lunes, 22 de mayo de 2017

YO, DIBUJANTE DE COMICS Will Eisner

Ya de crío me interesaba por los cómics. Y eso que entonces escaseaban; no es como ahora que se los ve por todas partes. Me gustaban los dibujos y también las historias que se contaban. A decir verdad, yo me creía más capacitado para escribir que para dibujar.

No fue hasta finales del 39, que el Register-Tribune Syndicate se interesó por mí. Me encargué de un cómic de 16 páginas, 8 de las cuales corrían de mi cuenta, tanto en lo que hacia respecto a los dibujos como al texto. Las restantes 8 páginas se las disputaban dos personajes: Mr. Mystic y Lady Luck. Me puse en contacto con Bob Powell para que me dibujara Mr. Mystic, mientras que Lady Luck corrió a cargo de Chuck Mazoujian, excelente dibujante. Pero los textos eran cosa mía o de un guionista contratado por la casa.

Jerry Iger y yo formamos la Eisner and Iger Corporation, que yo abandoné para dedicarme por completo a hacer The Spirit, y el caso es que le vendí a Jerry Iger mi 50% de la sociedad, y en dicho 50% iba incluido todo, hasta Sheena, que era una creación mía, así como un buen montón de personajes. Pero yo colaboraba con los mejores profesionales: Lou Fine, Bob Powell, Chuck Mazoujian y otros dos más. Formábamos un equipo que iba a sacar adelante no solo The Spirit, sino cualquier otro cómic, pues contábamos con la colaboración de "Busy"Arnold, que estaba a la cabeza del Quality Comic Group.

Se ha dicho que me he inspirado en el cine o en las narraciones cortas para conseguir mis personajes. Una cosa es cierta: Tanto las películas como los relatos me han influido mucho. Por ejemplo, los cuentos de O. Henry, Bierce y Maupassant, pero hay que tener en cuenta que por los años 30 estas narraciones estaban en boga. En resumen, que las películas me influenciaron, porque veía todas las que podía. Los relatos y cuentos también, pues los consumía en cantidades masivas. Y luego había una tercera influencia que no era de desdeñar: mi experiencia, que contagiaba todos mis trabajos. En realidad, basta con ver mis historias para saber la clase de influencias que he recibido. Las películas que más me gustaban eran las de Orson Wells, pero la verdad es que entonces apenas entendía de directores. Me tragaba todas las películas que me ponían por delante algo así como se tragan ahora los programas de televisión. Es curioso, para mucha gente, los artistas del cine y de la tele son de verdad, y cuando se les mueren, se ponen de muy mal humor, como si se les hubiera muerto un familiar.

Creo haber colaborado con los grandes del cómic. En este momento recuerdo a Jack Kirby, Jules Feiffer y a Wally Wood. Parece ser que mi encuentro con Jack Kirby ha sido uno de esos que suelen llamarse providenciales. Pero, ahora puedo decirlo. Al principio no se llamaba así, ni era tan famoso. Aunque otro tanto puede decirse de mí.

A Jules Feiffer le conocí terminada la guerra, cuando se presentó un buen día en mi oficina de Wall Street. Me dijo que quería trabajar y que no le importaba a qué precio. Al principio empezó con trabajillos de poca monta, pero no tardó en revelarse como un guionista de primera. Y en cuanto a Wally Wood, debo decir que no llegó a formar parte del equipo, pero colaboró con nosotros, y muy bien. Era lo que nosotros llamamos "a freelancer". Por aquel entonces yo andaba metido en el asunto de la American Visuals Corporation y no daba abasto. Estaba considerando la posibilidad de dejar Spirit, cuando se presentó Wally, que se encargó de cuatro o cinco episodios.


Terminé con Spirit en 1952, y el caso es que en los 15 ó 20 años siguientes permanecí, por decirlo así entre bastidores. Es que me metí en negocios. Estaba al frente de una compañía educativa, y pasaba el tiempo desarrollando ideas para el lanzamiento de cómics desde un punto de vista comercial. Considero que hay dos niveles dentro del cómic: Uno aspira a distraer, a divertir a pasar el rato, y el otro a instruir. Al menos, eso me parece. A cualquiera que se dedique a los cómics en los Estados Unidos, suele ocurrirle que tarde o temprano se encuentra con Jim Warren. Lo digo porque eso también me pasó a mí. Warren quería sacar una historia de Spirit en su Eerie o en su Creepy, pero me negué. O lo sacaba aparte, como una revista independiente o nada. Y así fue.

Me han preguntado muchas veces qué pienso del color. Y siempre he contestado lo mismo:  Que no me parece esencial. Más aún: El color llega a suprimir ciertos efectos. Antes he hablado de un nivel de cómics que aspira a distraer. Pues bien, yo diría que dicho nivel se divide a su vez en otros dos niveles. Primero, el cómic como experiencia sensual, de los sentidos, y segundo, el cómic que cuenta una historia, usando de los dibujos como de un lenguaje. En este último se nota un equilibrio muy delicado entre la historia o texto y los dibujos. Volviendo a Spirit, que tanto parece gustar, habré escrito cosa de 250 episodios, de los cuales se han reimprimido ya unos 170. No sé qué va a pasar con Spirit. Puede que escriba más historias y puede que no. Es lo mismo que preguntarle a un candidato si piensa presentarse a las próximas elecciones. No hay por qué correr tanto. Además, ahora estoy metido en cosas nuevas, que me apasionan, y que creo que pueden alcanzar tanto éxito como Spirit. Ya veremos.








Publicado en Ilustración COMIX Internacional Nº1, TOUTAIN EDITOR, S.A., año 1.980, Barcelona

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