Este año rebosa de homenajes a Dalí por el centenario de su nacimiento. Entre la avalancha, el documental 'Dimensió Dalí', que se estrena en septiembre, llama poderosamente la atención sobre una cara menos conocida del genio. Tras sus excentricidades late a menudo una visionaria pasión científica. Por Monica G. Salomone.
En 1948, un ya famoso Salvador Dalí y el fotógrafo estadounidense Phülipe Halsman pasaron un día entero trabajando en una foto. Con ellos en la habitación había varios ayudantes del fotógrafo y su esposa Ivonne, además de tres gatos. La foto en cuestión debía congelar a Dalí saltando y a los gatos en el aire tras haber sido arrojados por los asistentes. Debían aparecer también en suspensión una silla, dos cuadros de Dalí, un taburete, un caballete y agua, lanzada al aire en el momento preciso. Halsman disparaba, revelaba en un cuarto oscuro mientras los demás consolaban a los gatos y volvía a por un nuevo disparo. Según ha contado el propio fotógrafo, la imagen ansiada, que se tituló Dalí Atómico, costó 28 intentos y 6 agotadoras horas de trabajo. Pero es que Halsman y Dalí sabían muy bien lo que querían. Los elementos en suspensión representaban nada menos que las fuerzas de repulsión entre electrones y protones en un átomo, y los gatos eran un guiño sólo comprensible para los físicos de la época, inmersos en una de las revoluciones científicas más importantes y complejas de la historia de la ciencia. Dalí Atómico es uno de los ejemplos más conocidos de la relación de Dalí con la ciencia, pero no el único. Un documental que se estrena el 15 de septiembre en el Fórum de Barcelona titulado Dimensió Dalí explora esta faceta del artista menos conocida por el gran público. Las frases epatantes del personaje Dalí ocultaban a un intelectual fascinado por los descubrimientos científicos, que incluso entabló relaciones estrechas con algunos de los matemáticos y físicos más importantes del siglo pasado.
Salvador Dalí nació el 11 de mayo de 1904. Exposiciones y actos en España, Estados Unidos, Italia y Países Bajos celebran en 2004 el Año Dalí con ocasión del centenario. Pero pocas actividades resaltarán que, con 25 años, Dalí ya leía con pasión textos científicos de alto nivel, que para muchas de sus obras consultaba personalmente a matemáticos o que invitó a comer a uno de los descubridores de la estructura en doble hélice del ADN, James Watson. Cuenta el propio Watson en el documental cómo fue a visitarle al hotel Regis, donde residía Dalí en Nueva York, y le escribió una nota "que decía algo así como: el segundo hombre más brillante del mundo quiere conocer al primero", y que el pintor bajó en diez minutos.
"Creo que no es exagerado decir que la ciencia era para Dalí una obsesión tan importante como lo fue Gala", señala Joan Úbeda, productor de Dimensió Dalí, realizado por Mediapro. "Realmente le producía un inmenso placer leer ciencia y hablar con científicos". El documental es el resultado del trabajo de dos años, gran parte de ellos dedicados a investigar. Además de bucear en los archivos y en Internet, el equipo viajó por Europa y Estados Unidos siguiendo pistas a veces insospechadas, y nada obvias. "Nos dimos cuenta de que Dalí fabulaba mucho, así que decidimos que no podíamos fiarnos de nada hasta haberlo comprobado nosotros mismos", explica Úbeda. "Al final desvelamos que detrás del clown hay un factor muy importante que da otra perspectiva sobre el personaje. Es que en el caso de Dalí su personaje es su propio enemigo. Él decía: 'El cáncer nos hará inmortales', y la gente se lo toma como una boutade cuando en realidad está haciendo referencia a un hecho científico. Hace 30 años, Dalí ya estaba fascinado con el ADN".
No se trata, sin embargo, de mostrar a un sesudo Dalí enfrascado en las ecuaciones. El artista aparece más bien como un buscador de inspiración en las más modernas ideas científicas. "En el trabajo de Dalí hay siempre una mezcla de un montón de discursos diferentes, en torno a la morfología, la biología, la física, el psicoanálisis (...). Diría que es una inmensa mezcla de una gran cantidad de lecturas", explica el historiador del arte Gavin Parkinson, uno de los pocos que han analizado el gusto de Dalí por la física.
