habitación repleta de fotos en blanco y negro de glorias del cine de otro tiempo: “La tumba está lista. Solo falta poner la fecha del viaje”.



Antes de ejecutar “ese viaje”, Enrique Herreros hijo (Madrid, 1927) quiere dejarlo todo ordenado: “Me queda poca vida, y no quiero que la obra de mi padre acabe entre la Cuesta de Moyano y los puestos del Retiro”. Así que mañana firmará con el Museo Reina Sofía la entrega en un “depósito con promesa de legado” de 15 aguafuertes de Tauromaquia de la muerte y 30 collages para la portada de La Codorniz creados por su padre entre 1945 y 1951. Una cesión justificada por el museo para apuntalar su línea de investigación sobre el humorismo gráfico en la posguerra y también ante “la práctica inexistencia en el mercado de los materiales originales de las portadas de la revista”.

Son buena parte de las creaciones que hace unos meses recuperó Herreros después de una larga pelea con el Ayuntamiento de Madrid, al que había donado en 1993 medio centenar de obras de su padre para que estuvieran expuestas en el Museo Municipal. El cierre del espacio por reformas y su transformación en el Museo de Historia de Madrid dejaron sin acomodo los aguafuertes goyescos y los montajes para La Codorniz. Herreros lamenta que las obras hayan permanecido en un almacén durante 16 años, hasta que la actual alcaldesa, Manuela Carmena, autorizó la devolución.


Enrique Herreros padre (Madrid, 1903-Santander, 1977) fue ilustrador, cineasta, dibujante y humorista, un creador total capaz de producir grabados goyescos como su serie taurina, Quijotes cubistas —hizo también una versión expresionista y otra codornicesca— y portadas surrealistas. Un vanguardista que siguió haciendo vanguardia incluso en tiempos en los que la experimentación y la aventura artística estaba en caída libre. Pero Herreros, al igual que sus compañeros de semanario, poseía un demoledor cóctel de talento, finura y coraje. Solo así se explica que una portada inspirada en la estatua de la Libertad de Nueva York y flanqueada por la frase “¡La libertad, en reparación!” saliese impoluta de la censura en pleno 1948, aún en lo crudo de la posguerra.

Aunque Herreros había estado al lado de los vencedores, no encajaba en aquella moralidad estrecha que se impuso a partir del 39. Durante la guerra contribuyó a la propaganda del ejército sublevado desde la revista La Ametralladora, donde se habían parapetado varios integrantes de la conocida como la otra Generación del 27: Miguel Mihura, Tono, López Rubio o Edgar Neville.



Después navegó felizmente entre la incipiente industria del cine de la dictadura y el humor gráfico tolerado. “En mi opinión se ha exagerado mucho el papel de la crítica antifranquista de La Codorniz, tuvieron tres o cuatro problemillas con la censura pero el primero que hacía la siega, que se autocensuraba, era Álvaro de Laiglesia [director desde 1944 hasta su cierre en 1978]”, sostiene Herreros hijo para poner las cosas en su sitio.

Uno de esos problemillas llevó a Antonio Mingote ante el juez para responder de un delito de “ultraje a la nación” por haber añadido una coletilla a una de las expresiones favoritas de la dictadura: la reserva espiritual de Occidente “con tapón y rellenable”. Otra se dio en 1952: tras parodiar al periódico Arriba, recibieron la visita en la redacción de unos cuantos falangistas que no buscaban precisamente discutir sobre los límites del humor gráfico.

Así como se magnificó la militancia contra el régimen de “la revista más audaz para el lector más inteligente”, puede que en democracia se ninguneara su relevancia creativa. Pero el Reina Sofía ya le abrió sus puertas en 2010, tras reacomodar su colección e integrar a La Codorniz en la planta dedicada al arte de la posguerra, aunque hasta ahora con poca representación de Herreros, a pesar de su trascendencia en la historia del semanario. Fue el autor de 807 portadas, 45 contraportadas y 2.303 dibujos desde 1941 hasta que falleció en 1977, un año antes del cierre de la revista, tras un accidente en los Picos de Europa.



