miércoles, 20 de septiembre de 2017

Hugo Pratt CORTO MALTES


Ricardo Vigueras
 Norma Editorial

Como ya está dicho casi todo sobre Hugo Pratt, supongamos que una vez pudieron haberse encontrado Popeye el Marinero y Corto el de Malta en una tabernucha veneciana: humo de tabaco áspero, música de acordeón somnoliento, copas que van, copas que vienen, copas que se quiebran. Declina la tarde y el local apesta a colillas y perfume barato. Huele a desintegración y enredadera.
Sentado a la pequeña mesa se encuentra el de Malta. Ni bebe ni fuma. Su característico pendiente oscila, curiosamente contoneado por una razón desconocida.

Desciende tuerto y pesado el Marinero las escaleras que llegan durmiéndose desde el puerto. Está a punto de resbalar en el último escalón, gastado y grasiento.Se sienta frente al de Malta y pide de beber. Guardan ambos silencio, pues se conocen de viejo, y los protocolos y pamplinas los entienden a su modo aventurero. Beben con sequedad y miramientos; en la boca del Maltes, la sombra de su nariz afilada parece la corbata de una sonrisa más o menos complicada.

- ¿Cómo vienen las cosas.Pop? -pregunta el de Malta.
- Mal -rumia el Marinero- Estoy cansado de no reconocerme en el espejo por las mañanas. ¡Y todas esas espinacas...! Nunca supuse que llegaría a odiarlas tanto.
La vida es dura. Los héroes sí lo saben.
-Bueno, Pop, tú al menos mantienes el tipo, aunque sea con tiralíneas. Recuerda lo que le pasó a Ben Bolt.
Guardan un minuto de silencio, y luego sabe el Marinero que tiene que parecer cortés.
- ¿Qué tal anda el viejo?
- Todavía libra su guerra -responde el de Malta
con una sonrisa ambigua, gastada por la pose, pero eficaz-. Comprenderás,
Pop, que ya no es el que fue, ya no tiene ese nervio y esa garra, se ha vuelto acomodaticio, y ya no husmea por los desvanes ni revienta baúles que no llevan su nombre para hurgar entre secretos que no le pertenecen, con las manos sin lavar de tinta... Ahora sueña demasiado, sus propuestas oníricas y sus audacias son más propias de un dilettante que de un soñador... Pero todavía tiene toda la bendita risa y las manos largas... Con el tiempo nos hacemos blandos, Pop, también a tí te ha pasado.
- ¡Vale, larguirucho! ¡Pero al menos tus álbumes son cada vez más blandengues, y tus cortas patillas se comercializan a precios cada día más elevados! Bien es verdad que son bonitos, pero... ¡qué precios.Cristo! Tengo el último en casa, ya lo creo, y te doy la razón: ¡No pasan en balde los años, aunque pasen con cortesía!¡Qué prólogos más bien dibujados! Lo compré la otra tarde, pero me quedé sin blanca, y ya no pude visitar a esa muchacha coja del jardín demás arriba, esa de la sonrisa tan bonita... No sé si tu... Da igual, Corto, da lo mismo...
El de Malta enciende un pequeño puro antes de volverse amable del todo.
- ¡Venga, Pop! ¿Qué tal la familia?
- Bien, ya sabes... - la cuenca del ojo le vibra como si dentro tuviese una cucaracha loca - Todos al pie del cañón, pero ya nunca volvió a ser lo mismo, tu ya me entiendes.
El Marinero se levanta para despedirse pero antes mira muy serio al de Malta.
-El mundo está cansado, Corto, y me parece que nosotros también. Buenas noches, Corto, que cuando duermas tengas felices sueños.
El Marinero se marcha contoneando sin malicia su culo carrilludo, bastante más caído que en los buenos viejos tiempos. El de Malta le ve remontar las escaleras y cruzar de nuevo la boca de la boba puerta. Sonríe para la galería, como siempre.
El, al menos mantiene todavía su dignidad, pero ¿Qué ocurrirá cuando la dignidad lo abandone? En efecto, el mundo esta cansado. Buenas noches. Buenas noches.





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