miércoles, 24 de mayo de 2017

HEINRICH KLEY

 EL HUEVO DE LA SERPIENTE
En ninguno de esos modestos diccionarios enciclopédicos, de seis o siete tomos, que casi todos tenemos en casa, se encuentra referencia alguna a un ilustrador alemán llamado Heinrich Kley. Fue una especie de francotirador del arte de su tiempo, que tuvo la desdicha de debatirse entre la burguesía de la Alemania de principios de siglo, el nacimiento del nazismo, dos guerras que desangraron a Europa y una moral de miras estrechas, factores poco propicios a la sátira, a la ironía crítica, al erotismo a veces encubierto y a veces descarado y a la molesta forma de arte corrosivo que fue la verdadera vocación de un genio prácticamente desconocido en nuestros días —y también en los suyos— y que se llamó Heinrich Kley.







 Uno de los pocos datos seguros que de él se tienen es el de la fecha de su nacimiento: el año 1863, en Karlsruhe. Estudió arte en la academia de su ciudad natal y acabó sus estudios en Munich. Sus primeros trabajos, fechados entre 1888 y 1892, consistieron básicamente en retratos, paisajes, escenas callejeras y pinturas "históricas", entre las que no se encuentra ninguna obra digna de mención. A partir de 1892 comienza a ejecutar obras de encargo, como "Acero fundido en la fábrica Krupp", en la que parece tratar de imprimir un hálito de poesía en el frió mundo de la maquinaria de guerra moderna. Otros trabajos de aquella época son dos importantes murales que se encuentran en la oficina de correos de Baden-Baden, titulados "La consagración del altar romano a Mercurio" y "Paseo del Kaiser Guillermo I". Pero nada en él anuncia el estilo de apuntes rápidos a plumilla que la valdría la relativa fama de la que gozó en nuestro siglo. Los primeros trabajos de este estilo comienzan a aparecer en una revista cultural de Munich, titulada "Die Jugend" (La juventud), y son una serie de notables apuntes a plumilla y tinta china firmados solamente "Kley". Algunas veces son en blanco y negro y en otras ocasiones con mancha de aguada a color, casi siempre sin títulos ni comentarios. Su característica más destacada es una técnica satírica muy personal, y los





 temas tratados oscilan entre la caricatura y la fantasía más desenfrenadas, llegando en muchas ocasiones a una amarga semiobseenidad. Eran los primeros dibujos "maduros" y adultos de uno de los mejores ilustradores de la época moderna. Aquellos dibujos despertaron un gran interés en Munich y la gente del ambiente artístico comenzó a preguntarse con curiosidad quién era aquel desconocido "Kley". Entonces se descubrieron sus trabajos anteriores y llegó la sorpresa. Heinrich Kley era el último artista de quien se hubieran esperado aquellas extrañas fantasías, ya que hasta 1908, fecha en que comenzaron a aparecer sus primeros apuntes a plumilla en "Die Jugend", no había sido nada más que uno de tantos mediocres artistas académicos como se daban en la Europa de principios de siglo.

A partir de aquel momento, otras publicaciones se interesaron por publicar la obra de Kley, y sus apuntes empezaron a aparecer también en otra revista, esta de estilo satírico, titulada "Simplizissimus". Algo le había ocurrido a Kley; algo que fue capaz de trastornar profundamente su personalidad y su estilo artístico. Pero no sabemos qué fue. El Heinrich Kley clásico, el del acero de la fundición Krupp y los paseos del Kaiser, había dado paso a otro Heinrich Kley. El pintor de murales históricos aceptables y anodinos se burlaba ahora






 de la burocracia y de las conveniencias en todas las ocasiones posibles. Como en el film de Ingmar Bergman, "El huevo de la serpiente", a través del fino cascarón que eran los dibujos de Kley se adivinaba el mortal veneno que se infiltraba en la sociedad y la intelectualidad de la época: toda una revolución social e intelectual soterrada que llevaría al nacimiento de la serpiente del nazismo. Quizá sin proponérselo, quizá simplemente gracias a sus vibraciones y a su sensibilidad de artista. Kley captó el mensaje. Comenzó la burla, la sátira, el insulto, el despropósito, el desprecio a una sociedad decadente que, mientras por un lado se aferraba desesperadamente a los cánones más clásicos y académicos del arte, por el otro propiciaba una guerra y un caos intelectual que daría al traste con
aquellos mismos valores establecidos.

A partir de aquel momento, Kley comenzó a ilustrar un extraño mundo de metáforas y paradojas, poblado de extrañas visiones dignas de Brueghel o del Bosco. Animales, monstruos y extraños seres bestiales y humanos al mismo tiempo, mujeres desnudas que son a la vez como víctimas y vestales de sus demoníacos poseedores... Todo un mundo alucinante que simboliza los vicios y las virtudes de la humanidad, aunque con una marcada preferencia hacia los vicios, ya que con las virtudes Heínrich Kley tenía, al parecer, muy poco en común.

A primera vista podría creerse que Kley utilizaba profundos simbolismos, juzgando por sus elefantes, sus mujeres-pájaro, sátiros, cocodrilos y toda clase de quimeras, pero un examen más atento nos mostrará que esos simbolismos pueden resumirse en unas pocas realidades concretas. Elefantes, niños y muchachos, torpes y desmañados, simbolizan la inocencia. El simbolismo de Kley es de lo más tradicional: el centauro personifica la lujuria, y el demonio o el fauno pueden encontrarse
allí donde se da el sufrimiento humano, el dolor y las desdichas. El elemento erótico es fuerte y se da una especie de placer infantil en acentuar posturas y utensilios relacionados con


















los excrementos. En todo ello se advierte un deseo, también infantil, de."épater le bourgois" a toda costa. Con una visión que nos da la perspectiva de los años, se puede considerar la tendencia de Kley como uno más de los canales en que se dispersó la corriente de nueva creatividad artística que conoció Europa entre 1910 y 1920. Kley vivió en el mismo Munich que vio nacer los trabajos de Kandinsky y Klee. Pero, a pesar de su coincidencia en el tiempo, no parece que hubiera ninguna relación social ni artística entre Kley y los modernistas. Quizá era la diferencia de edad: Kley tema en aquellos momentos 50 años y vivía ya en mundo personal y cerrado, y también pudo influir en el desconocimiento de sus contemporáneos el hecho de que su técnica era por aquel entonces muy inferior a la suya: Kley se había convertido en una especie de caricaturista fotográfico de la realidad, mientras que los modernistas investigaban por otros derroteros completamente distintos y trataban de abrir caminos menos figurativos a la ilustración y la pintura.

A partir de la década de los 30, sobre su nombre caen el silencio y la confusión de datos y de informaciones, hasta el extremo de que se llegó a informar en tres ocasiones distintas acerca de su muerte. Efectivamente, una primera fecha sitúa el fallecimiento de Kley a principios de los años 40. Según algunas fuentes, la auténtica fecha del fallecimiento sena el 2 de agosto de 1945, y según otras, murió el 8 de febrero de 1952. Lo que sí es seguro es que al propio Heinrich Kley, a quien tanto le complació evocar y retratar lo que de absurdo y demoníaco tiene el ser humano, esa postrera confusión le hubiera complacido enormemente.  

Manuel Domínguez Navarro.



Ilustración COMIX Internacional Nº1, Toutain Editor, Año 1.980, Barcelona.


1 comentario:

Venantius dijo...


Realmente aprecio este mensaje tuyo. Gracias Señor.