Junto a humoristas como Rafael Azcona, Chumy Chúmez, Xaquín Marín, Sir Cámara o Miguel Gila, entre otros, idearon un estilo que practicaba la irreverencia desde lo absurdo, el disparate o la alegoría, que llegó a conectar con 200.000 lectores en su mejor momento (1968). Disidencia bajo control, humor para iniciados. En sus páginas estaban prohibidos por una ley no escrita “lo vulgar, lo chabacano, lo pornográfico, lo escatológico y los lugares comunes”, recordaba hace años el crítico taurino Joaquín Vidal, que tenía una sección propia en la revista titulada “Las vacas mueren a las cinco”.

Ejemplo de humor codornicesco: cuando el marqués de Villaverde acompañó al shah de Irán durante su visita a Madrid, se publicó un extraño anuncio. “Cambio marquesina vieja por persiana de segunda mano”.

LA PUGNA DE DIONISIO RIDRUEJO Y MIGUEL MIHURA POR LA SÁTIRA
T. C.

En el último número de la revista Litoral, dedicado al humor, el periodista Luis Conde Martín revive una curiosa carrera de aves galliformes protagonizada por Dionisio Ridruejo —abrazado aún al mesianismo falangista— y Miguel Mihura, afiliado también a la Falange desde 1938. El proyecto de revista satírica que Ridruejo defendía de despacho en despacho se titulaba La Perdiz. Triunfó, como ya se sabe, La Codorniz, que apareció en el verano de 1941. “En esta competición cinegética ganó quien consiguió más influencias y además había colaborado en la beligerante La Ametralladora, algo que le aportaba currículo”, cuenta Luis Conde. Mihura permaneció al frente del semanario hasta 1946, cuando le sustituyó Álvaro de Laiglesia. El dramaturgo murió siendo fiel al estilo codornicesco. Sobre su tumba habría escrito: “Ya decía yo que ese médico no valía mucho”.

El Pais

sábado, 23 de junio de 2018

Mucho más que tablas

David Sala reinterpreta la última novela que escribió Stefan Zweig antes de suicidarse en Brasil en 1942 en el cómic 'El jugador de ajedrez'

TEREIXA CONSTENLA

18 JUN 2018


Detalle de 'El jugador de ajedrez', cómic de David Sala.

El cómic está pescando en todos los charcos. Uno de ellos, cada vez más frecuentado, es el de las adaptaciones de obras literarias. Solo en los últimos meses se han publicado, entre otras, versiones de Sostiene Pereira, El diario de Ana Frank o La ciudad de cristal. Aunque en este mercado predominan las novelas gráficas de títulos que han arrasado en las librerías (un ejemplo fue Suite francesa), de cuando en cuando algún dibujante se desmarca con una elección de riesgo, motivada más por la obsesión personal que por el cálculo comercial. Le ocurrió a Rayco Pulido, que se rebeló contra el desconocimiento de la figura de Pérez Galdós entre sus alumnos canarios y decidió aunar sus fuerzas como profesor y como dibujante para crear Nela, una sutil relectura gráfica de Marianela.

 Mucho más que tablas

Ahora se ha traducido al español El jugador de ajedrez, el álbum donde el dibujante David Sala reinterpreta la última novela que escribió Stefan Zweig antes de suicidarse en Brasil en 1942. Una traslación que también nació de una fijación del ilustrador por Novela de ajedrez, el texto donde Zweig condensó la perversión nazi de la que había huido y que ha sido llevado al cine, al teatro y a la ópera. El escepticismo ante el proyecto salta por los aires gracias a la gran carga evocadora de sus páginas, que lo mismo entroncan con una fotografía de Robert Doisneau en París que con telas diseñadas por Klimt y otros modernistas vieneses.

David Sala (Décines, Francia, 1973), curtido antes por otras adaptaciones literarias (Nicolás Eymerich, inquisidor), ha huido del facilismo de lo literal. Sin adulterar el espíritu de la novela, ha optado por crear un álbum donde todo el poder descansa sobre lo visual, con la pátina ensoñadora de las acuarelas, páginas con ventanas al estilo de Richard McGuire y una composición secuenciada sobre la locura capaz de transmitir el abismo de la sinrazón sin apenas palabras. La fuerza del dibujo traslada tanto la intensidad del duelo entre dos singulares jugadores de ajedrez como el trauma de la tortura que sufrió en el pasado uno de ellos. Los colores a veces están al servicio del mar y a veces de la claustrofobia del barco. Una versión gráfica capaz de valerse por sí misma, con valor añadido y dispuesta a emanciparse de la obra que la inspiró. Mucho más que una partida acabada en tablas.


