domingo, 23 de octubre de 2016

La Generación Vertice


 Ah, la nostalgia. Uno siempre rememora con un cariño especial las lecturas de los años de infancia y pre-adolescencia, esa época de la vida en la que todo te parece nuevo y tu capacidad para el asombro se halla aún dilatada. En mi caso, que es el mismo de otros muchos lectores de cómics de mi generación, gran parte de esas lecturas que me hicieron aprender a amar el cómic fueron las ediciones Vértice de los Superheroes Marvel.



Eran los años setenta: Los Capitán Trueno, Jabato, Guerrero del Antifaz y demás héroes patrios que captaran el interés de las generaciones precedentes se habían ido quedando obsoletos paulatinamente y empezaba a imponerse un tipo de personajes totalmente diferentes en concepto y mentalidad: Los superheroes. Es curioso ver cuan diferentemente reacciona el lector medio ante ellos. Hay quien los rechaza de manera sistemática, ya sea por prejuicios ideológico-panfletarios o, simplemente, por una dificultad para aceptar el componente fantástico e irreal que los envuelve. No sé, yo nunca tuve ese problema, pero me figuro que debe resultar bastante difícil explicar la fascinación que despierta el mito del superhéroe a quien no los ve más que como «monigotes de ropa interior larga». O entras en ellos o no lo haces, esa es la cuestión de fondo. Pero dejémonos de disgresiones y volvamos a nuestro tema, las ediciones de Vértice. Yo las descubrí poco antes de que se produjera el cambio del formato libro súper-manipulado (aquello que llamaban Volumen Uno) al formato magazine más próximo al original americano (el Volumen Dos y, posterior-mente, el Volumen Tres). Re-cuerdo, por ejemplo, aquellos números iniciales del Conan de Roy Thomas rebosante de frescura y vitalidad. Y aquellos episodios tan movidos de los Vengadores escritos por Englehart, que nos hacían olvidar los dibujos de Heck. Y los números de Spiderman con el clon de Gwen Stacy, denostados por muchos aficionados pero que a mí me impactaron de verdad, tal vez porque entonces lo de «clon» todavía me sonaba a nuevo. Y la moda de las Artes Marciales, que nos trajo a Shang Chi, a Puño de Hierro y a los Hijos del Tigre. Y las primeras aventuras de la Patrulla X, que fueron reeditadas en formato libro pese a que el resto de la línea había pasado ya al tamaño magazine (nunca entendí el porqué). Y el Dan Defensor de la etapa pre-Miller, envuelto en un tórrido romance con Ms. Natasha Romanoff, la Viuda Negra ¿Quién diablos necesitaba a Elektra? Y aquellos memorables episodios del Capitán América con Piedra Lunar, el Imperio Secreto y el Nómada. Y aquella línea de terror tan diferente a lo que nos ofrecían otras editoriales, con Drácula, Morbius, Simón Garth, Jack Russell o Daimon Hellstrom, el Hijo de Satán. Y tantos otros...


Ir al kiosco para hacerte con las últimas novedades tenía un aliciente muy especial entonces, porque nunca sabías lo que ibas a encontrarte. En las publicaciones de Vértice no existía comunicación alguna con el lector, los nuevos títulos apenas si se anunciaban y los que cerraban lo hacían en el más absoluto sigilo. Y sin librerías especializadas, los cómics originales americanos eran tan difíciles de hallar como una aguja en un pajar. Con todo, esa ausencia total de información hacía que las historias tuvieran un ingrediente adicional de emoción y suspense que hoy día se ha perdido para nuestra desgracia.

Sí, ahora la situación es muy distinta. Las editoriales inundan con noticias a los lectores, destripando sin piedad tramas arguméntales de historias que aún no han visto la luz. Los cómics originales USA circulan con cierta fluidez, al menos en las capitales principales, y son devorados ávidamente por los fans. Y las revistas y fanzines varios acaban rematando la faena. ¿Dónde queda el elemento sorpresa? A veces da la impresión de que para cuando aparece la edición española de ese número importante de esa determinada colección, todo el mundo ya sabe lo que va a encontrarse dentro. Con todos los aspectos positivos que pueda tener la movida actual, que los tiene, uno no puede por menos que añorar aquellos viejos y entrañables tiempos de Vértice. Será que me hago viejo.

Miguel G. Saavedra


Publicado en la revista Krazy Comics nº2 noviembre 1989

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