jueves, 19 de abril de 2018

Bill Sienkewicz: “Mi meta ha sido lograr un mayor respeto artístico para el tebeo”

Ka-Boom se sienta con el mítico ilustrador que creó 'Legión' para hablar del proceso creativo tras sus rompedoras viñetas

Doble página de 'Elektra assassin', obra maestra de Bill Sienkewicz.

ÁNGEL LUIS SUCASAS
Madrid 5 ABR 2018

Si hubiera que definir a Bill Sienkewicz (Blakely, Estados Unidos, 1958) con una palabra, la mejor probablemente sería inusual. Le sienta mejor que bizarro o extraño porque lo que hace no siempre es extraño. Pero sí es inusual. Contracorriente. Innovador, por más que esa voz haya perdido el respeto de aquel que ame las palabras.

Este legendario ilustrador del tebeo, que lleva décadas reinventándose con los guionistas más reputados de cada época y abordando cualquier tipo de historia, está últimamente en el candelero gracias a que un personaje de su invención, el hijo de Charles Xavier Legión, se ha hecho famoso en la tele. Pero la huella de Sienkewicz dura mucho más que un efímero clickbait. Su huella habla de la consolidación del tebeo como arte complejo y libre de ataduras, como vía de expresión genuina y plural, amiga de cualquier tipo de retorcimiento de sus supuestos preceptos o lugares comunes.

En la charla que mantuvo con Ka-Boom en la pasada Heroes Comic-Con de Madrid, Sienkewicz hizo un poco de Roy Batty. Brilló con enorme y fugaz intensidad durante la breve tertulia. El rastro luminoso de sus palabras y entusiasmo se encuentra bajo estas líneas.

Pregunta. ¿Cuál es el primer recuerdo que guarda de dibujar?

Respuesta. El primer recuerdo probablemente fuera el momento en el que me di cuenta de que lo que podía hacer era distinto a lo que otros niños podían hacer. Recuerdo mis primeros intentos en las paredes con el carmín de mi madre. Recuerdo también las ceras de colores. Recuerdo dibujar a los Beatles cuando tocaron en el programa de Ed Sullivan, en 1964. Recuerdo haberme fijado en que John Lennon se alzaba sobre sus piernas separadas. Aunque los dibujos no eran buenos, me recuerdo ya capturando detalles físicos de las posturas y gestos de las personas que retrataba. Pero eran dibujos para mis padres y para mí.


El artista Bill Sienkewicz.

Cuando fui a la guardería, dibujé un esquimal, lo que yo me imaginaba que era un esquimal. Figura completa, silueteando el anorak, las botas reforzadas. Lo hice con ceras de colores en un periódico usado. Todos mis amigos me preguntaron: “¿Cómo lo has hecho?”. Y yo les contesté: “¿Qué queréis decir? ¿Esto no lo hace cualquiera?”. Yo pensaba, honestamente, que todos los niños sabían dibujar como yo. Y tengo que admitir que al darme cuenta de que no era así, que tenía un don, me gustó la sensación [risas].

P. Cuando se tiene un talento natural, es muy difícil saber que es un talento, precisamente porque es natural.

R. Es eso. Es algo a lo que estás acostumbrado. Pero también como niño el ser el centro de atención, gusta. Incluso con cinco años, aunque no sabía por qué, me gustaba ser el centro de atención de los adultos y los otros chicos por lo que hacía con unas ceras. Los tebeos y el dibujar son una herramienta muy interesante de comunicación. Se saltan la barrera de cualquier lenguaje.

P. Como la música, es un lenguaje universal.

R. Absolutamente.

P. Viendo su trabajo… Me pasa como me pasa con Dalí, con Dave McKean, con Picasso… Me siento dentro de un sueño. ¿Son los sueños algo importante para sus visiones y para las técnicas tan extrañas con las que las plasma?

R. No sé si alguna vez he racionalizado por qué hago determinadas cosas en mi obra. Mayormente, es algo inefable. Como un ritmo improvisado de una jam de jazz. O como un sueño, como has dicho tú. Lo cierto es que la obra en sí me dice cómo quiere ser hecha. Por ejemplo, estoy trabajando en algo a color y de pronto es la obra la que dicta que tiene que ser en blanco y negro o que debería hacerla como collage.

Una página del segmento de 'The Sandman: Endless Nights' ilustrada por Bill Sienkewicz.

Hablando de mi trayectoria como dibujante de cómics, creo que lo marca un poco mi diferencia es lo influenciado que estaba por las bellas artes, el diseño gráfico e incluso la moda. Quise llevar todas esas influencias que me fascinaban a mis viñetas. Y hay otras cosas… Mi padre quería que tuviera un trabajo de verdad, así que me enseñó a cómo ejecutar instalaciones eléctricas. De hecho, llegué a trabajar como electricista en platós televisivos. Ese conocimiento de los circuitos eléctricos también lo integré en mi arte. En definitiva, mi objetivo, para el que me encontré cierta resistencia, era lograr un mayor respeto para el tebeo como medio de expresión y que, en consecuencia, su atractivo fuera más amplio y diverso, que el público fuera más diverso. Viendo cómo ese enfoque influyó en artistas como Dave [McKean], que luego se convirtió en un maestro de lo suyo. En fin, que me enorgullece mucho y que me reafirma en lo que creo sobre el cómic: que aguanta lo que quieras tirarle.

Así que, sí, volviendo a la pregunta, es un poco como crear entre sueños. Pero también volver a la academia, a estudiar a los maestros y a la vez estar al tanto de lo último en tecnología. Porque esto es como ser ducho en muchas lenguas. Cuantas más técnicas conozcas, más puedes mezclar. Así que hay una pizca de magia y una pizca de trabajo duro. Bueno, en realidad de trabajo duro hay mucho más que una pizca [risas]. Por ejemplo, yo estudié anatomía al nivel de un médico, como si estuviera haciendo una tesis sobre el tema. Ya he olvidado más nombres de lo que recuerdo, pero la imagen de cómo todos los tejidos humanos se interconectan, la conservo. Eso sí, cuando estás frente a la página en blanco, te tienes que olvidar de todo y seguir tu instinto sobre lo que se siente adecuado. Conectar con la gente a un nivel subconsciente.

P. Así que hay una fusión entre el conocimiento…

R. Y lo onírico… De hecho, me cuesta mucho analizar qué siento ante mi propio obra. Si veo la reacción del público, me encuentro con extremos. Gente que ama mi obra y gente que la odia. Pero creo que prefiero esas reacciones antes que la apatía. Porque la apatía la odio. Yo lo que creo es en la pasión.


P. Cuénteme algo de ese París que preparan usted y la escritora Kelly Sue DeCornick en Parisian white. ¿Qué abordaje estético piensa darle?

R. Pues eso es lo que estoy intentando descubrir. Me interesa muchísimo ese periodo, el parís de los años veinte. Fue un momento de florecimiento increíble de todas las artes. También estoy pensando mucho en el concepto de exageración. Creo que el tono va a ser más de cómic europeo que de americano. Aunque estemos en el París de los años 20, creo que va a ser mi París de los años 20. Habrá cosas documentadas y habrá fantasía. Además, los artistas de esa época, de los pintores a los escritores, eran todos soñadores. Creo que va a ser su propio mundo contenido, creo que es lo que me pide esta obra.


El Pais








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