Titulo: El jugador de ajedrez

                                        Autor: David Sala.

                                        Editorial: Astiberri (2018).

                                        Formato: tapa dura (128 páginas).


El Pais. Babelia Nº 1.386 Sabado 16 de junio 2018

Bolaño en viñetas

MATÍAS NÉSPOLO

18 JUN. 2018


El murciano Javier Fernández y la valenciana Fanny Marín adaptan a la novela gráfica la celebrada novela breve de Roberto Bolaño 'Estrella distante'.

A quince años de su muerte, aniversario que se cumplirá el mes próximo, el chileno Roberto Bolaño sigue creciendo. Siguen creciendo la leyenda del beatnik latinoamericano, la dimensión póstuma y el lugar de su obra, las ediciones en todo el mundo y el número de lectores. Pero no sólo eso, sino que también crece a la manera de un rizoma -símil que seguramente agrade a la catedrática Dunia Gras que habla de la dimensión fractal en la narrativa de Bolaño- la obra de otros autores generada por y desde la del chileno.Aún no se enfrió en los anaqueles el personalísimo homenaje gráfico a Bolaño de Aitor Saraiba y Paula Bonet Por el olvido (Lunwerg Editores) ni la lograda ópera prima del argentino Diego Gándara, Movimiento único (Seix Barral) que traza una impagable imagen del autor, cuando llega un nuevo título. Se trata de la adaptación a la novela gráfica de Estrella distante (1996) en Random Cómic. Las viñetas las firma la valenciana Fanny Marín (1983) y el guion, el murciano Javier Fernández (1984), doctorado en la UB con una tesis sobre la influencia de la narrativa norteamericana en la obra del chileno. «Empecé a leer a Roberto Bolaño con el fervor de un adolescente en 2003, cuando escribía y dibujaba en fanzines como los que se describen en Los detectives salvajes. Lo estudié durante una década entre la carrera, las clases y el doctorado y he intentado adaptarlo sin la rigidez analítica del profesor de literatura entusiasta ni la fidelidad acrítica del discípulo. En el fondo creo que me he buscado una excusa para pasar más tiempo en ese universo narrativo», explica Fernández desde China, donde da clases de español.

Mientras la ACEC (Asociación Colegial de Escritores de Cataluña) prepara unas jornadas de homenaje al chileno para este año, la publicación coincide con la reedición en la Biblioteca Roberto Bolaño de Alfaguara de la novela póstuma El Tercer Reich y de la inclasificable La literatura nazi en América (1996). De uno de los personajes de esta última, o de una entrada de esta suerte de enciclopedia abreviada de la infamia literaria americana, nace Estrella distante. La historia de un gris aspirante a poeta de los años de Allende llamado Ruiz-Tagle que, tras el golpe del 73, se convierte en Carlos Wieder, un vanguardista piloto que escribe versos fascistas en el cielo a lomos de un avión de la Luftwaffe.

EL Mundo



Reunión de talentos


JAVIER FERNÁNDEZ
20 Junio, 2018


'MAD grandes genios del humor: Wally Wood, Vol. 2'. Harvey Kurtzman, Wally Wood. ECC. 88 pág. 9,95 euros.

Nombre propio del tebeo estadounidense y autor de la máxima calidad, Harvey Kurtzman revolucionó el medio con una carrera impecable que alcanzó su cima en el humor. A comienzos de la década de 1950, se sacó de la chistera la revista MAD, donde fue un verdadero hombre orquesta. Contó con la ayuda de diversos dibujantes, encargados de perfilar los guiones de Kurtzman, como el malogrado Wally Wood, uno de los grandes artistas de su generación, dotado de un talento natural para la narración gráfica. Los dos números de MAD Grandes genios del humor: Wally Wood, de formato reducido para alcanzar un precio inmejorable, son un testimonio del choque de trenes artístico entre Kurtzman y Wood, una delicia por la que no pasan los años.