SALVADOR DALl. FUNDACIÓN GALA-SALVADOR DALÍ. VEGAP, MADRID, 2004 I FRANCE PRESS / MEDIAPRO
El documental muestra cómo algunos de los más famosos iconos dalinianos proceden de esa amalgama de conceptos científicos, digeridos de una personalísima manera. Están, por ejemplo, los relojes derretidos de La persistencia de la memoria, pintado en 1931. Los expertos los interpretan como un símbolo de la irrelevancia del tiempo para el pintor, especialmente cuando pasaba largas temporadas con Gala en Port Lligat. ¿Están los relojes inspirados en la teoría de la relatividad de Einstein? En Dimensió Dalí, el Nobel de Química Ilya Prigogine -uno de los padres de la teoría del caos, muerto el año pasado- cuenta cómo le formuló esa misma pregunta al propio Dalí. Se sabe que Einstein es una influencia decisiva para Dalí. Como afirma Parkinson en el documental, "Dalí estaba entusiasmado con la teoría de la relatividad porque parecía ofrecer al surrealismo la noción de que lo real no es reducible simplemente a un flujo temporal unitario". Sin embargo, la respuesta de Dalí a Prigogine es sorprendente: no hay inspiración relativista en los relojes; sólo la visión sugerida por unos pedazos de queso camembert derritiéndose bajo el sol de agosto, en 1931.
Tal vez la semilla que plantó la relatividad en la mente daliniana se alimentó de queso camembert para acabar floreciendo una tarde de verano. Lo cierto es que los hallazgos y teorías científicas continuaban su evolución particular en la cabeza de Dalí, de donde emergían transformados. Es lo que pareció ocurrirle con la paranoia. Dalí cuenta en una de las entrevistas rescatadas para este documental cómo fue a visitar a otro de sus ídolos, Sigmund Freud, en Londres, en 1938: "Allí hubo una escena terrible porque yo le enseñé mi cuadro La metamorfosis de Narciso, que le gustó mucho, y me dijo: 'Ahora comprendo cosas que no había comprendido de los surrealistas, yo creía que eran unos borrachos, drogados, y ahora los tomaré en consideración porque este cuadro...'. Y le dije: 'El cuadro no me interesa, yo quisiera que usted leyera mi tesis sobre la paranoia crítica'. Y él volvía al cuadro. Yo volvía a que leyera mi tesis científica (...)". El encuentro, siempre según Dalí, termina con el pintor dando un puñetazo en la mesa y Freud llamándole "prototipo de español" y "fanático".
Unos años antes del encuentro de Dalí con Freud, en 1935, el físico austríaco Erwin Schroedinger propone el experimento mental con un gato que lo hará conocido incluso entre los no físicos. Schroedinger imagina una caja cerrada que contiene un átomo radiactivo, un detector de radiación, un frasco con gas venenoso, un martillo para romper el frasco y un gato; en el periodo de una hora hay un 50% de probabilidades de que el átomo emita radiación, y el dispositivo es tal que, si esto ocurre, el mecanismo que rompe el frasco se activa y el gato muere. Ahora bien, antes de que un observador mire en el interior de la caja, ¿cómo está el gato, vivo o muerto? El sentido común dice justamente eso, que está vivo o muerto, pero la teoría de la mecánica cuántica -y Schroedinger-, que estaba fraguándose en aquellos años, dice que mientras la caja siga cerrada, el átomo radiactivo estará en dos estados superpuestos, el de haber emitido radiación y el de no haberla emitido. Y el gato, por tanto, también está a la vez vivo y muerto -no hay que alarmarse si no se entiende: el propio Eisntein discrepaba de esta visión, y si no fuera porque se ha medido que efectivamente un átomo puede estar en dos estados a la vez, aún hoy seguirían los físicos discutiendo-. El caso es que por el gato de Schroedinger hay gatos volantes en la foto Dalí Atómico.
Superponiéndose (también) con el guirigay científico de la mecánica cuántica llegó la II Guerra Mundial y la bomba atómica. Dalí, deslumbrado por las poderosísimas fuerzas en acción en el interior del núcleo atómico, acuñó la ex-presión "misticismo nuclear". No por casualidad, al fotógrafo Halsman le vino la inspiración para su famosa foto el día después de haber discutido con Dalí su obra Leda Atómica -una de las que aparecen en suspensión en la imagen-. En Leda Atómica, acabada en 1949, Dalí une la física nuclear con el mito de la ninfa Leda poseída por un Júpiter transformado en cisne. Aparentemente, Dalí fue asesorado por el matemático Matila Ghyka para colocar los elementos de su cuadro de forma que quedaran inscritos en una estrella de cinco puntas, una figura geométrica construida empleando el número áureo, que aparece constantemente definiendo formas en la naturaleza y en la arquitectura.
