miércoles, 14 de junio de 2017

CLASICOS DEL COMIC-BOOK


También el formato comic-book tiene sus auténticos clásicos. Os ofrecemos a continuación una selección de tres obras nacidas al abrigo de la creatividad de la década pasada, fruto de un especial cúmulo de circunstancias que logró consolidar esta época como una de las más vigorosas etapas artísticas que ha vivido dicho formato. 

CAPITÁN MARVEL: LA SAGA DE THANOS
Friedrich-Starlin

¿Qué da origen a los héroes legendarios? ¿Pequeñas escaramuzas en las que destacó un líder avispado o habilidoso? Un Roldan, un Cid, un Guillermo Tell, un Francis Drake... Los héroes de muchas historietas de aventuras se basan en la figura del héroe legendario, del lider solitario e indestructible con una punta de humanidad. En los cómics de superhéroes esa figura se distancia de la realidad y pierde su humanidad por que el héroe es representante/defensor de toda la humanidad. Así el superhéroe pasa a ser una figura mitológica a la vieja usanza y su referente es la mitología olímpica clásica, la mitología escandinava o la mitología cristiana del ciclo arturiano -o sea, que se inspiran en Zeus, Odín o el Santo Grial- La partícula de humanidad del héroe legendario es un estorbo para los autores de las sagas épicas superheróicas. El humanismo que adoptan los superhéroes es pura fachada.


Estos dos modelos eran los habituales en las historietas comerciales hasta que un día apareció el señor Jim Starlin. A este autor de cómics de superhéroes no le van los modelos mitológicos clásicos, a él le va algo más grande... algo cósmico. En las historias de Starlin la búsqueda de una cosmología que explique el sentido de las cosas en un universo de papel es casi, casi una obsesión -el Capitán Marvel, su primer gran personaje, vivía aventuras entre las estrellas, Warlock buscaba el equilibrio entre el caos y el orden universal y Dreadstar se vio envuelto en una lucha entre una concepción religiosa y una laica de la vida en el cosmos-. Este objetivo convierte las historietas de Starlin en un producto muy pretencioso, a menudo pedante, pero hace de él un autor atípico y desconcertante. La saga de Thanos, realizada en 1973 con la ayuda de Mike Friedrich en el guión, fue el primer intento de Starlin de alcanzar esa categoría de autor cósmico. Empezó transformando al Capitán Marvel en algo más que un superhéroe representante de la humanidad. Le dio una conciencia cósmica que le permitía ser uno con el Universo y defender la vida universal. Tamaño héroe necesitaba un buen villano y se inventó un malo amoral, un tipo casi tan poderoso como Galactus, pero más presente en el incosciente colectivo de los lectores que ese come planetas de quince metros. Así nació Thanos, una adaptación de Tánato, el genio alado que personificaba a la muerte en la antigua Grecia, El objetivo de Thanos no es la conquista del mundo o el Universo como suele ser habitual en estos relatos. Lo que él persigue es llegar a ser amante de la muerte -a la que Starlin personifica como mujer encapuchada, al estilo romántico del siglo XIX- y para lograrlo necesita eliminar a las formas de vida del cosmos. El instrumento que le permitirá llevar a cabo este magnicidio es el cubo cósmico. El cubo en cuestión fue un invento de Stan Lee para el Capitán America que Starlin le iba que ni pintado. Según especialistas en simbología como Chevalier y Cheerbrant el cubo es tenido por símbolo de estabilidad y de la totalidad terrena y celeste, finita, lo de aquí abajo y lo de arriba. Ade-más, el cubo de Stan Lee permite convertir los deseos en realidad En resumen, la Saga de Thanos es la lucha del Capitán Marvel y otros superhéroes por el control del cubo cósmico, la defensa de la vida frente a una aparatosa cultura de la muerte que, por una vez tiene algo de gracia. Por cierto, el estilo de Starlin es tan propio de los años 70 que tiene un sabor añejo inconfundible.

Green Arrow por Neal Adams


GREEN LANTERN / GREEN ARROW
O'Neil - Adams
¿Quién se acuerda de los 60? Si uno se fija en los peinados, los pantalones y los vestidos floreados de Marta Sánchez y su ejercito de imitadoras diríase que todo el mundo, pero ninguna de estas gentiles muñequitas es capaz de recordar a Martin Luther King, la Guerra Fría, Vietnam, el Muro de Berlín, el Pop Art o el significado de los movimientos Beat y Hippy. Qué le vamos a hacer. Olvidar, o recordar únicamente lo ridículo, parece ser el signo de los tiempos que corren. La historieta no escapa a esta tendencia de la decadente post-modernidad de fin de siglo y los editores nos inundan con reediciones de clásicos de todos los géneros. ¿Lo hacen con la intención de acercarnos a las fuentes de la mejor historieta? No podría asegurarlo. Más bien, se diría que hay una fuerte intención comercial: explotar material antiguo gracias al nombre de los autores o el personaje. El problema reside en la dificultad del lector medio para situar ese producto de hace 25, 20 o 15 años en su contexto y poder apreciarlo en lo que vale. En el caso de los dos superverdes de la D.C., Green Arrow-Green Lantern (Flecha Verde-Linterna Verde), la cosa es complicadilla. O'Neil y Adams elaboraron un producto a caballo entre los 60 y los 70. De los 60 adoptaron el pacifismo, el ecologismo, el anti-racismo, el feminismo... y de los 70 el inicio de la crisis económica y el problema de la droga. La serie tuvo breve vida, pero el hecho de implicar a superhéroes en los temas conflictivos del momento les dio fama y fortuna. Hoy día la lectura de las aventuras del flechas y el linternas contra el racismo de los USA, la contaminación del planeta y su desconcierto por la lucha generacional y la emancipación femenina de Canario Negro -la novia del flechas- puede provocar la impresión de que es un producto oxidado, pero hay que tener en cuenta que responden a la mentalidad de una sociedad a la que los superhéroes daban la espalda, de ahí su importancia como historieta clásica.