Malaga Hoy


Una necesaria recuperación

JAVIER FERNÁNDEZ
20 Junio, 2018


'Colección Jesús Blasco - Cuto, Vol. 1'. Hermanos Blasco. ECC. 208 pág. 25 euros.

Ecc sorprendió a los aficionados con la creación de la Colección Jesús Blasco, (cuya primera entrega, la recopilación integral del wéstern Los guerrilleros, salió a la venta a comienzos de este mismo año), una iniciativa que viene a cubrir el vacío quizá más doloroso de la historia de nuestro tebeo: el total olvido del que está considerado padre de la historieta española. La apuesta continúa con el primer volumen dedicado a Cuto, ídolo de los niños de posguerra (al menos de los que podían aspirar a leer sus aventuras), emblema del semanario Chicos e icono por excelencia de la producción de Jesús Blasco (y hermanos), que regresa a librerías ocho décadas después de la creación del personaje, en un libro de cuidada edición y jugosos paratextos que contextualizan al autor y la obra y ayudan a comprender su relevancia. En una sola palabra: imprescindible.


Malaga Hoy

Un superhéroe inagotable

JAVIER FERNÁNDEZ
20 Junio, 2018


'Batman: Superpesado'. Scott Snyder, Greg Capullo y otros. ECC. 160 páginas. 16,95 euros.

Desde que a Frank Miller se le ocurriera en 1987 engordar las relaciones de Batman con el género negro en el muy influyente arco argumental Batman: Año Uno, las mejores aventuras del Hombre Murciélago siempre han estado recubiertas de un barniz noir (véanse La broma asesina, El largo Halloween, El hombre que ríe o spin-offs tan notables como Catwoman o Gotham Central). Este paradigma se quebró en 2006 cuando Grant Morrison puso sus creativas manos sobre la franquicia y la dinamitó por completo a través de una etapa demasiado larga y compleja para resumirla en pocas palabras (baste saber que juega con la idea de que todos los tonos y variaciones de Batman engendrados a lo largo de las décadas son igualmente válidos y pueden convivir unos con otros).

El sucesor principal de Morrison a los guiones, Scott Snyder, ha seguido arrimando el ascua a la sardina de la innovación y la singularidad, apoyado en un sobresaliente Greg Capullo, dibujante forjado en la Image de los 90 que ha sabido mantener la espectacularidad de aquellos años, adecuándola al refinamiento cinematográfico del momento actual. Superpesado es la siguiente piedra de la edificación que Snyder y Capullo están construyendo alrededor del superhéroe más representativo de estos primeros compases del siglo XXI. Tras la muerte aparente del Caballero Oscuro en Final de juego, la criminalidad de Gotham ha vuelto a dispararse, y es entonces cuando aparece un nuevo Batman, embutido en una moderna armadura desarrollada por la corporación Powers International. El presente volumen contiene los números 41 a 45 de Batman y el especial DC Sneak Peak: Batman, todos publicados originalmente en 2015, más una galería de portadas alternativas y bocetos. A la fiesta se suman el guionista Brian Azzarello y el dibujante Jock, con quien Snyder ya había colaborado en sagas tan recomendables como Espejo oscuro. Un tebeo fresco y elegante que muestra la versatilidad y la capacidad de adaptación de un personaje que parece inagotable cuando va camino de ochenta cumpleaños.



Malaga Hoy

Crepúsculo esmeralda

El volumen recopila algunos de los hitos más importantes de la historia del policía espacial, desde la muerte de Superman al funeral de Jordan


JAVIER FERNÁNDEZ
20 Junio, 2018

'La muerte de Green Lantern'. VV.AA. ECC. 384 páginas. 34,50 euros.

Se dice que los 90 fueron una mala época para el cómic de superhéroes, y no es cierto. Es verdad que durante la segunda mitad de la década de 1980 se publicaron algunos de los títulos más celebrados de toda la historia del género, que autores como Frank Miller y David Mazzucchelli alcanzaron niveles de calidad insuperables, que fueron los años del desembarco en América de una generación irrepetible de escritores británicos (los Moore, Morrison, Gaiman y Milligan, por citar solo cuatro) y que la bonanza del mercado dio paso a un periodo de especulación editorial y una escalada de ventas que poco o nada tiene que ver con criterios puramente artísticos y sí con estrategias comerciales. Pero en los 90 hubo también espacio dentro del género para joyas creativas de primer orden: Los Invisibles, Marvels, Kingdom Come, Enigma, Supreme, etcétera. Esta especie de esquizofrenia ha de mirarse en perspectiva, y da cuenta de la vitalidad de unos años excitantes en los que se alumbraron propuestas tan antagónicas como Spawn y Madman.