El otro hallazgo que espoleó la imaginación de Dalí no podía ser sino el del funcionamiento del ADN. James Watson y Francis Crick -fallecido el mes pasado-desvelaron en 1953 la estructura en doble hélice de la molécula de la herencia. Con una especie de anticipación visionaria, Dalí decía: "Creo que desde la primera molécula viviente hasta la última, la más excremental, todo se transmite ineluctablemente, genéticamente (...)". Apenas diez años después del descubrimiento de Watson y Crick, Dalí pintó Galacidalacidesoxyribonucleicacid. De nuevo la prolífica amalgama daliniana combina la ciencia con otros elementos, en este caso el religioso. Y es que para Dalí, "la doble hélice demuestra la existencia de Dios". Watson, en cambio, no lo veía así: "Él lo interpretó de una manera; para mí era justo al revés: doble hélice... no necesidad de Dios".
Dalí y los científicos incluso tuvieron su despedida. En noviembre de 1985, Wagensberg organiza un congreso en Figueras en honor de Dalí, donde se reúnen físicos y matemáticos de gran relevancia con artistas y filósofos. Están Prigogine y el matemático Rene Thom, que discuten acaloradamente. Se habla del azar y la naturaleza. Todos saben que Dalí -ya enfermo- sigue las intervenciones por un circuito cerrado de televisión. •
El Pais Semanal Número 1.457. Domingo 29 de agosto de 2004
Dalí, pintando en 1940 "La cara de la guerra". Años después le obsesionó la bomba atómica.
SALVADOR DALÍ. FUNDACIÓN GALA-SALVADOR DALÍ. VEGAP, MADRID, 2004.En 1948, un ya famoso Salvador Dalí y el fotógrafo estadounidense Phülipe Halsman pasaron un día entero trabajando en una foto. Con ellos en la habitación había varios ayudantes del fotógrafo y su esposa Ivonne, además de tres gatos. La foto en cuestión debía congelar a Dalí saltando y a los gatos en el aire tras haber sido arrojados por los asistentes. Debían aparecer también en suspensión una silla, dos cuadros de Dalí, un taburete, un caballete y agua, lanzada al aire en el momento preciso. Halsman disparaba, revelaba en un cuarto oscuro mientras los demás consolaban a los gatos y volvía a por un nuevo disparo. Según ha contado el propio fotógrafo, la imagen ansiada, que se tituló Dalí Atómico, costó 28 intentos y 6 agotadoras horas de trabajo. Pero es que Halsman y Dalí sabían muy bien lo que querían. Los elementos en suspensión representaban nada menos que las fuerzas de repulsión entre electrones y protones en un átomo, y los gatos eran un guiño sólo comprensible para los físicos de la época, inmersos en una de las revoluciones científicas más importantes y complejas de la historia de la ciencia. Dalí Atómico es uno de los ejemplos más conocidos de la relación de Dalí con la ciencia, pero no el único. Un documental que se estrena el 15 de septiembre en el Fórum de Barcelona titulado Dimensió Dalí explora esta faceta del artista menos conocida por el gran público. Las frases epatantes del personaje Dalí ocultaban a un intelectual fascinado por los descubrimientos científicos, que incluso entabló relaciones estrechas con algunos de los matemáticos y físicos más importantes del siglo pasado.
Salvador Dalí nació el 11 de mayo de 1904. Exposiciones y actos en España, Estados Unidos, Italia y Países Bajos celebran en 2004 el Año Dalí con ocasión del centenario. Pero pocas actividades resaltarán que, con 25 años, Dalí ya leía con pasión textos científicos de alto nivel, que para muchas de sus obras consultaba personalmente a matemáticos o que invitó a comer a uno de los descubridores de la estructura en doble hélice del ADN, James Watson. Cuenta el propio Watson en el documental cómo fue a visitarle al hotel Regis, donde residía Dalí en Nueva York, y le escribió una nota "que decía algo así como: el segundo hombre más brillante del mundo quiere conocer al primero", y que el pintor bajó en diez minutos.