Green Lantern por Neal Adams.

Lo duro es tragarse los diálogos de O'Neil, suenan a: Soy un gran escritor de cosas serias, cuando resulta que los guiones son confusos. La sucesión de algunas secuencias no se ve por ningún lado. Los  encadenamientos  responden a ritmos dignos de un ataque de hipo. Claro que el dibujo es otra cosa, es Neal Adams en su mejor momento. Las prespectivas, las angulaciones, los cuerpos en movimiento, la creación de paisajes y mundos fantásticos... son una maravilla. Si pasamos por alto su tendencia al collage, habitual en el Pop Art, en el tema del montaje nos encontramos con uno de los pocos dibujantes realistas de los últimos treinta años verdaderamente virtuoso. Y esto si que es historia.

LA SOMBRA DE BATMAN
Rogers - Englehart

Los procesos creativos son algo desconcertante. Hay artistas que parecen hijos de la genialidad y su obra nos resultó apabullante desde el principio hasta el final de su carrera, en otros casos la calidad es fruto de un esfuerzo de progresión constante que lleva al artista a evolucionar de peor a mejor y en algunas ocasiones el artista vive inmerso en una gris mediocridad en la que brilla únicamente por un breve instante. Englehart y Rogers pertenecen a la última categoría. El primero revolvió las entrañas de la Marvel de los 70 con su atormentado Capitán América. Consiguió hacer del chico-bandera un hombre en crisis que descubre que el fascismo esta en casa. Tan cerca, tan cerca que incluso el presidente de los USA esta implicado. También se mostró brillante con Los Vengadores y Los Defensores, pero desde entonces parece el último de la fila. Con Rogers tanto monta, monta tanto. Dio lo mejor de si mismo en los 70 y lo mejor fue el Batman de Detective Comics con guiones de Englehart. El suyo es un Batman enérgico que disfruta con su trabajo, no sufre pesadillas haciendo de justiciero y es consciente del sacrificio personal que implica ser superhéroe. Aunque muchas cosas se le escapan de las manos, no controla los hilos de la madeja. Tanto es así que el nexo de unión de todos los episodios -la muerte del doctor Strange y su reconversión en fantasma vengador de si mismo- le pasa desapercibida. El gran villano de la saga es un personaje que no tiene desperdicio. Pe-se a la presencia del Joker, Pingüino o Deadshot, enemigos tradicionales de Batman, ninguno logra transmitir la sensación de peligrosidad, corrupción y perversidad del político populista Rupert Thorne, el hombre que quiere deshacerse del héroe para manosear más, sí cabe, en los asuntos sucios de la ciudad. Pese a lo que pudiera entenderse por estas líneas Thorne no se asemeja a Kingpin o al nuevo Luthor, no tiene comparación. Es tan simplemente vulgar, con su gordura, su calva, sus horribles chalecos y apestosos puros, que nuestra imaginación lo identifica rápidamente con los cientos de Juanes Guerras que abundan en toda democracia.






Para rematar el conjunto hay que reseñar el papel de la chica: Silver St. Cloud -mi chica-Batman preferida-Es una esas raras ocasiones en que entiendes porqué un personaje femenino, de historieta, es capaz de seducir al protagonista. Silver enamora a Bruce Wayne, pero quiere a Batman, el héroe uniformado, y el lector descubrirá que esta paradoja es creíble gracias al respeto con que Englehart trata los sentimientos y la inteligencia de su creación femenina. Y para no desmerecer al guionista Rogers y Austin se dejan la piel. Rogers se concentra en las atmosferas, se palpa el esfuerzo por ajustar los ambientes a los situaciones y crear decorados que sorprendan al lector, la pelea de Batman y Deadshot sobre una máquina de escribir gigantesca y del héroe y Joker entre las vigas de un rascacielos son buena muestra de ello. La narración se basa en un montaje fragmentado en pequeñas viñetas.que hace hincapié en los planos detalle de los objetos y en los primeros planos de los protagonistas. El estilo es algo geométrico, pero no resulta tan frío como la evolución posterior que ha llevado a bodrios como Estela Plateada. Terry Austin también se gana el sueldo. Mezcla hábilmente tramas mecánicas y manuales y Rogers y él convierten las onomatopeyas en efectos gráficos mucho antes que Simonson o Chaykin, claro que a esto no es ajena la psicodelia de los 70. En definitiva, un clásico recuperable no sólo por la estética, sino por la historia.
■ Josep Rom.


 Krazy Comics Nº19. Abril 1.991. Editorial Complot, Barcelona.



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