En lo que a DC se refiere, y dejando de lado el prestigioso sello Vertigo, que nació y dio entonces sus mejores títulos, a poco que uno rasque se topa con obras de gran calado como el Starman de James Robinson, la JLA de Grant Morrison o El Espectro de John Ostrander, en las que los guionistas son los auténticos protagonistas. Lo mejor de este material va regresando poco a poco a librerías gracias al interés de ECC, que ha encontrado una mina en el pasado reciente de la editorial de Superman y Batman. En esta línea se enmarca el rescate del Flash de Mark Waid, del que se han publicado ya cinco gruesos tomos recopilatorios. El más reciente, Punto muerto, incluye los números 108 a 121 de The Flash, los 9 a 11 de Impulse, el 1 de The Flash Plus y el 1 de DC Universe Holliday Bash, en los que Waid, asistido por dibujantes como Óscar Jiménez, Humberto Ramos o Paul Ryan, sigue enriqueciendo el universo del velocista con una efectiva mezcla de elementos nuevos y tradicionales. La muerte de Barry Allen en Crisis en Tierras Infinitas hizo que el papel de Flash recayese en Wally West, y Waid desarrolló su personalidad con solidez, arropándolo con las aventuras de otros velocistas como Jay Garrick, Johnny Chambers o Jesse Quick, secundarios de lujo para una serie que es puro dinamismo.

De esos mismos años, aunque en un escalón cualitativo inferior, es el Green Lantern de Ron Marz, con quien el manto del policía espacial pasó de Hal Jordan al joven Kyle Rayner. La muerte de Green Lantern recopila algunos de los hitos más importantes de esta larga etapa, comenzando con las postrimerías de la muerte de Superman y terminando con el funeral de Jordan. Además de los episodios de Marz, la recopilación incluye colaboraciones de otros guionistas como Dan Jurgens, Geoff Johns y Karl Kesel, y el apartado gráfico lo completa un elenco de hasta diez dibujantes. Es la oportunidad perfecta para asomarse a un periodo convulso e injustamente valorado que merece una segunda lectura.


Malaga Hoy


viernes, 15 de junio de 2018

SPIROU y El SULFATO ATÓMICO


Jordi Canyissà


Este álbum no es únicamente uno de los mejores del año, sino uno de los mejores de la historia del cómic. Tanto es así que no resulta sorprendente que, en 2012, la prestigiosa revista francesa Lire escogiera QRN en Bretzelburg como el décimo mejor cómic de todos los tiempos, ni que lo calificara como la mejor aventura de la serie protagonizada por Spirou. Su autor, André Franquin, fijó el canon humorístico de la historieta francobelga —y, por extensión, de buen parte de fuera de esas fronteras— y, a pesar de ello, su obra ha pasado excesivamente desapercibida en nuestro país. Un error que la nueva edición integral y comentada de este álbum debería ayudar a corregir. Presentado en páginas de dos tiras para respetar su formato de creación, el libro re- produce con exactitud el luminoso y fértil trazo del dibujante belga, a menudo amortiguado por un uso poco afortunado del color. No es inoportuno recordar que el propio Franquin lamentó el coloreado de algunas secuencias del episodio, con lo que esta edición en blanco y negro tiene algo de justicia poética.

Publicado originalmente entre 1961 y 1963, QRN en Bretzelburg es ante todo una divertida y ágil historieta en donde la aventura y el humor están perfectamente engarzados, desde el prólogo que protagoniza el simpático Marsupilami hasta las páginas que relatan la incursión de Spirou en un hermético país —Bretzelburg— sometido a una permanente escalada armamentística para protegerse del país vecino. Franquin, junto con su guionista Greg, construyen un efectivo relato antimilitarista y denuncian con humor temas nada frívolos: desde la manipulación de los gobernantes por parte de oscuros asesores hasta el enriquecimiento generado por la venta de armas, pasando por el castigo que las dictaduras infligen a su pueblo. Una evocación de la tensión de los años de la Guerra Fría explicada con una comicidad deliciosamente absurda y atemporal. Si Hergé supo plasmar el enfrentamiento de dos países vecinos en El cetro de Ottokar, la causticidad de Franquin y Greg consigue aquí ridiculizar el estamento militar al completo.