"Creo que no es exagerado decir que la ciencia era para Dalí una obsesión tan importante como lo fue Gala", señala Joan Úbeda, productor de Dimensió Dalí, realizado por Mediapro. "Realmente le producía un inmenso placer leer ciencia y hablar con científicos". El documental es el resultado del trabajo de dos años, gran parte de ellos dedicados a investigar. Además de bucear en los archivos y en Internet, el equipo viajó por Europa y Estados Unidos siguiendo pistas a veces insospechadas, y nada obvias. "Nos dimos cuenta de que Dalí fabulaba mucho, así que decidimos que no podíamos fiarnos de nada hasta haberlo comprobado nosotros mismos", explica Úbeda. "Al final desvelamos que detrás del clown hay un factor muy importante que da otra perspectiva sobre el personaje. Es que en el caso de Dalí su personaje es su propio enemigo. Él decía: 'El cáncer nos hará inmortales', y la gente se lo toma como una boutade cuando en realidad está haciendo referencia a un hecho científico. Hace 30 años, Dalí ya estaba fascinado con el ADN".
No se trata, sin embargo, de mostrar a un sesudo Dalí enfrascado en las ecuaciones. El artista aparece más bien como un buscador de inspiración en las más modernas ideas científicas. "En el trabajo de Dalí hay siempre una mezcla de un montón de discursos diferentes, en torno a la morfología, la biología, la física, el psicoanálisis (...). Diría que es una inmensa mezcla de una gran cantidad de lecturas", explica el historiador del arte Gavin Parkinson, uno de los pocos que han analizado el gusto de Dalí por la física.
FÍSICA NUCLEAR. Dalí acuñó el término "misticismo nuclear". En cuadros como éste, "Galatea en las esferas" (1952), los elementos descompuestos y en suspensión son un guiño a la física nuclear.
El documental muestra cómo algunos de los más famosos iconos dalinianos proceden de esa amalgama de conceptos científicos, digeridos de una personalísima manera. Están, por ejemplo, los relojes derretidos de La persistencia de la memoria, pintado en 1931. Los expertos los interpretan como un símbolo de la irrelevancia del tiempo para el pintor, especialmente cuando pasaba largas temporadas con Gala en Port Lligat. ¿Están los relojes inspirados en la teoría de la relatividad de Einstein? En Dimensió Dalí, el Nobel de Química Ilya Prigogine -uno de los padres de la teoría del caos, muerto el año pasado- cuenta cómo le formuló esa misma pregunta al propio Dalí. Se sabe que Einstein es una influencia decisiva para Dalí. Como afirma Parkinson en el documental, "Dalí estaba entusiasmado con la teoría de la relatividad porque parecía ofrecer al surrealismo la noción de que lo real no es reducible simplemente a un flujo temporal unitario". Sin embargo, la respuesta de Dalí a Prigogine es sorprendente: no hay inspiración relativista en los relojes; sólo la visión sugerida por unos pedazos de queso camembert derritiéndose bajo el sol de agosto, en 1931.
Tal vez la semilla que plantó la relatividad en la mente daliniana se alimentó de queso camembert para acabar floreciendo una tarde de verano. Lo cierto es que los hallazgos y teorías científicas continuaban su evolución particular en la cabeza de Dalí, de donde emergían transformados. Es lo que pareció ocurrirle con la paranoia. Dalí cuenta en una de las entrevistas rescatadas para este documental cómo fue a visitar a otro de sus ídolos, Sigmund Freud, en Londres, en 1938: "Allí hubo una escena terrible porque yo le enseñé mi cuadro La metamorfosis de Narciso, que le gustó mucho, y me dijo: 'Ahora comprendo cosas que no había comprendido de los surrealistas, yo creía que eran unos borrachos, drogados, y ahora los tomaré en consideración porque este cuadro...'. Y le dije: 'El cuadro no me interesa, yo quisiera que usted leyera mi tesis sobre la paranoia crítica'. Y él volvía al cuadro. Yo volvía a que leyera mi tesis científica (...)". El encuentro, siempre según Dalí, termina con el pintor dando un puñetazo en la mesa y Freud llamándole "prototipo de español" y "fanático".
