sábado, 29 de julio de 2017

Toda la rabia de un dibujo


La imagen, ya saben, vale más que mil palabras. Y así podemos argumentar que los dibujantes e ilustradores han contado más historias que muchos escritores.

Desde Antiguo se narra con imágenes. Me gusta, particularmente, la Nueva York de finales del siglo XIX, cuando la ciudad se convertía, por la inmigración global, en una de las ciudades más cosmopolitas del mundo, y en ese Babel de lenguas, fueron los humoristas gráficos, a través de la prensa, quienes consiguieron narrar las historias de la ciudad, poner rostro a los políticos que buscaban los votos de quienes llegaban y explicarles las acciones los legisladores (normalmente acciones delictivas).

Normalmente la dificultad es encontrar una gran capacidad de abstracción y síntesis. No andamos sobrados de espacio, y a día de hoy, arrancar una sonrisa, o incluso enarcar una ceja, hacernos parar un segundo requiere sangre y sudor.

Y a pesar de todos los contratiempos, negaciones y apuros económicos, ilustradores, dibujantes y gentes de mal vivir, continúan luchando. Y no es una expresión metafórica, literalmente, luchan. La simbología del dibujo, la expresión gráfica y lo que suele representar ha sido atacada regular y constantemente junto a cualquier otra forma de libertad de expresión. Y eso es algo impresionante.

Tampoco hace falta una radicalización total, también es una lucha el espacio en los medios, espacio vital para contar, narrar, mostrar. Es curioso como la existencia de una red global que permite verlo todo ha restringido muchos otros medios. La constante falta de escrúpulos, a la hora de apropiarse de ideas o simplemente negarse a pagar un trabajo (también hay que comer).

Tan solo es la rabia de un dibujo.



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