QRN en Bretzelburg supone un punto de inflexión para la serie, que entona aquí el fin de su inocencia, al tiempo que marca un antes y un después para Franquin. Gráficamente, el autor ha ido abandonando la claridad de álbumes anteriores como La Máscara para introducir una mayor densidad en sus viñetas y un trazo más barroco y nervioso, que aquí alcanza una saturación gráfica extrema. Las páginas son una enorme demostración de destreza: castillos, trenes, bosques y grutas son dibujados con un detallismo febril, mientras que los personajes adoptan una expresividad inédita. El dibujo de Franquin, tierno y mordiente a la vez, es capaz de elaborar secuencias antológicas como la persecución de los protagonistas en la estación de tren o la batalla campal en la cocina del doctor Kilkil. Su dinamismo es frenético. El álbum es un hito estético con el que cualquier dibujante humorístico de historieta deberá medirse a partir de entonces. Cada viñeta, cada secuencia, sirve como lección de dibujo y de narrativa gráfica. El iconoclasta Marcel Gotlib —uno de los pilares de la revista Pilote— aseguraba haber aprendido a dibujar leyendo esta historia y sostenía, nada más y nada menos, que la segunda y muy discreta viñeta de la plancha 15.a era la mejor de toda la historia del cómic porque gracias a una gestualidad adecuada lograba sugerir un mensaje inequívoco aunque implícito.

Fuera del ámbito francófono, QRN en Bretzelburg ejemplifica mejor que ningún otro álbum el impacto que el cómic francobelga tuvo sobre la tradición historietística española y, más concretamente, sobre la llamada escuela de Bruguera. A partir de 1968, la célebre editorial en donde publicaron Francisco Ibáñez o Manuel Vázquez tomó esos álbumes de cuidada factura como modelo para renovar el estilo de sus series más conocidas. El caso más claro es la primera aventura larga de Mortadelo y Filemón, El sulfato atómico, cuyos puntos de contacto con QRN en Bretzelburg saltan a la vista. El país que visitan los dos detectives de la TIA, Tirania, es un trasunto de Bretzelburg: las casas, los uniformes de los soldados, los coches de lujo o los autobuses desvencijados, recuerdan inevitablemente a la aventura dibujada por Franquin, de quién también toma la idea del sulfato —vista en El prisionero de los 7 budas— aunque añadiéndole una vis cómica endiablada. La influencia, reconocida por Ibáñez, se explica también por las imposiciones editoriales de la época, por la obligación de producir muchas páginas en muy poco tiempo y por de la necesidad de apoyarse en documentación gráfica, que no era fácil de conseguir antes de la llegada de Internet.

En la historia personal de André Franquin, la gestación de QRN en Bretzelburg está marcada por la fricción con su editor —que le obligó a cambiar el guión con el episodio en marcha— y por el bloqueo sufrido a mitad del álbum, cuando se sintió incapaz de seguir dibujando y tuvo que abandonarlo durante quince meses. Milagrosamente, el resultado final no se resiente de esos problemas, aunque acabarán provocando que Franquin abandone la serie para dedicarse exclusivamente a Gastón Elgafe, una obra más personal. Los comentarios a pie de página del periodista y crítico Hugues Dayez ayudan al lector a conocer estos y otros detalles de una obra por fin editada con el cariño y el rigor que los clásicos merecen.




QRN en Bretzelburg Franquin y Greg
Dibbuks Bélgica
Rústica
136 págs. Blanco y Negro

Obra relacionada

La máscara André Franquin
(Dibbuks)
El sulfato atómico Francisco Ibáñez
(Ediciones B)
Aquiles Talón Greg
(Trilita Ediciones)
Gastón Elgafe André Franquin
(Norma Editorial)



COMICS ESENCIALES 2017
Un anuario de ACDCCOMIC & JOTDOWN
primera edición abril 2018