Los ejemplares de la yeguada de la Cartuja muestran en esta espectacular sesión los valores que guardan desde el siglo XV.
Texto: Fernando Sabater/ Fotografía: Peter Müller
El orgullo de Carlos V
Los caballos cartujanos alcanzaron un extraordinario prestigio internacional en tiempos del emperador Carlos V. En la fotografía, dos ejemplares posan junto al retrato que Tiziano realizó a Carlos V a lomos de uno de estos caballos en 1548 y un fragmento de la pintura de Isabel Francia en otro de estos caballos, obra de Velázquez de 1635-1636.
Según Víctor Hugo, "sin el caballo no habría hombre". Muy cierto, pero también la recíproca es verdadera: sin los hombres no habría caballos, porque los caballos son la primera tecnología punta inventada por la humanidad para conseguir fuerza, transporte y hermosa velocidad. El hombre ha soñado al caballo y se las ha arreglado para materializar su sueño en carne y crin, como quien talla una amatista o un berilo hasta que reproduce el ideal de una joya perfecta. Luego hemos puesto caballos en nuestros palacios y en nuestros campos de labranza, en las batallas y en el rapto de la amada, en las estatuas, en la conquista de lo desconocido y en la poesía. La humanidad desfila a caballo bajo el cielo vacío, y nuestra atropellada historia es una gigantesca carga de caballería...
La Fuerza y la Nobleza
En las principales pinacotecas del mundo, los cartujanos, simbolos de energía y nobleza, fuerza y docilidad, ocupan un lugar destacado en los lienzos de los grandes artistas. En las imagenes, arriba, dos caballos de la Cartuja trotan delante del óleo Lucha de San Jorge con el dragón , pintado por Rubens y cuyo original se puede contemplar en el Museo del Prado.
La herencia de la Cartuja
Los monjes cartujos de Jerez de la Frontera lograron a finales del siglo XV salvar esta raza autóctona de caballos. El las fotografias, arriba, dos ejemplares de la Yeguada de la Cartuja que muestran que la herencia ha llegado perfecta hasta hoy. El primero, arriba, Hacendoso XXIII, de siete años, encima de estas líneas, Centenario VI, de ocho años.
El prometedor futuro
Los actuales responsables de la Yeguada de la Cartuja están decididos a mantener la nobleza de la estirpe y a la vez proyectar más su imagen hacia el futuro. En la foto, Ambiciosa IV con uno de los jóvenes valores de la cuadra, un potro del año pasado.
Ejemplar delante de Húsares al galope, obra de August Macke, en el Thyssen-Bornemisza
Cuando Hegel vio en Jena a Napoleón comentó que había visto pasar "el espíritu del mundo a caballo". Pero incluso sin un bandolero corso sobre su lomo, el caballo encarna el espíritu del mundo, el mundo mismo: es un microcosmos. Así lo reconoce un viejo poema indio, el Brhadaranyaka Upanishad: "En verdad, el alba es la cabeza del caballo; el sol, su ojo; el viento, su aliento; el fuego universal, su boca abierta; el año es su cuerpo; el cielo, su lomo; la atmósfera, su vientre; los puntos cardinales, sus flancos; las estaciones, sus miembros; los días y las noches, sus cascos; las estrellas, sus huesos; las nubes, su carne...". El universo en toda su gloria es un fenómeno equino y se condensa en el caballo que admiramos al pasar. Ese ruido de galope es como el rumor del tiempo ligero que se marcha o que viene a buscarnos: por eso nos emociona y nos parece sentirlo hollar nuestras alfombras y asomarse un momento, imprevisto pero bienvenido, a nuestras ventanas.
No contento con soñar al caballo, el hombre se ha soñado también caballo él mismo: ¡la ambición desbocada del Centauro! Sin renunciar a la primacía del jinete, tener juntamente el brío y el ímpetu de la cabalgadura. Considerar como igual mérito las ideas y las coces... ¡cuánta libertad! El centauro reúne lo mejor del hombre (según el hombre), cabeza y corazón, con lo mejor del caballo (¡según el hombre también!), fuertes patas y buenos riñones. Es el caballero perfecto y el yóquey más práctico, porque nunca necesita subirse ni bajarse de su montura, y no pierde momentos preciosos apretando la cincha.
Pero la condición de centauro debe presentar, además, otras paradojas y dificultades. Sobre el más ilustre de los centauros, sabio maestro de héroes, se hizo la gran pregunta Ortega y Gasset: "¿Qué mundo pensaría el padre Quirón galopando las praderas de esmeralda? A su torso humano pertenecía un mundo de visiones humanas; a sus lomos de caballo, un universo equino. Los nervios del hombre y de la jaca se unían en los mismos centros y las venas robustas hacían desembocar en un solo corazón la teología del europeo y la brama del semental. ¡Pobre corazón, vacilando siempre entre una potra y una bacante! Lo que para la mitad de sí mismo era verdad, era falso para la otra mitad; si entraba en una ciudad y llegaba a la plaza pública, sus labios habían de decir: he aquí el ágora, mientras sus cascos golpearían: he aquí un hipódromo".