Unos años antes del encuentro de Dalí con Freud, en 1935, el físico austríaco Erwin Schroedinger propone el experimento mental con un gato que lo hará conocido incluso entre los no físicos. Schroedinger imagina una caja cerrada que contiene un átomo radiactivo, un detector de radiación, un frasco con gas venenoso, un martillo para romper el frasco y un gato; en el periodo de una hora hay un 50% de probabilidades de que el átomo emita radiación, y el dispositivo es tal que, si esto ocurre, el mecanismo que rompe el frasco se activa y el gato muere. Ahora bien, antes de que un observador mire en el interior de la caja, ¿cómo está el gato, vivo o muerto? El sentido común dice justamente eso, que está vivo o muerto, pero la teoría de la mecánica cuántica -y Schroedinger-, que estaba fraguándose en aquellos años, dice que mientras la caja siga cerrada, el átomo radiactivo estará en dos estados superpuestos, el de haber emitido radiación y el de no haberla emitido. Y el gato, por tanto, también está a la vez vivo y muerto -no hay que alarmarse si no se entiende: el propio Eisntein discrepaba de esta visión, y si no fuera porque se ha medido que efectivamente un átomo puede estar en dos estados a la vez, aún hoy seguirían los físicos discutiendo-. El caso es que por el gato de Schroedinger hay gatos volantes en la foto Dalí Atómico.
En pinturas como 'Corpus Hypercubicus' (1954), Dalí realiza geométricas composiciones que son su particular homenaje a leyes matemáticas que le fascinan. ¿Tienen los relojes blandos de 'La persistencia de la memoria' (1931) conexión con Einstein o con el queso derretido al sol?
Arriba, dos investigadores que analizan la pasión científica de Dalí: el Nobel de Medicina James Watson (izquierda) y el matemático Thomas Banchoff
"Dalí tenía bastante interés en la mecánica cuántica. Se dio cuenta de que representaba una naturaleza distinta", dice el físico y ex presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas Rolf Tarrach, que aparece en el documental que ahora se estrena. "La mecánica cuántica era una revolución que entonces todavía no aceptaban todos los físicos, era una nueva forma de entender el universo, y eso a Dalí debía de atraerle muchísimo". Otra cosa es que Dalí entendiera realmente la antiintuitiva mecánica cuántica. Tarrach lo duda. Pero puede que tampoco hiciera falta, como afirma en el documental Jorge Wagensberg, director del Museo de la Ciencia de Barcelona: lo que sí tenía Dalí era "una gran intuición, algo que sí es muy importante tanto para los científicos como para los artistas".
Algunos iconos dalinianos, como 'El gran masturbador' (1929), pueden interpretarse con las teorías de Freud sobre el subconsciente.
Superponiéndose (también) con el guirigay científico de la mecánica cuántica llegó la II Guerra Mundial y la bomba atómica. Dalí, deslumbrado por las poderosísimas fuerzas en acción en el interior del núcleo atómico, acuñó la ex-presión "misticismo nuclear". No por casualidad, al fotógrafo Halsman le vino la inspiración para su famosa foto el día después de haber discutido con Dalí su obra Leda Atómica -una de las que aparecen en suspensión en la imagen-. En Leda Atómica, acabada en 1949, Dalí une la física nuclear con el mito de la ninfa Leda poseída por un Júpiter transformado en cisne. Aparentemente, Dalí fue asesorado por el matemático Matila Ghyka para colocar los elementos de su cuadro de forma que quedaran inscritos en una estrella de cinco puntas, una figura geométrica construida empleando el número áureo, que aparece constantemente definiendo formas en la naturaleza y en la arquitectura.
El otro hallazgo que espoleó la imaginación de Dalí no podía ser sino el del funcionamiento del ADN. James Watson y Francis Crick -fallecido el mes pasado-desvelaron en 1953 la estructura en doble hélice de la molécula de la herencia. Con una especie de anticipación visionaria, Dalí decía: "Creo que desde la primera molécula viviente hasta la última, la más excremental, todo se transmite ineluctablemente, genéticamente (...)". Apenas diez años después del descubrimiento de Watson y Crick, Dalí pintó Galacidalacidesoxyribonucleicacid. De nuevo la prolífica amalgama daliniana combina la ciencia con otros elementos, en este caso el religioso. Y es que para Dalí, "la doble hélice demuestra la existencia de Dios". Watson, en cambio, no lo veía así: "Él lo interpretó de una manera; para mí era justo al revés: doble hélice... no necesidad de Dios".
Dalí y los científicos incluso tuvieron su despedida. En noviembre de 1985, Wagensberg organiza un congreso en Figueras en honor de Dalí, donde se reúnen físicos y matemáticos de gran relevancia con artistas y filósofos. Están Prigogine y el matemático Rene Thom, que discuten acaloradamente. Se habla del azar y la naturaleza. Todos saben que Dalí -ya enfermo- sigue las intervenciones por un circuito cerrado de televisión. •
El Pais Semanal Número 1.457. Domingo 29 de agosto de 2004
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