Desde luego, en ningún caso podría tratarse del Hipódromo de Madrid, secuestrado de modo rufianesco hace más de tres años y en el que ya nada galopa salvo la sombra indigna de los especuladores, mientras Patrimonio Nacional bosteza y mata moscas con el rabo. Por eso los caballos, como ya no tienen hipódromo, invaden nuestros salones, posan entre nuestros cuadros y aromatizan con sano perfume de estiércol tapices y cerámicas. ¡Bien hecho! Como los bribones y la desidia les privan de lo suyo, vienen a reclamar lo nuestro. Pero son tan irremediablemente generosos hasta cuando invaden que nos traen la elegancia de su garbo tonificante para dignificar la cursilería de los tugurios en que vivimos. Todo lo que pisan sus cascos se convierte en tienda de campaña o en campo abierto. Y quizá lloran sin relinchos por nosotros, prisioneros de los estraperlistas, como cuenta el poeta que lloraron los indómitos caballos de Aquiles al ver muerto a Patroclo.
Sólo 440 ejemplares
La población mundial de caballos cartujanos es de solo 440 ejemplares. Más de la mitad pertenecen a la Yeguada de la Cartuja (Hierro del Bocado).
En la fotografía, la perfecta silueta de un caballo de esta cuadra bajo un excepcional lienzo del Museo del Prado, La caída de Faetón , pintado por Jan van Eyck.
ASÍ SE HIZO
Un plato enorme. Muchísima paciencia. Treinta bellísimos caballos cartujanos. Reproducciones gigantes de lienzos guardados en los museos del Prado y el Thyssen-Bornemisza. La asistencia permanente de seis expertos en caballos, su cuidado y manejo. Medio año de trabajo... Así lograron el fotógrafo Peter Müller y el director creativo Gerry Roberts estas impactantes imágenes.
LA PASIÓN DE REYES Y ARTISTAS
De ellos se enamoraron emperadores, reyes y pintores; Carlos V, Felipe II, Felipe III y Napoleón Bonaparte; Velázquez, Rubens y Goya. Sintieron pasión por su figura sólida e ilustre, pegada a la tierra y a la vez aristocrática, temperamento enérgico y noble, poseídos por la estricta armonía en cada uno de sus rasgos y de sus miembros: cabeza fina, orejas rectas, ojos grandes y oblicuos, cuello ligeramente arqueado, grupa inclinada y musculosa. Los cartujanos representan un selecto club del 1 % dentro de la élite de los caballos de pura raza española. Son sólo 440 ejemplares, que condensan historia y arte en uno de los símbolos más internacionales de las esencias españolas. Y de esos pocos centenares, la mayoría pertenece a la Yeguada de la Cartuja-Hierro del Bocado, fundada en el año 1484 por los monjes cartujos de Jerez de la Frontera (Cádiz) y actualmente propiedad de Patrimonio del Estado, a través de la empresa pública Expasa, constituida en 1963. La Yeguada de la Cartuja, sin duda una de las ganaderías equinas más prestigiosas del mundo, cuenta con 225 caballos (90 machos y 135 hembras). Las instalaciones de Fuente del Suero, a orillas del río Guadalete, mezclan tradición y modernidad, historia y tecnología. Siguen con el irrenunciable objetivo de mejorar cada detalle de la ganadería, no perder la perfección de la estirpe, su patrimonio genético, acumulado durante cinco siglos; pero ahora sus responsables quieren también ganar popularidad, difundir más la poderosa estampa de sus caballos. De ahí que hayan programado visitas para el público cada sábado. Y de ahí también el libro al que pertenecen las imágenes de este reportaje, Yeguada de la Cartuja, arte español, del fotógrafo suizo Peter Müller, especializado en publicidad, y el creativo australiano Gerry Roberts, ambos afincados en Madrid. Desde que llegó a España hace 24 años, Müller quedó atrapado por Andalucía, el flamenco, los toros, los caballos. A ellos ha dedicado sus libros España por dentro y Oro y plata. Su relación con la Yeguada de la Cartuja le ha supuesto medio año de duro trabajo, bastante más que lo que se tarda, por ejemplo, en rodar la mayoría de las películas: "Tres meses de preparativos, y otros tres haciendo fotografías. Un trabajo de muchísima paciencia. Hay que tener en cuenta que hubo que dedicar mucho tiempo a acostumbrar a los caballos, a familiarizarlos con los flashes (lo que más les asustaba), a conseguir que estuvieran tranquilos y confiados, a lograr un ambiente sin presión. Muchos días sólo lográbamos una foto". Para las imágenes con reproducciones gigantes (de hasta 10 por 14 metros) de lienzos clásicos, Müller y Roberts trabajaron en un plato de más de mil metros cuadrados habilitado en una nave del recinto de lo que fue la Expo de Sevilla. Son todas escenografías reales; nada de superposiciones artificiales o tratamientos informáticos. En todo momento se contó con la asistencia de cuatro personas que trabajan en la yeguada, más dos veterinarios. Después de tantos meses, también ha quedado enamorado de ellos Peter Müller. Ha trabajado con 30 caballos; pero ha habido uno del que se ha encariñado especialmente: Poseído Vil, que ha merecido la portada del libro, pisando un lienzo de Rubens. "Su físico es un espectáculo", dice Müller. "Su carácter, extraordinariamente noble. Jamás dio un problema". El resultado es un alarde de belleza barroca al servicio de unos caballos que comenzaron a alcanzar fama mundial en tiempos del emperador Carlos V y que llegaron a cotizarse, el siglo pasado, 25 veces más que los ejemplares de cualquier otra ganadería de renombre. / RAFAEL RUIZ •
El Pais Semanal Nº 1.166/ 31 de enero 1999
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